I. EL COMO LOS RÍOS NACEN EN EL MAR, ASÍ LAS VIRTUDES DE CRISTO. 1. El origen de todas las fuentes y ríos está en el mar; el de todas las virtudes y ciencias es Cristo el Señor. ¿Quién es el Señor de las virtudes sino el Rey de la gloria? Según el cántico de Ana, ese mismo Señor es un Dios que sabe. La continencia de la carne, la pureza del corazón, la rectitud de la voluntad brotan de esa fuente. Todavía más: de ella nacen la agudeza del ingenio, el brillo de la elocuencia, el encanto del temperamento, toda disertación de la ciencia y del saber. En él se esconden todos los tesoros del saber y conocer. ¿Qué más?
¿No son otros tantos arroyos de este manantial los consejos desinteresados, los juicios justos y los deseos santos? Si todas las aguas retornan sin cesar al océano por corrientes subterráneas y ocultas, y brotan de nuevo a raudales copiosa e incansablemente para nuestro deleite y aprovechamiento, ¿por qué no van a volver íntegros y sin cesar esos riachuelos espirituales a su propia fuente, para fecundar ininterrumpidamente los campos cultivados del corazón? Regresen al lugar del que nacieron los ríos de la gracia y vuelvan a brotar. Retorne a su origen la emanación celestial, para derramarse más ubérrima por toda la tierra. "Pero, ¿de qué manera?-dirás. Responde el Apóstol: Dando continuamente gracias a Dios. Toda fuerza y sabiduría que descubras en ti mismo, atribúyela a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios.
II, LA ACCIÓN DE GRACIAS DEL FARISEO Y DE QUIENES DAN GRACIAS A DIOS POR TODO ESTO. 2. Quizá me repliques: "Pero, ¿habrá alguien tan insensato que se lo asigne a otros? Absolutamente nadie. Hasta el fariseo da gracias a Dios. pero a Dios no le complace su actitud. Por eso, si recuerdas bien el Evangelio, su acción de gracias no le hizo más justo ante Dios. ¿Por qué? Porque cuanto en su boca sonaba a devoción, no podía justificar la insolencia de su corazón al que conoce de lejos al soberbio. "Escucha, fariseo, con Dios no se juega, ¿Qué tienes que no haya recibido?"-"Nada", contesta, "por eso doy gracias al que me lo ha dado"-"Sí así es, tampoco puedes alegar mérito alguno para recibir nada de lo que te engríes. Y si lo reconoces, ante todo, es ridícula tu hinchazón frente al publicano, porque carece de lo que tienes tú, simplemente porque no lo ha recibido como tú. Anda además con cuidado. Porque si no devuelves todos sus dones a Dios, apartando para ti algo de su honor y su gloria, serás acusado de fraude, y con razón. Porque engañas a Dios. Si te jactas y te arrogas algo, yo pensaría que pretendes engañarte más que que cometer un fraude. Y corregiría tu error. Pero como le das gracias a Dios, demuestras que no te atribuyes nada, y reconoces sensatamente que tus méritos son dones de Dios. Mas de pronto, despreciando abiertamente a los demás, te traicionas, porque hablas con doblez de corazón; por un lado miente tu lengua y por otro usurpas la gloria de la verdad.
"No despreciarías al publicano comparándolo contigo, si no creyeses que tú mereces mayores honores que él. ¿Qué respondes al Apóstol que te prescribe: Para Dios sólo el honor y la gloria? ¿Y al ángel que distingue y muestra lo que Dios desea retener para sí y lo que quiere repartir a los hombres? Porque dice: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". ¿No habéis advertido que el fariseo en su acción de gracias honra con los labios a Dios, pero en el sentir de su corazón se alaba a sí mismo? Hemos de caer en cuenta que muchos pronuncian con su boca la acción de gracias, pero por rutina, sin sentirlo su corazón. Hasta los hombres más perversos suelen dar gracias a Dios por cada uno de sus crímenes e infamias; se figuran que todo les ha salido feliz y prósperamente según sus perversos deseos.
Escuchad, por ejemplo, al ladrón lo que dice para sus adentros, exultante de satisfacción, cuando alcanza la codiciada gavilla de sus maquinaciones malvadas: "¡Gracias a Dios! No he velado en vano, no he perdido mi trabajo esta noche". Y el homicida, ¿no se ufana y da gracias por haber vencido a su rival o porque se ha vengado de su enemigo? Incluso el adúltero salta de gozo alabando a Dios, porque pudo gozar de la fornicación tanto tiempo deseada.
III. LA VERDADERA ACCIÓN DE GRACIAS DEBE SER SENCILLA Y PURA. 3. Por lo mismo, no toda acción de gracias complace a Dios, sino la que nace de la inocencia de un corazón honrado y puro. He dicho primeramente "honrado", por esos que suelen dar gracias a Dios, incluso alardeando de sus malas obras, imaginándose que Dios goza como ellos perpetrando el mal, y que se alegra de sus pésimos enredos. Escúchele quien así piense: ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara.
Y añadí "pura" por los hipócritas que alaban a Dios por sus buenas obras, pero sólo con los labios, pues lo que dicen de boquilla no brota de su corazón. Como actúan dolosamente en su presencia, incurren en una malicia abominable. Los primeros lanzan impíamente sus malas obras contra Dios; los segundos se apropian fraudulentamente los bienes de Dios. Lo primero es tan necio, tan poco religioso y tan brutal, que no necesito ni mencionarlo; lo segundo suele ser una asechanza muy típica contra religiosos y espirituales. Porque es una virtud difícil y muy poco común que ignores tu grandeza, aunque hagas cosas grandes, y que ocultes para ti tu santidad conocida por todos.
Ser admirable ante los demás y juzgarse a sí mismo menospreciable, eso sí que considero yo más maravilloso que las virtudes mismas. Serás verdadero siervo fiel cuando no te apropies nunca la gloria de tu Señor, que no nace de ti, pero pasa por ti. Entonces, como dice el Profeta, aborrecerás las riquezas compradas con la mentira y conservarás tus manos limpias de todo soborno. Así cumplirás de verdad el mandato del Señor, alumbrando con tu luz a los hombres, no para que te glorifiquen a ti, sino al Padre del cielo. Imitarás a Pablo y a los predicadores que fueron fieles, porque no se predicaron a sí mismos ni buscaron su interés, sino el de Jesucristo, igual que tú. Por eso también escucharás: Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho.
4. José sabía que su señor le había entregado toda su hacienda, pero no a su señora; y no consintió tocarla. Escuchadle: Mi amo ha puesto todo lo suyo en mis manos; y no se ha reservado nada sino a ti, que eres su mujer. Era consciente de que la mujer es la gloria del marido y pensó que sería una ignominia para él deshonrar a quien por su parte lo colmó de honores. Este hombre sensato por la sabiduría de Dios sabía que un hombre siente tal celo por su mujer como por su propia gloria, y que su señor se había reservado para sí mismo su custodia, sin confiársela a otro. Por eso no cayó en la osadía de tocar lo que no se le había concedido.
IV. QUE LE GUSTA RETENER A DIOS Y DARNOS A NOSOTROS. ¿Entonces qué?¿El hombre tan celoso de su gloria se atreverá a robársela a Dios, como si a él no le importara la suya? Escúchale: "Mi gloria no se la cedo a nadie". "¿Qué nos reservas, por tanto, a nosotros, Señor? ¿Qué nos das?"-"Mi paz os dejo, mi paz os doy",-"Me basta, Señor. Acepto agradecido lo que nos das y dejo lo que te reservas. Me agrada tu decisión, y no dudo que salgo ganando. Renuncio a toda gloria, no sea que si usurpo lo que no me han concedido pierda con razón lo que me ofrecen. Quiero la paz, deseo la paz y nada más. A quien no le basta la paz tampoco le bastas tú. Porque tú eres nuestra paz, que hiciste de dos pueblos uno. Esto es lo que necesito y me basta: reconciliarme contigo y reconciliarme conmigo. Porque desde que me has tomado como blanco me he convertido en carga para mí mismo. Ya he aprendido y no quiero volver a ser ingrato con el don de tu paz, ni invadir sacrílegamente tu gloria. Quede, Señor, para ti, quede intacta tu gloria; yo seré feliz si conservo la paz".
5. Derribado Goliat, todo el mundo, todo el mundo hizo fiesta por la recuperación de la paz, pero sólo David recibióo una gloria incomparable. Jessué, Jefté, Gededón, Sansón, incluso Judit, aunque mujer, triunfaron con gloria sobre los enemigos de su tiempo; todos gozaron alegremente de la paz, pero nadie participó en esa gloria. Judas Macabeo se hace famoso por sus numerosas victorias, y luchando como un valiente devolvió con frecuencia la paz al pueblo jubilado, pero ¿pero compartió con alguien su gloria? Cuentan, eso sí, que el pueblo entero delebró una gran fiesta pero no se menciona para nada la gloria del pueblo.
¿Acaso el Creador del universo es menos que ellos, para que no se merezca una gloria personal? El solo has creó todo, él solo triunfó del enemigo, él solo liberó a los cautivos: ¿tendrá que acompañarle alguien en su gloria? Mi brazo me dio la victoria, dice y añade: Yo he pisado el lagar y de otros pueblos nadie me ayudaba. ¿Cómo pretendo compartir la victoria sin victoria o la victoria sin battalla? Que los montes traigan la paz al pueblo, porque debéis reservarla sólo para aquel que luchó y venció solo. Que así sea, Señor, que así sea; Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Mas no es de buena voluntad, sino radicalmente malvada, el que no está satisfecho con la paz y ansía la gloria de Dios con un corazón inquieto y una soberbia siempre insaciable; no servirá en paz ni conseguirá jamás esa gloria.
V. LO QUE HACEN LOS SANTOS NO PROCEDE DE ELLOS SINO DE DIOS. Creería alguno en una pared si quejese que ha prducido el rayo de la luz que entra por la ventaja? ¿No sería ridículo que las nubes se gloriasen de engendrar la lluvia? Yo sé muy bien que los arroyos no proceden de los canales, ni las palabras sensabas de los dientes o de los labios, aunque los sentidos no perciban otra cosa.
6. Cuando veo en los santos algo digno de encomio o alabanza, si lo analizo a la luz clara de la verdad, reconozco que en ellos se manifiesta con toda evidencia otro ser grande y admirable, y alabo a Dios en sus santos. Ya sea Elileo o el gran Elías quienen resucitan a los muertos, realizan externamente prodigios nuevos e insólitos, pero no por su poder, sino por su ministerio. Quien obra el milagro es Dios oculto en ellos. Invisible e innaccesible por naturaleza, se hace visible y admirable en sus santos; él solo es bendito, el único que hace maravillas. No es la pluma o el pincel quienes hacen artística la escritura o el cuadro; ni puede atribuirse la elocuencia de un sermón a la lengua o a los labios.
Pero dejemos ya al Profeta que nos diga algo: ¿Se envanece el hacha contra quien la blande? ¿Se gloria la sierra contra quien la maneja? Como si el bastón manejase a quien lo levanta, como si la vara se ensalzase no siendo más que un leño. Así se envanecería contra su Señor todo el que no presume del Señor. Si hay que gloriarse de algo, Pablo me indica de qué y por quién: Mi orgullo es es testimonio de mi conciencia.
VI. DE QUÉ DEBEMOS GLORIARNOS Y DE QUÉ NO DEBEMOS HACERLO NUNCA. Puedo gloriarme sin miedo, si la conciencia me asegura que no me apropio en nada de la gloria del Creador, plenamente seguro que no lo hago contra el Señor, sino en el Señor. Este orgullo no se nos prohibe; al contrario, se nos exhorta a que lo busquemos: Os dedicáis al intercambio de honores y no buscáis el honor que viene sólo de Dios. En efecto, gloriarse únicamente en Dios sólo viene de Dios. Y no es una gloria cualquiera: es tan verdadera como la verdad y tan insólita, por ser auténtica, que son muy pocos los perfectos que en ella se glorían debidamente. Salgan ahora los hombres que no son más que un soplo, suban los mentirosos a la balanza, y vean en qué bochorno acaba su petulancia. Quien se gloria con sensatez examinará su propia actuación y la analizará minuciosamente a la luz de la verdad. Así encontrará su satisfacción en sí mimo y no en lo que de él digan los demás.
Sería de necios entregar mi gloria al son de sus bocas y comenzar a mendigársela cuando desee alcanzarla. ¿Acaso pueden aprobarla a su arbitrio o desaprobarla según les plazca? Prefiero guardarla dentro de mí más fielmente que ellos. Pero no, tampoco. Mejor es entregarla a quien tiene poder para asegurar mi tesoro hasta el último día, es precavido para custodiarlo y fiel para devolverlo. Entonces recibirá cada uno su gloria directamente de Dios, pero si supo despreciar la gloria mundana. Porque para esos que ponen su corazón en las cosas terrenas, su gloria será su vergüenza, según dice David: Los que complacen a los hombres serán derrotados, porque Dios los rechaza.
VII. COMO DEBEMOS REFERIR A LA GLORIA DE DIOS TODO LO BUENO QUE HACEMOS.
7. Si comprendéis todo esto, hermanos, ninguno de vosotros deseará ser alabado en esta vida; todo favor que aquí consigas y no lo devuelvas a Dios, a él se lo robas. Pero ¿de qué, de dónde puedes soñar con la gloria, polvo corrompido? ¿De tu santidad? Es el espíritu quien santifica. He dicho el Espíritu, pero no el tuyo, sino el de Dios. Aunque brillen tus signos y prodigios, los realizas tú, mas con el poder de Dios. ¿Te acaricia, quizá, el favor popular, porque has dicho algo bueno y con gran acierto? Fue Cristo quien te dio la boca y la sabiduría. ¿Qué es tu lengua sino pluma de escribano? Y hasta eso lo has recibido de prestado. Es un talento que te han confiado: se te reclamará con sus intereses. Sólo si eres diligente en tus trabajos y fiel para dar fruto, será recompensado tu esfuerzo. Si no fuese así, te quitarán el talento, pero te exigirán los intereses y te llamarán siervo negliente y cobarde.
Por tanto, toda la alabanza por los bienes de gracia que de cualquier forma se manifieste en vosotros, debe ser referida a él, como autor y dispensador de cuanto merezca ser alabado. Y no ficticiamente, como los hipócritas; ni por rutina, como los que carecen des espíritu religioso; ni por cierta necesidad, como se obliga a los jumentos a llevar la carga; sino como corresponde a los santos: con sinceridad constante, con devoción ardiente, con gratitud gozosa, pero no superficial. Ofreciendo un sacrificio de alabanza y cumpliendo nuestros votos día a día, procuremos con máxima vigilancia armonizar los sentimientos con las obras, el afecto con los sentimientos, el gozo con el afecto, la moderacon con el gozo, la humildad con la moderación, la libertad con la humildad. Así caminaremos en esta vida libres de las pasiones con un espíritu purificado, y si alguna vez salimos fuera de nosotros mismos a causa de afectos inusitados o por cierta satisfacción espiritual, nos adentraremos en los encantos del jubileo, en la luz de Dios, en la amabilidad, en el Espíritu Santo, y comprobaremos que somos de quellos que contemplaba el Profeta cuando decía: Caminarán, Señor, a la luz de tu rostro; tu nombre es un gozo cada día, tu justicia es su orgullo. Mas quizá alguien pueda decirme:
VIII. ESTA INTERPRETACIÓN SE BASA EN EL SENTIDO LITERAL.
8. "Preciosa exhortación la que nos haces, pero si correspondiera al tema que te has propuesto". Esperad un momento, que no lo he olvidado. ¿No pretendíamos comentar la frase: Tu nombre es como un bálsamo fragante? Esto era lo que debíamos exponer. Vosotros juzgaréis si era necesaria la exposición anterior; por mi parte, os diré breventente por qué no estaba fuera de lugar. ¿No recordáis mi insistencia en la exquisita fragancia de los pechos de la esposa? ¿Puede pedírsele a la esposa mayor coherencia que la de reconocer su perfume como una gracia del esposo, sin pensar nunca en apropiársela como suya? Admitiréis que cuanto veníamos diciendo encaja con esta consideración. Es como si dijera: Si mis pechos exhalan este aroma y te agrada tanto, no lo atribuyo a mis méritos ni a mi empeño, esposo mío, sino a tu largueza conmigo y a la fuerza de tu nombre, que es como un bálsamo fragante". Sirva lo dicho para la ilación con el texto.
9. En cuanto a la explanación detallada del versículo, creo que requiere otra oportunidad y otro contexto. Pero fue precisamente la frase misma la que me brindó la ocasión de extenderme tan ampliamente en este sermón sobre el abominable vicio de la ingratitud. Ahora me limito a sugeriros una reflexión: si la esposa no cae en la osadía de arrogarse lo más mínimo ninguna virtud suya, ni una sola gracia, ¿cuánto menos nosotros que quizá seamos todavía unos adolescentes? Digamos, pues, también nosotros a ejemplo de la esposa: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria.
Y digámoslo, no de palabra, sino con obras y de verdad, no sea que, como mucho me temo, se nos eche en cara aquello del salmo: Lo adulaban con sus labios, pero sus lenguas mentían; su corazón no era sincero con él, ni eran fieles a su alianza. Exclamemos y digamos en lo más íntimo del corazón: Sálvanos, Señor Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles, para que alabemos tu santo nombre, no el nuestro, para que nos gloriemos en tus alabanzas, no en las nuestras, por los siglos de los siglos.
RESUMEN
De Dios es la Gloria que nace de un inmenso mar y se distribuye por ríos y riachuelos para volver y volver a circular una y otra vez. Toda gloria es suya y jamás debemos intentar apropiárnosla. De nosotros es la paz, si cumplimos su voluntad. Por tanto, nada es nuestro sino que todo es por Él y por su gloria.
II, LA ACCIÓN DE GRACIAS DEL FARISEO Y DE QUIENES DAN GRACIAS A DIOS POR TODO ESTO. 2. Quizá me repliques: "Pero, ¿habrá alguien tan insensato que se lo asigne a otros? Absolutamente nadie. Hasta el fariseo da gracias a Dios. pero a Dios no le complace su actitud. Por eso, si recuerdas bien el Evangelio, su acción de gracias no le hizo más justo ante Dios. ¿Por qué? Porque cuanto en su boca sonaba a devoción, no podía justificar la insolencia de su corazón al que conoce de lejos al soberbio. "Escucha, fariseo, con Dios no se juega, ¿Qué tienes que no haya recibido?"-"Nada", contesta, "por eso doy gracias al que me lo ha dado"-"Sí así es, tampoco puedes alegar mérito alguno para recibir nada de lo que te engríes. Y si lo reconoces, ante todo, es ridícula tu hinchazón frente al publicano, porque carece de lo que tienes tú, simplemente porque no lo ha recibido como tú. Anda además con cuidado. Porque si no devuelves todos sus dones a Dios, apartando para ti algo de su honor y su gloria, serás acusado de fraude, y con razón. Porque engañas a Dios. Si te jactas y te arrogas algo, yo pensaría que pretendes engañarte más que que cometer un fraude. Y corregiría tu error. Pero como le das gracias a Dios, demuestras que no te atribuyes nada, y reconoces sensatamente que tus méritos son dones de Dios. Mas de pronto, despreciando abiertamente a los demás, te traicionas, porque hablas con doblez de corazón; por un lado miente tu lengua y por otro usurpas la gloria de la verdad.
"No despreciarías al publicano comparándolo contigo, si no creyeses que tú mereces mayores honores que él. ¿Qué respondes al Apóstol que te prescribe: Para Dios sólo el honor y la gloria? ¿Y al ángel que distingue y muestra lo que Dios desea retener para sí y lo que quiere repartir a los hombres? Porque dice: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". ¿No habéis advertido que el fariseo en su acción de gracias honra con los labios a Dios, pero en el sentir de su corazón se alaba a sí mismo? Hemos de caer en cuenta que muchos pronuncian con su boca la acción de gracias, pero por rutina, sin sentirlo su corazón. Hasta los hombres más perversos suelen dar gracias a Dios por cada uno de sus crímenes e infamias; se figuran que todo les ha salido feliz y prósperamente según sus perversos deseos.
Escuchad, por ejemplo, al ladrón lo que dice para sus adentros, exultante de satisfacción, cuando alcanza la codiciada gavilla de sus maquinaciones malvadas: "¡Gracias a Dios! No he velado en vano, no he perdido mi trabajo esta noche". Y el homicida, ¿no se ufana y da gracias por haber vencido a su rival o porque se ha vengado de su enemigo? Incluso el adúltero salta de gozo alabando a Dios, porque pudo gozar de la fornicación tanto tiempo deseada.
III. LA VERDADERA ACCIÓN DE GRACIAS DEBE SER SENCILLA Y PURA. 3. Por lo mismo, no toda acción de gracias complace a Dios, sino la que nace de la inocencia de un corazón honrado y puro. He dicho primeramente "honrado", por esos que suelen dar gracias a Dios, incluso alardeando de sus malas obras, imaginándose que Dios goza como ellos perpetrando el mal, y que se alegra de sus pésimos enredos. Escúchele quien así piense: ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara.
Y añadí "pura" por los hipócritas que alaban a Dios por sus buenas obras, pero sólo con los labios, pues lo que dicen de boquilla no brota de su corazón. Como actúan dolosamente en su presencia, incurren en una malicia abominable. Los primeros lanzan impíamente sus malas obras contra Dios; los segundos se apropian fraudulentamente los bienes de Dios. Lo primero es tan necio, tan poco religioso y tan brutal, que no necesito ni mencionarlo; lo segundo suele ser una asechanza muy típica contra religiosos y espirituales. Porque es una virtud difícil y muy poco común que ignores tu grandeza, aunque hagas cosas grandes, y que ocultes para ti tu santidad conocida por todos.
Ser admirable ante los demás y juzgarse a sí mismo menospreciable, eso sí que considero yo más maravilloso que las virtudes mismas. Serás verdadero siervo fiel cuando no te apropies nunca la gloria de tu Señor, que no nace de ti, pero pasa por ti. Entonces, como dice el Profeta, aborrecerás las riquezas compradas con la mentira y conservarás tus manos limpias de todo soborno. Así cumplirás de verdad el mandato del Señor, alumbrando con tu luz a los hombres, no para que te glorifiquen a ti, sino al Padre del cielo. Imitarás a Pablo y a los predicadores que fueron fieles, porque no se predicaron a sí mismos ni buscaron su interés, sino el de Jesucristo, igual que tú. Por eso también escucharás: Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho.
4. José sabía que su señor le había entregado toda su hacienda, pero no a su señora; y no consintió tocarla. Escuchadle: Mi amo ha puesto todo lo suyo en mis manos; y no se ha reservado nada sino a ti, que eres su mujer. Era consciente de que la mujer es la gloria del marido y pensó que sería una ignominia para él deshonrar a quien por su parte lo colmó de honores. Este hombre sensato por la sabiduría de Dios sabía que un hombre siente tal celo por su mujer como por su propia gloria, y que su señor se había reservado para sí mismo su custodia, sin confiársela a otro. Por eso no cayó en la osadía de tocar lo que no se le había concedido.
IV. QUE LE GUSTA RETENER A DIOS Y DARNOS A NOSOTROS. ¿Entonces qué?¿El hombre tan celoso de su gloria se atreverá a robársela a Dios, como si a él no le importara la suya? Escúchale: "Mi gloria no se la cedo a nadie". "¿Qué nos reservas, por tanto, a nosotros, Señor? ¿Qué nos das?"-"Mi paz os dejo, mi paz os doy",-"Me basta, Señor. Acepto agradecido lo que nos das y dejo lo que te reservas. Me agrada tu decisión, y no dudo que salgo ganando. Renuncio a toda gloria, no sea que si usurpo lo que no me han concedido pierda con razón lo que me ofrecen. Quiero la paz, deseo la paz y nada más. A quien no le basta la paz tampoco le bastas tú. Porque tú eres nuestra paz, que hiciste de dos pueblos uno. Esto es lo que necesito y me basta: reconciliarme contigo y reconciliarme conmigo. Porque desde que me has tomado como blanco me he convertido en carga para mí mismo. Ya he aprendido y no quiero volver a ser ingrato con el don de tu paz, ni invadir sacrílegamente tu gloria. Quede, Señor, para ti, quede intacta tu gloria; yo seré feliz si conservo la paz".
5. Derribado Goliat, todo el mundo, todo el mundo hizo fiesta por la recuperación de la paz, pero sólo David recibióo una gloria incomparable. Jessué, Jefté, Gededón, Sansón, incluso Judit, aunque mujer, triunfaron con gloria sobre los enemigos de su tiempo; todos gozaron alegremente de la paz, pero nadie participó en esa gloria. Judas Macabeo se hace famoso por sus numerosas victorias, y luchando como un valiente devolvió con frecuencia la paz al pueblo jubilado, pero ¿pero compartió con alguien su gloria? Cuentan, eso sí, que el pueblo entero delebró una gran fiesta pero no se menciona para nada la gloria del pueblo.
¿Acaso el Creador del universo es menos que ellos, para que no se merezca una gloria personal? El solo has creó todo, él solo triunfó del enemigo, él solo liberó a los cautivos: ¿tendrá que acompañarle alguien en su gloria? Mi brazo me dio la victoria, dice y añade: Yo he pisado el lagar y de otros pueblos nadie me ayudaba. ¿Cómo pretendo compartir la victoria sin victoria o la victoria sin battalla? Que los montes traigan la paz al pueblo, porque debéis reservarla sólo para aquel que luchó y venció solo. Que así sea, Señor, que así sea; Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Mas no es de buena voluntad, sino radicalmente malvada, el que no está satisfecho con la paz y ansía la gloria de Dios con un corazón inquieto y una soberbia siempre insaciable; no servirá en paz ni conseguirá jamás esa gloria.
V. LO QUE HACEN LOS SANTOS NO PROCEDE DE ELLOS SINO DE DIOS. Creería alguno en una pared si quejese que ha prducido el rayo de la luz que entra por la ventaja? ¿No sería ridículo que las nubes se gloriasen de engendrar la lluvia? Yo sé muy bien que los arroyos no proceden de los canales, ni las palabras sensabas de los dientes o de los labios, aunque los sentidos no perciban otra cosa.
6. Cuando veo en los santos algo digno de encomio o alabanza, si lo analizo a la luz clara de la verdad, reconozco que en ellos se manifiesta con toda evidencia otro ser grande y admirable, y alabo a Dios en sus santos. Ya sea Elileo o el gran Elías quienen resucitan a los muertos, realizan externamente prodigios nuevos e insólitos, pero no por su poder, sino por su ministerio. Quien obra el milagro es Dios oculto en ellos. Invisible e innaccesible por naturaleza, se hace visible y admirable en sus santos; él solo es bendito, el único que hace maravillas. No es la pluma o el pincel quienes hacen artística la escritura o el cuadro; ni puede atribuirse la elocuencia de un sermón a la lengua o a los labios.
Pero dejemos ya al Profeta que nos diga algo: ¿Se envanece el hacha contra quien la blande? ¿Se gloria la sierra contra quien la maneja? Como si el bastón manejase a quien lo levanta, como si la vara se ensalzase no siendo más que un leño. Así se envanecería contra su Señor todo el que no presume del Señor. Si hay que gloriarse de algo, Pablo me indica de qué y por quién: Mi orgullo es es testimonio de mi conciencia.
VI. DE QUÉ DEBEMOS GLORIARNOS Y DE QUÉ NO DEBEMOS HACERLO NUNCA. Puedo gloriarme sin miedo, si la conciencia me asegura que no me apropio en nada de la gloria del Creador, plenamente seguro que no lo hago contra el Señor, sino en el Señor. Este orgullo no se nos prohibe; al contrario, se nos exhorta a que lo busquemos: Os dedicáis al intercambio de honores y no buscáis el honor que viene sólo de Dios. En efecto, gloriarse únicamente en Dios sólo viene de Dios. Y no es una gloria cualquiera: es tan verdadera como la verdad y tan insólita, por ser auténtica, que son muy pocos los perfectos que en ella se glorían debidamente. Salgan ahora los hombres que no son más que un soplo, suban los mentirosos a la balanza, y vean en qué bochorno acaba su petulancia. Quien se gloria con sensatez examinará su propia actuación y la analizará minuciosamente a la luz de la verdad. Así encontrará su satisfacción en sí mimo y no en lo que de él digan los demás.
Sería de necios entregar mi gloria al son de sus bocas y comenzar a mendigársela cuando desee alcanzarla. ¿Acaso pueden aprobarla a su arbitrio o desaprobarla según les plazca? Prefiero guardarla dentro de mí más fielmente que ellos. Pero no, tampoco. Mejor es entregarla a quien tiene poder para asegurar mi tesoro hasta el último día, es precavido para custodiarlo y fiel para devolverlo. Entonces recibirá cada uno su gloria directamente de Dios, pero si supo despreciar la gloria mundana. Porque para esos que ponen su corazón en las cosas terrenas, su gloria será su vergüenza, según dice David: Los que complacen a los hombres serán derrotados, porque Dios los rechaza.
VII. COMO DEBEMOS REFERIR A LA GLORIA DE DIOS TODO LO BUENO QUE HACEMOS.
7. Si comprendéis todo esto, hermanos, ninguno de vosotros deseará ser alabado en esta vida; todo favor que aquí consigas y no lo devuelvas a Dios, a él se lo robas. Pero ¿de qué, de dónde puedes soñar con la gloria, polvo corrompido? ¿De tu santidad? Es el espíritu quien santifica. He dicho el Espíritu, pero no el tuyo, sino el de Dios. Aunque brillen tus signos y prodigios, los realizas tú, mas con el poder de Dios. ¿Te acaricia, quizá, el favor popular, porque has dicho algo bueno y con gran acierto? Fue Cristo quien te dio la boca y la sabiduría. ¿Qué es tu lengua sino pluma de escribano? Y hasta eso lo has recibido de prestado. Es un talento que te han confiado: se te reclamará con sus intereses. Sólo si eres diligente en tus trabajos y fiel para dar fruto, será recompensado tu esfuerzo. Si no fuese así, te quitarán el talento, pero te exigirán los intereses y te llamarán siervo negliente y cobarde.
Por tanto, toda la alabanza por los bienes de gracia que de cualquier forma se manifieste en vosotros, debe ser referida a él, como autor y dispensador de cuanto merezca ser alabado. Y no ficticiamente, como los hipócritas; ni por rutina, como los que carecen des espíritu religioso; ni por cierta necesidad, como se obliga a los jumentos a llevar la carga; sino como corresponde a los santos: con sinceridad constante, con devoción ardiente, con gratitud gozosa, pero no superficial. Ofreciendo un sacrificio de alabanza y cumpliendo nuestros votos día a día, procuremos con máxima vigilancia armonizar los sentimientos con las obras, el afecto con los sentimientos, el gozo con el afecto, la moderacon con el gozo, la humildad con la moderación, la libertad con la humildad. Así caminaremos en esta vida libres de las pasiones con un espíritu purificado, y si alguna vez salimos fuera de nosotros mismos a causa de afectos inusitados o por cierta satisfacción espiritual, nos adentraremos en los encantos del jubileo, en la luz de Dios, en la amabilidad, en el Espíritu Santo, y comprobaremos que somos de quellos que contemplaba el Profeta cuando decía: Caminarán, Señor, a la luz de tu rostro; tu nombre es un gozo cada día, tu justicia es su orgullo. Mas quizá alguien pueda decirme:
VIII. ESTA INTERPRETACIÓN SE BASA EN EL SENTIDO LITERAL.
8. "Preciosa exhortación la que nos haces, pero si correspondiera al tema que te has propuesto". Esperad un momento, que no lo he olvidado. ¿No pretendíamos comentar la frase: Tu nombre es como un bálsamo fragante? Esto era lo que debíamos exponer. Vosotros juzgaréis si era necesaria la exposición anterior; por mi parte, os diré breventente por qué no estaba fuera de lugar. ¿No recordáis mi insistencia en la exquisita fragancia de los pechos de la esposa? ¿Puede pedírsele a la esposa mayor coherencia que la de reconocer su perfume como una gracia del esposo, sin pensar nunca en apropiársela como suya? Admitiréis que cuanto veníamos diciendo encaja con esta consideración. Es como si dijera: Si mis pechos exhalan este aroma y te agrada tanto, no lo atribuyo a mis méritos ni a mi empeño, esposo mío, sino a tu largueza conmigo y a la fuerza de tu nombre, que es como un bálsamo fragante". Sirva lo dicho para la ilación con el texto.
9. En cuanto a la explanación detallada del versículo, creo que requiere otra oportunidad y otro contexto. Pero fue precisamente la frase misma la que me brindó la ocasión de extenderme tan ampliamente en este sermón sobre el abominable vicio de la ingratitud. Ahora me limito a sugeriros una reflexión: si la esposa no cae en la osadía de arrogarse lo más mínimo ninguna virtud suya, ni una sola gracia, ¿cuánto menos nosotros que quizá seamos todavía unos adolescentes? Digamos, pues, también nosotros a ejemplo de la esposa: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria.
Y digámoslo, no de palabra, sino con obras y de verdad, no sea que, como mucho me temo, se nos eche en cara aquello del salmo: Lo adulaban con sus labios, pero sus lenguas mentían; su corazón no era sincero con él, ni eran fieles a su alianza. Exclamemos y digamos en lo más íntimo del corazón: Sálvanos, Señor Dios nuestro, reúnenos de entre los gentiles, para que alabemos tu santo nombre, no el nuestro, para que nos gloriemos en tus alabanzas, no en las nuestras, por los siglos de los siglos.
RESUMEN
De Dios es la Gloria que nace de un inmenso mar y se distribuye por ríos y riachuelos para volver y volver a circular una y otra vez. Toda gloria es suya y jamás debemos intentar apropiárnosla. De nosotros es la paz, si cumplimos su voluntad. Por tanto, nada es nuestro sino que todo es por Él y por su gloria.
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