EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 1 de septiembre de 2012

SERMÓN IX DEL CANTAR DE LOS CANTARES: LOS DOS PECHOS DEL ESPOSO: LA PACIENCIA Y LA BENIGNIDAD


1. Afrontemos ya el texto del Cantar y demos razón de las palabras de la esposa y su coherencia. Porque están como en el aire y se bambolean cual montaña escarpada y sin base. Lo primero que hemos de ver es con quién están relacionadas en rigor. Partamos de una suposición: esos amigos del esposo, que hemos citado, se acercan una vez más a la esposa, como lo habían hecho en días anteriores, para hacerle una visita y saludarla. La encuentran disgustada, quejumbrosa. Y extrañados entablan este diálogo: "¿Qué te ha sucedido? ¿Por qué te encontramos hoy tan triste? ¿De qué te quejas tan inesperadamente? Cuando ibas extraviada y decepcionada en busca de tus amantes, con quienes te fue tan mal, ¿no sentiste la necesidad de volver a tu primer esposo, para tocar al menos sus pies, y no se lo pediste una y otra vez con tantos ruegos y lamentos?".
 "Lo reconozco", contestó. "¿Sí? Efectivamente, llegaste a conseguirlo. Y además recibiste el beso de los pies y con ello el perdón de los pecados. Ahora te sientes otra vez inquieta, insatisfecha con tan gran favor, y ansías una familiaridad más íntima. Pediste e imploraste con la misma misericordia otra gracia singular: besarle las manos. También lo lograste y alcanzaste muchas y no pequeñas virtudes."
 "No lo niego, respondió". Y le dijeron: "pero ¿no eres tú la que jurabas asegurando que si algún día se te permitiese besar su mano, nunca más pedirías otra cosa?" --"Sí, soy yo". --"¿Entonces? ¿Acaso puedes alegar que te han quitado algo de lo que conseguiste?" "No, nada". --¿O es que temes que por tu mala vida anterior vuelva a pedirte cuentas que tú suponías ya perdonadas?" --No".
2. "Dinos entonces cómo podemos ayudarte."
    "No descansaré, dijo, hasta que me bese con besos de su boca. Sí, le agradezco el beso de los pies, le agradezco el beso de las manos, pero si me aprecia que me bese con besos de su boca. No soy una ingrata, le amo. Reconozco que he recibido más de lo que merezco, pero no se han colmado mis anhelos. Me mueve mucho más el deseo que la razón. Por favor, no me acuséis de presención: es que me arrastra el afecto. Claro que me recrimina el recato, pero me supera el amor. No ignoro que la gloria del rey ama el juicio. Más este amor tan apasionado no se atiende a razones, ni lo equilibra la sensatez, no lo frena el pudir, ni se somete a la razón. Y pido, y suplico, e imploro: Que me bese con esos de su boca.
 Os aseguro que gracias a él hace muchos años me esfuerzo por vivir en castidad y sobriedad, me entrego a la lectura, lucho contra los vicios, me postro con frecuencia para orar, me mantengo alerta contra las tentaciones, huye de mí el sueño por la amargura de mi alma. En lo posible, me parece que no creo conflictos y convivo con mis hermanos. Me someto a la autoridad de mis superiores, salgo y regreso a casa conforme me lo ordenan. No codicio lo ajeno; al contrario, entrego mis cosas y me doy a mí misma; como mi pan con el sudor de mi frente. Pero todo ello se reduce a mera disciplina, sin dulzura alguna. ¿No soy, como dice el Profeta, esa novilla domesticada de Efraín que trilla con gusto? Y por añadidura el Evangelio llama pobre criado al que ha hecho lo que tenía que hacer. Yo creo que cumplo con todo lo mandado. Pero mi alma se siente en todo eso como tierra reseca. Por eso, para que le agraden mis sacrificios, que me bese con besos de su boca".
3. Tengo muy presente que muchos de vosotros en vuestros desahogos privados soléis quejaros de este abatimiento y aridez del alma, de este embotamiento impertinente del espíritu, que os impide adentraros en la oculta sublimidad de Dios y experimentáis muy poco o nada las dulzuras del corazón. ¿No será que suspiráis por el beso?
 Suspiran ciertamente y anhelan el espíritu de sabiduría y entendimiento; entendimiento para comprender y sabiduría para saborear lo que captaron con la inteligencia. Yo creo que el santo Profeta oraba con este mismo afecto, cuando decía: Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. Pedía claramente el beso, ese beso a cuyo contacto sus labios quedan impregnados de la fecundidad de la gracia espiritual y experimenta lo que expresa en otro lugar: Llénese mi boca de tu alabanza para cantar todo el día tu gloria y tu grandeza.
 Y en cuanto lo saborea, lo exhala con estas palabras: ¡Qué inefables son, Señor, las dulzuras que reservas para tus fieles! Nos hemos detenido ya bastante en este beso, aunque a fuerza de sinceros temo que no me haya expresado con suficiente dignidad. Pero sigamos adelante, porque estas cosas se conocen mejor experimentándolas que hablando de ellas.
4. El texto prosigue así: Tus pechos son más sabrosos que el vino, su aroma mejor que todos los perfumes. El autor no nos dice de quién son estas palabras y nos deja en libertad para atribuirlas en nuestro comentario a quien mejor se adapten. Por mi parte, no me faltan razones para asignarlas a la esposa, al esposo y a los amigos del esposo.
 Primero indicaré por qué pueden referirse a la esposa. Mientras estaba conversando con los amigos del esposo, se dirige hacia ellos el mismo de quien hablaban. Afablemente se acerca a los que hablan de él. Esa es su costumbre. Por ejemplo, se hizo compañero agradable y peruasivo de los dos que caminaban hacia Emaús, comentando lo sucedido. Y se puso a caminar con ellos hablándoles afablemente. Es lo que prometió en el Evangelio: Donde estén dos o tres reunidos apelando a mí, allí, en medio de ellos estoy yo. También lo dice por el Profeta: Antes de que me llamen yo les responderé, aún estarán hablando y los habré escuchado. Por eso se presenta ahora sin llamarlo. Tanto le agrada su conversación que él mismo se adelanta a las súplicas. Creo que muchas veces ni espera las palabras: le bastan los deseos. Escuchad a ese hombre que Dios encontró según su corazón: Señor, tu escuchas los deseos de los humildes, les prestas oído y los animas. Examinaos vosotros también en todo momento, pues sabéis que Dios sondea el corazón y las entrañas, que él modeló vuestros corazones y comprende todas vuestras acciones.
 Conmovida la esposa ante la presencia del esposo, se quedó aturdida; y creyendo que le había sorprendido en su presunción, se llenó de confusión porque pensaba que habría sido más digno valerse de intermediarios. Pero inmediatamente se volvió hacia él y, como pudo, trataba de excusar su temeridad diciendo: Son tus pechos más deliciosos que el vino, tu aroma más que todos los perfumes. Como si dijese: "Si crees que son exageradas mis pretensiones, eso es obra tuya, esposo mío; fue tan inefable la bondad con que me saturaste de la dulzura de tus pechos que, eliminando todo temor, me lanzo a un atrevimiento excesivo, y no es por mi temeridad, sino porque te amo. Soy tan audaz, porque recuerdo tu ternura y olvido tu majestad". Este podía ser el contexto literal.
5. Veamos ahora en qué consiste este cántico a los pechos del esposo.
 Los dos pechos del esposo son las señales de esa bondad connatural suya: la paciencia con que aguarda al pecador y la clemencia con la que acoge al penitente. Es una dulzura doble, exuberante y halagadora, que brota del pecho del Señor Jesús: su gran aguante para esperar y su facilidad para perdonar. Escucha, porque esto no lo invento yo. Puedes leer acerca de su extremada paciencia: ¿O es que no vas a dar importancia a su inagotable benignidad, a su tolerancia, a su paciencia, sin darte cuenta de que la benignidad de Dios te está empujando a la enmienda? Por esto demora tanto la sentencia de condenación del que le desprecia: para poder absolverlo si se arrepiente. Porque no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.
 Aduzcamos otros testimonios referentes al otro pecho del esposo, al que hemos asignado la facilidad para perdonar. Sigue leyendo: En el mismo instante en que gima dolido del pecado, se le perdonará. Que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes: que regrese al Señor y él tendrá piedad; a nuestro Dios que es rico en perdón. David lo resume en pocas palabras, y preciosas: Es lento a la ira y rico en piedad.
 Por ello, la esposa confiesa que por haber experimentado esta doble bondad se ha consolidado en su confianza, hasta llegar a pedirle el beso, y parece decirle: "¿Te extrañará, esposo mío, que me fíe tanto de ti, conociendo por experiencia el caudal de delicias que brotan de tus pechos? Es la dulzura de tus pechos la que provoca mi audacia, no la confianza en mis propios méritos".
6. Sus palabras: Son tus pechos más deliciosos que el vino, significan: "La copiosa gracia que fluye de tus pechos es bastante más eficaz para mi provecho espiritual que la corrección áspera de los superiores. Sí, son mejores que el vino y el mejor de los perfumes. Porque alimentas con el pecho de la dulzura interior a los presentes y rocías con el agradable aroma de la buena reputación a los ausentes. Así dan prueba de tu bondad los de dentro y los de fuera. En tu interior llevas leche y perfumes por fuera. Si no los atrayeras con tu fragancia, no tendrías a quien alimentar con la leche". Más adelante, cuando lleguemos al lugar donde se dice: Correremos al olor de tus perfumes, veremos si estos aromas contienen algo digno de nuestra consideración.
 Ahora precisemos, como os he prometido, si puede pronunciar el esposo con propiedad aquellas palabras de la esposa.
7.Ya dije que cuando estaba hablando ella de su esposo, se presentó éste en persona. Accede a sus deseos, la besa y se cumple lo que dice el salmo: Le has concedido el deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios. De esta manera manifiesa que sus pechos están rebosantes y es tan prodigioso ese beso que en cuanto lo recibió la esposa, y como señal se la hincharon visiblemente los pechos llenándose de leche.
 Los que se entregan con frecuencia a la oración experimentan lo que acabo de decir. Cuántas veces nos acercamos al altar o nos postramos en oración con el corazón frío y reseco. Mas a los que perseveran se les infunde de repente la gracia, se les inunda el pecho y se sienten llenos de piedad en las entrañas. Si alguien los oprimiera entonces no tardaría en correr copiosamente la leche de la dulzura que han concebido. Y podrías decirle: "ya tienes, esposa, lo que pedías; ésta es la señal de que tus pechos son más sabrosos que el vino; puedes estar segura de que ya has recibido el beso, porque sientes que has concebido. También se hincharon tus pechos, convertidos en leche copiosa, mejor que el vino del saber mundano que embriaga, pero de curiosidad, no de amor. Hincha, pero no alimenta; infla, pero no edifica; harta, pero no conforta".
8. Demos ahora una oportunidad a los amigos del esposo, para que expongan su opinión. "Injustamente -dicen-murmuras del esposo, pues lo que ya te ha dado es mejor que lo que le pides. Lo que imploras es para tu deleite; pero los pechos con los que alimentas a los que has engendrado son más provechosos y necesarios que el vino de la contemplación. Una cosa es la satisfacción íntima de un corazón humano y otra la salvación de muchas almas. Raquel era muy hermosa, pero Lía muy fecunda. No insistas tanto en los besos de la contemplación, porque son mejores los pechos de la predicación.
9. Se me ocurre otra interpretación que no pensaba proponerla, pero no la voy a pasar por alto. ¿Por qué no relacionar estas palabras con los que nos presiden con la solicitud de una nodriza o de una madre con sus hijos? Las almas tiernas y adolescentes no soportan con paz que se den a la contemplación los que ellas desean que los eduquen con mayor dedicación mediante su doctrina, y las formen con sus ejemplos. Y ni siquiera moderan su importunidad cuando a continuación se les prohíbe enérgicamente que no molesten a la amada hasta que ella quiera. Pues viendo que la esposa se transporta con los besos y que se encierra a solas, que huye de la convivencia, que esquiva a la gente y que prefiere su propia quietud al servicio fraterno, le dicen: "No seas así, no seas así; la fecundidad de tus pechos es más rica que los abrazos. Tus pechos nos libran de los bajos instintos que nos hacen la guerra; con ellos nos sacas del mundo y nos rescatas para Dios". En definitiva: Tus pechos son más sabrosos que el vino. Porque las delicias espirituales que destilan tus pechos para nosotras, refrenan la voluptuosidad de la carne, que no ha mucho nos vencía como ebrias de vino.
10. Esta comparación del amor carnal con el vino es muy acertada. Porque a la uva, una vez exprimida, ya no le queda más jugo y está condenada a perpetua esterilidad. Igualmente la carne, pisada ya por la muerte, se queda extenuada para todo placer y no revive más para sus pasiones. Por eso dece el Profeta: Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre; se agosta la hierba, se marchita la flor. Y el Apóstol: El que siembra en la carne, de la carne cosecha corrupción. La comida es para el estómago y el estómago para la comida, pero Dios acabará con el uno y con el otro. Piensa si esta comparación no abarca tanto a la carne como al mundo. Porque este mundo pasa y su codicia también; y así como todo lo que hay en el mundo se acaba, su fin es eterno.
 No se puede decir lo mismo de los pechos. Cuando han sido agotados se llenan otra vez de la fuente del pecho materno, y lo acercan para que vuelvan a mamar. Con toda razón se afirma que los pechos de la esposa son mejores que el amor carnal o mundano, porque nunca los agotará su numerosa prole. Siempre los llenan las entrañas del amor, para que fluyan de nuevo. De ellas manarán ríos de agua viva, como manantial que salta hasta la vida eterna. Este canto a los pechos de la esposa culmina con la fragancia de sus aromas, porque no sólo alimentan con el sabor de su doctrina, sino que exhalan su perfume por la fama que divulgan sus buenas obras.
 Qué significan estos dos pechos henchidos de leche y con qué perfume están ungidos, lo mostraremos en otro sermón, con la ayuda de Cristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por siempre eternamente. Amén.


RESUMEN
La esposa no parece tener bastante con los dones conseguidos. Lleva una vida honesta y sacrificada pero aspira a la vida contemplativa. Muchos sentimos este abatimiento y aridez del alma. Precisamos entendimiento para comprender y sabiduría para saborear estas dulzuras. Es posible que la esposa, mientras habla con otro sobre el esposo, éste aparezca y sorprendida afirme: "Tus pechos son más sabrosos que el vino y el aroma mejor que todos los perfumes". Los dos pechos del esposo son las señales de esa bondad connatural suya: la paciencia con que aguarda al pecador y la clemencia con la que acoge al penitente. Su perfume es mucho más eficaz que la corrección áspera de los superiores. Lo perciben en determinados momentos los que se entregan a la oración y es muy superior al saber mundano. Los compañeros del Esposo también podrán decirte que te contentes con lo que se te ha dado y que la predicación es suficiente; que no hace falta llegar a la contemplación. O que nuestro espíritu precisa de mayor doctrino antes que entregarse a la soledad de la contemplación. Comparación del amor carnal con el vino y del amor espiritual con la leche maternal.

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