EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

lunes, 24 de febrero de 2014

CUARESMA: SERMO SEPTIMUS


Sobre el verso séptimo: "Caerán a tu izquierda mil, y diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará".

Capítulo 1

Hermanos, vivimos en la esperanza y no nos desalentamos por la tribulación presente, porque aguardamos expectantes los gozos que no acaban. Y no es vana esta esperanza nuestra, ni dudamos de nuestra espera apoyados realmente en las promesas de la eterna felicidad. Además, los bienes presentes que ya estamos recibiendo consolidan más nuestra esperanza e los futuros. Porque la fuerza de la gracia presente nos atestigua la credibilidad de que con toda certeza conseguiremos a felicidad de la gloria que nos espera. En verdad, el Señor es el Rey de la gloria. Y en el himno de laudes le aclamamos como :
Padre de la perenne gloria, Padre de la poderosa gracia, al mismo de quien cantamos en un salmo: Dios ama la misericordia y la fidelidad; él da la gracia y la gloria. Por tanto, nuestra piedad debe resistir en este mundo el combate animosamente y sufrir con entereza cualquier persecución. ¿Habrá algo que no pueda tolerar la piedad, cuando ella es útil para todo y goza de las promesas para la vida presente de cada día y para la futura? Resiste, valiente, cualquier acometida, porque el defensor infatigable asistirá al combate y tan generoso remunerador no dejará vacío al vencedor. Así nos lo han dicho: su fidelidad te rodeará como un escudo.

Capítulo 2

Necesitamos absolutamente la protección invencible de su fidelidad no sólo en este ínterin de la vida mortal, sino también cuando tengamos que partir. Ahora, sin duda, por las peligrosas tentaciones, y entonces por los horribles encuentros con el espíritu del mal. También quiso dañar el enemigo en este trance el alma del glorioso Martín. Sabiendo la bestia cruel que disponía ya de poco tiempo, tuvo la audacia de presentarse con todo el furor de su infatigable malicia ante aquel hombre en quien nada suyo poseía. Ya antes había llegado al extremo de acercarse con su desvergonzada temeridad al mismo Rey de la gloria, según él nos lo revela: está para llegar el Jefe de este mundo, pero no hallará en mí nada suyo.
Dichosa el alma que en esta vida rechazó con el escudo de la verdad los dardos de las tentaciones, hasta el punto de no haber consentido que le inficionara lo más mínimo su veneno. No quedará derrotado cuando litigue con su adversario en el umbral de la eternidad: nefasto, nada encontrarás en mí. Dichoso el hombre a quien le rodea el escudo de la verdad porque le guardará sus entradas y salidas. Me refiero a la salida este mundo y a su entrada en el otro, pues no le traicionará el enemigo por la espalda ni le hará mal alguno de frente. Claro que, por causa de aquellas horribles visiones, necesitaremos en aquellos momentos de un compañero, de un guía fiel, de un consolador bueno que nos ayude y proteja, como ahora, entre los tentadores invisibles.

Capítulo 3

Alabad a Cristo, amadísimos, y llevadlo en vuestro cuerpo mientras peregrináis. Él es una carga deliciosa, pero llevadera; hatillo salvador, aunque a veces parezca que pesa, aunque a veces machaque las costillas o espolee al recalcitrante, aunque a veces tenga que domarnos con freno y brida para que lleguemos a la total felicidad. Pórtate como un jumento que lleva al Salvador, pero no seas como un jumento. Porque ya lo dijo: el hombre, constituido en honor, no ha tenido discernimiento, se ha igualado con los insensatos jumentos y se ha hecho como uno de ellos.
¿Por qué lo lamenta tanto el Profeta y le inculpa al hombre su semejanza con los jumentos? Sobre todo, cuando en otro salmo le dice a Dios, no sin cierta complacencia: soy un jumento ante ti, pero yo siempre estaré contigo. Pienso, bueno, no pienso, lo sé, que al hombre se le recomienda que se parezca algo a los jumentos y no en su irracionalidad e ignorancia precisamente, sino imitando su paciencia, pues no tendría que haberse irritado ni por qué lamentarse si hubiese dicho: El hombre no se echó atrás bajo la carga de Dios, sino que se hizo como un jumento en su presencia. ¿Quién no tendría verdadera envidia a ese jumento? Porque tuvo el honor de ofrecerle sus humildes lomos por su peculiar e inefable mansedumbre para que sobre él se dignara montar el Salvador. ¿Y si, hubiera tenido conciencia de tan singular honor? Hazte, pues, como un jumento, pero no seas jumento. Lleva con paciencia, sí, la carga, pero comprendiendo el honor que eso supone, saboreando con gozo tanto la calidad de la carga como el propio provecho.

Capítulo 4

Aquel gran Ignacio, oyente del discípulo a quien Jesús amaba, mártir con cuyas preciosas reliquias se ha enriquecido nuestra pobreza, saluda como cristífera a cierta María en varias cartas que a ella le escribió. Es egregio de verdad este título digno, glorioso y de inmenso honor. Porque llevar sobre el cuerpo al Señor, a quien servir es reinar, no es una carga, sino una gloria. Por lo demás, el jumento del Salvador al que nos hemos referido, ¿podría temer, bajo tal carga, un desfallecimiento en el camino? ¿Podría tener miedo con aquel guía el acoso de los lobos, el asalto de los ladrones, la caída en algún precipicio o en cualquier otro peligro? Dichoso el que así llega a Cristo, y merece por ello que el Santo de los santos le introduzca en la ciudad santa. No hay nada que temer: ni un tropiezo en el camino, ni un rechazo ante la misma puerta. Porque al jumento aquel le alfombraba el camino el pueblo de Dios; a su jinete, los santos ángeles: Pues a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos, para que tu pie no tropiece en la piedra. Pero no vamos a tratar por ahora de esto. Hemos de seguir el orden de nuestra exposición tal como lo hace el salmo cuando dice:

Capítulo 5

Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará. Porque hoy nos corresponde tratar de este versículo; no lo ignoráis. En el Capítulo de ayer, si recordáis, decíamos al final cómo la protección de la verdad nos libraba de las cuatro tentaciones principales de esta vida. Esto es, del espanto nocturno, de la flecha que vuela de día, de la peste que se desliza en las tinieblas y de demonio que nos alcanza al mediodía. Pues lo que sigue: caerán a tu izquierda mil, etc., creo qué debemos reservarlo, más bien, para la vida eterna.
Por eso, al comenzar este sermón -todavía lo recordáis, si no me equivoco-, aludíamos a aquella sentencia del Apóstol según la cual la piedad es útil para todo, porque goza de las promesas de Dios para la vida presente de cada día también para la futura. Escuchad, pues, y escuchad con el gozo de vuestro corazón, lo que afecta a las promesas de la vida futura y, por tanto, a vuestra esperanza. Donde tengáis vuestra riqueza, tendréis vuestro corazón.
Me consta que hasta aquí me habéis escuchado todo con gran interés; prestad ahora una atención aún mayor a lo que sigue. El seudoprofeta -me refiero a Balaán, recordadlo los que conocéis su historia-, incluso este profeta, injusto como era; deseaba morir como los justos y suplicaba que se le concediera un final semejante. El fruto de la piedad es tan copioso y tan colmada la recompensa de la justicia, que no puede menos de ser deseada por los impíos e injustos. Pero no es muy seductor cantar un cántico a Sión bajo los sauces de Babilonia. Por eso colgaban de ellos las cítaras. Junto a los canales de Babilonia suenan mejor las lamentaciones y, si cabe, más bien habría que excitar el llanto. Pero yo sí que puedo cantar aquí perfectamente, pues no faltarán quienes con todo el entusiasmo del espíritu dancen al ritmo del salterio, cantando el cantar de Sión, impacientes por marchar volando con todo el fuego de su sagrado deseo, diciéndose: ¿Quién me diera alas de paloma para volar y posarme? ¿Qué otra cosa significa en latín el verbo "exultare" sino salir transportado de sí mismo?
Mal tiene que sentarles a los náufragos que les recuerden desde tierra la estabilidad apacible de la lejana orilla de la que ya casi desesperan, cuando siguen en peligro sus vidas en medio del mar, envueltos por las olas y zarandeados por su violencia. El tema de hoy no puede ir dirigido a un espíritu que se encuentre en situación análoga, pues no está dispuesto para poder escuchar estas palabras: caerán a tu izquierda mil; diez mil a tu derecha. Recordad que esta promesa va dirigida al que habita al amparo del Altísimo y vive a la sombra del Omnipotente.


Capítulo 6

Escúchelo, pues, el que ya está cerca del puerto de salvación con el pensamiento y la añoranza, el que ya ha lanzado por la proa el ancla de su esperanza y está como irresistiblemente amarrado sin que le arranquen de su tierra deseada, esperando cada día, mientras sigue combatiendo, a que llegue su cambio de domicilio. Este género de vida al que os habéis consagrado es la arribada a puerto más segura, porque es una reparación para la muerte como llamamiento y justificación divina. Ambos extremos están unidos por una estrecha conexión, como una especie de eternidad con la eternidad, es decir, como si se subordinase la comunicación de la gloria a la predestinación. Porque así como la predestinación no ha tenido nunca un comienzo, tampoco la comunicación de la gloria conocerá jamás el final. No tomes como originalidad mía la conexión intermedia a que me he referido entre ésta como doble eternidad. Escucha al Apóstol, y verás que también él se refiere a la misma, pero más claramente.
Porque Dios los eligió primero, predestinándolos desde entonces para que reprodujeran la imagen de su Hijo. ¿Cómo y qué proceso seguirá para comunicarles su gloria? Porque todo lo que procede de Dios está sometido a una concatenación. ¿O piensas llegar desde la predestinación a la gloria de repente y como, de un salto? Has de encontrar un puente intermedio o, mejor todavía, atravesar el que ya está levantado. A esos que había predestinado, los llamó, a esos que llamó los rehabilitó y a esos que rehabilitó, les comunicó su gloria.


Capítulo 7

Sin duda alguna, este proceso parece apto para algunos. Y así es en realidad. No se puede dudar de su éxito, ni debes desconfiar del término a que te lleva. Caminas seguro, más aprisa cuando más cercano lo sientes. Ya tienes los medios ¿Cómo puede estar lejos el fin? Haced penitencia, ya que llega el reino de Dios. Pero dirás: El reino de Dios se toma por la fuerza y lo arrebatan los violentos. No tendré acceso a él si no paso a través del campamento enemigo. Me encontraré con gigantes en medio del camino: vuelan por los aires, obstruyen el paso, acechan a los que pasan. Sin embargo, vete confiado, no temas. Son poderosos, son muchos. Pero caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha. Caerán por todas partes, ya no te harán nunca daño. Es más, ni se acercarán. Y, lógicamente, el malvado, al verlo, se irritará. Pero vendrá taimadamente. Con todo, la bondad de Dios se adelantará e irá contigo a donde vayas como decíamos antes, guardará tus entradas y salidas. De no ser así, ¿qué hombre sería capaz de mantenerse firme en ese terrible encuentro con los espíritus malignos? Caería abatido por su propio espanto.

Capítulo 8

Suponed, hermanos, que a uno de nosotros se le aparezca uno de los muchos jefes de las tinieblas y se le permitiera manifestarse con toda su crueldad y con la enormidad de su cuerpo tenebroso. ¿Podrían soportarlo sus sentidos y resistirlo su corazón? Hace muy pocos días -lo sabéis-, uno de vosotros; primero dormido y luego despierto, fue turbado gravemente en su imaginación durante la noche. Al día siguiente, apenas fue dueño de su razón y trabajo costó tranquilizarlo. Todos vosotros en un instante quedasteis aterrados cuando dio aquel grito escalofriante. Sonroja ciertamente que vuestra fe estuviera adormecida hasta ese grado, aunque dormíais. Pero esto ha sucedido, sin duda, para ponernos sobre aviso, recordando siempre con suma vigilancia contra quiénes luchamos, no sea que se nos juzgue por incautos, ante la envidia del enemigo, y por ingratos a la protección divina.
Fue su vetusta malicia la que estalló con aquel furor, porque se le recomían las entrañas por la envidia, más exasperada aún durante este santo tiempo. Con ello nos indica que estos días se retuerce de rabia por vuestra generosa devoción. Con esa misma rabia de una locura que le consume, pero con mayor licencia, se acerca a los santos cuando están para emigrar de este mundo. Pero sólo les ataca por la izquierda. No tiene autorización para embestir de frente, ni para deslizarse por la espalda como a traición.


Capítulo 9

Tampoco te pondrá tropiezo alguno junto al camino para que caigas, porque a ti no se te acercará. No te alcanzará para herirte, ni se arrimará para espantarte. Pienso que era esto lo que más temías: que en tu último trance te invadiese un espantoso terror al contemplar tan monstruosas representaciones y tantos fantasmas horripilantes. No. Estará contigo el gran Paráclito y maravilloso consolador. Ese de quien has podido leer: que en su presencia se inclinen sus rivales, que sus enemigos muerdan el polvo. En su presencia será pisoteado el maligno, y así llevará a la gloria a los que le temen. Estando tú presente, Señor Jesús, arremetan cuantos quieran; o mejor, que no embistan, que se hundan. Lleguen de todas partes, pero que se dispersen. Perezcan en tu presencia como se derrite la cera ante el fuego. ¿Por qué voy a temer a quien se desmaya de miedo? ¿Por qué voy a sentir pavor ante uno que está temblando? ¿Por qué voy a recelar del que cae? Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo, Señor, Dios mío.
De repente amanecerá, se disipará la noche, caerán por todas partes los jefes de las tinieblas. Si triunfa victoriosa nuestra fe, incluso ahora que ella nos guía -y no la visión- entre sus ocultas y dañinas sugestiones ¿cómo no se van a disipar mucho antes sus imágenes sombrías y tenebrosas cuando nos veamos invadidos por la contemplación clara y al descubierto de la verdad misma? No te preocupes ni temas porque son muchos en número. Recuerda que una sola palabra del Salvador hizo salir toda una legión del cuerpo de un hombre poseído por el demonio durante mucho tiempo. Y no se atrevió a tocar ni a los mismos puercos sino después de mandárselo él. Con mucha mayor razón, siendo Cristo nuestro guía, caerán a un lado y a otro todos los que vengan, pudiendo decir con gran alborozo y alegría ¿quién es esa que se asoma como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, terrible como escuadrón a banderas desplegadas? Valiente y plenamente tranquilo, incluso lleno de gozo y alabando a Dios, nada más mirar con tus ojos, verás la paga de los malvados, y no tendrás que resistir ya sus ataques ni espantarte por su furor.

Capítulo 10

Lo dicho podría ser ya bastante por hoy. Pero veo que entre vosotros quedan algunos esperando todavía algo más, Si no me equivoco, los más interesados desean saber qué sentido puede tener la frase caerán a tu izquierda mil, y diez mil a tu derecha. En el original, el texto no menciona el lado izquierdo. Pero expresamente menciona el lado derecho; luego se sobrentiende que el otro es el izquierdo. Y no deja de ocultar cierto misterio el que a la izquierda caigan muchos, pero muchísimos más a la derecha. Espero que no haya entre vosotros nadie tan obtuso o tan simple, capaz de pensar que, cuando el salmo dice mil y diez mil, se trata de una cifra exacta y no de una comparación ilimitada. Porque nosotros no entendemos así las Escrituras, ni tampoco la Iglesia de Dios.
Caerán, pues, a tu izquierda mil, y diez mil a tu derecha. Quiere decir que el enemigo nos ataca e hiere por la derecha más astutamente y con un ejército más numeroso. Echemos una mirada al gran cuerpo de la Iglesia, y fácilmente advertiremos que los hombres espirituales de la misma Iglesia son combatidos con mayor violencia que los carnales. Eso es lo que, en mi opinión, podemos interpretar con todo rigor: los dos lados, el de la izquierda y el de a derecha, representan a la Iglesia, porque la maldad del enemigo procede siempre con soberbia y envidia. Persigue con mayor furia a los más perfectos. Ya lo dice la Escritura: su carnada es selecta. Es capaz de sorberse un río, y todavía le parece poco; presume de poder agotar el Jordán entero.
Y persigue a los elegidos no sin cierta disposición del plan de Dios, según la cual no permite que los imperfectos sean tentados por encima de sus fuerzas, convirtiendo toda tentación en provecho espiritual. Por otra parte, brinda triunfos más gloriosos a los más perfectos. De esta manera, toda la Iglesia de los elegidos será igualmente galardonada, porque por ambos lados peleó según las reglas de la estrategia; por ambos flancos rechazó con tal resistencia a los enemigos, que puede ver inmediatamente cómo caen a su izquierda mil, y diez mil a su derecha. Así sucedió en tiempos de David cuando ya había sido puesto a prueba su poder, pero aún no se había hecho manifiesta en Israel la reprobación de Saúl y cantaban los grupos de hombres y mujeres: Saúl mató a mil, y David a diez mil.

Capítulo 11

Pero, si alguien todavía necesita buscar en todo esto una aplicación individual, podrá encontrar también aquí un sentido espiritual recurriendo a la experiencia. Efectivamente, el enemigo se esfuerza en herimos por la derecha con una presunción mucho mayor, y con una astucia mucho más sagaz que por la izquierda. No pone el mismo afán para arrancarnos los bienes del cuerpo como para robarnos los del corazón. Sabemos muy bien que codicia estos dos aspectos del bienestar humano y que procura privamos de esta doble felicidad: la terrena y la celestial. Pero trabaja con más ahínco para privarnos del rocío celestial que de la fertilidad terrena. Juzga ahora si ha sido una incongruencia considerar la realidad material y la espiritual como si fueran esos dos lados del salmo, cuando nos consta que en ambas realidades se apoya la doble sustancia de la naturaleza humana.
Y espero, naturalmente, que no me echéis en cara al haber asignado a la derecha los bienes espirituales y a la izquierda los materiales, especialmente vosotros que andáis siempre atentos a no confundir la izquierda con la derecha, ni la derecha con la izquierda. Así lo confirma, además, la verdadera Sabiduría: en la diestra trae largos años, y en la izquierda, honor y riquezas. Es importante que nunca perdáis de vista por dónde ataca con mayor violencia la contumaz caterva de los enemigos. Para resistir más intrépidamente allí donde sea más urgente, donde recae más todo el peso de la batalla, donde estriba la clave decisiva de la lucha, donde se decide definitivamente o la ignominiosa cautividad para los vencidos o la gloria del triunfo para los vencedores.

Capítulo 12

Finalmente, y no os digo ningún disparate, habéis expuesto vuestro lado izquierdo para que libremente lo golpee el enemigo, y así defender el derecho con mayor atención: esto precisamente recomendó Cristo, y todos los cristianos deben seguirlo: imitar la astucia de la serpiente, que, cuando es necesario, expone todo su cuerpo para defender sólo su cabeza. Esta es la verdadera filosofía y el consejo del Sabio: Por encima de todo, guarda tu corazón, porque de él brota la vida. Esta es, por fin, la gracia y la misericordia de Dios para sus siervos, que mira por sus elegidos. Pues, como olvidándose provisionalmente de su izquierda, los asiste en su derecha, siempre solícito protector. Esto lo testifica de sí mismo el Profeta: tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. ¿No crees que él únicamente agarraba la mano derecha también a aquel hombre al que, por permisión suya, el enemigo pudo libremente hacer cuanto quiso en su hacienda y en su carne? Porque le dijo: respétale la vida.
¡Ojalá, buen Jesús, estés siempre a mi derecha, ojalá me agarres siempre la mano derecha! Sé y estoy cierto que no me dañará adversidad alguna si no se apodera de mí la iniquidad. No me importa que sea esquilmado y maltratado mi lado izquierdo, que me hieran con injurias, que me muerdan los oprobios. A ello me expongo gustosamente, con tal de que me guardes tú y tú mismo me protejas por mi lado derecho.

Capítulo 13

Tal vez, debamos pensar que son más bien hombres y no demonios esos mil que van a caer a mi izquierda, ya que sólo nos persiguen por unos bienes materiales y caducos, bien porque los codician por la vileza de su envidia o bien porque, debido a la injusticia de sus ambiciones, se sienten tristes por no poseerlos. Quizá pretendan arrebatarnos los bienes de este mundo, o el favor de los hombres, o la vida misma. En todo esto puede ensañarse la crueldad de la persecución humana, pero al alma nada puede afectarle.
Los demonios, por el contrario, nos envidian principalmente los bienes superiores y eternos, no para recuperar lo que irremisiblemente perdieron, sino para que el pobre levantado del polvo no consiga la gloria en la que fueron creados y de la que cayeron irremisiblemente. Su obstinada maldad se enfurece y consume de odio al ver que la fragilidad humana alcanza lo que él no mereció conservar. Y si alguna vez intentan arruinar a alguien en sus bienes materiales o son felices cuando otros se lo hacen, ponen todo su esfuerzo en que sus reveses materiales sirvan de ocasión para ruina espiritual o ajena.
Por su parte, los hombres, siempre que nos inducen o intentan perjudicarnos de cualquier manera, no buscan expresamente nuestro mal, sino en unción de un resultado material, bien para ellos mismos, para nosotros o para un tercero. Sólo pretenden, al parecer, alcanzar un provecho o evitar un perjuicio. A no ser que alguien se haya vuelto demonio y desee la condenación eterna para el hombre, como a su mayor enemigo.

Capítulo 14

¿Es posible que nosotros, pobres hombres, nos adormilemos en nuestro desvelo espiritual cuando nos ataca el espíritu maligno de maneras tan diversas? Decirlo da vergüenza pero es imposible callarlo por el intenso dolor que produce. Hermanos, ¡a cuántos les sorprende aquella terrible frase del Profeta, incluso entre los que llevan un hábito religioso y viven comprometidos con la perfección: Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha! Efectivamente, se desviven volcados sobre su lado izquierdo para custodiarlo; saben mucho; pero su sabiduría es la de este mundo, al que debían haber renunciado; es un saber revelado por la carne y por la sangre y parecía que no deseaban contar con él. Podrás, finalmente, descubrirlos cuando tratan de conseguir con tanta avidez los intereses presentes; cuando se regocijan, muy vulgares; con los bienes transitorios; cuando se turban con profundo abatimiento ante los infortunios, aun mínimos, de los medios materiales; cuando pleitean por ellos tan egoístamente y corren de aquí para allá con increíble libertinaje, y cuando se enredan en asuntos civiles con tan poco sentido religioso, como si todo ello fuera su única porción, todo su patrimonio.
Si el labrador cultiva con mucho afán su pobre tierra, es porque no tiene otra finca de mayor valor. Y si el mendigo esconde en su seno un mendrugo de pan, es porque se trata del único metal que puede enmohecerse en su bolsa. Pero tú, ¿cómo vuelcas tus propias ansias en tan extrema miseria y despilfarras infelizmente tu propio trabajo? Mira que tienes otros bienes, aunque te parezcan alejados. Te equivocas; nada tan cercano a nosotros como lo que llevamos dentro. Pero quizá no te quejas porque están lejos, sino porque te parecen improductivos, y por eso crees que debes buscar aquí tu propia subsistencia. Te engañas: allí la encontrarás mejor; es más, sólo la encontrarás allí. ¿Por qué piensas que no exigen tu esfuerzo o que no compensarán tu trabajo? ¿O crees que ya están bajo seguro y no necesitan la vigilancia de un guardián? En cualquiera de las dos suposiciones, ten por cierto que deliras. Pues allí se harán plena realidad aquellas palabras: lo que uno cultive, eso cosechará. A siembra mezquina, cosecha mezquina; y quien siembra con larguezas, con larguezas cosechará. Y dará treinta, sesenta o ciento. Si tienes aún el tesoro, lo llevas en vasijas de barro. Pero creo que ya lo perdiste, que ya te lo robaron; me parece que otros devoraron tu fuerza y no te enteraste; ya no puedes poner tu corazón en tu tesoro, pues te has quedado sin él.
Si no es así, si eres tan solícito, si no eludes lo más insignificante, si con tanta delicadeza te preocupas hasta de la faja, te ruego que no olvides la vigilancia de tu granero. No expongas tu tesoro, tú que te acuestas en tu muladar. Y si tal vez lo envidian mil, a tu tesoro lo cercan diez mil, que les aventajan tanto en número como en astucia y crueldad. Vuelve allí los ojos de la fe, porque quizá han forzado ya las puertas; tal vez estén ahora robándolo todo a discreción y repartiéndose el botín. Y si vives apegado al lado izquierdo, ¿por qué te cuidas tan mal de él? ¿No será quizá porque las cosas del lado izquierdo se te han puesto enfrente? Por eso las tienes siempre delante de ti, y el que las toca, piense que no te ha tocado la mejilla, sino la niña de tus ojos.

Capítulo 15

Por lo demás, cuídate de ti mismo, quienquiera que seas; si es que, olvidando las cosas de la derecha, te esmeras en las de la izquierda, no sea que te encuentres colocado con las cabras a su izquierda. Dura palabra, hermano; no sin razón os habéis espantado. Pero no es menos necesario prevenirse como estremecerse. Precisamente, mi Señor Jesús, colmados todos los beneficios de su inestimable compasión para conmigo, toleró que su lado derecho fuese traspasado por mí, porque deseaba darme de beber de su lado derecho y disponer en él un refugio para mí. ¡Ojalá merezca yo ser como una paloma que anide en los huecos de la peña, en las oquedades de lado derecho! Pero ten en cuenta que él no sintió esta herida. Quiso recibirla después de muerto, para prevenir que tú, mientras vivas, debes vigilar siempre guardando este lado; es menester considerar como muerta el alma que con una insensibilidad funesta oculte que le han herido en el lado derecho.
Con razón se afirma que el corazón del hombre está a la izquierda, porque su amor está inclinado siempre instintivamente hacia la tierra. Y lo sabía aquel que gemía lastimosamente: mi alma está pegada al polvo, reanímame con tus palabras. Pero tampoco quería una resignación bajo esta tendencia de nuestra condición humana por la pesadez del corazón. Por eso nos amonestaba: levantemos con las manos el corazón al Dios del cielo. Con esto nos insinuaba resueltamente que lo cambiemos del lado izquierdo al derecho. La milicia del mundo, hermanos, en el brazo izquierdo lleva solamente el escudo. No les imitemos, si no queremos que nos consideren como a ellos, que luchan por el mundo, no por Cristo. Ningún soldado en activo se enreda en asuntos civiles. Es decir, que siempre se debe coger el escudo con la izquierda, nunca con la derecha.

Capítulo 16

Sin embargo, hermanos, no olvidéis que ambos lados debemos cubrirnos. Su fidelidad te cercará como escudo. Y el Apóstol dice: Con la derecha y con la izquierda empuñamos las Armas de la honradez. De todas maneras, escucha a la misma justicia, porque tal vez nos indica que no protejamos de la misma manera a los dos lados. Por una parte, se nos manda: amigos, no os toméis la venganza; dejad lugar al castigo. Además, nos indica: no dejéis resquicio al diablo. Y también: resistid al diablo, y os huirá. Escucha también cómo debes cubrir ambos lados: procurad la buena reputación no sólo ante Dios, sino ante la gente.
Lo que Dios quiere es que, haciendo el bien, no sólo consigáis disipar la envidia de los malos espíritus, sino también tapéis la boca a la estupidez de los ignorantes. Pero ¿necesitaremos siempre esta protección, porque el escuadrón enemigo nos atacará de continuo y por ambos lados? No. Llegará un día en que no nos acometerán e incluso ni se mantendrán en pie. Caerán a tu izquierda mil, y diez mil a tu derecha. Y entonces ya no tendrá nada que hacer la malicia humana, ni temeremos a las miles de demonios, como si fueran otras tantas bandadas de moscas o de gusanos. Como los hijos de Israel después de atravesar el mar Rojo, contemplaremos los cadáveres de los egipcios por doquier y las ruedas de los carros hundiéndose en lo profundo. Y también nosotros, pero con mayor seguridad y gozo, cantaremos al Señor, porque manifestó su gloria arrojando al mar a caballos y jinetes. Amén.
RESUMEN:
vivimos en la esperanza y tenemos la certeza de que nuestra fidelidad nos rodeará como un escudo. Necesitamos protección ante el acoso del maligno en nuestro tránsito por esta vida mortal. En cierto aspecto debemos parecernos a un jumento por su paciencia y mansedumbre, llevando a su Señor con la mayor seguridad y cercanía, pero al mismo tiempo no debemos tener la irracionalidad de un jumento. El fruto de la piedad es deseado hasta por los impíos e injustos. La vida de santidad es como unir una eternidad con otra. Existe una predestinación pero no es automática, sino que exige iniciar un camino, atravesar un puente. Un camino aparentemente muy difícil pero en el que nuestros enemigos caen a derecha e izquierda porque Dios va con nosotros. El enemigo del espíritu siempre acecha y ataca a traición, preso de infernal rabia. La protección que Cristo nos ofrece es grande y muy superior a la de sus enemigos. La diferencia entre los que caen a derecha y a la izquierda significa que los hombres espirituales son combatidos con mayor virulencia que los carnales. En cualquier caso Dios no permite que se nos tiente por encima de nuestras fuerzas. También, cuanto mayor sea la tentación, superior será el mérito de hacer frente a ella. El enemigo se esfuerza en arrancarnos nuestra realidad natural y la sobrenatural (aunque hace mayor hincapié en la segunda) pues en ambas se basa la existencia humana. El lado derecho se refiere a lo espiritual y es más importante sentir allí protección que en el lado izquierdo donde radica lo corporal y toleraremos con menos daño cualquier oprobio. Los que nos atacan por el lado izquierdo más bien son hombres que demonios; están poseidos por la vileza y la envidia. Los demonios, cuando atacan los bienes materiales ponen todo su empeño en que ese ataque sea la base de la ruina espiritual ajena. Los hombres, en cambio, no buscan directamente nuestro mal sino un resultado para ellos o para terceras personas. Nuestro verdadero tesoro está en el lado derecho, en el espíritu. El corazón del hombre tiende hacia el lado izquierdo pero debemos traspasarlo hacia el lado derecho. Nuestro escudo de soldado estará a la izquierda porque nuestro verdadero objetivo es el derecho. Quien está herido en el lado derecho y no se percata de ello, está espirituamente muerto. Llegará un día en que podamos existir sin soportar el continuo ataque por nuestra derecha y nuestra izquierda.




domingo, 23 de febrero de 2014

CUARESMA: SERMO SEXTUS




Sobre la última sección del verso quinto y sobre el sexto: "No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni al enemigo que se desliza en las tinieblas, ni el asalto del demonio al mediodía"
      Capítulo 1
Las divinas Escrituras con la palabra "noche" suelen referirse a la adversidad. Sabemos que el primer asalto contra los recién convertidos se centra en las molestias del cuerpo. Porque la carne, indómita hasta entonces, lleva muy mal que la castiguen y reduzcan a servidumbre. Tiene muy fresca todavía en su memoria la pérdida de su libertad y lucha con mayor violencia contra el espíritu. Y más en vuestro caso, muriendo como estáis cada día entre tanto sufrimiento e incluso al borde de la muerte en cada momento. Todo lo cual es superior a la naturaleza y opuesto totalmente a vuestras tendencias habituales.
Nada extraño que esto inquiete, especialmente a los que todavía no están acostumbrados ni listos para recurrir a la oración o refugiarse en las meditaciones santas, cargando así con el peso del día y del bochorno. Nos es imprescindible el escudo del Señor en los comienzos de nuestra conversión para no temer el espanto nocturno. Oportunamente se alude al espanto nocturno y no a la noche misma. Porque la adversidad no es tentación; lo es el temor a la adversidad. Todos padecemos, y, sin embargo, no todos somos tentados por ello. Y a los que son tentados les daña más el temor de los futuros sufrimientos que el tormento de los presentes
Capítulo 2
Y como el mismo temor ya es tentación, al que está rodeado por el escudo del Señor, justamente se le promete que no sentirá temor por la tentación. Quizá sea acometido, quizá sea tentado, quizá tema a la noche. Pero este temor no le hará daño. Es más: si consigue dominarlo, quedará libre e inocente, tal como está escrito: serán purificados con su temor. Porque este temor es como un horno, que purifica, pero no devora; que descubre la verdad. Este temor es como noche cerrada oscura, mas se disipa en un momento con la luz de la verdad. Obliga a reconocer ante los ojos del corazón los pecados que hemos cometido. Y, como dice el Profeta de sí mismo, mi dolor siempre me acompaña, porque confieso mi culpa y estoy acongojado por mi pecado.
Nos presenta los suplicios eternos que hemos merecido; así, todos los sufrimientos nos parecen una delicia comparándolos con las penas de las que nos vemos liberados. O bien nos evoca el premio celestial a que aspiramos, recordándonos a menudo que los sufrimientos el tiempo presente son cosa de nada comparados con la gloria que va a revelarse reflejada en nosotros. En fin, nos hace revivir lo que Cristo padeció por nosotros. Y, considerando sin cesar todo lo que sufrió su majestad por unos criados inútiles, nos sonroja por ser incapaces de soportar menudencias de escasa importancia.
Capítulo 3
Pero quizá esa verdad que te rodea por todas partes y de mil maneras ha sido ya capaz de alejar e incluso de disipar este espanto. La noche está avanzada. Como hijo de la luz y del día, compórtate respetuosamente y teme a la flecha que vuela de día. Sabes que la flecha vuela veloz y penetra rápidamente, mas hiere de gravedad y es fulminante. Esta flecha es la vanagloria. Los débiles y relajados no deben temer que les asalte. Pero los que parecen más fervorosos, ésos son los que deben temer, ésos deben temblar, atentos siempre a no abandonar el escudo inexpugnable de la verdad. ¿Hay algo que se oponga tanto a la vanagloria como la verdad? Ciertamente, para defenderse de esta flecha no es necesario penetrar misteriosa e íntimamente en la verdad. Basta con que el alma se conozca a sí misma, que posea su propia verdad. No creo equivocarme. El hombre que a la luz de esta verdad y con su atenta reflexión disipa en su intimidad todo lo que digan en alabanza suya mientras viva, difícilmente será inducido a soberbia. Efectivamente, si piensa en su propia condición, tendrá que decirse: ¿De qué te engríes, polvo y ceniza?
Porque, si considera su propia corrupción, ¿no deberemos reconocer que no encontrará en él nada bueno? Y, si cree encontrar algo bueno, pienso que no hallará réplica alguna a la pregunta del Apóstol ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y dice en otro lugar: Quien se ufana de estar en pie, cuidado con caerse. Finalmente, si no echa mal las cuentas, le será fácil pensar si le bastarán diez mil hombres para hacer frente al que viene contra él con veinte mil. Y caerá en cuenta de que toda su justicia es como trapo de mujer en menstruación.
Capítulo 4
Debemos esgrimir también esta verdad ante las otras tentaciones que se enumeran en el salmo. Pues, a pesar de todo, no desiste el enemigo primordial, sino que vuelve a la carga con argucias más astutas. Comprobó que la torre está firme por ambos lados. Que no puede derribarla por la izquierda agrietándola con el encogimiento del temor, ni halagándola por la derecha con glorias humanas. Y se siente por ello defraudado en su doble intento. Por eso dice para sus adentros: ya que no consigo hundirla por la fuerza, quizá pueda engañarla por la sagacidad de la traición. ¿Quién crees que puede ser ese traidor? La codicia, raíz de toda iniquidad. La ambición es un mal muy sutil; virus oculto, peste invisible, padre del engaño, madre de la hipocresía, progenitor de la envidia, origen de los vicios, yesca de los crímenes, herrumbre de las virtudes, polilla de la santidad, obcecación de los corazones, adulteración de los antídotos, medicina ponzoñosa.
Y sigue diciéndose el maligno: despreció la vanagloria, porque es una insustancialidad. Pero quizá algo más sólido termine haciéndole daño, a lo mejor, los cargos importantes o posiblemente las riquezas. ¡Cuántos fueron arrojados a las tinieblas exteriores por culpa de esta epidemia que se desliza en las tinieblas, despojándoles del traje de bodas y privándoles del fruto de la piedad en el esfuerzo de sus virtudes! ¡Cuántos fueron engañados alevosamente por esta peste hasta verse derribados! Sin embargo, todos los demás, para quienes pasó desapercibido el solapado trabajo del excavador taimado, quedaron espantados ante su ruina repentina y tan inesperada. Pero era natural. ¿Qué otra esperanza puede acariciar este gusano sino la locura del espíritu, olvidando su verdad? Pero la verdad rebusca hasta descubrir a este traidor y acusarlo de sus emboscadas nocturnas. Y esa misma verdad dice claramente: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo? Y también afirma: Los fuertes sufrirán una fuerte pena. Con sus constantes insinuaciones nos obliga a pensar qué cortas se quedan las satisfacciones de la frivolidad, qué severo será su juicio, qué breve su experiencia, qué incierto su fin.
Capítulo 5
Con la segunda tentación le persuadía a que se arrojara desde el pináculo, prometiéndole que nada le pasaría, siendo como era Hijo de Dios; y que, al contemplarlo, todos le aclamarían para entronizarlo. Tampoco le contestó si era o dejaba de ser el Hijo de Dios. La tercera fue de ambición, prometiéndole todos los reinos del mundo si postrándose le adorara. ¿No ves cómo la ambición lleva a la adoración del diablo? Efectivamente, a sus adoradores les brinda el éxito mundano de los honores y la gloria. Y, como ya hemos dicho, se abstuvo de tentarlo por cuarta vez, después de percatarse de la gran sensatez de sus respuestas.
Capítulo 6
¿Y cómo puede combatir contra quienes aman por todos los medios la justicia y odian la impiedad? ¿No lo hará descubriendo la maldad bajo apariencias de virtud? Cuando ve que los perfectos aman el bien, procura llevarlos al mal bajo capa de bien, y no mediocre, sino perfecto, para que consientan enseguida con su gran celo por el bien, por aquello de que quien va corriendo, fácilmente cae. Este demonio es no sólo diurno, sino incluso el del mediodía.
¿No fue éste al que temió María cuando se asustó por aquel saludo tan inesperado del ángel? ¿No lo insinuara así el Apóstol? Pues no ignoramos sus ardides; Satanás se disfraza de ángel de luz. ¿No era esto mismo lo que temían los apóstoles cuando vieron al Señor andar sobre el lago y se asustaron creyendo que era un fantasma? Mira qué oportuna coincidencia: era precisamente la cuarta vigilia de la noche, cuando los discípulos se encontraban en vela para luchar contra la cuarta tentación. Me parece innecesario insistir en algo tan claro como afirmar que es únicamente la verdad quien descubre la falsedad encubierta.
Capítulo 7
Un observador atento encontrará sin dificultad estas cuatro tentaciones en la situación general de la Iglesia. Ella, sufrió el espanto nocturno cuando todo el que mataba a los siervos de Dios pensaba que así daba culto a Dios. Pero al amanecer, cuando cesaron las persecuciones, la sacudió con mayores tensiones, hiriéndola con la flecha que vuela de día. Porque salieron algunos en la Iglesia, hinchados por el espíritu de sí mismos, codiciosos de la gloria vana y fugaz, que, por el afán de hacerse famosos y con su lengua fanfarrona, inventaron caprichosamente dogmas nuevos y perversos. Y así, cuando estaba ya en paz con los paganos y en paz con los herejes, se quebró la paz por los hijos falsos. Has hecho crecer al pueblo, Señor Jesús, pero no has aumentado nuestra alegría, porque hay más llamados que escogidos. Todos son cristianos, pero casi todos buscan su interés, no el de Jesucristo. Incluso los mismos servicios de las dignidades eclesiásticas se han convertido en torpe lucro y en negocio de las tinieblas, porque no se busca la salvación de los hombres, sino el lujo de las riquezas. Para esto se tonsuran, para esto frecuentan los templos, celebran misas y cantan salmos. Hoy se compite, sin pudor alguno, por conseguir obispados y arcedianatos, para dilapidar las rentas de las iglesias en cosas superfluas y frívolas.
Sólo nos falta que surja el hombre destinado a la ruina, el hijo de la perdición, el demonio diurno y del mediodía, que no sólo se disfrazará de ángel de luz, sino que te pondrá por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto. Y herirá el talón de su madre la Iglesia del modo más cruel, simplemente porque le duele que  le haya quebrantado la cabeza. Esta será, sin duda, una batalla encarnizada. Pero la Verdad librará también ahora a la Iglesia de los elegidos, acortando en favor de ellos estos días, y aniquilará con el esplendor de su venida al demonio del mediodía. Y no quiero alargarme más a propósito de estas cuatro tentaciones, porque recuerdo que en un sermón sobre el Cantar de los Cantares también hablé de ellas. Allí incidía en el mismo tema del demonio del mediodía, cuando la esposa pregunta al esposo dónde sestea al mediodía.
RESUMEN
El primer asalto contra los recién convertidos se centra en las molestias del cuerpo. El espanto nocturno es el temor a la adversidad antes que soportar a la adversidad misma. El que está protegido por el escudo del Señor el temor lo purifica pero no lo devora. Nos damos cuenta de que nada significa, en comparación con los grandes beneficios de la vida espiritual.
La flecha que vuela de día es la vanagloria. Podemos defendernos de ella con nuestro autoconocimiento y la verdad.
El enemigo que llega entre tinieblas es la codicia, auténtica medicina ponzoñosa. Sin embargo, son muy cortas las satisfacciones de la frivolidad. Igualmente debemos rechazar el éxito mundano, los honores y la gloria.
La Iglesia ha caído en todo lo anterior y sólo nos falta el llamado “demonio del mediodía” que se disfraza de luz y se pone por encima de cualquier objeto de culto, disfrazado de ángel de luz.

CUARESMA: SERMO QUINTUS



Sobre la primera parte del verso quinto: "Su fidelidad te cercará como escudo y armadura".
Capítulo 1
Estad en vela y orad para no ceder en la tentación. Sabéis quién y cuándo lo dijo, porque es palabra del Señor, próxima ya su pasión. Y pensad que era él quien iba a la pasión y no sus discípulos. Sin embargo, no dice que pidan por él; sino por ellos. Y así le avisa a Pedro: Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que no pierdas la fe. Y tú, cuando te arrepientas, afianza a tus hermanos. Si tanto habían de temer los apóstoles por la pasión de Cristo, ¿cuánto más no hemos de temer nosotros, hermanos míos, por nuestra pasión? Estad, por tanto, en vela y orad para no ceder en la tentación porque os rodea por todas partes la tentación. Ya habéis leído que la vida del hombre es tentación. Si nuestra vida está llena de tantas tentaciones que con razón debe definirse como una tentación, tendremos que atisbar en todas direcciones con extremada vigilancia para no caer en la prueba. Por eso decimos en la oración del Señor: Y no nos dejes caer en la tentación. Te invaden las tentaciones, pero su fidelidad te cercará como un escudo. Y, si se propaga la guerra, encontrarás guarniciones de tropas por todas panes. Es evidente que ese escudo debe ser espiritual, para que pueda cubrimos por entero. Por eso nos rodea su fidelidad, porque quien lo promete es la nobleza en persona, y tal como lo promete, lo cumple. Fiel es Dios, y no permitirá que la tentación supere nuestras fuerzas.
Capítulo 2
No es una incongruencia comparar la gracia de la protección divina con un escudo, pues por arriba es ancho Y muy amplio, para proteger la cabeza y los hombros. Pero por abajo es más estrecho; así se maneja mejor. Y, sobre todo, porque los pies; al ser más delgados, no corren tanto riesgo de ser alcanzados, y, en el peor de los casos, sus heridas no son tan graves. Cristo emplea la misma táctica. Para que sus soldados defiendan mejor lo que de suyo es inferior, su propia carne, la sacrifica con una mayor estrechez, por así decirlo, mediante la pobreza de los bienes materiales. Pues no quiere verlos sobrecargados por el exceso de riquezas, sino que estén contentos teniendo lo suficiente para comer y vestirse, como dice el Apóstol. Por el contrario, pa lo demás prodiga una mayor abundancia de gracia espiritual. Así lo encontramos escrito: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Con esto quería decirnos que no andemos agobiados por la comida y el vestido. Nuestro Padre celestial nos lo suministra por dos motivos: porque, si nos lo negara, creeríamos que está ofendido con nosotros y caeríamos en la desesperación. Y además para evitar que nuestro excesivo afán por los bienes materiales vaya en detrimento del esfuerzo espiritual, pues sin ellos no se puede vivir ni servir a Dios. No obstante, cuanto menos tengamos, mejor.
Capítulo 3
Así, pues, su fidelidad te cercará como escudo; no temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni al enemigo que se desliza en las tinieblas, ni el asalto del demonio al mediodía. Estas son las cuatro tentaciones de las que debemos estar a cubierto con el escudo del Señor a derecha e izquierda, delante y detrás, pues nos rodean por todas partes. Yo quiero que estéis prevenidos. Nadie puede vivir en la tierra sin tentaciones. El que se libre de una tentación, esté seguro y más temeroso que le sobrevendrá otra. Y pida verse liberado; pero nunca se prometa la libertad perfecta ni el descanso en este cuerpo de muerte.
En estas circunstancias, debemos reconocer el amoroso plan divino de su misericordia para con nosotros. Consiente él que nos agobien algunas tentaciones durante algún tiempo para que no nos asalten otras más peligrosas. De unas nos librará antes, para que podamos ejercitarnos en otras que prevé más ventajosas. Ya analizaremos, en su momento, estas cuatro tentaciones enumeradas por el salmo. Yo creo que, en el mismo orden designado por el salmista, acosan a los que se convienen y son como la raíz de todas las demás.
RESUMEN
Vivimos rodeados de todo tipo de tentaciones. El mismo Cristo se preocupaba más por sus discípulos que por él mismo. Nuestra fidelidad es como un escudo espiritual que nos protege. Ese escudo es ancho por arriba y estrecho por abajo pues tienen menor importancia las cosas materiales (representados por nuestras piernas y pie) pero también se cubren esas necesidades, por añadidura, pues sería un gran sufrimiento carecer complemtamente de ellas y son la base para que nuestro espíritu pueda avanzar libremente, sin agobios. Nadie está libre de tentaciones pues después de una sobreviene otra. Es posible que el Creador deje hacer a unas u otras para conducir nuestro desarrollo espiritual. No olvidemos las misteriosas palabras en las que las clasifica:
    -no temerás el espanto nocturno
    -ni la flecha que vuela de día,
    -ni al enemigo que se desliza en las tinieblas,
    -ni el asalto del demonio al mediodía

miércoles, 19 de febrero de 2014

LA SANGRÍA

Hay dos motivos que aconsejan hacerse la sangría: la calidad y la cantidad de la sangre. Tan peligroso es tenerla excesivamente abundante como alterada.
 Yo veo en esto un método estupendo. La sangre de mi alma es la voluntad. Se dice que la sangre es el elemento más importante del cuerpo humano; y la vida del alma radica en la voluntad. Conviene, pues, debilitar la voluntad mala, que origina la enfermedad del espíritu. Y hablo de debilitarla, porque es imposible arrancarla o agostarla. Rásguese y ábrase la vena con el bisturí de la compunción, para que salga y se expulse, si no todo el atractivo del pecado, sí al menos el consentimiento.
 ¿Dudas acaso que el alma no tiene un excedente inútil de sangre muy valiosa? Escucha a un médico muy sabio, que ordena reducir hasta la misma sangre de la justicia: No quieras ser demasiado justo. Y el Apóstol insiste en lo mismo: No seas más sabio de lo conveniente, sino conserva cierta sobriedad. Y si la justicia y la sabiduría necesitan la sangría, ¿podremos perdonárselo a las otras venas? ¿Existe acaso otra sangre más útil? Y a pesar de ello, ni el justo en exceso ni la sabiduría embriagada merecen el nombre de justo o de sabiduría. Eso mismo acontece con la sangre en el cuerpo: cuando es excesiva, en vez de nutrirlo lo perjudica.
 En este sentido, si te complaces todavía en pecar, tienes sangre viciosa, y debes rebajarla lo antes posible. Si quieres hacer penitencia, castiga oportunamente tus miembros, ten a raya el cuerpo y júzgate a ti mismo para no caer en las manos del Dios vivo. Todo esto es muy sano, pero evitando los excesos. Pues también hay que reprimir el fervor inmoderado, para que no dañe el conjunto ni fomente la indiscreción.
RESUMEN
Debemos controlar nuestra voluntad para evitar caer en el pecado o en la soberbia de considerarnos, erroneamente, seres perfectos. Asimismo, el exceso de sabiduría, no orientado a Dios, es también un error que contamina nuestra sangre.

martes, 18 de febrero de 2014

EL CÁNTICO DE EZEQUÍAS


EL CÁNTICO DE EZEQUÍAS
1. Los traidores y sanguinarios no cumplirán ni la mitad de sus años. Se estancarán en su decrepitud hasta la muerte, y esto porque no temen a Dios. Pero el que con el temor de Dios se inicia en la sabiduría, alcanza muy pronto la edad madura y grita atemorizado: Estoy a las puertas del infierno. El temor del infierno lo aleja del mal y comienza a consolarse en el bien, porque es preciso estar satisfechos de uno u otro modo. El consuelo que se siente con la esperanza de la salvación eterna es muy bueno. Quita los pecados que le separan de Dios, y la gracia divina la infunde nueva vida y entusiasmo. 
 A medida que progresa, es decir, que vive fervientemente unido a Cristo, le sobrevendrá sin remedio la persecución, como lo afirma la Escritura. Este gozo recién estrenado se convertirá en tristeza, y la dulzura que acaba de probar con la punta de los labios se transformará en amargura. Podrá decir: El júbilo de mi cítara se ha vuelto llanto, y mi canto una lamentación. Las lágrimas que derrama ahora por la dulzura que ha perdido, son mucho más amargas que aquellas otras de antes por el dolor de sus pecados. Y esta desolación se prolongará hasta que Dios se compadezca y vuelva a consolarle. Al recobrar la paz comprende que esta tentación no ha sido un abandono, sino una prueba. Una prueba que le ha servido de instrucción, no de destrucción. Lo dice la Escritura: Lo visitas por la mañana, y en seguida lo pones a prueba. Por eso, al tomar conciencia del fruto de la tentación, en vez de rehuirla la desea y dice: Escrútame y ponme a prueba. 
 Con estas continuas alternativas de las visitas de la gracia y las pruebas de la tentación va progresando en la escuela de la virtud. La visita de la gracia le impide desfallecer, y la tentación le aleja de la soberbia. Este ejercicio purifica su mirada interior, y surge de repente la luz. Desea ardientemente perderse en ella, pero el peso de su cuerpo se lo impide y, muy a pesar suyo, se repliega de nuevo hacia sí. Sin embargo, ha probado ya un poco de la bondad del señor, y vuelve a su casa con este buen sabor en el paladar de su corazón. En adelante ya no aspirará a recibir dones, sino al mismo dios en persona. Ésta es esa caridad que no busca sus propios intereses. Ella hace que el hijo no se preocupe de sus cosas, sino de amar a su Padre. el temor, al contrario, fuerza al siervo a buscar sus propias comodidades, y la esperanza impulsa al obrero a mayor salario. 
2. No hay duda de que Ezequías pasó por estos dos grados y lo advierte a los que vinieran detrás: En la mitad de mi vida me encuentro ya a las puertas del Abismo. Como si dijera: cuando dejé la imagen del hombre terrestre y quise comenzar a llevar la imagen del celeste, penetrado del temor de Dios, como dice la Escritura, grité: Estoy a las puertas del Abismo. Mas este temor no me llevó a la desesperación: reclamé el resto de mis años, para comenzar a vivir para mí, ya que hasta entonces había vivido contra mi. Y lo reclamé al que dijo: Sin mí no podéis hacer nada. Sin él no podía ni volver ni dirigirme hacia él, porque soy un aliento fugaz que no torna.
 Reclamé, pues, el resto de mis años. Lo recibí-jamás niega nada el que nos incita a buscar-y comprobé inmediatamente qué razón tenía el sabio al decir: Hijo, si te entregas al servicio del Señor, mantente temeroso y prepárate para la tentación. Acometido por las tentaciones y sin esperanza de alcanzar esa salvación que había acariciado, dije: Ya no veré más al señor en la tierra de los vivos, como había presumido en mi prosperidad. Porque cuando me sentía feliz dije: no vacilaré jamás. Sin reconocer que era tu voluntad y no mi capacidad la que me aseguraba el honor y la fuerza. Por eso escondiste tu rostro y quedé desconcertado, porque ya no podría ver al Señor dios, es decir, al Padre en la tierra de los vivos.
 Ni veré tampoco al hombre, esto es, al Hijo, de quien se dice: es un hombre y ¿quien lo conoce? Ni al que vive en la paz, o sea, el Espíritu Santo, de quien está escrito: ¿Sobre quién descansará mi Espíritu sino sobre el mando y el humilde?
3. Y añade: Me han arrancado y arrebatado mis hijos, es decir, las buenas obras que había comenzado a engendrar con espíritu de temor. Y pueden decir de nuestra alma: La madre de muchos hijos quedó baldía. Sí, me han arrancado y arrebatado toda esta santa descendencia, como a una tienda de pastores. La tenía prestada para un tiempo, no en propiedad perpetua. Por eso continúa: Mi vida ha sido cortada como por un tejedor, para que aprenda que los progresos de mi vida no dependen de mis fuerzas, sino de mi creador, como una tela en manos del tejedor. Estaba yo tramando mi vida, es decir, comenzando, y me cortan la trama: casi en un mismo instante me lo dio y me lo volvió a quitar.
 Es cierto que me faltaron las fuerzas, pero no me abandonaron, para que no se dijera que el que había comenzado aquello era incapaz de terminarlo. ¿Cabe aún más? Muy pronto experimenté que la fuerza se realiza en la debilidad, y puedo añadir: me vino muy bien la humillación. Me di cuenta de que me acabarías en un día y una noche, es decir, que me llevarías a la perfección. Mi perfección no se basa solamente en la mañana de tu visita o en la tarde de la prueba, sino en ambas. ¡Necio de mí, que sólo esperaba hasta el amanecer! David dice: Desde la vigilia de la aurora hasta la noche confíe Israel en el Señor. Y como era tan débil mi esperanza, me quebró los huesos como un león, es decir, desbarató toda la confianza que tenía en el futuro fiándome en el apoyo de la gracia. ¿Quién los quebró sino nuestro enemigo el diablo, que ruge como un león buscando a quien devorar? Humillado y bien probado ya con esta tortura, te ruego, señor, que me completes desde la mañana hasta la noche. Porque la mañana y la tarde hacen un solo día. 
4. Por eso he aprendido a bendecir al Señor en todo momento, por la mañana y por la tarde; y no como aquel que sólo te alaba cuando le haces el bien, ni como aquellos que creen por algún tiempo, pero en el momento de la prueba desertan. Yo repito con los santos: Si recibimos bienes de manos del Señor, ¿por qué no hemos de soportar los males? Por la mañana piaré como un polluelo de golondrina, y por la tarde gemiré como una paloma. Cuando me sonría la mañana de la gracia revolotearé y cantaré lleno de gratitud por la visita; y cuando caiga la tarde no me faltará el sacrificio vespertino, y a ejemplos de la paloma derramaré lágrimas de dolor. De este modo toda mi vida será para el Señor: al atardecer nos visita el llanto y por la mañana el júbilo. Tragaré la tristeza de la tarde, para saborear un gozoso amanecer. Tanto agrada a Dios el pecador arrepentido como el justo fervoroso. Y lo mismo le desagrada el justo ingrato como el pecador empedernido.
 Me explicaré con otras palabras: como el polluelo de la golondrina iré de aquí para allá ocupado en los oficios de Marta, dándome de buena gana a cuantos padecen necesidad. Y gemiré como una paloma, doliéndome de los obstáculos que encuebntro y de lo que me queda por hacer. 
 Esto es lo que haré por la mañana y por la tarde, es decir, primero una cosa y después otra. así lo dijo Labán en figura de ambas vidas: No es costumbre dar primero en matrimonio a las más jóvenes. Aunque podemos pasar indiferentemente de una a otra: Si duermo, digo: ¿cuándo me levantaré? Y en seguida espero la tarde. Cuando reposaba en la tarde de la contemplación, deseaba la mañana para ponerme en movimiento; y fatigado de las ocupaciones, suspiraba por la tarde para entregarse gustoso al ocio de la contemplación. 
5. También se podría interpretar el gorjeo del polluelo como símbolo de los que cantan salmos en la iglesia, y el arrullo de la paloma como los suspiros de la oración privada. Mas el verso que sigue nos hace preferir otra aplicación intermedia: Mis ojos, mirando al cielo, se consumen. Puede significar que su mirada se hace más sutil a fuerza de mirar al cielo y contemplar los misterios más sublimes y profundos. O también que están extenuados y con menos capacidad de penetración. Lo leemos también en los salmos: Mis ojos se consumen ansiando tus promesas. Cuando me acuerdo de dios gimo, y meditando me siento desfallecer. En cualquiera de los dos sentidos siempre se trata de la contemplación.
 Sin embargo, la segunda parece concordar mejor con lo que sigue: ¡Señor, padezco violencia¡ Es decir: no me aparto y alejo espontáneamente de la contemplación, sino a la fuerza; porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente pensativa. ¡Sal fiador por mi! Tú, mi creador, que conoces la condición de mi naturaleza. Y si se debe a mis pecados y malas costumbres, no a mi naturaleza, sal fiador por mí también en ese caso: clava mis pecados en la cruz y bórralos con tu sangre, para que nada impida mi contemplación. Mas, ¿qué diré o qué me responderá, si es él quien lo hizo? ¿A qué otro puedo dirigirme, o quién saldrá fiador por mí, si es él, sólo él, quien me ha puesto esta dificultad, más aún, esta imposibilidad, con aquella sentencia: Comerás el pan con el sudor de tu frente?
6. Tal vez, en lugar de es él quien lo hizo, haya que leer soy yo quien lo hice. En ese caso se reprocha a sí mismo de haber querido culpar al Creador quejándose de la naturaleza, y todo se lo imputa a sí mismo y a sus pecados: ¿Qué diré o qué me responderá si soy yo quien lo hice? Es decir, lo que sufro lo merezco por mi pecado. Sólo puedo hacer una cosa: Repasaré ante ti todos mis años con amargura de mi alma. No soy digno de pensar en ti con dulzura. Haré lo único que me es posible: pensaré en mi mismo con amargura de mi alma. Habitas en una luz inaccesible, y no puedo fijar mucho tiempo el débil dardo de mi mente en el rayo de tu fulgor. Por eso, vuelvo deslumbrado a las tinieblas habituales y constantes de mi vida pasada. No para volcarme en ellas con un placer mortal, sino para castigarlas y repasarlas con amargura de mi alma. 
 Mejor hubiera sido, a ser posible, que yo hubiera revivido lo que antes viví mal. Pero ya es imposible; al menos repasaré ante ti todos mis años, con amargura de mi alma. Lo que no puedo hacer con mis obras lo haré con mi pensamiento. Los repasaré ante ti, porque contra ti sólo he pecado. Cuando yo me condene, tú me justificarás. Y al juzgarme triunfará tu misericordia. Ya lo he repasado muchas veces; pero como no he reparado aún bien todo lo que me puede servir de obstáculo, quiero repasar todo eso de nuevo con amargura de mi alma. Hasta extirparlo de tal modo que jamás vuelva a estorbarme. 
7. Y confío que este ejercicio me será provechoso. Si eso es vivir, más aún, porque eso es vivir, no en la carne sino en el espíritu, y en eso consiste la vida de mi espíritu: cuanto más insista en conocerme a mi y en contemplarte a ti, más me corregirás y más me darás. Me corrijo cuando me examino y me arrepiento; y recobro nueva vida cuando me elevo y te contemplo un poco. Me corriges haciéndome más transparente a mí mismo; y con tu presencia me renuevas la vida. Tu vida me es indispensable, porque en la paz hallo la más terrible amargura. 
 Al principio de mi conversión experimenté la fuerte amargura de mis pecados, y exclamé: Estoy a las puertas del infierno. A medida que avanzaba en la conversión,  el terror aumentaba mi amargura, y dije: Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos. Mas cuando la penitencia ha expiado los pecados y han cedido los temores que solían invadirme, tengo que soportar una paz empapada de la más cruel amargura por la ausencia de la contemplación. 
 Pero tú, Señor, además de perdonar mis pecados y de ayudarme a superar las tentaciones, me concedes también ahora el gozo de tu salvación. Eso dice el verso siguiente: Tú agarraste mi alma para que no pereciera bajo los ataques de los vicios y el furor de las tentaciones. Volviste a la espalda todos mis pecados, por tu infinita misericordia. 
8. ¡Estupendo! Porque el infierno no te ensalza, y estuve a punto de caer allí empujado por violentas tentaciones. De hecho, si el Señor no me hubiera auxiliado, ya estaría yo en el infierno. Tampoco la muerte te glorifica, y yo fui su esclavo cuando estaba muerto por sus pecados. Ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la fosa, es decir, los que han probado la dulzura de la contemplación y caen en la fosa de la desesperación. El destino de los que permanecen en el pecado, y no se convierten, es la muerte. La suerte de los que sucumben a las tentaciones después de haber recibido el perdón, es infierno. Y la fosa está reservada para los que han saboreado la contemplación y desesperan. Cuanto más alto se sube, más grave y desastrosa es la caída. 
 Es cierto, el infierno no te ensalza, o sea, los convertidos que sucumben a la tentación. Tampoco te glorifica la muerte, es decir, los que no se han convertido ni han confesado sus pecados, sino que se alegran de hacer el mal y se gozan en todo lo peor. El muerto prácticamente ya no existe, y es incapaz de hacer una confesión. Pero ni los que bajan a la fosa esperan en tu fidelidad: de las cumbres de contemplación de Dios se ha precipitado a la sima de una profunda incredulidad. Esto ocurre al dejarse invadir de una excesiva tristeza, después de experimentar tan inmensa alegría. 
 Los vivos, los vivos son quienes te dan gracias. Se puede vivir físicamente y estar espiritualmente muerto. Y se puede estar física y espiritualmente muerto. Ninguno de esos te ensalzará ni alabará. Los vivos, los vivos que te dan gracias, son los que tienen la vida física y espiritual. Esos te darán gracias, como yo ahora. Yo, por tu gracia, espero disfrutar de ambas vidas. Y sigue:
9. El padre enseñará a sus hijos tu verdad. La verdad no se revela al esclavo, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Tampoco el asalariado merecerá contemplarla, porque sólo busca su propio interés. al hijo, en cambio, el padre le enseña su verdad y escucha su respuesta: Padre, no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. El esclavo conoce el poder de Dios, el asalariado la felicidad y el hijo la verdad. Esto no quiere decir que sean realidades distintas en Dios, en el cual se identifican el poder, la felicidad y la verdad. Pero la criatura conoce a su Creador de diversas maneras, según sean sus relaciones con él. Es santo con el santo y sagaz con el asturo. Escucha a tu propio Hijo: ¡Sálvame, Señor! ¿Por qué? ¿Teme abrasarse en el infierno o perder el premio? No; sólo desea tocar nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor. No busco la salvación, dice, para escapar de las penas o reinar en el cielo. Lo que quiero es alabarte eternamente con aquellos de quienes se dice: Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre.
 El esclavo dice: Estoy a las puertas del infierno. El asalariado: Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos. Y el hijo: Tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor. O aquello otro que es igual: Abridme las puertas de la justicia, y entraré para dar gracias al Señor. El que teme ir a las puertas del infierno y el que desea ver a Dios para descansar, busca su propio provecho. En cambio, quien asnsía cantar himnos en la casa del Señor, no rehúye los peligros que le acechan ni busca ganancias, sino que le ama de verdad y sólo quiere alabarle durante toda su vida. Bien merece que se ensalce eternamente al que vive y reina por todos los siglos. Amén. 
RESUMEN
Tras el temor de Dios comienzan las tentaciones y la sensación de abandono. Debemos considerar todo ello como una prueba y una lucha en busca de la perfección. Estamos en manos de un tejedor y debemos confiar en él. Vivimos entre la acción y la contemplación. Podemos considerar como violencia a todo lo que nos aleja de la mente contemplativa. Debemos repasar todo lo que nos ha apartado de Dios y asimilar así la amargura de nuestra alma. Superados el alejamiento de Dios, rechazando las tentaciones, nos queda la penuria de vivir sin contemplación. También están los que han disfrutado de la contemplación pero caen en el abismo. Están física y espiritualmente muertos. Podemos amar a Dios como un esclavo, como un asalariado o como un hijo. Sólo esta opción, desinteresada, es lógica y aceptable para el espíritu. 

lunes, 17 de febrero de 2014

CUARESMA: SERMO QUARTUS


Sobre el verso cuarto: "Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás"
Capítulo 1
Al que con humildad reconoce los beneficios y los agradece devotamente, no sin razón se le prometen mayores gracias aún, pues con toda justicia se le pondrá al frente de mucho al que es fiel en lo poco. Y, por el contrario, el que es ingrato a los favores recibidos, se hace indigno de seguir recibiéndolos. Por eso, el Espíritu responde a esa devota acción de gracias diciendo y cumpliendo lo que promete: Te cubrirá con sus alas. Y en estas alas podemos conjeturar una doble promesa del Señor: para esta vida presente y también para la futura. Efectivamente, si sólo nos prometiera el reino, pero nos faltase el viático para la peregrinación, los hombres se quejarían seriamente y le replicarían diciéndole: Sí, nos has hecho una gran promesa, pero no nos has dado posibilidades de conseguirla. Precisamente por eso nos prometió la vida eterna después de la temporal, y al   mismo tiempo, que ya en esta vida nos daría cien veces más con toda su solícita piedad. Por tanto, ¿ hombre, qué excusa te queda? Y por cierto, recuerda que taparán la boca a los mentirosos.
¿Sabes cuál es la mayor tentación que puede sugerirte el enemigo? Que todavía te queda una larga vida. Pero, aunque te quedase mucho camino por andar, ¿qué te asusta? Si te dá un sólido alimento  hará que no desmayes? Claro que el ángel le presentó a Elías la comida más ordinaria que el hombre puede llevar a la boca: pan y agua. Sin embargo, sintió tal fuerza que pudo caminar durante cuarenta días sin pasar hambre ni fatiga alguna. ¿Quieres que los ángeles te sirvan esa comida? Seria extraño que no lo desearas.
Capítulo 2
Si la echas de menos y quieres que te la sirvan los ángeles; pero no con ambiciones de soberbia, sino humildemente, escucha lo que pone la Escritura en boca del Señor. Estaba tentándole el diablo para forzarle a que convirtiera las piedras en pan. Y se le opuso, diciendo: no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Vencidas las tentaciones, le dejó el  diablo, y en seguida se acercaron unos ángeles y se pusieron a servirle. Haz tú lo mismo. Si quieres que te sirvan los ángeles, huye de los consuelos humanos y resiste a las tentaciones del diablo. Si deseas recrearte en la memoria de Dios, debes rehusar toda otra consolación. Si tienes hambre, el diablo te aconsejará que corras en busca de pan. Pero tú escucharás con más fuerza la voz del Señor, que te dice: No sólo de pan vive el hombre. Muchos son los deseos que te dispersan: comer, beber, vestir, dormir. Pero ¿vas a poner todo tu afán únicamente en atender a las necesidades de los sentidos, cuando todo puedes encontrarlo en la palabra de Dios? Esa palabra es como un maná que tiene mil sabores y el más agradable aroma. Es verdadero y perfecto descanso, suave y reconfortable, plácido y santo.
Capítulo 3
Esto en cuanto a la promesa para la vida presente. Pero ¿quién es capaz de explicar la promesa para la vida futura? Los justos esperan la alegría. Una alegría tan grande que todo cuanto se pueda desear en este mundo es incomparable con ella. ¿Qué será entonces la realidad misma de lo que esperamos? Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios fuera de ti que preparase tales cosas a los que te aman. Bajo sus alas conseguimos cuatro beneficios. A su cobijo nos escondemos, nos resguardamos de los azores y gavilanes que son los espíritus del mal; su agradable sombra nos alivia del sofocante calor del sol y por fin nos alimentamos y guarecemos. Esto  mismo  lo dice el Profeta en otro salmo: me esconderá en un rincón de su tienda el día del peligro. Es decir, mientras corren días malos y vivimos en tierra extranjera, dominada por el poder de los malvados, en la que no radica el reino de la paz ni reina en ella el Dios de la paz. Pues si reinase, ¿por qué pedir en la oración: venga a nosotros tu reino? Si algo bueno tenemos, hemos de esconderlo hasta que llegue, como el que encontró el tesoro del reino de los cielos y volvió a esconderlo. Por esa razón, nosotros nos escondemos, aún corporalmente, en los claustros y en los bosques.
Si queréis saber cuánto salimos ganando por escondemos así; os recordaría que, si cualquiera hiciese fuera la cuarta parte de lo que aquí hace, sería venerado como un santo o considerado como un ángel. Y, sin embargo, aquí, en la vida diaria, se le tacha y condena como negligente. ¿Os parece poca ganancia que no os tengan por santos hasta que lo seáis ? ¿O no teméis que quizá, por recibir aquí este premio despreciable, os nieguen la futura recompensa? Pero, además de escondernos a las miradas ajenas, es mucho más necesario esconderse, sobre todo ante sí mismo. Así lo afirma aquella sentencia del Señor: Cuando hayáis hecho todo lo que os mandan, decid: No somos más que unos hombres criados; hemos hecho todo lo que teníamos que hacer. ¡Ay de nosotros si no lo hubiéramos hecho! En esto precisamente consiste la virtud y de ello depende su máxima inmunidad: vivir con rectitud y piedad, pero poniendo la atención más en lo que todavía nos falta que en lo ya conseguido aparentemente, olvidando lo que queda atrás para lanzarte a lo que está delante. Este es aquel lugar secreto bajo las alas del Señor al que antes nos referíamos, semejante, quizá, a la sombra con que el Espíritu Santo cubrió a María para encubrir un misterio absolutamente incomprensible.
Capítulo 4
Este mismo Profeta dice también acerca de esta protección: cubres mi cabeza el día de la batalla. Igual que cuando la gallina ve llegar al gavilán: extiende sus alas para cobijar a sus polluelos bajo el asilo seguro de sus plumas. Lo mismo hace la inefable y suma piedad de nuestro Dios: como extendiéndose sobre nosotros, se dispone a dilatar su seno. Por eso dice el salmista un poco antes: tu eres mi refugio. Claramente vemos que debajo de esas alas encontramos sombra saludable y protección. Porque el sol material, de suyo, es bueno y muy necesario; pero su ardor, si no es atemperado, termina debilitando la cabeza y su resplandor deslumbra la vista. Pero no es culpa del sol, sino de nuestra debilidad. Por eso mismo se nos aconseja: no exageres tu honradez.
No porque la honradez sea mala. Es que como somos todavía débiles, hemos de asimilar los dones de la gracia para no caer en la hinchazón de la soberbia o en la indiscreción. ¿Por qué oramos y suplicamos incesantemente, y sin embargo, no podemos llegar a la abundancia de gracia que deseamos? ¿Pensáis que Dios se ha vuelto avaro o indigente, desvalido o inexorable? Imposible, de ninguna manera. Él conoce nuestra masa y los cobijará bajo sus alas. Más no por eso podemos dejar de orar. Aunque no nos colma hasta la saciedad, sí nos da lo suficiente para sustentarnos. Procura no quemarnos con su excesivo ardor, pero nos abriga como una madre con su calor. Este es el  cuarto beneficio que, según dijimos, nos brinda el Señor bajo sus alas: como a polluelos, nos mantiene con el calor de su cuerpo para que no perezcamos si salimos a la intemperie. Porque se enfriaría nuestro amor; ese amor que inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Bajo esas alas esperarás seguro, porque, al experimentar los dones que recibes, se reafirma la esperanza de los futuros. Amén.
RESUMEN
El Señor nos hace una doble promesa: la vida eterna y conseguir ya en esta vida cien veces más bienes espirituales. Más alimento que el sustento de los sentidos es la palabra de Dios. Bajo sus alas protectoras obtendremos cuatro beneficios. En primer lugar nos escondemos de los azores y gavilanes que son los espíritus del mal.  En segundo lugar su agradable sombra nos alivia del sofocante calor del sol. En tercero y cuarto lugar  nos alimentamos y guarecemos. Es bueno que no nos tengan por santos y que, refugiados en los conventos, nos protejamos de los demás y de nosotros mismos. Siempre debemos buscar mayores logros espirituales, huyendo de la soberbia y la indiscreción.