EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 26 de octubre de 2013

EL QUE QUIERA SERVIRME


El que quiera servirme que me siga. Algunos, en vez de seguir a Cristo, huyen de él. Otros, en lugar de seguirle, le preceden; otros le siguen, pero no le alcanzan; y otros, finalmente, le siguen y le alcanzan.
 No le siguen y huyen de él los que no renuncian al pecado, como dice la Escritura: El que obra mal detesta la luz. Los que se alejan de ti perecerán.
 No le siguen, sino que le preceden, quienes prefieren su criterio a la doctrina de los maestros. Pedro es un buen ejemplo, cuando reprende al Señor, que está decidido a morir por nuestra salvación: ¡Lejos de ti, Señor, hacer eso!
 Le siguen sin alcanzarlo los que viven con tibieza y negligencia, o quienes no perseveran hasta el final y se retiran a mitad del camino. A esos se refiere el Apóstol: Fortaleced los brazos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, plantad los pies en sendas llanas, para que la pierna coja no se disloque sino que cure.
 Le siguen y le alzanzan quienes se abrazan a sus ejemplos de humildad con perseverancia y con todo el fervor de su espíritu. A esos dice el Señor: El que quiera servirme, que me siga, es decir, me imite. ¿Y con qué fruto? Escuchémosle: Y allí donde esté yo, esté también mi servidor. Así pues, el fruto de esta imitación es vivir en la felicidad eterna.

RESUMEN Y COMENTARIO

Este sermon nos plantea un "fácil" reto: seguir a Cristo. Primero hay que querer seguirlo, después tener fuerzas para ello. Finalmente no tener la soberbia de querer ir por delante del Señor. El camino de seguirlo e imitarlo se antoja, en realidad, muy difícil pero tenemos la sensación de que, iniciado ese camino, es un alimento que no produce saciedad y del que siempre querremos más. Para seguirlo es preciso que Él quiera que los sigamos y que nos otorgue las fuerzas oportunas para ello. En nuestra libertad, siempre quedará el criterio de usar, o no, la invitación y los dones recibidos.

viernes, 25 de octubre de 2013

SOBRE LAS PALABRAS DEL EVANGELIO: "EL QUE QUIERA VENIRSE CONMIGO", ETC.


El que quiera venirse conmigo, por mí y hasta mí. Conmigo porque soy la verdad; por mi porque soy el camino; y hasta mí porque soy la vida. El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Tres cosas propone Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, y Ángel del gran consejo, el alma racional, creada a imagen de la Trinidad: espíritu de servicio, desprecio de sí y sobriedad. En la negación de sí mismo se indica el espíritu de servicio, el propio desprecio en el hecho de llevar la cruz, y la sobriedad en la imitación de Cristo. De este modo quien perdió por la desobediencia el triple gozo que poseía, vuelva a levantarse por la obediencia, humillado con la aflicción de otra triple miseria.
 Había caído de su propia dignidad, de la compañía de los ángeles y de la visión de Dios; o en otras palabras, había perdido la libertad, la dignidad y la felicidad. Escuche, pues, este consejo: niéguese a sí mismo, o a su voluntad propia, y recuperará la libertad; cargue con su cruz, crucíficando su carne con sus vicios y concupiscencias por la continencia, y volverá a disfrutar de la compañía de los ángeles; y siga a Cristo, imitando su pasión, y gozará de la visión de su gloria, porque si sufrimos con él reinaremos con él.

RESUMEN Y COMENTARIO

¿Por qué queremos acompañarlo?
-Conmigo porque soy la verdad.
-Por mí porque soy el camino.
-Hasta mi porque soy la vida.

Propone tres cosas:
-Espíritu de servicio, que se incluye en la negación de sí mismo.
-Desprecio de sí. Se incluye en el hecho de llevar la cruz. Crucifiquemos nuestra carne con sus vicios y concupiscencias. Que no sean esos el centro de nuestras vidas.
-Sobriedad. Se incluye en la imitación de Cristo.

Y de ahí obtenemos una promesa: los que sufran con él, reinarán con él.

domingo, 20 de octubre de 2013

VIVIMOS EN LA ESPERANZA

San Bernardo de Claraval, Sermón 7 sobre el salmo 90



San Bernardo de Claraval,
Sermón 7 sobre el salmo 90
(1.3.5.6.12: Opera omnia, edit Cister. t. 4, 1966, 412-416. 421)



Vivimos en la esperanza



Vivimos, hermanos, en la esperanza y no nos desanimamos en la prueba presente, pues vivimos a la espera de los gozos indefectibles. Y esta nuestra espera no es vana ni incierta, apoyada como está en las promesas de la eterna verdad. Además, la comprobación de los dones presentes afianza la espera de los futuros, y la eficacia de la gracia presente hace en alto grado creíble la felicidad de la gloria prometida, que indudablemente ha de seguirle. En efecto, el Señor de los ejércitos, él es el Rey de la gloria.



Por lo cual, la piedad ha de sostener varonilmente en este siglo la confrontación, y habrá de padecer con ánimo sereno cualquier persecución. ¿Cómo no va a tolerarlo todo la piedad, ella que es útil para todo, y que tiene en su haber la promesa de la vida presente y de la futura? Resista esforzadamente al impugnador, pues el propugnador asistirá incansable al que resiste, ni faltará al que triunfa el liberalísimo remunerador. Su verdad te rodeará como un escudo.



Glorificad, pues, amadísimos, y llevad entretanto a Cristo en vuestro cuerpo, carga deleitable, peso suave, equipaje saludable, aun cuando a veces pueda antojársenos pesado, aun cuando en ocasiones golpee el costado y flagele al que se muestra recalcitrante, aun cuando alguna vez dome su brío con freno y brida y lo frene para colmo de felicidad. Escuchad, y escuchad en la alegría de vuestro corazón, lo que parece pertenecer a la promesa de la vida futura y es objeto de vuestra esperanza. Donde está vuestro tesoro, allí esté vuestro corazón.



Escuche, pues, el que, con el pensamiento y la avidez, se acerca ya al puerto de salvación; el que habiendo lanzado ante sí, cual áncora, su esperanza, parece haberse firmemente aferrado a aquella tierra envidiable, aguardando todos los días que dura su servicio a que le llegue el relevo. Este es sin ningún género de duda el principal y más seguro acercamiento al puerto; este tipo de vida, en que os desenvolvéis, es una preparación para la partida, es decir, para la llamada de Dios.



Esta, finalmente, es la gracia y la misericordia de Dios para con sus siervos y la visitación para sus santos: que como desentendiéndose de momento de su izquierda,
centre toda su solícita protección sobre la derecha. Es lo que el profeta testifica
de sí mismo: Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. ¡Ojalá estés, oh buen Jesús, siempre a mi derecha! ¡Ojalá me agarres la mano derecha! Pues sé y estoy cierto de ello que no me dañará ninguna adversidad, si no
me domina ninguna maldad.
RESUMEN: Con el Señor a mi derecha, agarrando mi mano, no vacilaré pues me guiará hacia el puerto de la salvación, protegiéndome de maldades y adversidades. Los bienes espirituales que cada día recibimos son anticipo y esperanza de la verdad eterna. Prestemos atención al camino de la salvación como un camino. Si nos llevan por la mano derecha es la vía correcta. La vía izquierda es el camino de perdición. Por otra parte lo que vamos viendo durante el camino, nos anuncia que el final es el esperado y deseado.

sábado, 19 de octubre de 2013

AMO PORQUE AMO, AMO POR AMAR


Amo porque amo, amo por amar



El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?

Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.



Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la criatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que..la ama con mayor intensidad.



San Bernardo de Claraval, Sermón 83 sobre el libro del Cantar de los cantares
(4-6: Opera omnia, ed. Cist. 2, 1958, 300-302)




RESUMEN:



El amor no necesita explicación pues es origen y causa. Nos hace semejante a nuestro Creador, aunque sea a una enorme distancia, pues el hombre es obra del Amor de Dios. Es una relación tan sublime la que el amor establece que podemos compararla con la sed y la fuente. El Verbo es el primero en amar al alma, pero en esa relación nupcial no puede compararse la blancura con el lirio, la mansedumbre con el cordero y la claridad con el sol; pero aunque la cantidad pueda ser tan diferente, nuestro ser se manifiesta por entero y nada importa que no puedan correr a la par un hombre y un gigante.

viernes, 18 de octubre de 2013

SERMÓN 15. SOBRE LA SABIDURÍA


San Bernardo, abad
Sermón 15 sobre diversas materias: PL 183, 577-579

Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo –nos dice aquel que es la Verdad–; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.

Si queréis preguntar –dice la Escritura–, preguntad, convertíos, venid. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero, si en mis deseos no encuentro la sabiduría –dices–, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. Y esto con razón. Porque, dichoso el que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.

¿Quieres saber cuán cerca está? La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como encontrarás la sabiduría en tu corazón, y tu boca estará llena de inteligencia, pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.

Si has hallado la sabiduría, has hallado la miel; procura no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con hambre. Porque dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre. No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De lo contrario, como la miel daña –según dice el Sabio– a los que comen de ella en demasía, así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.

Del mismo modo que es dichoso el que encuentra sabiduría, así también es dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que piensa en la sabiduría; esto seguramente se refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.

En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de edificación. En efecto, por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a si mismo: y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.

RESUMEN:
La sabiduría es como el que trabaja en el campo buscando un tesoro. Debemos buscarla refrenando nuestros deseos y con corazón sincero. La sabiduría es como una miel tan deliciosa que el hecho de comerla ocasiona más hambre. Notaremos que poseemos la auténtica sabiduría cuando ocurran tres cosas: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si sale de tu boca la acción de gracias y palabras de edificación. En definitiva el justo se acusa a si mismo, ensalza a Dios y edifica al prójimo.

sábado, 5 de octubre de 2013

EN LA DEDICACIÓN DE LA IGLESIA. SERMÓN SEXTO






Sobre la exclamación de Jacob: Realmente, Dios está aquí


La dedicación de nuestra casa es una fiesta familiar para nosotros; pero es mucho más íntima la consagración de nuestras personas. Nosotros fuimos los rociados, bendecidos y consagrados por las manos de los santos Pontífices; y hoy celebramos su aniversario con fervientes alabanzas. A Dios no le interesan las piedras. De hecho no son los muros sino los hombres quienes dicen: Él se cuida de nosotros. Jacob era hombre y vió en sueños subir y bajar a los ángeles. Más aún, nos asegura que también estaba presente el Señor de los ángeles: Realmente, el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. Admira esta gracia y le abruma semejante condescendencia. 
 Mucho más temible es este lugar, donde Dios reside de una manera más cierta y evidente: porque aquí no sólo hay dos o tres, sino muchos que perseveran reunidos por su amor. Que ninguno de vosotros lo desconozca ni lo ignore: Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios; así conocemos los dones que Dios nos ha hecho. Sí, este lugar inspira temor y respeto: lo habitan hombres fieles, lo visitan los ángeles santos, y el mismo Dios que está aquí presente. 
 ¿Es posible que un Patriarca como éste ignorara que Dios está en todas partes? Tal vez s amiraba de algo más grande al decir: Realmente, el Señor está aquí. Allí está real y verdaderamente donde se reúnen por su amor, los ángeles y los hombres. Es cierto que Dios lo trasciende todo y está en todo lugar; pero si decimos: Padre nuestro, que estás en los cielos, es porque allí se manifiesta de un modo distinto y propio. Él no cambia pero se revela de diversas maneras. Está en todas partes, lo abraza y dirige todo; pero cada cosa con un plan particular. A los malos les da la vida y los encubre; a los elegidos les ayuda y los conserva. Es el banquete y reposo de los del cielo, y el juicio y condenación de los del infierno.
 Hace salir su sol sobre buenos y malos; pero mientras disimula la actitud de los malos, allí no aparece la verdad. Por eso me atrevo a afirmar que en los malos Dios es ficción, en los justos verdad, en los ángeles felicidad y en los condenados crueldad. ¿Os asusto al hablar de crueldad? Yo tiemblo ante su ira y su furor, y digo: Señor, no me reprendas con ira. Eso mismo dijo Jacob: Realmente Dios está aquí. Cuando hace llover sobre buenos y malos es padre y padre misericordioso que espera la conversión de los hombres. Cuando condena a los obstinados es juez, y es horrendo caer en manos del Dios vivo. Cuando reposa es esposo, y dichosa el alma a quien él introduce en su alcoba. 
 También podemos decir que Dios está realmente aquí si le servimos en espíritu y verdad. Porque el Señor no estaba realmente en aquellos a quienes les decía: ¿Por qué me invocáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo? El texto sagrado nos cuenta que el primer Adán fue colocado en el paraíso para que lo guardara y lo cultivara. Lo mismo hace el segundo Adán en la iglesia de los Santos, en la asamblea de los suyos, en el jardín de las delicias. Su complacencia es morar entre los hombres, y el Señor está en este lugar para guardarlo y cultivarlo.
 De otro modo, si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Y si el señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Esta visión del Patriarca nos enseña que los ángeles están aquí, subiendo y bajando. Suben al contemplar el rostro del padre y bajan cuando nos atienden a nosotros. Vosotros me diréis cómo debemos vivir aquí y cuál será nuestro en este lugar que Dios protege y perfecciona, y donde los ángeles suben y, bajan. Vivamos en la penitencia y en la esperanza. Olvidemos lo de atrás, liberémonos, rechacemos y examinemos nuestra vida con espíritu contrito; y en adelante pensemos y deseemos ardientemente en lo que está delante. A esto venimos y para esto estamos aquí. Esto es lo que se nos exige: borrar los pecados pasados y esperar los premios futuros. 
RESUMEN
Lo fundamental en los templos son los hombres fieles que los habitan. Pero realmene Dios está allí y el mismo Jacob vió a los Ángeles, en sueños, subir y bajar. Está en todas partes y podemos sentirlo como padre o temerlo como juez. Debemos vivir en la penitencia y en la esperanza, pensando más en el futuro que en el pasado. 

EN LA DEDICACIÓN DE LA IGLESIA. SERMÓN TERCERO


Tenemos tres clases de armamento para defender la ciudad de Dios


1. Hermanos, esta casa es una fortaleza de Dios, sitiada por el enemigo. Todos los que hemos jurado su bandera y nos hemos alistado en su milicia, necesitamos tres cosas para defender esta plaza: trincheras, armas y víveres. ¿Cuáles son las trincheras? Escuchemos al Profeta: Sión es una ciudad fuerte; el Señor ha puesto para salvarla murallas y baluartes. La muralla es la continencia y el baluarte la paciencia. Magnífico muro la continencia. De tal modo la envuelve y acordona que la muerte no tiene ningún acceso posible: ni por las ventanas de los ojos ni por los otros sentidos. Baluarte sólido es la paciencia, que corta los primeros ataques del adversario, nos mantiene firmes ante las diversas intentonas y nos hace perseverar inalterables. 
 Cuando la continencia se resiente y a veces parece vacilar, el único remedio es poner en primera línea la paciencia y negar rotundamente el consentimiento a las llamas incendiarias del pecado. A base de paciencia os salvaréis. El mismo Salvador se ha convertido en muralla y baluarte de su ciudad. Dios Padre nos lo ha dado como justicia para nosotoros, y como paciencia para el Profeta, que dice: Dios mío, tú eres mi paciencia. Nos sirve de muralla con el ejemplo de su vida, y de baluarte cons sus sufrimientos. De este modo nos ayuda a prescindir de todos los placeres del mundo y de la carne, y soportar varonilmente todo lo adverso.
2. También debemos tener bien templadas las armas, las armas espirituales, empuñándolas con la fuerza de Dios; no sólo para resistir al enemigo, sino para atacarle y derrotarle con bravura. Pablo nos ordena ceñirnos las armas de Dios. ¿Os dais cuenta, hermanos, de qué se trata? Es violena la tentación del adversario, pero la oración le supera en vigor. Su astucia y su maldad nos agobia, pero nuestra sencillez y misericordia le desconciertan. No soporta nuestra humildad, le abraza nuesra caridad, le torturan nuestra mansedumbre y obediencia.
 Tampoco podemos ser asediados por el hambre y verfnos obligados a entregar la ciudad al enimigo. Gracias a Dios estamos libres de aquella terrible amenaza de hembre y sed, no de pan y agua, sino de la palabra de Dios, de que habla el Profeta o más bien Dios por medio del Profeta. Nosotros sabemos que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que procede de la boca de Dios. Tenemos suficientes víveres: oímos frecuentemente sermones y con mucha más frecuencia las santas lecturas; y alguna vez saboreamos gustosamente la devoción espiritual, como cachorros que comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Me refiero a los invitados celestiales que se nutren de la enjundia de su casa. 
 También contamos con el pan de las lágrimas que, aunque no es muy sabroso, restaura por completo nuestras fuerzas. Tenemos el pan de la obediencia, del cual dice el Señor a los discípulos: mi alimento es cumplir la voluntad de mi padre. Y tenemos sobre todo el pan vivo del cielo, el cuerpo de nuestro Señor y Salvador, con cuya energía se desbaratan todos los baluartes del adversario. 
3. Tan guarnecida está la fortaleza de la ciudad del Señor, que no existe el más leve temor con tal de que actuemos fiel y valerosamente, es decir, que no seamos traidores, cobardes ni ociosos. Son traidores los que intentan introducir al enemigo en la plaza del Señor, por ejemplo, los difamadores, a quienes Dios aborrece; y los que siembran discordias y fomentan escándalos. Así como el Señor sólo mora donde reina la paz, la discordia es el lugar preferido del diablo. No os asuste, hermanos, si hablo con tanta dureza: la verdad no adula a nadie. Sepa que es un traidor quien pretende introducir un vicio cualquiera en esta casa de Dios, y convertir este templo en una cueva de bandidos. 
 Gracias a Dios, hay muy pocos de esta especie entre nosotros. Pero a veces no falta quien se pone al habla con el enemigo y hace un pacto con la muerte; es decir hace lo posible por atenuar la disciplina de la Orden, entibiar el fervor, alterar la paz o herir la caridad. Guardémonos de éstos cuanto podamos, imitanto a Jesús que no se fiaba de ellos. Os aseguro que aunque ahora se les tolere, si no se enmiendan sufrirán muy pronto un juicio tan riguroso como terrible es el mal que traman. 
 ¿Qué haces hermano? ¿Guardas fidelidad con tus obras a la vanidad, la tibieza y demás vicios y manifiestas con tu tonsura, que estás mintiendo a Dios? Arrebatas a Cristo un magnífico castillo si entregas Claraval a su enemigo. Él recibe de aquí, año tras año, unas rentas abundantes y de gran valor; el botín que arrebata a sus enemigos suele esconderlo en este alcázar, porque confía en su enorme fortaleza. Aquí están los que él rescató de la mano del enemigo, los que reunió de todos los países: norte, sur, levante y poniente. 
 ¿Qué tormentos recibirá el traidor de esta plaza cuando sea delatado y hecho prisionero, sin posibilidad alguna de ocultarse o huir? ¿A qué suplicios cree que se expone? No tendrá la muerte de los demás sino que será sometido a unos tormentos increíbles. Pero no quiero extenderme más en esto. Confío que en adelante nos guardemos mucho más de tan abominable traición; y en vez de fomentar los vicios de la carne o del mundo los atacaremos con todas nuestras fuerzas. Y así no incurriremos en el fallo ni en la pena de los traidores. 
4.Además de esto hemos de temer que alguno, vencido por la cobardía, huya de la trinchera. Ese tal teme donde no existe motivo para ello, y se lanza con loca temeridad al corazón mismo del peligro. Quien huye se expone a las armas y espaldas del enemigo. Parece ignorar que el adversario carece totalmente de misericordia, y que es cruel con los extraños y más aún con los suyos, porque es cruelísimo consigo mismo. 
5. Apunto unas breves palabras sobre el tercer peligo, porque ya pasa la hora. Empeñado, como es mi deber, en vuestra salud, busco diversos remedios a vuestras múltiples enfermedades. ¿Qué importa que no entregues la ciudad, ni intentes abandonarla, si vives en ella ocioso e indolente? Hermanos, con todo el espíritu y valor de que somos capaces, esforcémonos en defender el alcàzar de nuestro ´Rey y Señor, que se nos ha confiado. Vivamos alerta contra las astucias del enemigo, y preparados contra sus ardides. Resistid del diablo y huirá de vosotros. Y como sabemos muy bien quién nos dijo: si el Señor no guarda la ciudad en vano vigilan los centinelas, humillémonos bajo la mano poderosa del Altísimo, confiando con todo fervor a su misericordia nuestras personas y esta casa. Que él nos poteja de todas las insidias de los enemigos, para gloria de su nombre, bendito por siempre. 
RESUMEN
La vida es una fortaleza defendida por la paciencia y la continencia. Además tenemos nuestras armas que son la humildad y la obediencia, capaces de agotar y rendir a nuestro adversario. Nos alimentamos del agua viva y el pan vivo que es la palabra de Dios. La fortaleza es inexpugnable, salvo que se corroa por la traición, la ignominia y la murmuración. A estos que nos debilitan están reservados los más atroces tormentos. 
Huir es el mayor de los riesgos, pues el enemigo suele ser muy cruel hasta con los suyos.
No vale permanecer en la ciudad si estamos ocioso en ella. Debemos vivir siempre preparados y confiando en Dios nuestro Señor.

EN LA DEDICACIÓN DE LA IGLESIA. SERMÓN SEGUNDO


Debemos ser coherentes con nosotros mismos y con los demás


1. Hace muchos siglos David, aquel rey tan insigne y profeta del Señor, movido por un santo pensamiento, consideró indigno que el Señor del mundo no tuviera una morada en la tierra, mientras que él residía en el palacio. También nosotros, hermanos, debemos pensar así y hacerlo una feliz realidad. Es cierto que aquel plan del Profeta, aunque agradó a Dios, cupo en suerte ponerlo en obra a Salomón; pero esto es otra cuestión que la brevedad del tiempo no nos permite explicar. Tú, alma, vives en una casa magnífica, construida por el mismo Dios en persona. Me refiero a tu cuerpo, tan bien ideado, dispuesto y ordenado, que te sirve de morada digna y agradable. Y para tu mismo cuerpo construyó otro palacio encantador, sublime e inmenso. Es este mundo sensible y habitable. 
¿No te parece una ingratitud disfrutar tú de esta casa y no pensar en construirle un templo? De momento tienes dónde vivir, pero no olvides que se derrumbará muy pronto; y si no te provees de otra, quedarás a merced de la lluvia, el viento y el frío. ¿Y quién soportará el rigor de aquel frío? Dichosa una y mil veces el alma que pueda decir: Sabemos que si nuestro albergue terrestre, esta tienda de campaña se derrumba, tenemos un edificio que viene de Dios, un albergue eterno en el cielo no construido por hombres. Por lo tanto, o alma, no des sueño a tus ojos ni reposo a tus párpados, hasta que encuentres un lugar para el Señor, una morada para el Dios de Jacob.
2. ¿Qué planes tenemos hermanos? ¿Dónde emplazar esta construcción? ¿Quién va a ser el arquitecto? Este templo material se hizo para nosotros, para que viviéramos en él. Porque el Altísimo no habita en edificios construidos por hombres. ¿Seremos capaces de levantar un templo al que dice con toda verdad: Yo lleno el cielo y la tierra? Esto me llenaría de congoja y angustia si no le oyera decir a él mismo: Mi Padre y yo vendremos a él y haremos en él nuestra morada.
 Ya sé, por consiguiente, dónde prepararle una casa: únicamente su imagen puede abarcarle. El alma es capaz de él, porque ha sido creada a su imagen. Corre, pues, adorna tu tálamo, Sión, que el Señor te prefiere a ti y te llenará de vida. Salta de gozo, hija de Sión, que tu Dios vivirá dentro de ti. Di con María: He aquí la esclava del Señor, cúmplase en mi tu palabra. Y añade con Isabel: ¿Quién soy yo para que el Dios de la majestad venga a mi? ¡Qué cúmulo de amabilidad y generosidad la de Dios, y qué grandeza, y gloria la de las almas! El Dios del universo, que desconoce toda especie de indigencia, manda hacerse un templo en ellas. 
3. Hermanos, profundamente agradecidos empeñémonos en construirle un templo. Procuremos que viva primeramente en cada uno de nosotros, y después en todos juntos. Él nos ama como a personas individuales y como comunidad. Ante todo intente cada uno ser coherente consigo mismo, porque todo reino dividido queda asolado y se derrumba casa sobre casa. Y Cristo no se acerca a unas paredes que ceen o a unas tapias ruinosas.
 Así como el alma quiere tener siempre intacta la morada de su cuerpo, y cuando se dispersan sus miembros la abandona, reflexione por su parte qué debe hacer, si quiere que Cristo viva por la fe en su corazón, es decir, en sí misma. Evite por todos los medios que sus miembros -memoria, inteligencia y voluntad- no estén discordes. Que la inteligencia viva libre del error y esté en armonía con la voluntad: eso es lo que ésta desea. Que la voluntad viva limpia de todo mal , pues eso pide la razón. Pero si el alma se condena a sí misma por una voluntad depravada, en aquello que apoya la razón, ya tenemos una guerra intestina y una discordia peligrosa: la razón censura, acusa, juzga y condena a la voluntad. A esto se refiere Criso en el Evangelio: Busca un arreglo con tu enemigo cuanto antes, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al guardia, etc.
 Que la memoria está completamente limpia y para ello borre todos sus pecados con una sincera confesión y un auténtico arrepentimiento. De otra suerte la voluntad y la razón aborrecerán una conciencia que alberga el pecado. El mejor templo que se puede presentar a Dios es, sin duda alguna, el hombe cuya razón no está engañada, ni su voluntad pervertida, ni su memoria manchada. 
4. Cuando cada uno de nosotros estemos así, intentemos unirnos y compenetrarnos todos juntos por medio de la caridad, que es la perfección consumada. El conocimiento perfecto es imposible alcnzarlo en esta vida y acaso tampoco es conveniene. En la casa celestial, el conocimiento es incentivo del amor; aquí puede ser un gran obstáculo. ¿Quién puede presumir de un corazón intachable? Aquí es muy fácil falsear la verdad y equivocarse. Allí reina el gozo de la verdad, porque está libre de toda mancha. Aquella casa está fuertemente unida y es inconmovible. Esta otra, en cambio, como tienda de soldados, tiene poca solidez. Aquella es la casa de la alegría. Esta la de la milicia. Aquella la casa de la alabanza. Esta la de la oración. Esta es la ciudad de nuestros sudores, aquella la de nuestro descanso. 
 Si aquí vencemos, allí reinaremos; cambiaremos el casco por la diadema, la espada por el cetro y la palma, el escudo por la túnica dorada. El peto por la estola de fiesta. Mientras tanto, es preferible sentirse acosado y no matado y soportar el peso del escudo y de la cota para no ser herido por las flechas incendiarias del enemigo. Que nos libre de todo con su protección divina el que es bendito por siempre. 
RESUMEN
Vivimos en un maravilloso organismo, armonioso que es nuestro cuerpo y la naturaleza que le rodea. Es justo homenajear a Dios con un edificio para darle gracias. 
El Dios del universo no quiere templos construidos por los hombres, sino los templos santos que son los cuerpos de María e Isabel. 
 La razón, la voluntad y la memoria deben actuar conjuntamente para que nuestro templo tenga unas paredes fuertes y coherentes para albergar a Dios. 
 Debemos aspirar a la solidez del edificio y no al de la milicia. A la solidez de la paz y no a la desazón de las armas. El conocimiento es allí parte de la caridad, aquí puede ser incluso contradictorio.