EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 1 de septiembre de 2012

SERMÓN III COMENTARIOS SOBRE EL CANTAR DE LOS CANTARES: Aplicación espiritual del beso en los pies en las manos y en la boca

I.1. Hoy abrimos el libro de la experiencia. Volveos a vosotros mismos y que cada cual escuche en su interior lo que vamos a decir. Me gustaría saber si alguno de vosotros ha recibido el don de poder decir sintiéndolo de verdad: ¡Que me bese con besos de su boca! No todos pueden decir esto sintiéndolo de verdad. Sólo aquel que haya recibido, al menos una vez, de la boca de Cristo el beso espiritual, volverá a desear esa experiencia personal y la repetirá de buena gana. Yo tengo para mi que nadie puede saber qué es eso sino el que lo ha recibido. Es un maná escondido y sólo el que lo ha saboreado se queda todavía con hambre de más. Es una fuente sellada que no se abre al extraño. Sólo el que de ella beba quedará con sed para siempre.
 Escucha a uno que lo experimentó y mira cómo insiste: Devuélveme la alegría de tu Salvador. Que ni se le ocurra arrogárselo a un alma como la mía, cargada de pecados y esclavizada todavía por las propias pasiones, que no ha experimentado aún las delicias del espíritu, ignorante y absolutamente inexperta de los gozos más íntimos.
II.2. Pero a quien se halla en esta situación le mostraré su lugar junto al Salvador. No cometa la temeridad de acercarse a la boca de tan serenísimo Esposo. Póstrese conmigo tímidamente a los pies del severísimo Señor y temblando, con la mirada en el suelo no  en el cielo, como el publicano. Porque herido por ese insólito esplendor, se vería envuelto en la ceguera de una oscuridad mucho más impenetrable.
 Tú, quien quiera que seas, no consideres vil y despreciable el lugar donde la santa pecadora se despojó de sus pecados para revestirse de la santidad. Allí cambió su piel la mujer de Etiopía y recuperando una blancura nueva decía confiada y con razón a quienes la injuriaban: Tengo la tez morena, pero soy hermosa, muchachas de Jerusalén. ¿No te imaginas a qué medios recurrió o con qué méritos lo consiguió? Ya te lo digo yo en seguida.
 Lloró muy amargamente y exhaló profundos suspiros desde sus más íntimas entrañas. Agitada en su interior por sus beneficiosos sollozos, vomitó toda la hiel de su corazón. Acudió presurosa al médico celestial, porque su palabra corre veloz. ¿No es una bebida medicinal la Palabra de Dios? Sí que lo es; y eficaz, enérgica, que sondea el corazón y las entrañas: La Palabra de Dios es viva y enérgica, más tajante que una espada de dos filos; penetra hasta la unión de alma y espíritu, de órganos y médula; juzga sentimientos y pensamientos. A ejemplo de esta dichosa penitente, póstrate también tú, desdichada, y dejarás de serlo; póstrate también tú en tierra, ponte junto a sus pies, cúbrelos de besos, riégalos con tus lágrimas, no para lavarle a él, sino a ti misma. Así serás como oveja de un rebaño esquilado, recién salido del baño. No te arriesgues a levantar tu rostro abatido de vergüenza y tristeza, hasta que tú mismo escuches estas palabras: Se te han perdonado tus pecados. Ponte en pie, ponte en pie, hija de Sión cautiva, ponte en pie, sacúdete el polvo.
III.3. Recibido el primer beso a sus pies, no te apresures a incorporarte para recibir el beso de la boca. Gradualmente se te dará otro beso intermedio en la mano. Escucha por qué. Si Jesús me dice: Se te han perdonado muchos pecados, ¿de qué me sirve si no dejo de pecar? Me quité la túnica, pero ¿qué he adelantado si vuelvo a ponérmela? Me lavé los pies; pero si vuelvo a mancharlos, ¿de qué vale que los haya lavado? Manchado con toda clase de vicios, yacía en la charca fangosa; pero sin duda será peor volver a caer en ella. Y recuerdo que me dijo el que me devolvió la salud: Como ves, estás sano; marcha y no vuelvas a pecar, no sea que ocurra algo peor.
 Pero el que me provocó el deseo de arrepentirme, debe darme asimismo fuerza para moderarme; porque si vuelvo al desenfreno, mi final resultará peor que el principio. Por muy penitente que sea, desgraciado de mí, en cuanto retire de mí su mano; porque sin él nada puedo hacer. He dicho nada: ni arrepentirme, ni contenerme. Por eso escucho lo que aconseja el Sabio: No repitas las palabras de tu oración. Me horroriza que el Juez corte el árbol que no da buen fruto. Reconozco que no viviré feliz con mi primera gracia, por la cual me arrepiento de todos mis pecados, si además no recibo la segunda: dar buenos frutos de penitencia y no volver como perro al vómito.
 4. Todavía tendré que pedir y recibir todo esto, sin precipitarme por llegar a lo más sublime y sagrado. No quiero llegar de repente a la cumbre: quiero subir lentamente. En la medida que a Dios le repugna la desvergüenza del pecador, le encanta la timidez del penitente. Le ganarás mucho antes, si te contentas con lo que te han encomendado y no te importa lo que te sobrepasa. Desde los pies hasta la boca hay un paso largo y nada fácil; no es oportuno darlo. ¿Cómo te atreves cubierto de polvo, a acercarte a su sagrada boca? ¿Arrancado ayer del fango, te presentas hoy ante su glorioso rostro? Utiliza las manos para conseguirlo: te purificarán y te levantarán.
 ¿Cómo pueden levantarte? Dándote motivos para que te atrevas. ¿Cuáles? La belleza de la continencia y los frutos de una penitencia digna, como son las obras de la fe. Eso te alzará de la basura a la esperanza de poder atreverte a algo más sublime. Así, recibido ese don, besa ya su mano. Es decir: da la gloria a su nombre y no a ti mismo. Hazlo una y otra vez por los pecados perdonados y por las virtudes recibidas. De lo contrario, vete pensando la manera de esquivar estas duras palabras: Vamos a ver, ¿qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo como si nadie te lo hubiera dado?
III.5.Ya tienes, por fin, una doble experiencia del favor divino con estos dos besos: ahora no vacilarás en aspirar a lo más santo. Pues cuanto más crezcas en gracia, tanto más se dilatará tu confianza. Amarás más apasionadamente y llamarás más seguro a la puerta cuando añores lo que te falta: Porque al que llama se le abrirá.
 Espero que con estos sentimientos no se te niegue ya el beso más maravilloso de todos, porque es el supremo favor y la más sublime dulzura. Este es el camino: éste es el proceso. Primero caemos postrados a sus pies y lloramos lo que nosotros hemos hecho ante el Señor que nos hizo. Después buscamos la mano que nos levante y robustezca nuestras rodillas vacilantes. Por fin, cuando lo hemos conseguido a fuerza de oración y lágrimas, nos atrevemos ya quizá a levantar nuestra cabeza hasta su misma boca gloriosa, con pavor y temblor para contemplar, más aún, para besar al Ungido del Señor, aliento de nuestra boca, al que nos unimos con el ósculo santo, para ser por su gracia un Espíritu con él.
6. A ti, Señor Jesús, a ti te dijo mi corazón: Te buscó mi rostro, tu rostro buscaré, Señor. Es decir, por la mañana me diste a conocer tu misericordia, cuando todavía postrado en el polvo besé tus huellas sagradas, y perdonaste mi desordenada vida. Después, al avanzar el día alegraste el alma de tu siervo, cuando al besar tu mano me concediste además la gracia de vivir rectamente. ¿Qué me queda ahora, Señor bueno, sino que te dignes consentir que bese tu boca, en la plenitud del mediodía y con el fuego del Espíritu, y así saciarme de gozo en tu presencia? Avísame tú, delicadeza y calma infinita, avísame donde pastoreas, donde recuestas tu ganado en la siesta.
 Hermanos, aquí estamos muy bien, pero nos reclama el afán de cada día. Me avisan que acaban de llegar algunos y ello me obliga más a interrumpir que a terminar este agradable sermón. Saldré, pues, a acogerlos, no sea que incumplamos los deberes de esa caridad que pregonamos. Así no tendremos que escuchar nosotros también: Ellos dicen, pero no hacen. Vosotros orad mientras tanto, para que el Señor acepte las palabras que pronuncie para vuestra edificación y para alabanza y gloria de su nombre.
RESUMEN
El primer beso que se recibe en los pies y es el humilde arrepentimiento. El segundo beso en las manos nos perdona y ayuda. El tercero, en la boca, es llegar a una vida contemplativa.

1 comentario:

  1. POSTRADO EN TIERRA....te tiendo mis brazos, y aún más que mis palabras, te habla mi llanto...

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