EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

lunes, 4 de enero de 2021

LA TRIPLE VIGILANCIA: DE LAS MANOS, DE LA LENGUA Y DEL CORAZÓN


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1. Todos nos quejamos de no sentir el apoyo de la gracia. Pero es ella quien tiene que lamentarse, con más razón, de su ineficacia en algunos de nosotros. Porque la gracia de la devoción que buscamos, depende del corazón; y quien no le ofrece una acogida ferviente se priva de ese don. Ahora bien, ¿es posible la guarda del corazón sin ser moderado en las palabras y solícito en la obras? No se extrañe pues, si no alcanza la meta quien no ha dado los primeros pasos, ni el que cree que ha comenzado, si no ha llegado a la mitad del camino,. El hombre que vive en el mundo  hace mucho con tener las manos limpias. Para el monje, en cambio, eso es muy poco; y es indigno de él no evitar toda clase de contactos con el mal. 
 A nosotros se nos pide tener las manos más limpias de toda falta, y más colmada de justicia que ellos. A ellos se les dice: Huid la fornicación y el que robaba ya no robe. Y otras cosas semejantes. Porque quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios. ¿Debemos temer nosotros tal inmundicia en las obras y tan grave impureza en las manos? Cuanto más limpias están las manos tanto más resalta en ellas la menor mancha. Y el vestido lujoso desluce con la más pequeña mácula. Así ocurre con nosotros: una simple desobediencia es ya una mancha. Y la negligencia en nuestros actos o en los preceptos menos importantes, no es una pequeña imperfeccion, sino una falta muy grave. 
 Esta atención sobre nuestras acciones se practica en los comienzos de la conversión. Tenemos entonces un poco de luz, aunque no mucha, como tal vez algunos puedan pensar, pues la Verdad nos dice: Cuando hiciereis estas cosas que os están mandadas, decid: somos siervos inútiles; lo que teníamos que hacer lo hicimos. Me dirás que aquí se trata de un consejo de humildad. Es cierto: de humildad. ¿Pero va acaso contra la verdad? Porque si somos inteligentes en el ejercicio de nuestro deber, ninguna persona sensata llamará la atención al que se cuela un mosquito si ve que se trata un camello. 
2.Una vez limpias las manos, no por ello se llega inmediatamente al corazón. Es preciso purificar los labios con una atención y solicitud particular. Y si dices: "Son muy pocos los que hablan como se debe" por eso mismo comprenderás cuán rara res la perfección cuando es tan difícil encontrar personas iniciadas en ella. ¿Quién es capaz de enumenar la cantidad de mezquindades que comete un miembro tan pequeño como la lengua? ¿Cuánta inmndicia no acumulan los labios impuros? ¿Cuánta maldad no profiere una boca indiscreta?
 Hay lenguas disolutas, volcadas en conversaciones inútiles, lenguas deshonestas, y lenguas jactanciosas. Las primeras son esclavas del placer y las otras de la arrogancia. También existe la lengua engañosa y maldiciente: la primera se subdivide en mentirosa y aduladora, y la segunda lo mismo injuria a la cara como difama a la espalda. Si los hombres habrán de dar cuenta en el día del juicio de toda palabra ociosa que profieren, ¿cuánto más rigurosa será la sentencia de la palabra mentirosa, mordaz e injuriosa, de la arrogante y lasciva, de la que calumnia y difama?
3. ¡Que verdad encierra aquella sentencia, hermanos: En el mucho hablar no falta el pecado! Prescindo aquí de otras razones; si una palabra es inútil cuando no tiene causa justificante, ¿cómo justificaremos la que va contra toda justificación? Ninguno de vosotros, hermanos, tome a la ligera el tiempo empleado en conversaciones ociosas; estamos en el tiempo favorable y en el día de la salvación. Las palabras vuelan irremediablemente; el tiempo vuela y no vuelve. Y el insensato no se da cuenta de lo que pierde. "¡Que bien se pasa el tiempo charlando!" suele decirse. "¡Pasar las horas!". "¡Pasar el tiempo y las horas...!Tu misericordioso creador te lo concede para hacer penitencia, para alcanzar el perdón, para conseguir la gracia y merecer la gloria.
 "¿Pasar el tiempo?" Debes recuperar con él la benevoencia divina, volar hacia la comunión de los ángeles, suspirar por la herencia perdida, ansiar la felicidad prometida, despertar la voluntad dormida y llorar la maldad cometida. ¿Es que hacen eso los agricultores cuando les llega el tiempo tan esperado de la sementera, o los viñadores en la campaña tan ansiada de la poda? ¿Es que prefieren entonces encontrar otras ocupaciones, para así, sin escrúpulo alguno, pasar alegremente los días sin trabajar? ¿Acaso cuando llegan las ferias, se retrasan los comerciantes y buscan pretextos para no hacer un buen negocio? ¿Qué hacen los pobres mendigos cuando, tras muchos ruegos, aparece el generoso limosnero? ¿Se distraen en otras cosas? ¿Ceden el puesto a otros compañeros o se retiran a os rincones vacíos y ocultos de las plazas?
4.El primer grado es obedecer con gusto. El hombre está pervertido desde su juventud, y todos siguen los caprichos de su perverso corazón. Desde su primera transgresión, el hombre siente un amor innato a su voluntad propia; está abandonando la voluntad del creador, se convirtió ella misma en esclava por intentar ser independiente. Esto quiere decir que es muy difícil dejar su voluntad, someterse a la de otro. Más, por muy penoso que sea, es imposible subir el primer grado de la obediencia sin hacer nuestra la voluntad del que manda.
 El justo se gloría se alabar a Dios voluntariamente y dice: te ofrecereé un sacrificio voluntario. Sólo, pues, la voluntad embellece y da valor a las obras; y sin ella no se hace nada bueno, aunque lo parezca. Así pues, recíbanse con la voluntad los mandatos de los superiores y evítese que el corazón haga reflexiones personales; hasta llegar a sacrificar la voluntad propia y amar el precepto del superior. Obedecer con gusto es cumplir de manera voluntaria la voluntad de los superiores.
5. No temas afirmar que esta lengua es màs cruel que aquella lanza que atravesò el costado del Salvador. Porque esta desgarra el cuerpo de Cristo y sus miembros. Y no hiere un cuerpo exánime, sino que lo mata al clavarse en él. Es más cruel que las espinas clavadas por la saña de los soldados en aquella adorable cabeza. Y màs que aquellos clavos con que los judíos, en su refinada maldad, atravesaron aquellas manos y pies santísimos. Si él no hubiera preferido la vida de este cuerpo, que ahora es herido y desgarrado, a la del suyo propio, jamás lo hubiera entregado a la injuria de la muerte y a la ignominia de la cruz.
 Y a pesar de ello seguimos diciendo: ¡Es tan ligera la palabra ! ¡La lengua no es màs que un pedazo de carne tierna y suave! ¿Qué persona sensata le da importancia? Sí. La palabra es bien poca cosa. Corre veloz; pero sus heridas son muy graves. Pasa con suavidad, pero abrasa sin compasión. Penetra fácilmente en el alma, pero sale con dificultad. Se pronuncia sin esfuerzo, pero es imposible volverla a recoger. Vuela ligera, pero por eso mismo viola rápidamente la caridad. Una mosca muerta no vale nada, pero estropea el ungüento del perfume. La lengua es un miembro frágil, pero apenas se la puede dominar. Materialmente dèbil y pequeña, pero de un poder y eficacia enorme. Es un órgano muy pequeño, pero si te descuidas es el peor de todos. Es fina y aplanada: y el medio por excelencia para vaciar el corazón, como me lo habéis confesado muchos de vosotros. Como no somos perfectos, después de una larga conversación sentimos nuestro espíritu vacío, la meditación menos devota, el afecto más árido y el holocausto de la oración menos fecundo. La causa de ello son las palabras que hemos dicho u oído. Al fin, palabras.
6. La lengua se desliza con facilidad, pero penetra insensiblemente en el corazón, Por eso hay tantos que aprovechan muy poco: refrenan la suya mas no se previenen de la ajena. Ese hermano que te habla es, sin duda, muy útil, prudente, observante y temeroso de Dios. Más aún: es un ángel, y un ángel de luz. A pesar de todo ten cuidado, no oigas lo que te pueda hacer daño, no quiero que sospeches de nadie, pero desconfía de la lengua, sobre todo cuando hay muchas personas juntas. La sencillez de la paloma nos encanta, pero no olvides la prudencia de la serpiente. María examinó las palabras del Ángel y discurría qué podría significar aquel saludo. Haz tu lo mismo, que sabes por tu continua experiencia cuánto dañan las palabras. No creas que te tienen por apocado si te muestras comedido en el hablar cuando debes participar en los diàlogos y en la escucha ni os extrañeis que nos detengamos tanto en este grado propio de los proficientes, porque son más numerosos que los perfectos. 
7. Tal vez parezca que me excedo reprendiendo el uso de la palabra. Tened en cuenta que es la lengua la que habla contra los vicios de la lengua. Merece toda la disculpa: no se perdona a sí misma y amonesta a los oyentes de sus propios peligros. Las palabras son viento pero no siempre son un viento abrazador. Levántate, cierzo, ven, también tú, austro; oread mi jardín, que exhala sus aromas. 
 Grandes son, en efecto, las ventajas de la palabra; y muy abundantes y fecundos sus frutos. El justo vive de la fe y la fe proce de la escucha y ésta viene de la Palabra de Dios. ¿Puede vivir el que no cree? ¿Y puede creer sin oír? ¿Y puede oír si no se le predica? Debemos prestarle, pues, gran atención y vigilancia, porque según la Escritura la muerte y la vida están en el poder de la lengua. Si solamente nos diera vida, no tendríamos por qué reprimirla; si sólo muerte, deberíamos amputarla. Pongamos un guardia a nuestra boca y un centinela a la puerta de nuestros labios para que no estén herméticamente cerrados a lo que nos proporciona la vida, ni salga libremente de ellos el veneno mortal. Vigilemos, por tanto, hermanos, nuestras obras, pra no omitir lo que se nos manda, ni hacer lo que se nos prohibe.
 El Profeta nos exhorta a esta doble vigilancia cuando dice: Apártate del mal y haz el bien. Y vigilemos nuestras palabras para no ofender con ellas a Dios ni dañar al prójimo. Dichoso quien, al hablar, teme siempre ambas cosas  presta atención a ambos oyentes: a la majestad divina, porque es terrible caer en sus manos; y a la fragilidad fraterna que se puede escandalizar fácilmente. 
8. Creo, sin embargo, que no es todavía perfecto quien evite los pecados de la lengua, a no ser que lo comparemos con el que solamente entiende a sus obras. La Verdad misma habla en el Evangelio de los siervos que velan esperando al Señor, y dice: Si llegas a la tercera vigilia, y los encuentras así, dichosos ellos. Observa que esto no se dice de la primera ni de la segunda vigilia. Es la vigilia del corazón, sobre la cual insiste de manera especial el Sabio, porque es el manantial de la vida. Y a mi parecer, lleva consigo dos cosas: que el espíritu guarde con mucha atención la grey de sus afectos y sus pensamientos  con razón merece la máxima solicitud, ya que de él proceden las otras dos. Al menos que, líbrenos Dios, se realicen por puro fingimiento y sólo tengan las apariencias de piedad y no la virtud. Los manantiales de las fuentes deben llenarse ellos mismos, para poder elevarse, rebosar y llenar otros recipientes. Lo mismo sucede al hombre: mientras no consiga el perfecto dominio de las manos y de la lengua, no puede dedicarse a perfección ni saborear el sosiego gozoso de la devoción, ni remontarse a las alturas de la contemplación divina. 
 Ea, hermanos, si buscamos la gracia de la visita celeste, busquémosla así. Si deseamos recibir los consuelos espirituales, pidámoslos así. si ansiamos que se nos abra el cielo, llamos así. En una palabra: vigilemos de esta manera si queremos entrar en las bodas con el esposo Jesucristo nuestro señor, que es bendito por los siglos. Amén. 
RESUMEN
El monje no debe contentarse con evitar los grandes males, sino que debe evitar la menor mancha. Empezará por limpiar sus manos. Luego la lengua, los labios. Debemos utilizar el tiempo en beneficio de nuestra espiritualidad. Aprender a obedecer y renunciar a la propia voluntad. La lengua es muy peligrosa y volátil. Podemos compararla a la lanza que atravesó el costado de Cristo. Es un arma peligrosa por donde se expresa el corazón y a la que debemos poner centinelas. Sólo cuando dominamos las manos y la lengua, nos acercamos a la auténtica gracia de Cristo. Es la tercera vigilia. La vigilia del corazón. 

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