EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

martes, 5 de enero de 2021

CUARESMA: DE LOS TRES MODOS DE ORACIÓN


DE LOS TRES MODOS DE ORACIÓN

1.La caridad con la que vivo solícito por vosotros, me obliga a hablaros y a instancias suyas os hablaría más veces si no me lo impidieran mis muchas ocupaciones. Ni es maravilla que viva solícito por vosotros, cuando en mi mismo hayo mucha materia y ocasión de cuidado. Todas las veces que pongo el pensamiento en mi propia miseria, y en los muchos peligros que me cercan, no es maravilla que se turbe en mi mismo mi alma. No es menor la solicitud que debo tener por cada uno de vosotros, si es que os amo como a mi mismo. Sabe aquel Señor que escudriña los corazones cuantas veces el cuidado por vosotros prepondera el cuidado por mi mismo en mi corazón. Ni es mucho que tenga una grande solicitud y me conturbe un grande temor sobre todos vosotros, pues os miro puestos en tanta miseria y peligros. Nosotros mismos (como es manifiesto) llevamos nuestro lazo, por todas partes llevamos con nosotros el propio enemigo, esta carne, digo, nacida de pecado, alimentada en el pecado, corrompida demasiadamente desde su origen, pero mucho más viciada con la mala costumbre. De aquí es que tan acremente combate contra el espíritu que continuamente murmura y no sufre la disciplina, que sugiere cosas ilícitas, que ni obedece a la razón ni se refrena por temor ninguno.
2.A ésta se llega, a ésta ayuda, de ésta se sirve la astutísima serpiente, para combatirnos; aquella serpiente que no tiene otra ansia, otro cuidado, otro negocio, que derramar la sangre de las almas. Esta es la que continuamente está maquinando el mal, que hostiga deseos de la carne, que sopla el fuego natural, de la concupiscencia con venenosas sugestiones, enciende movimientos ilícitos, prepara ocasiones de pecado, y con mil artes de dañar no cesa de tentar los corazones de los hombres. Esta es, la que ata nuestras manos con nuestra propia soga, y como suele decirse nos hiere con nuestro báculo, haciendo que la carne que nos fue dada para nuestra ayuda, sirva de lazo y ruina contra nosotros.
3.Pero qué aprovechará haber insinuado los peligros, si no se aplica algún consuelo y remedio alguno. Grande es sin duda el peligro y molesta es la lucha contra un enemigo doméstico, especialmente porque nosotros somos pasajeros, y el ciudadano, él habita en su región, y nosotros somos desterrados y peregrinos. Grande riesgo es también haber de sostener tan frecuentes y continuos combates contra las astucias, y ardides del diablo que nosotros no vemos, y que le ha hecho sobremanera sagaz así su sutil naturaleza, como el largo ejercicio de su malicia. Sin embargo de nosotros depende, si no queremos ser vencidos: y ninguno de nosotros es postrado en este combate contra su voluntad. Debajo de ti está tu apetito y tu tendrás tu dominio sobre él. Puede el enemigo citar el movimiento de la tentación pero en ti consiste querer dar o negar el consentimiento y cuantas veces resistas tantas serás coronado.
4.No podemos negar, hermanos míos, que estas cosas son molestas y peligrosas: pero también del mismo combate, si resistimos valerosamente, nace una piadosa tranquilidad, propia de la buena conciencia. También, si al punto que advertimos estos pensamientos, no permitimos que se detengan sino que con un espíritu pronto se excita el ánimo contra ellos, al momento se retirará confuso el enemigo y no volverá de buena gana tan presto. Pero ¿Quiénes somos nosotros o cual es nuestra fortaleza para poder resistir a tantas tentaciones? Esto era lo que Dios buscaba en nosotros. A este conocimiento nos quería traer, para que viendo nuestra flaqueza y que no tenemos otro amparo, corramos a su misericordia con toda humildad. Por eso os ruego Hermanos míos que tengáis siempre a mano el segurísimo refugio de la oración; de la cual me acuerdo haber hablado poco ha con el fin del anterior sermón.
5.Pero todas las veces que hablo de la oración, me parece, que estoy oyendo un discurso de la flaqueza humana, que frecuentemente he oído a otros, y alguna vez también le he experimentado en mi mismo. ¿De qué nos sirve la oración si aunque nunca cesemos de orar, apenas experimenta alguno de nosotros fruto alguno de su oración? Del modo mismo que llegamos a la oración así parece que salimos de ella, nadie nos responde una sola palabra, sino que antes parece que hemos trabajado en vano. Pero ¿Qué dice el Señor en el evangelio? No juzgueis según la apariencia sino según la justicia. ¿Cúal es el juicio de la justicia sino el juicio de la fe, puesto que de la fe vive el justo? Con que así sigue el juicio de la fe y no tu experiencia, pues la fe es siempre verdadera y la experiencia muchas veces engañosa. ¿Cúal es pues la verdad de la fe sino la que promete el Hijo de Dios? Cualquiera cosa que pidais con fe en la oración la conseguiréis; ninguno de vosotros, Hermanos míos, tenga en poco su oración, porque os digo la verdad que no la tiene en poco aquel Señor a quien se hace. Antes que salga de vuestra boca la manda escribir en su libro: y una de dos cosas debemos esperar sin ninguna duda: o que nos dará lo que pedimos o lo que nos es más provechoso. Nosotros no sabemos orar como conviene, pero el Señor tiene misericordia de nuestra ignorancia, y recibiendo benignamente la oración de ningún modo nos dará lo que para nosotros no sería útil, o lo que no hay necesidad de que se nos dé tan presto, pero nuestra oración no será infructuosa.
6.Así ciertamente si hiciéramos lo que en el salmo se nos amonesta por el santo profeta David. Regocijaos, dice, en el Señor y él os dará lo que vuestro corazón le pide. Más por qué profeta santo nos mandáis así que nos regocijemos en el Señor, como si ese gozo estuviera en nuestro poder y en nuestra mano? Nosotros sabemos bien que se haya placer en comer, en dormir, en descansar y en otras muchas cosas que hay en el mundo más ¿Cúal es este placer que hay en Dios para regocijarnos en él? Hermanos míos los hombres del mundo pueden hablar así, pero no vosotros ¿Porque quién de vosotros es el que no haya probado muchas veces el deleite y paz de una buena conciencia? ¿Quien es el que no haya gustado del placer que se haya en la humildad, en la caridad, en la castidad? Este placer no es el que se haya en comer o en beber o en cosas semejantes y con todo eso es placer y mucho más grande que el que se experimenta en otras muchas cosas, porque los otros son de la carne, éste de Dios. Y cuando nosotros tenemos nuestro gozo en él, seguramente nos regocijamos en el Señor.
7.Pero hay muchos que se quejan de que ellos prueban raras veces este afecto sensible, y este placer más dulce que la miel y el panal. Ellos no consideran de que Dios los ejercita, entretanto, en las tentaciones, y en los combates y que muestran mucha más firmeza y valentía cuando practican así las virtudes, no por el placer que en ello hayan sino por las virtudes mismas, con el solo deseo de agradar a Dios; ejercitándose en ellas con toda su aplicación aunque no con toda satisfacción. No hay duda que quien obra de este modo cumple perfectamente el consejo saludable del profeta, que dice Regocijaos en el Señor, porque él no habla tanto de que el gozo sensible nace del afecto, como de un gozo efectivo que produce la misma acción y ejercicio de la virtud puesto que aquel afecto sensible pertenece propiamente a la bienaventuranza, que esperamos en el cielo, y la acción pertenece a la virtud, que nosotros debemos practicar en esta vida. Regocijaos, dice, en el Señor, como si dijera procurad esto, haced diligencias para regocijaos en el Señor, y él os dará lo que vuestro corazón le pide. Pero advierte que llama el Profeta peticiones del corazón para que sepas que son aquellas que el juicio de la razón aprueba. Ni tienes con esto de qué quejarte sino más antes de dar a Dios con todo tu afecto muchas gracias; pues tan grande es el cuidado de tu Dios para contigo que todas las veces que ignorándolo le pides lo que para ti sería inútil, no te oye sobre ello pero lo trueca en otra dádiva más provechosa. Así el Padre al niño que le pide pan se lo da con gusto, pero si pide el cuchillo que él no juzga necesario no consiente en dárselo sino que más bien le parte el mismo pan que le había dado o le manda partir alguno de sus criados, para que el niño no tenga peligro ni trabajo.
8.En tres cosas juzgo que consisten las peticiones del corazón; ni veo que fuera de ella ninguno de los escogidos debiera pedir otra. Las dos primeras son de este tiempo. Es decir, son los bienes del cuerpo y del alma. La tercera es la bienaventuranza de la vida eterna. Ni te admires de que haya dicho que los bienes del cuerpo se han de pedir a Dios, porque de él son todos los bienes corporales igualmente que los espirituales. De él pues debemos esperar y también debemos pedirle lo que también nos sirve para mantenernos en su servicio. Sin embargo debemos orar con más frecuencia y con más fervor por las necesidades del alma, esto es, por obtener la gracia de Dios y las virtudes. Así también hemos de orar con toda la piedad y todo el deseo por la vida eterna, en la cual sin duda consiste la eterna y perfecta bienaventuranza del cuerpo y del alma.
9.En estas tres cosas, para que las peticiones sean del corazón, tres cosas podemos observar también. Porque en la primera suele entrarse algunas veces, secretamente, la superficialidad. En la segunda la impureza y en la tercera tal vez la soberbia. Algunas veces suelen buscarse las cosas temporales para deleite, las virtudes para ostentación y aún la vida eterna no la desean algunos no en humildad sino en la confianza de sus méritos. Ni digo esto porque la gracia recibida no dé confianza para pedir, sino porque no conviene que el hombre ponga en ella la esperanza de conseguir. Los dones de la gracia que hemos recibido solamente nos han de servir para esperar de aquella misericordia que los dió que nos dará también otros mayores. Sea pues ceñida la oración que es por cosas temporales, a las necesidades solas: sea la oración que se hace por las virtudes del alma, libre de toda impureza y dirigida a solo el beneplácito de Dios: sea la que se hace por la vida eterna, fundada en toda humildad, confiando (como es razón) de sola la misericordia divina.
RESUMEN
Solicitud de San Bernardo por sus Monjes. Nuestro cuerpo es nuestro lazo. El diablo es otro enemigo. Sin nuestro consentimiento nada nos daña la tentación. Nunca es infructuosa nuestra oración. Las virtudes por si mismas merecen amarse. Dios no oye algunas veces nuestras oraciones según nuestro deseo. Las peticiones del corazón consisten en tres cosas: los bienes del cuerpo, del alma y las bienaventuranzas de la vida eterna. Pueden dar lugar a la superficialidad, la impureza y la soberbia.  Tres cosas hemos de observar en esto: La oración que es por cosas temporales, debe dedicarse  a las necesidades solas; la  oración que se hace por las virtudes del alma, debe estar libre de toda impureza y dirigida a solo el beneplácito de Dios;  la que se hace por la vida eterna, debe estar fundada en la humildad, confiando en la misericordia divina.

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