EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

jueves, 14 de enero de 2021

EL ESPÍRITU SANTO ACTÚA EN NOSOTROS DE CUATRO MANERAS

1. Cristo nos ofrece una doble realidad: por una parte, lo que no logramos conocer, como su generación divina, de la cual se dice: ¿Quién puede explicar su nacimiento? Y por otra parte, todo lo que podemos conocer de sus obras divinas. Y lo mismo nos sucede con el Espíritu Santo: nuestros sentidos no perciben cómo procedel del Padre y del Hijo siendo igual y coeterno al Padre y al Hijo. En cambio, nos resulta evidente porque él nos ha enseñado cómo actúa su gracia en nosotros.
 Las obras del Espíritu Santo tienen un doble enfoque: unas son para nuestro bien y otras para el del prójimo. Lo que hace para nosotros mismos es, en primer lugar, fomentar la compunción borrando nuestros pecados; en segundo lugar suscita el fervor, ungiendo y sanando las heridas; en tercer lugar nos da capacidad de conocer, y con ese pan nos sustenta y robustece; y en cuarto lugar nos embriaga de vino, aumentando todos estos dones e infundiendo el amor.
 Otros carismas, como la sabiduría, la ciencia, el consejo, etcétera, nos los concede para bien del prójimo. Por eso el Apóstol, al hablar de los diversos dones, no dice solamente: Este recibe del Espíritu la sabiduría, y aquel la ciencia; sino que añade: palabras de sabiduría, palabras de ciencia, y así indica que estos dones se conceden para los otros, es decir, para edificar a los demás.
2. En estas obras es preciso evitar dos peligros: compartir con el prójimo lo que se nos da para nosotros, y reservarnos lo que se nos concede para los demás. Pues si nos apropiamos lo que recibimos para bien de los demás, faltamos a la caridad y se nos dice: ¿Para qué valen la sabiduría escondida y el tesoro oculto? Y si damos a conocer a los hombres los dones que recibimos de Dios en vez de agradecérsele a él en lo íntimo del corazón, perdemos la humildad y merecemos aquel reproche: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido?
 En ambos casos nos ponemos en peligro: en el primero perdemos la humildad y en el segundo la caridad. ¿Y es preciso salvarse sin humildad y sin caridad?
 En consecuencia, el orden adecuado de nuestro progreso es éste: aprovecharnos en primer lugar de esos dones como la compunción y otros semejantes; y la la gracia del Espíritu Santo suscita otros, como la sabiduría o la ciencia, procuremos compartirlos con el prójimo. De esta manera, si nos reservamos lo que nos conviene a nosotros y repartimos generosamente entre todos lo que se nos da para bien del prójimo, alcanzaremos ese don del Espíritu Santo que llamamos descreción de espíritus.

RESUMEN
El Espíritu Santo nos da unos dones para nosotros y otros para los demás.
 Para nosotros nos otorga, en primer lugar, fomentar la compunción borrando nuestros pecados; en segundo lugar suscita el fervor, ungiendo y sanando las heridas; en tercer lugar nos da capacidad de conocer, y con ese pan nos sustenta y robustece; y en cuarto lugar nos embriaga de vino, aumentando todos estos dones e infundiendo el amor.
 Otros carismas, como la sabiduría, la ciencia, el consejo, etcétera, nos los concede para bien del prójimo.
 En estas obras es preciso evitar dos peligros: compartir con el prójimo lo que se nos da para nosotros, y reservarnos lo que se nos concede para los demás. De no ser así faltaremos a la humildad y a la caridad. En cualquier caso procuraremos empezar por utilizar los dones que, generosamente, nos da para nosotros mismos.

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