Sobre el segundo verso:
Dirá al Señor: "Refugio mío alcázar mío; Dios mío, confío en ti”
Dirá al Señor: "Refugio mío alcázar mío; Dios mío, confío en ti”
Capítulo 1
1.
El que habita al amparo del Altísimo dirá al Señor: refugio mío alcázar mío Dios mío confío en ti. Lo dirá en acción de gracias, alabando la misericordia del Señor, que nos presta una doble asistencia. Primero, porque todo el que habita bajo su amparo, por no haber llegado todavía al reino, siente con frecuencia la necesidad de huir y a veces cae. Insisto en que se impone la huida frente a la tentación que nos persigue, mientras sea este cuerpo nuestro domicilio. Si no huimos a toda prisa, a veces, como bien sabemos, nos empujan y derriban; pero el Señor nos sostiene. De suerte que él mismo nos acoge como refugio, y así, veloces, podemos evadirnos del que lanza a los indolentes piedras contaminadas de toda inmundicia y nos libramos de ser apedreados tan indignamente.
2.
En segundo lugar, porque es nuestro amparo incluso cuando caemos y no nos estrellamos, pues él mismo nos sostiene con su mano. Por eso, en cuanto advirtamos en el pensamiento la violencia de la tentación, huyamos inmediatamente hacia él pidámosle con humildad su auxilio. Si acaso nos quedamos preocupados, como a veces nos ocurre, por habernos demorado más de lo conveniente en recurrir a él, hagamos todo lo posible para que nos sostenga la mano del Señor. Todos hemos de caer mientras vivamos en este mundo. Pero unos se hacen daño y otros no: porque Dios los sostiene con su mano. ¿Cómo podremos discernir o para ser capaces de separar los cabritos de los corderos y los justos de los pecadores, a ejemplo del Señor? Pues también el justo cae siete veces.
Capítulo 2
1.
Esta es la diferencia entre unas caídas y otras: el justo es acogido por el Señor y se levanta con más fuerzas. Pero, cuando cae el pecador, no se apoya para levantarse, y vuelve a recaer o en la vergüenza perniciosa o en la insolencia. Porque pretende excusarse de lo que ha hecho, y este falso pudor le conduce más al pecado. O como ramera desfachatada, no teme ya a Dios ni respeta a nadie, e, igual que Sodoma, hace públicos sus pecados. El justo, en cambio, cae sobre las manos del Señor, y misteriosamente, el mismo pecado contribuye a su mayor santidad.
2.
Sabemos que con los que aman a Dios, él coopera en todo para su bien. ¿No redundan nuestras caídas en el bien, haciéndonos más humildes y cautos? ¿No es el Señor quien sostiene al que cae, si éste se apoya en la humildad? Empujaban, y empujaban para derribarme, dice el Profeta; pero no consiguieron nada, porque el Señor me ayudó. Por eso puede decirle el alma fiel: Tú eres mi refugio. Todos los seres pueden decirle: Tú eres mi Creador. Los animales pueden decirle: Tú eres mi Pastor. Y los hombres: Tú eres mi Redentor . Pera tú eres mi refugio solamente puede decírselo el que habita al amparo del Altísimo. Esta es la razón por la que añade: Dios mío. ¿Por qué no dice Dios nuestro? Porque es Dios de todos como creador, como redentor y por todos los demás beneficios que comparamos. Pero cada uno de los elegidos le posee en sus tentaciones como un ser personal. Hasta ese extremo está dispuesto a acoger al que cae y librarle al que huye. Como si dejara a todos los demás para librarle a él.
Capítulo 3
Estas consideraciones le ayudarán mucho a toda alma para creer que Dios es su refugio propio y su testigo más inmediato. ¿Es posible que uno se haga negligente, si nunca deja de mirar a un Dios que le está mirando? Si contempla a Dios tan vuelto hacia él, que no cesa de tener en cuenta a cada instante todo su comportamiento exterior e interior para penetrar y discernir todas sus acciones y hasta los más sutiles movimientos de su espíritu, ¿Cómo no va a considerar a Dios como algo suyo? No sin razón podrá decirle: Dios mío, confiaré en ti. Mira que no dice "confié" o "confío", sino confiaré en él. Este es mi deseo, éste mi propósito, ésta la intención de mi corazón. Esta es la esperanza que abrigo en mi corazón, y en ello he de mantenerme. Confiaré en él. No desesperaré; no esperaré en vano, porque maldito el que peca en la esperanza. Y, sobre todo, no menos maldito el que peca en la desesperación. Tampoco quiero ser de esos que no confían en el Señor: Yo confío en el Señor. Pero dímelo ya. ¿Con qué frutos, con qué recompensa, con qué beneficios esperas en él? El te librará de la red, del cazador, de toda palabra cruel. Mas, si os parece bien, dejemos esta red y esta palabra para otro día y para el sermón siguiente.
RESUMEN
Podemos considerar la vida espiritual como sucesivas caídas. El impío se excusa y se regocija en la propia caída. El que busca el camino de Dios siente su refugio. Lo hace de una forma personal y vuelve a renacer como si sólo a él lo ayudara. Ese refugio nos cobija y permite mantener nuestra esperanza.
la vida es un eterno aprendizaje , y como tal se cometen errores, la actitud hacia la vida es lo que nos hace sabios, porque de nosotros esta aprender, de cada accion alejarnos del materialismo y consumismo, solo que algunos son absorbidos por ellos y pretenden dejarlo pero es tanta su conexion que no ven que no pueden salir, dichoso aquel que puede dejar todo por su tranquilidad , bienestar espiritual porque el material no tiene valor, cuando se deja su tierra, familia y todo concepto vanal por su verdad y amor hacia lo intangible pero tan gratificante como es el amor verdadero puro y leal...
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