EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

domingo, 16 de febrero de 2014

CUARESMA: SERMO TERTIUS

Sobre el tercer verso: "Porque él me librará de la red del  cazador y de toda palabra cruel".

Capítulo 1
Yo, sinceramente, hermanos, siento una gran compunción y compasión hacia mí mismo y tengo lástima de mi alma cuándo escucho estas palabras del salmo: Él me librará de la red del cazador. Porque ¿es que somos unas fieras? Sí; exactamente, lo somos. El hombre encumbrado en su dignidad no lo quiso entender; se puso al nivel de las bestias irracionales. Son verdaderas bestias los hombres, ovejas descarriadas sin pastor. ¿De qué te ensoberbeces, desgraciado? ¿De qué te jactas, sabihondo?¡Mira que verte reducido a un animal a quien tienden redes para cazarlo! ¿Y quiénes son estos cazadores? Unos cazadores perversos y malvados, astutos, crueles. Cazadores que no dejan oír sus bocinas para que no se les sienta, y así acribillan al inocente sin que resuene su voz. Son los jefes que dominan en estas tinieblas, astutos por su malicia y traidores por sus diabólicos engaños. Como venado ante el cazador. Eso es todo hombre para ellos, por muy sagaz que se crea. Solamente se exceptúan los que con el Apóstol conocen sus tretas, porque Dios les mostró su saber, concediéndoles descubrir los engaños de los espíritus malignos.
Por eso os recomiendo a vosotros, plantas tiernas de Dios, que aún carecéis de una fina sensibilidad para discernir el bien del mal: no procedáis según vuestro propio sentir, no os dejéis llevar de vuestro juicio propio, no sea que ese cazador astuto os engañe como a incautos e ignorantes. Porque a las bestias de la selva, que son fieras salvajes -me refiero a los hombres mundanizados-, les tiende sus lazos sin camuflaje alguno; sabe que caerán fácilmente en su red. Pero a vosotros, cervatillos asustadizos, que matáis las serpientes y vais tras las corrientes de agua viva, os coloca celadamente trampas mucho más sutiles y se vale de las más rebuscadas artimañas. Por eso os pido que os humilléis bajo la poderosa mano de Dios, vuestro pastor, y escuchéis a los que conocen mejor las mañas de esos cazadores, ya que se han formado por su experiencia propia y ajena y por su ascesis, ejercitada en repetidas pruebas a lo largo de los años.

Capítulo 2
Bien. Ya sabemos quiénes son los cazadores y quiénes los venados. Ahora veamos cuáles son sus redes. Pero no quiero deciros nada de mi propia cosecha, ni transmitíroslo sin plenas garantías de certeza. Que nos lo muestre el Apóstol; él conoce perfectamente la estrategia de los cazadores. Dínoslo, apóstol Pablo: ¿quién es esta red del diablo de la que se siente felizmente liberada el alma fiel? Los que quieren hacerse ricos en este mundo, caen en la tentación y en la trampa del diablo. Entonces, ¿son las riquezas mundanas la red del diablo? Desgraciadamente, conocemos a muy pocos que se feliciten de verse libres de esta red. Por el contrario, son muchos los que incluso se afligen, porque se creen poco aprisionados aún por las riquezas y además ponen todo su afán en verse envueltos y arrastrados por sus lazos. Pero vosotros lo habéis dejado todo y habéis seguido al Hijo del hombre, que no tiene dónde reclina su cabeza. Decid, pues, llenos de alegría: Porque él me libró de la red del cazador. Alabadle con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y dadle gracias desde lo más íntimo del corazón, diciendo: Porque él me libró de la red del cazador.
Y para que reconozcáis qué grande es este beneficio y sepáis bien los dones que Dios os ha dado, oíd cómo sigue el salmo: Y de toda palabra cruel. Escucha, hombre, por no decir bestia No temías la red, Teme al menos el martillo que aquí lo llama la palabra cruel. ¿Qué palabra es ésta sino la del infierno insaciable? Venga, venga; clávale ya la lanceta, despedázalo, mátalo en seguida, arráncale todo lo que lleva. Son las mismas palabras del Profeta: Desaparezca el impío y no vea la gloria de Dios. ¡Cómo gozan los cazadores al capturar la presa, gritando: ¡Fuera, fuera; clava la lanza, ponlo sobre las brasas, mételo en la caldera hirviente! Palabra cruel fue también la del pueblo judío, convertido en casa rebelde: Fuera, fuera; crucifícalo! Palabra horrible, nefasta, cruel. Sus dientes son lanzas y flechas; su lengua es puñal afilado. Tú, Señor, soportaste estas palabras crueles. ¿Por qué sino para librarnos de toda palabra cruel? Haz que por esta compasión tuya no lleguemos nosotros a sufrir lo que tú quisiste tolerar por nosotros.

Capítulo 3
Cuando exhortamos a los hombres mundanos a que se conviertan por la penitencia, nos responden: Este modo de hablar es intolerable. Es la misma reacción que encontramos en el Evangelio. Estaba el Señor hablando de la penitencia, aunque figurativamente, porque se dirigía a los que aún no habían recibido el don de conocer el misterio del reino de Dios. Y cuando se oyeron aquellas palabras: Si no coméis la carne y no bebéis la sangre del Hijo del hombre, exclamaron: Este modo de hablar es intolerable. Y se echaron atrás. Pero comer su carne y beber su sangre, ¿no equivale a compartir sus padecimientos e imitar la vida que eligió para su existencia mortal? Esto es lo que significa ese purísimo sacramento del altar cuando comemos el cuerpo del Señor. Que así como, bajo la forma aparente de pan, entra dentro de nosotros, de la misma manera, con su testimonio de vida en este mundo, se instala por la fe en lo más íntimo de nosotros. Y, al entrar su santidad, se queda con nosotros el que por el Padre fue constituido como salvación para nosotros. Porque el que permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios en él.
Sin embargo, muchos siguen diciéndonos: este modo de hablar es intolerable. ¿Sí? ¿Que es intolerable este fugaz momento de tribulaciones, capaz de convertirse en prenda hará la gloria eterna, sublime sobremanera? ¿Llamas intolerable a la liberación de unos sufrimientos y torturas inimaginables que nunca se acaban, al precio de unos trabajos tan cortos y llevaderos? ¿Os parece intolerable que os digan: Haced penitencia Estáis equivocados. Porque llegará un día en que tengáis que escuchar algo más intolerable, mucho más cruel, mucho más nefasto: Id, malditos, al fuego eterno. Esto sí que deberíais tender y considerarlo insoportable. Entonces sabríais que el yugo del Señor es llevadero, y su carga ligera. Si aún sois incapaces de creer que es de por sí insoportable, al menos no ignoráis que, comparado con otros, es mucho más ligero.

Capítulo 4
Pero vosotros, hermanos míos, vosotros que sois como veloces pajarillos ante cuyos ojos lanzan en vano las redes, vosotros que habéis abandonado totalmente las riquezas de este mundo, ¿por qué vais a temer esa palabra cruel, si ya habéis sido liberados de la red? Feliz de ti, Idithum, bajo cuyo título se inscriben algunos salmos. Tú saltaste por encima de la red para huir muy lejos de la palabra cruel. Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno; porque tuve hambre, y no me disteis de comer.
¿A quién van dirigidas estas palabras sino a los que poseen bienes de este mundo? Gran regocijo sentirán vuestros corazones al oírlas, desbordados de alegría espiritual. ¿Acaso no valoráis mucho más vuestra pobreza que todos los tesoros del mundo? Efectivamente, la pobreza os libera de toda palabra cruel. ¿Cómo podría exigiros Dios lo que habéis abandonado por su amor? Y, por añadidura, con el trabajo de vuestras manos alimentáis y vestís al mismo Cristo en los pobres para que nada le falte. Dad, pues, gracias a Dios; vivid alegres, diciendo: porque él me libró de la red del cazador y de toda palabra cruel. Estad alegres, os lo repito; pero, de momento, seguid temiendo. Quiero que viváis alegres, pero no seguros; con la alegría que viene de Espíritu Santo, pero con temor y precavido contra la recaída.

Capítulo 5
Puede suceder que, físicamente, nos resistamos a la apostasía por puro respeto humano. Pero la propia tibieza nos llevará lentamente a la apostasía del corazón. Y, de hecho, bajo el hábito monástico puede esconderse un corazón mundano que se entrega apasionadamente a todo tipo de consuelo mundano. Porque no somos nosotros más santos que el Apóstol, y él temía condenarse a pesar de haber predicado a los demás. También nosotros deberemos temerlo mientras no se rompa la trampa del cazador cuando el alma abandone este cuerpo, pues el propio cuerpo es una trampa; y, como está escrito, mis ojos mismos me robaron el alma. Nunca, pues, podrá vivir seguro el hombre, llevando como lleva consigo su propia asechanza. Todo lo contrario; es mucho más seguro morar al amparo del Altísimo, y así sortear la emboscada.
RESUMEN: Compara San Bernardo la vida espiritual con la de los seres sintientes que viven sometidos al peligro del cazador y sus cacerías. En cierto aspecto somos como bestias, pero nos ha sido dado conocer el camino para abandonar tan inferior condición. Las principales trampas y acechanzas están en las cosas mundanas como el vivir para los bienes materiales. La pobreza evangélica es ya una forma de evitar caer en esas sutiles artimañas. Esa vida espiritual es, también, una defensa para defendernos de la sentencia cruel de una vida sin sentido. Sin embargo, mucho cuidado: podemos encontrarnos satisfechos, acaso felices, pero nunca seguros pues hasta debajo del hábito puede desarrollarse una vida enteramente mundana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario