Salmo 91 Qui habitat |
1 El que habita al abrigo del Altísimo, *
mora bajo la sombra del Omnipotente.
2 Dirá al Señor: "Refugio mío y castillo mío, *
mi Dios, en quien confío".
3 El te librará del lazo del cazador, *
de la peste destructora.
4 Con sus plumas te cubrirá,
y debajo de sus alas estarás seguro; *
escudo y adarga será su fidelidad.
5 No temerás espanto nocturno, *
ni saeta que vuele de día;
6 Ni pestilencia que acecha en la oscuridad, *
ni enfermedad que a mediodía desola.
7 Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra, *
mas a ti no te alcanzará.
8 Ciertamente con tus ojos mirarás, *
y verás la recompensa de los malvados;
9 Porque hiciste del Señor tu refugio, *
del Altísimo, tu habitación,
10 No te sobrevendrá mal alguno, *
ni plaga tocará tu morada.
11 Pues a sus ángeles mandará cerca de ti, *
que te guarden en todos tus caminos.
12 En las manos te llevarán, *
para que tu pie no tropiece en piedra.
13 Sobre el león y el áspid pisarás; *
hollarás al cachorro del león y a la serpiente.
14 "Por cuanto ha hecho pacto de amor conmigo,
yo lo libraré; *
lo protegeré, por cuanto ha conocido mi Nombre.
15 Me invocará, y yo le responderé; *
con él estaré en la angustia;
lo libraré, y le glorificaré.
16 Lo saciaré de largos días, *
y le mostraré mi salvación".
PREFACIO
Tengo muy en cuenta, hermanos, y no sin un gran sentimiento de conmiseración, vuestro esfuerzo cuaresmal. Me pregunto con qué consuelo podría aliviaros y se me ocurre mitigaros la penitencia corporal. Pero no os serviría para nada. Al contrario, podría perjudicaros mucho. Si se desperdicia un poco de simiente, siempre se cosecha menos. Y si por una compasión cruel rebajase vuestras mortificaciones, el premio de vuestra corona perdería sus mejores joyas. ¿Qué procede entonces? ¿Dónde encontraremos la flor de harina del profeta? Porque la olla sabe a veneno y estamos a la muerte todo el día por el rigor de los ayunos, el trabajo tan asiduo y las prolongadas vigilias. Todo esto unido al combate interior: la contrición del corazón Y las frecuentes tentaciones.
Mortificaos, sí, pero por aquel que murió por vosotros. Pues, si rebosan sobre nosotros los sufrimientos de Cristo, gracias a él rebosa, en proporción, nuestro ánimo. Por eso, él es la delicia de quien rehúsa hallar consuelo en otras cosas, ya que en las más amargas contradicciones podrá encontrar gran consolación. ¿O no es cierto que vosotros sufrís por encima de la posibilidad humana, más allá de la capacidad natural y contra todo lo que puede el común de los mortales? Por tanto alguien tiene que llevar sobre sí todo ese peso; me refiero al que sostiene el universo entero con la Palabra de su poder.
Por esta razón, se vuelve contra el enemigo su propia espada, ya que las grandes tribulaciones con las que nos prueba se convierten en el mejor instrumento para vencer las tentaciones y en la señal más segura de la presencia divina. ¿Qué podemos temer, si está con nosotros el que sostiene el universo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo. ¿Quién es el que aguanta la mole de la tierra? ¿En quién se apoya el universo? Suponiendo que exista otro que mantenga a los demás seres, él, ¿por quién subsiste? Unicamente la palabra de su poder lo sostiene todo. La palabra del Señor hizo el cielo y la tierra, y el aliento de su boca, todos sus ejércitos.
RESUMEN
Desde el salmo 91, párrafo a párrafo, irá San Bernardo introduciéndonos en la Cuaresma. Serán meditaciones llenas de sacrificio orientado hacia nuestro Señor. No debemos mitigar nuestros ayunos y sacrificios durante la cuaresma, pues también los beneficios espirituales serían menores. Cristo sostiene el universo y las tribulaciones que sufrimos son un instrumento de la presencia divina.
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