EN LA SEPTUAGÉSIMA
SERMÓN SEGUNDO
Sobre las palabras de la Escritura: infundió el Señor sueño en Adán
1.Infundió el Señor sueño en Adán. Infundiole también en si mismo, habiéndose hecho segundo Adán: pero hay una distancia acaso no pequeña. Porque Adán parece haber dormido por un rapto de contemplación; de modo que en aquel infundió el sueño la verdad. En este la caridad, siendo una y otra el Señor. Puesto que dice San Juan Evangelista: Dios es caridad; y el mismo Señor: yo soy camino, verdad y vida. Verdaderamente aún aquel que sólo tenga el nombre de cristiano, no dudará que el sueño de Cristo fue efecto de sola su caridad. El fue quien se recostó como el león, no siendo vencido sino vencedor. Poniendo su vida por su potestad, poniendo el sueño de la muerte por su propia voluntad. Pero ¿cual se ha de decir o creer que fue aquel sueño que Dios infundió a Adán; en el cual sin sentido de dolor enteramente le quitó una costilla para formar de su costado la mujer mientras él dormía? A mi me parece que estando él absorto en la contemplación de la eterna verdad y en el abismo de la sabiduría divina se durmieron los sentidos, lo cual principalmente de sus propias palabras se puede conjeturar. Volviendo en si, da a entender donde había ido, pues viniendo medio embriagado de la despensa de los vinos, y prorrumpiendo en aquel grande misterio que tanto explicó de Cristo y de su Iglesia el Apóstol dice así: Esto ahora es hueso de mis huesos; y también: Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se juntará a su mujer serán dos en una sola carne. ¿Te parece haberse dormido totalmente el que despertando prorrumpió en voz semejante y que no podía decir más bien: yo duermo y vela mi corazón?
2.Sin embargo yo quiero que se entienda esto que he dicho sin perjuicio de lo que a otro acaso le pareciere, especialmente si se encuentra otra cosa en la página de los santos. No pienso yo que fuese sueño común o semejante a los nuestros: que ni los infunde el rapto de la contemplación ni el afecto de conmiseración sino el defecto que proviene de nuestra enfermedad y flaqueza: que ni les causa la verdad ni la caridad, sino la necesidad. Un pesado yugo se halla sobre los hijos de Adán: pero no es un principio sobre Adán, sino ahora sobre sus hijos. ¿Qué cosa no es pesada para estos miserables, para los que aún el vivir es trabajo? ¿Para quienes también el uso mismo de los sentidos ( lo que pocos al parecer advierten y ninguno parece sentirlo absolutamente) es grave carga de modo que no se pudiera sostener, sino se aliviase con la alternativa del descanso? ¿Qué hay que no sea dolor y aflicción del espíritu de cuantas cosas hay debajo del sol, cuanto también es pesadísimo aquello mismo en que principalmente se deleitan que es la vegetación y sensación del cuerpo? La tristeza de su separación hace ver que dulce era para el alma la compañía del cuerpo, pues apenas por último puede apartarse, cuando la misma corrupción del cuerpo es ya intolerable. Por cierto, no el cuerpo absolutamente, sino el cuerpo que se corrompe oprime el alma. Para que sepas que el alma del primer hombre estuvo exenta de este gravamen, mientras que tuvo un cuerpo incorrupto. Dios le puso en libertad de suerte que colocado entre lo supremo y lo infinito se extendiese hacia aquello sin dificultad; penetrando aquello con la vivacidad y pureza de su entendimiento, y juzgando esto con la autoridad de superior, En fin, fueron traídos los animales a la presencia de Adán para que viese como los había de llamar: no fue él mismo llevado de curiosidad a verlos.
3.No está de la misma manera libre en nosotros la razón, sino que tiene por todas partes para combatir. Porque de tal forma la tienen cautiva las cosas íntimas en su viscosidad, y es repelida de las supremas como indigna de ellas, que ni de aquellas se puede arrancar sin dolor, ni puede ser admitida sin grandes gemidos o raras veces a éstas. Por una parte hacen fuerza las que quieren quitarme la vida, de modo que es preciso clamar: Infeliz hombre yo ¿quien me liberará del cuerpo de esta muerte? Por otra, antes que coma suspiro porque el Reino de los Cielos se toma por fuerza y los violentos le arrebatan. Con todo se debe mantener allí la unidad y aquí la división, así como Adán se durmió en la contemplación de las cosas supremas y distinguió los animales poniéndoles nombres. A este modo Abraham también en el sacrificio, según leemos, dividió no los volátiles sino los animales. Y Marta se turba atendiendo a muchas cosas, siendo necesaria una sola. Necesaria es, verdaderamente, una sola cosa y en gran manera es necesaria, porque esta es aquella excelentísima parte que no será quitada. Cesará la división cuando llegare la plenitud y participará toda la santa ciudad de Jerusalen de una misma cosa. Mientras tanto el espíritu de sabiduría no sólo es único sino de muchas maneras también: solidando lo anterior en la unidad, pero distinguiendo con juicio las cosas exteriores. De todos los creyentes te ponen ejemplo en la primitiva Iglesia cuando de todos los creyentes era uno solo el corazón y una sola el alma para que así no se partiesen los volátiles. Pero se repartirá a cada uno según su necesidad para que así se partiesen los animales. Hay también entre nosotros unidad de ánimo. Estén unidos nuestros corazones amansando una cosa, buscando una cosa, adhiriendo una cosa y sintiendo todos una misma cosa. De esta manera la exterior división evitará el peligro y no incurrirá en escándalo, pues aunque cada uno tenga su particular paciencia, su propio modo de pensar en disponer las cosas temporales, aunque igualmente se vea que algunos tienen diversos dones de gracias y que todos los miembros no tienen una misma operación; sin embargo la unidad interior y unanimidad juntará la multiplicidad y la apretará con la liga de la caridad y con el lazo de la paz.
RESUMEN
Dos géneros de sueño. Uno el primer hombre y otro en Cristo. El sueño de Adán fue por éxtasis de contemplación. El sueño de Cristo por caridad. Rapto estático de Adán. Estado de Adán antes del pecado. Miseria del hombre después de su caída. Cual es la unidad y cual la división que debemos buscar en esta vida. Elegante y viva moralidad. El espíritu de Dios es de muchos modos en sus efectos.
Nota: vivimos en un perpetuo sueño, muy diferente del sueño de Cristo para vencer a la muerte. El nuestro está lleno del engaño de los sentidos. Pero en ese sueño debemos vivir con caridad y buscar la unidad de todas las formas de vida y pensamiento, orientándolos de forma espiritual hacia Cristo.
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