Capítulo 1
Estad en vela y orad para no ceder en la tentación. Sabéis quién y cuándo lo dijo, porque es palabra del Señor, próxima ya su pasión. Y pensad que era él quien iba a la pasión y no sus discípulos. Sin embargo, no dice que pidan por él; sino por ellos. Y así le avisa a Pedro: Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que no pierdas la fe. Y tú, cuando te arrepientas, afianza a tus hermanos. Si tanto habían de temer los apóstoles por la pasión de Cristo, ¿cuánto más no hemos de temer nosotros, hermanos míos, por nuestra pasión? Estad, por tanto, en vela y orad para no ceder en la tentación porque os rodea por todas partes la tentación. Ya habéis leído que la vida del hombre es tentación. Si nuestra vida está llena de tantas tentaciones que con razón debe definirse como una tentación, tendremos que atisbar en todas direcciones con extremada vigilancia para no caer en la prueba. Por eso decimos en la oración del Señor: Y no nos dejes caer en la tentación. Te invaden las tentaciones, pero su fidelidad te cercará como un escudo. Y, si se propaga la guerra, encontrarás guarniciones de tropas por todas panes. Es evidente que ese escudo debe ser espiritual, para que pueda cubrimos por entero. Por eso nos rodea su fidelidad, porque quien lo promete es la nobleza en persona, y tal como lo promete, lo cumple. Fiel es Dios, y no permitirá que la tentación supere nuestras fuerzas.
Capítulo 2
No es una incongruencia comparar la gracia de la protección divina con un escudo, pues por arriba es ancho Y muy amplio, para proteger la cabeza y los hombros. Pero por abajo es más estrecho; así se maneja mejor. Y, sobre todo, porque los pies; al ser más delgados, no corren tanto riesgo de ser alcanzados, y, en el peor de los casos, sus heridas no son tan graves. Cristo emplea la misma táctica. Para que sus soldados defiendan mejor lo que de suyo es inferior, su propia carne, la sacrifica con una mayor estrechez, por así decirlo, mediante la pobreza de los bienes materiales. Pues no quiere verlos sobrecargados por el exceso de riquezas, sino que estén contentos teniendo lo suficiente para comer y vestirse, como dice el Apóstol. Por el contrario, pa lo demás prodiga una mayor abundancia de gracia espiritual. Así lo encontramos escrito: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Con esto quería decirnos que no andemos agobiados por la comida y el vestido. Nuestro Padre celestial nos lo suministra por dos motivos: porque, si nos lo negara, creeríamos que está ofendido con nosotros y caeríamos en la desesperación. Y además para evitar que nuestro excesivo afán por los bienes materiales vaya en detrimento del esfuerzo espiritual, pues sin ellos no se puede vivir ni servir a Dios. No obstante, cuanto menos tengamos, mejor.
Capítulo 3
Así, pues, su fidelidad te cercará como escudo; no temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni al enemigo que se desliza en las tinieblas, ni el asalto del demonio al mediodía. Estas son las cuatro tentaciones de las que debemos estar a cubierto con el escudo del Señor a derecha e izquierda, delante y detrás, pues nos rodean por todas partes. Yo quiero que estéis prevenidos. Nadie puede vivir en la tierra sin tentaciones. El que se libre de una tentación, esté seguro y más temeroso que le sobrevendrá otra. Y pida verse liberado; pero nunca se prometa la libertad perfecta ni el descanso en este cuerpo de muerte.
En estas circunstancias, debemos reconocer el amoroso plan divino de su misericordia para con nosotros. Consiente él que nos agobien algunas tentaciones durante algún tiempo para que no nos asalten otras más peligrosas. De unas nos librará antes, para que podamos ejercitarnos en otras que prevé más ventajosas. Ya analizaremos, en su momento, estas cuatro tentaciones enumeradas por el salmo. Yo creo que, en el mismo orden designado por el salmista, acosan a los que se convienen y son como la raíz de todas las demás.
RESUMEN
Vivimos rodeados de todo tipo de tentaciones. El mismo Cristo se preocupaba más por sus discípulos que por él mismo. Nuestra fidelidad es como un escudo espiritual que nos protege. Ese escudo es ancho por arriba y estrecho por abajo pues tienen menor importancia las cosas materiales (representados por nuestras piernas y pie) pero también se cubren esas necesidades, por añadidura, pues sería un gran sufrimiento carecer complemtamente de ellas y son la base para que nuestro espíritu pueda avanzar libremente, sin agobios. Nadie está libre de tentaciones pues después de una sobreviene otra. Es posible que el Creador deje hacer a unas u otras para conducir nuestro desarrollo espiritual. No olvidemos las misteriosas palabras en las que las clasifica:
-no temerás el espanto nocturno
-ni la flecha que vuela de día,
-ni al enemigo que se desliza en las tinieblas,
-ni el asalto del demonio al mediodía
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