EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

jueves, 13 de febrero de 2014

CUARESMA: UNGIR LA CABEZA Y LAVAR LA CARA



Hoy, amantísimos, entramos en el sagrado tiempo de Cuaresma, que es el tiempo de la milicia cristiana. No es particular en nosotros esta observancia; es general a todos cuantos en el seno de la iglesia profesan una misma fe. ¿Es muy común en todos los cristianos el ayuno de Cristo? ¿Siguen muchos miembros a su cabeza? Si hemos recibido de esta cabeza los bienes ¿Por qué no sufriremos también los males? ¿Queremos no sentir lo triste y participar de lo gustoso? Si así fuera daríamos prueba de que somos indignos de participar en cosa alguna de esta cabeza. Todo cuanto ella padece por nosotros lo hace. Si en la edificación de nuestra salud nos da pereza trabajar con Él, en qué otras cosas podremos mostrarnos coadjudtores suyos. No es cosa muy grande el que se ha de sentar en la mesa del Padre con Él mismo. El miembro debe padecer conjuntamente con la cabeza con la que también debe ser glorificado. Dichoso miembro el que se junta con esta cabeza y la sigue a cualquier parte que vaya. De otra suerte, si sucede acaso que sea cortado de ella y separado, será separado del punto de partida del espíritu de vida. Porque cualquier parte del cuerpo que no esté unido con la cabeza ¿cómo tendrá sentido que tenga vida? Así expuesta no faltará quien entre a ocuparla. Brotará por segunda vez la segunda cabeza en la que la mujer fuerte había quebrantado el espíritu de vida.
 Verá un monstruo horrible, con cuerpo de hombre pero cabeza de demonio. Aquella viperina cabeza no volverá sin siete espíritus peores que ella. ¿Cortado el cuerpo de Cristo, me incorporaré yo miserable a Satanás? Yo siempre os seguiré y no temeré ningún mal porque estáis conmigo. Vais primero por el angosto agujero de la pasión para dar ancha entrada a los miembros que os siguen. De esta cabeza nace el ungüento que se extiende hasta la orla del vestido para que hasta la más pequeña fimbria quede sin unción. De la cabeza nace la piedad y la misericordia. Según está escrito: Oh Dios, os ha ungido vuestro Dios con el aceite de la alegría de una manera que también la unge María y es una buena obra. El evangelio dice que cuando ayunéis unge tu cabeza y lava tu cara. El Espíritu Santo es la fragancia del ungüento espiritual. Ungió el Padre al Hijo de una manera más excelente que a todos los que participan de Él. Ungido, finalmente, nos lo envió a nosotros a quien lo mostró lleno de gracia y de misericordia. Al lugar de donde salen vuelven los ríos para volver a correr otra vez. El agua puede estancarse y hasta la recibida puede ser dañina. Cristo nos prohibe la tristeza que se afecta en el semblante delante de los hombres. La tristeza de los hipócritas no está en el corazón sino en el semblante, porque desfigura su rostro. Cuando ayunares unge tu cabeza y lava tu cara. Los hipócritas desfiguran su cara. Otros tipos de hipócritas ungen su cabeza para esparcir la fragancia de su propia fama. Delante de los ojos humanos no busques tu propia gloria sino la del Autor. Unos ayunan con vanidad y a estos les dice: lava tu cara. Otros lo hacen con impaciencia y resentimiento y a éstos le es necesario ungir la cabeza. El ayuno  es unción de la cabeza y el hambre del cuerpo refección del corazón. Unge tu cabeza para que no entre en ti la impaciencia o la murmuración y para que te llenes de tribulación, pero sin vanidad alguna. Que la cara esté limpia del aceite del pecador.
RESUMEN
El ayuno de Cristo debe movernos eficazmente a que ayunemos con gusto. Debemos unirnos a Cristo como los miembros a nuestra cabeza. El cristiano separado de Cristo se convierte en un monstruo. La caridad es bálsamo. Debemos buscar la unción de Cristo. La gratitud hace aumentar las gracias. Los que ayunan pueden incurrir en dos vicios: la vanagloria y la impaciencia. Para evitarlos es útil ungir nuestra cabeza y lavar nuestra cara. Esos actos tienen un sentido simbólico y también evitan la hipocresía de mostrar a los demás los efectos del ayuno. 

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