Sobre las palabras de la misma lectura: Tres son los que dan testimonio en el cielo
Capítulo 1
En la carta de San Juan que hoy ha sido proclamada, se nos dice que hay un triple testimonio en el cielo, y otro semejante en la tierra. A mi parecer, el primero es signo de estabilidad y el segundo de restauración. Aquél selecciona a tos ángeles, éste a los hombres; aquél separa a los buenos de los malos, éste a los justos de los pecadores. La visión de la Trinidad testifica en favor de los ángeles que se mantuvieron fieles a la verdad, cuando se rebeló Luzbel. Y los hombres que han sido salvados por la misericordia divina poseen el testimonio del Espíritu, del agua y de la sangre.
No hay duda que el Padre da testimonio en favor de aquellos que le honran como a Padre. Pero si eres un malvado te dirá: si soy padre, ¿dónde queda mi honor? Estarás totalmente privado de su testimonio, porque intentas apropiarte su gloria, y en vez de honrarle pretendes hacerte igual a él. Me sentaré, dices, en el monte de la asamblea, me igualaré al Altísimo. Acabas de ser creado, y ¿ya quieres sentarte junto al Padre de los espíritus? Todavía no te ha dicho: siéntate a mi derecha. Se lo ha dicho al que es el Unigénito, cuya generación eterna le hace igual en esencia y dignidad al Padre. Tú, en cambio, quieres usurpar la categoría divina y tienes envidia de la gloria del Hijo, gloria del Hijo único del Padre; con lo cual te privas también de su testimonio. ¿Y podrá alcanzar el testimonio del Espíritu quien ha sido rechazado del Padre y del Hijo? El Espíritu detesta al soberbio y turbulento; el amante de la paz descansa sobre el humilde y pacífico; y el creador de la unidad tiene celos contra ti, que no buscas ni la unidad ni la paz.
Capítulo 2
¿Cómo no vamos a temer, hermanos míos, que esta humilde viña del Señor pueda ser pasto de esta alimaña tan singular? ¿No destrozó muchos sarmientos de la viña celeste aquella primera singularidad? Es más fácil advertir allí la soberbia que la singularidad. Pero yo pregunto: si todos los ángeles permanecían fieles, ¿no se dejó llevar de la singularidad el que pretendió usurpar el trono? Que los ángeles permanecían fieles me lo dicen dos testigos muy calificados, que testifican lo que vieron. Isaías afirma: Vi al Señor sentado... y serafines en pie junto a él. Daniel añade: Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes.
¿Queréis un tercer testigo, para que con tres testigos quede fallada la causa? Acudiré a Apóstol, que fue arrebatado hasta el tercer cielo, y después dijo: ¿Qué son todos sino espíritus que cumplen sus funciones? Todos permanecen en actitud de servicio: tú, en cambio, no quieres la paz y aspiras al trono. Irritas al Espíritu que fomenta la unanimidad en su casa; denigras el amor, al rasgar la unidad y deshacer el lazo de la paz. Los ángeles no abandonaron su estado ni su casa, y el Espíritu de caridad, de unidad y de paz da testimonio en su favor. A ti, empero, te condena por tu envidia, tu singularidad y tu ansiedad. Esto es lo que me inspira el testimonio del cielo.
Capítulo 3
Existe también otro en la tierra, para discernir a los nativos de los extraños, es decir, a los ciudadanos del cielo de los de Babilonia. Dios no puede dejar sin testimonio a sus elegidos. Si carecieran de pruebas que confirmasen su elección, se verían privados del consuelo cuando fluctúan angustiados entre el miedo y la esperanza. Pero el Señor conoce a los suyos, y él sabe muy bien a quiénes eligió desde el principio. El hombre, en cambio, no sabe si Dios le ama o le odia.
Si carecemos de una certeza absoluta, nos será al menos muy provechoso y consolador tener algunos indicios de elección. Porque mientras nuestro espíritu no tenga algún testimonio de su predestinación, no podrá vivir en paz La palabra más auténtica y digna de que todos la hagan suya es aquella que nos garanticé de algún modo la salvación. Esa palabra consuela a los elegidos y desarma las excusas de los réprobos. Si conocemos los signos de la vida, quien los rechaza manifiesta claramente que no le interesa el bien de su alma, y aprecia muy poco la patria suspirada.
Capítulo 4
Los que dan testimonio en la tierra son tres: el Espíritu, el agua y la sangre. Sabéis muy bien, hermanos, que al pecar todos en Adán, todos caímos en él. Caímos en una cárcel, llena de fango y de piedras. Allí yacíamos cautivos, manchados y maltrechos, hasta que llegó el deseado de las naciones, que nos rescató, nos limpió y nos restableció. Dio su propia sangre como rescate, brotó agua de su costado para lavarnos, y envió su Espíritu de lo alto para confortar nuestra flaqueza.
Examínate si todo esto produce frutos abundantes en ti. Porque puedes ser culpable de la sangre del Señor si no le das valor alguno; y al tener agua para purificarte te haces más reprensible si continúas lleno de fango; y si resistes al Espíritu no quedarás impune si eres un deslenguado. Ten, pues, mucho cuidado: porque si no producen frutos en ti te perjudicarán.
Capítulo 5
El que se abstiene de pecar, puede estar cierto de que la sangre de Cristo no ha sido inútilmente derramada. Quien peca se esclaviza al pecado. Pero si renuncia al pecado y se libra del yugo de su esclavitud, posee una prueba evidente de la redención, fruto de la sangre de Cristo. Sin embargo, el pecador debe unir la penitencia a la continencia. Use la prueba del agua, entregándose al llanto regando el lecho con lágrimas. La sangre perdona el pecado y hace que ya no reine en nuestro ser mortal; y el agua limpia todas las faltas cometidas.
Pero el triste arrastrar las cadenas y la espantosa lobreguez de la cárcel nos ha dejado triturados y entumecidos. Somos incapaces de defendernos en la vida. Pidamos el Espíritu que auxilia y reconforta, plenamente confiados de que e Padre da el buen espíritu a los que se lo piden. Una vida nueva es señal inequívoca de poseer un espíritu nuevo. En resumen: tener el testimonio de la sangre, del agua y del espíritu, significa privarse de pecar, hacer frutos dignos de penitencia y abundar en buenas obras.
RESUMEN
El ser humano debe abstenerse de intentar igualarse a Dios. En cambio nos fijaremos en sus signos, en lo que nos ha dejado como muestra del camino que debemos seguir: el agua, el espíritu y la sangre. Dio su propia sangre como rescate, brotó agua de su costado para lavarnos, y envió su Espíritu de lo alto para confortar nuestra flaqueza. Si no seguimos esos signos, ni nos deshacemos en llantos, en compunción, sólo nos espera el barrizal del pecado, el arrastrar de cadenas, las estrecheces de la auténtica falta de libertad.
RESUMEN
El ser humano debe abstenerse de intentar igualarse a Dios. En cambio nos fijaremos en sus signos, en lo que nos ha dejado como muestra del camino que debemos seguir: el agua, el espíritu y la sangre. Dio su propia sangre como rescate, brotó agua de su costado para lavarnos, y envió su Espíritu de lo alto para confortar nuestra flaqueza. Si no seguimos esos signos, ni nos deshacemos en llantos, en compunción, sólo nos espera el barrizal del pecado, el arrastrar de cadenas, las estrecheces de la auténtica falta de libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario