EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

lunes, 19 de mayo de 2014

TERCER SERMÓN DE PENTECOSTÉS: NUEVAMENTE EN LA MISMA SOLEMNIDAD

Nuevamente en la misma solemnidad
1.El Espíritu Santo sabe muy bien con qué gusto os comunico todo lo que él se digne inspirarme. Hoy celebramos su fiesta: su fiesta principal: ¡ojalá lo hagamos con la misma devoción! Él os ha reunido en una misma ciudad y en una misma casa, para posarse sobre los reposados y poner sus ojos en los humildes y en los que se estremecen ante sus palabras. Él cubrió con su sombra a la Virgen, confortó a los apóstoles; preparó un acceso a la divinidad en un cuerpo virginal, y revistió a los apóstoles con una fuerza venida de lo alto, es decir, con su inflamada caridad.
El coro de los apóstoles se vistió esa coraza como un gigante para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a los paganos, sujetando a los reyes con argollas y a los nobles con esposas de hierro. Como se trataba de meterse en casa de un hombre fuerte y deshacer todo su ajuar, era necesario ser más fuerte que él. Triunfar de la muerte y no sucumbir ante el poder del infierno les era totalmente imposible: únicamente vencerían llenos de un amor fuerte como la muerte y de una pasión tan cruel como el abismo. Este es el celo que los devoraba cuando la gente los creía borrachos.
Es cierto que estaban bebidos, pero no de un vino ordinario. Estaban ebrios, repito, pero del vino nuevo que los odres viejos no merecen ni pueden contener. Este vino es fruto de la vid celestial, un vino que alegra el corazón y no trastorna la mente; un vino que desarrolla a los jóvenes y no extravía a los hombres inteligentes. Un vino desconocido para los habitantes de la tierra. En el cielo siempre había sido abundante: no lo tenían en odres ni en vasijas de barro, sino en bodegas y despensas espirituales. Por todas las calles y plazas de la ciudad corría ese vino que llena de alegría el corazón y no excita la lujuria de la carne. Pero los nacidos en la tierra y los humanos lo desconocían por completo.
2.Así, pues, el cielo saborea un vino especial que la tierra todavía no ha probado. Y era tal su ignorancia que tampoco se deleitaba en la humanidad de Cristo, cuya presencia ansiaba el cielo. ¿Cómo no iban a hacer, pues, el cielo y la tierra, los ángeles y apóstoles un negocio tan honesto como provechoso para ellos? Aquellos piden la humanidad de Cristo, éstos el vino del cielo; que el Espíritu venga a la tierra y la carne suba al cielo, y en adelante todo sea común para todos. Jesús había dicho: si no me voy, no vendrá vuestro Abogado. Que quiere decir: Si no dais eso que tanto amáis, no tendréis lo que deseáis. Os conviene que yo me vaya, para trasladaros a vosotros de la tierra al cielo y de la carne al espíritu.
El Hijo es espíritu, el Padre es espíritu, y el Espíritu Santo es espíritu. Recordemos la Escritura: Cristo, el Señor, es un espíritu que está siempre con nosotros. Y el Padre, por ser espíritu, quiere que se le adore en espíritu y de verdad. Pero se llama espíritu de manera especial Espíritu Santo, porque procede de ambos y es el lazo fuerte e indisoluble de la Trinidad. Y también se le llama santo por excelencia, porque es el don del Padre y del Hijo que santifica toda criatura. Sin que por eso se niegue que el Padre sea espíritu y santo, lo mismo que el Hijo, de quien afirma el Apóstol: Él es el origen, camino y meta del universo.
3.Debemos considerar tres puntos en la obra grandiosa del universo: qué es, cómo ha sido hecho y para qué. La existencia del mundo manifiesta un poder incalculable, capaz de crear tantos seres y tan maravillosos, con tanta variedad y esplendidez. El modo de realizar la creación demuestra una sabiduría infinita, para colocar unos seres arriba, otros abajo y otros en el medio, y todo con un orden extraordinario. Y si piensas para qué ha sido hecho, encontrarás una bondad muy fecunda y una fecundidad muy bondadosa: tanta multitud y grandeza de beneficios confunde a los más ingratos. Todas las criaturas han sido creadas de la nada por un poder infinito, la sabiduría las dejó prendidas de su belleza, y la providencia las hizo muy provechosas.
 Por desgracia siempre ha habido y sigue habiendo hombres que, atraídos sensualmente por los bienes más ordinarios del mundo material, se entregan por completo a las realidades creadas sin pensar jamás, cómo han sido creadas, ni con qué finalidad. Con razón los llamamos carnales. Otros, en cambio, muy pocos, han puesto todo su empeño y afán en investigar el orden de las criaturas, y no se han fijado en su utilidad, o las han despreciado soberbiamente, comiendo poco y mal. Suelen llamarse filósofos; para nosotros son unos hombres raros y llenos de vanidad.
4.A estas dos especies siguieron otros hombres mucho más sensatos: prescindieron del hecho y modo de la creación, y pusieron toda su atención en la finalidad de las criaturas. Pronto comprendieron que Dios lo hizo todo por sí mismo y para los suyos. En un aspecto lo hizo por sí mismo, y bajo otro aspecto, todo para los suyos. Cuando decimos: todo por sí mismo, declaramos que él es el origen de todas las cosas; y al afirmar: todo por los suyos, expresamos la utilidad de las mismas.
 Todo lo hizo por sí mismo, es decir, por un amor totalmente gratuito; y todo lo hizo por sus elegidos; para su provecho. Lo primero es la causa eficiente y lo segundo la final. Estos hombres son los espirituales: sacan partido de este mundo como si no disfrutaran. Buscan a Dios con un corazón entero y no les preocupa cómo funciona la máquina del mundo. A los primeros los arrastra el placer, a los segundos la vanidad y a estos últimos la verdad.
5.¡Qué gozo siento al comprobar que vosotros asistía a esta escuela, la escuela del Espíritu! En ella aprendéis la bondad, la disciplina y la sabiduría, y podéis afirmar con el santo profeta: Soy más docto que todos mis maestros. ¿Por qué? ¿Acaso por vestirme de púrpura y lino y banquetear espléndidamente? ¿Por sobresalir y descollar en las sutilezas de Platón y sofismas de Aristóteles? En absoluto, sino porque observo tus preceptos.
Dichoso el que goza de la intimidad del Espíritu Santo y puede comprender aquel triple espíritu que ensalzaba el siervo de Dios, joven de años pero más sabio que los ancianos: no me arrojes lejos de tu rostro ni me quites tu santo espíritu. Oh Dios crea en mi un corazón puro, y renuévame por dentro con espíritu firme. Devuélveme la alegría de tu salvación, y afiánzame con tu espíritu fundamental.
Aquí tienes al Espíritu Santo llamado por su propio nombre. Pide que no le arroje lejos de su rostro, como una cosa impura, porque a este Espíritu le repugna la inmundicia y no habita en un cuerpo esclavo del pecado. Si su misión es aniquilar el pecado, forzosamente debe aborrecerlo. Es imposible que convivan en una misma casa tanta pureza y tanta inmundicia. Quien recibe el Espíritu Santo y vive consagrado a él, sin lo cual nadie verá al Señor, ¿puede ya presentarse ante él limpio y purificado, porque se abstiene de todo mal y domina sus actos, aunque todavía no los pensamientos?
6.Los pensamientos retorcidos alejan de Dios: por eso debemos pedir un corazón puro; y esto se realizará si nos renovamos interiormente con espíritu firme. Este espíritu recto lo podemos referir al Hijo, que nos despoja del hombre viejo y nos reviste del nuevo. Renueva las entrañas de nuestra mentalidad para que pensemos rectamente y nos rijamos por un espíritu nuevo, no por un código anticuado.
 Él trajo del cielo la imagen de la autenticidad, y la dejó en la tierra, inyectando y empapando todas sus obras de integridad y ternura. Él mismo lo había predicho de sí: El Señor es bueno y recto y enseña el camino a los pecadores. Cuando se domina el cuerpo por medio de buenas obras, y se purifica o renueva la mente con pensamientos razonables, se recupera la alegría de la salvación: caminas a la luz del rostro de Dios, y su nombre es tu gozo cada día.
7.Sólo te falta afianzarte con espíritu fundamental. Este espíritu es el Padre: no porque sea mayor que los otros, sino por ser el único que no procede de ningún otro. El Hijo procede de él, y el Espíritu Santo de entrambos. Esta firmeza es la caridad. Es el don por excelencia del Padre. No hay otro más paternal. ¿Quién podrá privarnos del amor de Cristo?, grita el Apóstol. ¿Dificultades, angustias, hambre, desnudez, peligros, espada? Estad ciertos que ni muerte ni vida, ni todo lo que el Apóstol enumera con tanto detalle y valentía, podrá privarnos del amor de Dios, presente en Cristo Jesús. ¿Qué es todo esto sino una evidente manifestación de firmeza?
¿Conservas tu propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarte arrastrar por la pasión? En ese caso has recibido al Espíritu Santo. ¿Quieres hacer a los demás lo que quisieras que hicieran contigo y no hacerles lo que no deseas hagan contigo? En ese caso has recibido un espíritu auténtico para con el prójimo. Tal es la equidad ordenada por una y otra Ley: es innata a la naturaleza y lo pide expresamente la Escritura.
Si perseveras fielmente en este doble bien, bajo todos sus aspectos, has recibido el espíritu fundamental: el único que agrada a Dios. Porque el inmutable no acepta los cambios de ser y no ser, ni el eterno se complace en lo caduco. Así, pues, si deseas que Dios te lleve a su intimidad, procura que el Espíritu Santo dirija tu propia vida y el espíritu de rectitud tus relaciones con el prójimo. Y al Príncipe y Padre de los espíritus ofrécele un espíritu primordial.
8.¡Qué variado es este Espíritu! Se comunica de mil maneras a los hombres y nadie se libra de su calor. Se da para nuestra utilidad: de él proceden los milagros, la salvación, la ayuda, el consuelo y el fervor. En el curso de la vida otorga en abundancia todos los bienes ordinarios a buenos y malos, a los que son dignos e indignos, sin ninguna clase de límite ni frontera. ¡Qué ingrato es el que no reconoce al Espíritu en todos estos beneficios!
 En los milagros se da a través de las señales, prodigios y portentos que realiza por las manos de algunos. El es quien renueva los milagros antiguos, y confirma a los hombres de hoy en la de de los de ayer. Pero como esta gracia no es eficaz para algunos, se hace nuestra salvación cuando nos convertimos al Señor Dios nuestro con todo nuestro corazón. Es nuestro auxilio cuando nos ayuda en nuestra debilidad. Y cuando asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios, esto nos lo inspira para consolarnos.
 Y comunica fervor cuando sopla impetuosamente en el corazón de los perfectos y enciende en ellos el fuego ardiente del amor: entonces no sólo se sienten orgullosos con la esperanza de los hijos de Dios, sino que se glorían de las dificultades, y aceptan la injuria como un honor, la ignominia como un gran gozo, y el desprecio como un elogio. Si no me equivoco todos hemos recibido el Espíritu que salva, pero no todos el que da fervor. ¡Qué pocos son los que están llenos de este Espíritu y suspiran por él! Vivimos satisfechos con nuestra penuria y no intentamos respirar ese aire de libertad ni siquiera aspirarlo.
Pidamos, hermanos, que se cumplan en nosotros los días de Pentecostés: días de perdón y de gozo, días de auténtico jubileo. Que el Espíritu Santo nos encuentre siempre reunidos a todos en un mismo lugar, por la presencia corporal, la unanimidad de corazones y la estabilidad que hemos prometido. Para alabanza y gloria del esposo de la Iglesia, Jesucristo nuestro Señor, el Dios soberano, bendito por siempre.

RESUMEN
Obras del Espíritu Santo. La naturaleza del vino místico. Comercio del Cielo y la tierra en el día de Pentecostés. Los filósofos son curiosos y banales. El verdadero sabio mira, principalmente, el fin por el que fueron creadas las cosas. ¿Quiénes son los espirituales? En realidad existe un espíritu triplicado. Indicios de que el Espíritu Santo habita en nosotros. El Espíritu Santo se da a los hombres de muchos modos.

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