EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

lunes, 12 de mayo de 2014

SERMO QUARTUS De diversis ascensionibus


SERMO QUARTUS
De diversis ascensionibus
De los malos ascensos del demonio y del primer hombre. De los buenos ascensos de Cristo y de nosotros.

Si celebramos con todo fervor las solemnidades de Navidad y Resurrección, también debemos festejar devotamente este día de la Ascensión. Esta fiesta no es menor que aquéllas, sino su plenitud y broche de oro. Es un día grande y gozoso. El Sol por excelencia, el Sol de justicia se había presentado ante nuestros ojos atenuando su resplandor y su luz impenetrable con la nube de la carne y el velo de su mortalidad. Pero el gozo y la alegría se han desbordado al rasgar el velo y revestirse de gloria. No se ha despojado de la substancia de su velo, sino de su vejez, corrupción, miseria y vileza. Y de este modo se ha convertido en las primicias de la resurrección.
Pero ¿qué significan estas fiestas para mí, que sigo viviendo en este mundo? ¿Quién sé atrevería a desear subir al cielo, si no es apoyándose en el que antes de subir había descendido? Para mí la vida de este destierro sería poco menos que un infierno, si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado una semilla de aliento y expectación cuando, elevado sobre las nubes, suscitó la esperanza en los creyentes. Si no me voy, no vendrá vuestro abogado.
¿Qué abogado es ése? El que inunda de amor y hace que la esperanza no defraude. El Consolador que nos hace vivir como ciudadanos del cielo; la energía divina que levanta nuestros corazones. Voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os lo prepare, volveré para llevaros conmigo. Donde se reúnen los buitres está el cadáver. Aquí tienes por qué esta solemnidad que celebramos es la corona de las demás, muestra los frutos y aumenta la gracia.
Capítulo 2
Así como en otros misterios Cristo nace para nosotros y se nos da, la ascensión acaece por nosotros y actúa en nosotros. En la vida nos suceden muchas cosas de manera fortuita, y otras por necesidad. Cristo, en cambio, como Poder y Sabiduría de Dios, estuvo libre de tales condiciones. ¿Existe una fuerza capaz de coaccionar el Poder de Dios? ¿Puede guiarse la Sabiduría de Dios por el azar?
No lo dudes: en todo cuanto habló, hizo y sufrió fue totalmente voluntario, todo está lleno de misterios y es fuente de salvación. En consecuencia, cuando lleguemos a comprender algo de Cristo no creamos que es una ocurrencia nuestra, sino una realidad que siempre tiene su explicación, aunque nosotros la ignoremos. El escritor se somete a unas normas bien precisas. Las obras de Dios también están ordenadas: particularmente lo que la Majestad hizo en su vida terrena. Pero ¡qué pobre e insignificante es nuestro conocer! Sólo conocemos de una manera muy limitada y casi nada. Apenas nos llega un tenue parpadeo del inmenso resplandor que despide la antorcha colocada en el candelero. Por eso, cuanto menos percibimos cada uno, con mayor fidelidad debemos comunicarlo a los demás.
Yo, hermanos, no quiero ni debo privaros de lo que él mismo se digne inspirarme para vuestro provecho, sobre su ascensión o sus ascensiones. Sobre todo porque una cualidad de las cosas espirituales es que se reparten y no disminuyen. Es posible que algunos ya conozcan esto, porque les ha sido revelado. Mas en gracia de quienes no lo han percibido, por ocuparse en cosas más sublimes o en otras materias, o de aquellos que no lo comprenden bien, debo manifestaros lo que siento.
Capítulo 3
Cristo fue el que bajó y el que subió, dice el Apóstol. Y yo creo que subió porque bajó. Convenía que Cristo bajara para que nosotros aprendiéramos a subir. Tenemos ansia de subir, nos apasiona la grandeza. Somos criaturas insignes, dotadas de un espíritu superior: por deseo natural tendemos hacia arriba. Pero ¡ay de nosotros! si seguimos los pasos del que dijo: me sentaré en el monte de la Asamblea, en el vértice del cielo. ¡En el vértice del cielo! ¡Pobrecillo! Esa montaña está helada. Ahí no te acompañamos. Tienes ansias de dominio y aspiras al poder.
¡Cuántos siguen hoy estos caminos trágicos y vergonzosos! Más aún: cuán pocos los que se liberan del placer de dominar! Los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores: y el malvado se Jacta de su ambición. Todo el mundo adula y envidia al poderoso. ¿A dónde vais, miserables, a dónde vais? ¿No veis caer a Satanás como un relámpago? Subió ángel a este monte, y se convirtió en diablo. Advertid también que después de su fracaso y lleno de envidia está empeñado en derribar al hombre. Pero no se le ocurre insinuarle que suba a este monte, porque sabe por experiencia que en vez de subir, lo que se consigue es hundirse en un fatal precipicio.
Capítulo 4
El astuto enemigo, empero, trama otros planes y le muestra otro monte semejante: seréis como Dios, versados en el bien y en el mal. Otra subida muy peligrosa: es más bien bajar de Jerusalén a Jericó. La ciencia que engríe es un monte muy malo, y, sin embargo, cuántos humanos se afanan en escalarlo. Parecen ignorar que su primer padre cayó de aquel monte y de qué manera: con toda su descendencia hundida y maltrecha. Todavía no te has curado de las heridas que recibiste al escalar aquel monte, aunque estabas dentro de tu padre. ¿Y quieres intentarlo tú ahora personalmente otra vez? Este disparate será mucho mayor que aquél.
¿Por qué tenéis este anhelo tan cruel? Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis tercos de corazón, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? ¿Ignoráis que lo necio del mundo se lo escogió Dios para humillar a los sabios; y lo débil del mundo para humillar a lo fuertes? No nos impresiona el temor de la amenaza divina, que confundirá la sabiduría de los sabios y abatirá la sagacidad de los sagaces. Ni nos hace volver atrás el ejemplo de nuestro padre, ni lo que sentimos y experimentamos: esa terrible necesidad a que estamos sometidos por nuestro falso deseo de saber.
Capítulo 5
Hermanos, os he mostrado un monte, no para que lo conquistéis, sino para que huyáis de él. A este monte subía el que pretendió igualarse a Dios y conocer el bien y el mal. Este monte lo aumentan cada día sus hijos, aprovechando cualquier cosa para engordar la montaña de la ciencia. Este se consagra a la literatura, aquél a la política, el otro a juzgar a los que pecan contra Dios, y el de más allá a cualquier arte servil. Y lo hacen de un modo tan apasionado que no escatiman esfuerzos, con tal de ser tenidos por más doctos que los demás. Así edifican Babel, así creen que llegarán a ser como Dios. Anhelan lo que no conviene y omiten lo que conviene.
¿Por qué os seducen estos montes tan escarpados y peligrosos? ¿Por qué no os encamináis a ese otro monte de fácil subida y mucho más provechoso? El ansia de poder arrebató al ángel su felicidad. El deseo de saber despojó al hombre de la gloria de la inmortalidad. En cuanto alguien aspira al poder, aparecen por doquier la oposición, la repulsa, el obstáculo y la dificultad. Supongamos que llega a conseguir lo que desea. A los poderosos, dice la Escritura, les aguarda un control riguroso, por no hablar de las inquietudes preocupaciones que implica siempre el poder. El que codicia a ciencia.se engríe, está siempre estudiando y con su espíritu en tensión. Y todo esto para escuchar: es inútil que te mates. Su mirada se entristecerá cuando sea menos estimado que otros. ¿Y qué sentirá cuando se vea totalmente desfasado? Escuchad al Señor: anularé el saber de los sabios, descartaré la cordura de los cuerdos.
Capítulo 6
No quiero demorarme. Habéis comprendido cómo debemos huir de estos dos montes, si nos aterra el abismo del ángel y la ruina del hombre. ¡Montes de Gelboé, ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros! ¿Qué debemos hacer? No conviene subir así, pero sentimos un vivo deseo de ascender. ¿Quién nos indicará una subida provechosa? Aquel de quien leemos: el que descendió, se elevó.
Este es nuestro guía para subir, y n queremos nada con las huellas ni consejos de aquel otro conductor o perverso seductor. Como no existía ningún medio de subir, bajó el Altísimo de este modo nos trazó un camino suave y eficaz. Descendió del monte del poder, envuelto en la debilidad de la carne; descendió del monte de la sabiduría, porque tuvo a bien salvar a los que creen con esa locura que predicamos.
¿Hay algo más débil que el cuerpo y los miembros de un tierno niño? ¿Algo más ignorante que un párvulo, que sólo conoce el pecho de su madre? ¿Quién más impotente que el que está atado con clavos y se le pueden contar los huesos? ¿Existe mayor necedad que exponer su vida a la muerte, y devolver lo que no ha robado? Ahí ves hasta dónde descendió, y cómo se anonadó en su poder y su sabiduría. Por otra parte, no pudo subir a un monte más alto de bondad, ni manifestarnos de un modo más claro su amor. No te extrañe que Cristo subiera al descender: los otros dos primeros se hundieron al subir.
Yo creo que el Profeta quiere conocer al que sube a este monte, cuan o dice: ¿quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? E Isaías pensaba también en este monte cuando veía caer a tantos hombres por ansias de subir y exclamaba: venid, subamos al monte del Señor. ¿Y no les previene de subir a estos montes, el que canta la fertilidad de este otro monte: por qué tenéis envidia de las montañas escarpadas? Hay otro monte más fértil y fecundo. Es el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes. Allí corría el esposo saltando por los montes. Y enseñaba el camino al que lo ignoraba, llevaba de la mano al niño y acompañaba al chiquillo. Parecía que andaba, caminando de baluarte en baluarte hasta ver a Dios en Sión. Su justicia es como las montañas de Dios.
Capítulo 7
Pero veamos, si os place, esos saltos, con los que salió como un gigante a recorrer su camino, y asomando por un extremo del cielo llegó de salto en salto hasta el otro extremo. Fíjate primeramente en aquel monte donde subió con Pedro Santiago y Juan: allí se transfiguró delante de ellos; su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron tan blancos como la nieve. Es la gloria de la resurrección, que contemplamos en la montaña de la esperanza. ¿Por qué subió para transfigurarse, sino para enseñarnos a nosotros a elevar nuestro pensamiento a la gloria que va a revelarse reflejada en nosotros?
Feliz aquel que medita siempre en el Señor, y considera sin cesar en su corazón las alegrías perennes del Señor. ¿Habrá algo pesado para quien comprende que los sufrimientos del tiempo presente son cosa de nada comparados con la gloria futura? ¿Qué puede apetecer de este mundo perverso, quien contempla con sus propios ojos la dicha del Señor en el país de la vida, y los premios eternos? El Profeta dice al Señor: Te habla mi corazón. Yo busco tu rostro, Señor. Quiero ver tu rostro. Ojalá os pongáis todos en pie, subáis a la altura y contempléis el gozo que Dios os envía.
Capítulo 8
No os molestéis si nos detenemos todavía un poco más en este monte: pasaremos más rápidos por los demás. ¿Cómo no considerar aquella frase que Pedro pronunció en este monte y refiriéndose a este mismo monte?: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Lo mejor de todo, por no decir la única cosa buena, es ocupar el alma en el bien, aunque no pueda hacerlo el cuerpo. Yo creo que el que entraba en el recinto sagrado y se postraba hacia el santuario, entre cantos de júbilo y acción de gracias, en el bullicio de la fiesta, diría: ¡Qué bien estamos aquí!
Quién de vosotros no considera atentamente esa vida futura, ese gozo, ese regocijo, esa felicidad y esa gloria de los hijos de Dios? ¿Es posible meditar todo esto en la paz de la conciencia, y no prorrumpir rebosantes de inefable ternura: ¡Qué bien estamos aquí! No en esta larga y penosa peregrinación, en que está amarrada al cuerpo, sino en aquella dulce y sabrosa contemplación que llena el corazón. ¡Quién me diera alas de paloma para volar y posarme! Y vosotros, hijos de los hombres, hijos de aquel hombre que bajó de Jerusalén a Jericó, hijos de los hombres, ¿hasta cuando seréis tercos de corazón? Levantad el corazón y reinará el Señor. Este es el monte en el que se transfigura Cristo. Subid y veréis cómo honra el Señor a los suyos.
Capítulo 9
Os pido por favor, hermanos, que no se os embote el corazón con los afanes del mundo. De a glotonería y embriaguez, gracias a Dios, no tengo en qué reprenderos. Desembarazaos de toda especie de pensamientos terrenos, y experimentaréis cómo ensalza el Señor a los suyos. Levantad vuestro corazón con las manos de vuestros pensamientos, y contemplaréis al Señor transfigurado. Construid dentro de vosotros las tiendas de los patriarcas y profetas, y las mil moradas de aquella mansión celestial, a semejanza de aquel que ofrecía en la tienda del Señor sacrificios entre aclamaciones, cantando tañendo para el Señor: ¡Qué delicia es tu morada, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume anhelando los atrios del Señor.
Ofreced también vosotros la hostia de vuestra piedad y abnegación. Recorred en espíritu los escaños celestes Y los infinitos estrados de la casa del Padre. Postraos con toda humildad ante el trono de Dios y del Cordero. Haced súplicas reverentes a todos los coros angélicos. Saludad a los Patriarcas, a los Profetas y al Senado apostólico. Contemplad las coronas de los mártires, cuajadas con flores de púrpura. Admirad los coros de las Vírgenes empapadas en perfume de azucenas. Y aplicad el oído, todo cuanto podáis, a la inefable armonía del cántico nuevo.
El Profeta recuerda todo esto y desahoga su alma. ¿Qué dice? ¡Cómo entraba en el santuario hasta la casa de Dios! Y vuelve a repetirlo: me acordé de Dios y me regocijé. Este vio al mismo que vieron los apóstoles, y de la misma manera: una visión totalmente espiritual y nada corporal. Este no lo vio como aquel que dijo: lo vimos sin aspecto atrayente, sin figura ni belleza. Este lo vio transfigurado y el más hermoso de los hombres, por eso dice transportado de gozo como los apóstoles: ¡qué bien estamos aquí! Y para ser idénticos en todo aquél os cayeron de bruces y éste se siente desfallecer. ¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles! Si subís a este monte, y contempláis a cara descubierta la gloria del Señor, exclamaréis también vosotros: llévanos contigo. Es inútil querer ir a un sitio, si desconoces el camino.
Capítulo 10
Necesitas subir a otro monte, y escuchar allí al que predica y monta una escala de ocho peldaños que llega hasta el cielo. Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por rey. Si has escalado ya el otro monte con la asidua meditación de la gloria celeste, no te costará subir a este otro y meditar su ley día y noche. Así hacía el Profeta: meditaba en los premios, y en los preceptos del Señor que amaba de corazón. De este modo, tú también escucharás: ya sabéis a dónde voy en mi primera ascensión; y también conocéis el camino, o mi segunda ascensión.
Empéñate en escoger el camino verdadero, no te ocurra como a los que no encontraban el camino de ciudad habitada. Y esmérate en ascender con la contemplación de la gloria celeste, y sobre todo con una vida digna de esa gloria.
Capítulo 11
Pero leo también que subió a otro monte, para orar a solas. Tiene, pues, razón la esposa del Cantar, cuando dice: Oíd que llega saltando por los montes. En el primero se transfiguró, para enseñarte a dónde iba. En el segundo te habló palabras de vida, para que sepas por dónde debes ir; y en el tercero oró, para que tengas siempre el buen deseo de caminar y llegar. Porque el que sabe cómo portarse bien y no lo hace, está en pecado.
Así, pues, sabiendo que en la oración se nos da la buena voluntad, cuando sepas qué debes hacer, haz oración para ser capaz de realizarlo: ora con empeño y perseverancia, como aquel que pasaba la noche orando a Dios, y el Padre dará el buen espíritu a los que se lo piden. Fíjate también que nos conviene buscar un lugar retirado para la oración: nos lo enseñó de palabra: métete en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre; y con el ejemplo, subiendo solo a la oración sin admitir ni a sus más íntimos.
Capítulo 12
¿Qué más podemos decir sobre las ascensiones? Me gustaría que no olvidáramos el asno en que subió al monte. Ni la cruz a la que subió y por la cual iba a ser exaltado el Hijo del hombre. Pero yo, cuando me levanten de la tierra, tiraré de todos hacia mí. Así, pues, cuando conoces el bien y quieres hacerlo, ¿qué harás si te sientes incapaz de ponerlo por obra, y unos movimientos desordenados te quieren dominar y esclavizarte? ¿Qué puedes hacer contra esos deseos irracionales que están en tu cuerpo? Quieres ayunar y te excitan la gula; te propones velar y te ataca el sueño.
¿Qué podemos hacer con este asno? Porque esto es de asnos y muy propio de ellos : se ha igualado a los jumentos y se ha hecho como uno de ellos. ¡Señor!: monta sobre este asno refrena sus instintos bestiales; dómalos tú, antes que ellos nos dominen. Si no se aplastan, nos avasallarán; si no quedan deprimidos, nos oprimirán. Sigue, pues, alma mía, a Cristo el Señor en esta ascensión; así llevarás tú mismo las riendas de tu apetito y los tendrás a raya. Para subir al cielo antes debes superarte a ti mismo, dominando esos bajos deseos que te hacen guerra.
Capítulo 13
Sigue también al que sube a la cruz, y es levantado de la tierra. Estarás por encima de ti mismo, y de todas las teorías del mundo; mirarás de lejos y despreciarás todo lo terreno, como dice la Escritura: estarán muy alejados de la tierra. Que no te muevan las halagos del mundo, ni ee abatan las contrariedades. Dios te libre de gloriarte más que de la cruz dé nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo quedó crucificado para ti. Lo que el mundo ansía, para ti es una cruz; y tú, crucificado al mundo, te vuelcas con toda la fuerza del amor a lo que el mundo tiene por cruz.
Capítulo 14
Ya sólo te queda subir al que es el Dios Soberano, bendito por siempre. Lo mejor de todo es morir y estar con Cristo. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza, dice el Profeta al Señor. Han emprendido unas subidas, y caminan de baluarte en baluarte hasta ver a Dios en Sión. Esta es la última ascensión y la plenitud universal; como dice el Apóstol: Cristo que bajó es el mismo que subió para llenar el universo.
¿Qué puedo deciros de esa ascensión? ¿A dónde subiremos, para estar donde está Cristo? ¿Qué hay allí? El ojo nunca vio lo que Dios ha preparado para los que le aman? Hermanos deseémosla vivamente, suspiremos sin cesar por ella. Y si desfallece el entendimiento, supla el ardor de afecto.
RESUMEN
Nuestra esperanza por la ascensión de Cristo. Todas las acciones de Cristo están llenas de misterio y de enseñanza. Cristo enseña descendiendo, el modo de ascender. Los ambiciosos son secuaces de Satanás. La sobervia de la ciencia fue en Adán y sus descendientes la causa de su ruina. La ambición de la potestad y de la ciencia nos expone a muchos males. El ascenso es saludable por el ascenso que nos da Cristo cuando desciende. Muy en valde y sin fruto os fatigais. Todo concurre en un mismo sentido. El primer ascenso es la contemplación de la gloria. Se deben levantar los corazones. El segundo ascenso es la meditación de la doctrina del evangelio. El tercer ascenso es la oración. Para el que ora es necesario el retiro. El cuarto ascenso es la mortificación. El quinto ascenso es el desprecio del mundo. El sexto ascenso es la visión de Dios. 

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