EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 10 de mayo de 2014

SOBRE EL VERSO DE HABACUS: ME PONDRÉ DE CENTINELA, HARÉ LA GUARDIA OTEANDO


1. Leemos en el Evangelio que, cuando el Señor predicaba y exhortaba a sus discípulos a participar en sus sufrimientos comiendo el sacrificio de su cuerpo, algunos dijeron: Este lenguaje es intolerable. Y le abandonaron muchos. Preguntados los discípulos si también ellos querían marcharse, respondieron: Señor, y  ¿a quién vamos a acudir? En tus palabras hay vida eterna. 
 Eso os digo yo, hermanos: también hoy son muchos los que encuentran espíritu y vida en las palabras de Jesús, y por eso le siguen. A otros, en cambio, les resultan muy duras y buscan el consuelo en otra parte. La sabiduría predica en todas las plazas, es decir, en las calzadas anchas y cómodas que llevan a la muerte, para disuadir a los que pasean por ellas. Hace cuarenta años, dice un salmo, que estoy gritando a esta gente: tenéis el corazón extraviado. Y otro salmo dice: Dios habló una vez. Sí, una vez, porque jamás se interrumpe. Su palabra es única, y no enmudece, es continua y eterna. 
2. Insiste a los pecadores que vuelvan a su interior y reprende sus desvaríos. El mora allí y les habla, y realiza aquello del Profeta: Hablad al corazón de Jerusalén. Babilonia, en cambio, es pura tierra y no puede soportar las palabras del Señor. Vive lejos de su propio corazón y actúa carnalmente. Parece tener muerto el corazón,  o ser una paloma seducida que no tiene corazón. Sólo conoce la alegría de hacer el mal y su regocijo es cometer maldades. Cuando oye al Señor que no aprueba estos goces, sino que los detesta, reprende y condena, huye y se esconde como Adán.
 ¡Pobre de mi! ¡Con qué miseria pretender cubrirte, alma mía! No vale para nada, son unas hojas mal cosidas, unas hojas que no dan calor ni duran cuatro días. En cuanto salga el sol se secarán y el viento bochornoso las hará polvo. Y te quedarás desnuda y miserable. Nada hay encubierto que no se descubra; porque vendrá el Señor y sacará a luz lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto las intenciones del corazón. Imposible ocultarte entonces, desgraciada. Será inútil que grites a los montes: Desplomaos sobre mí; o a las colinas: Sepultadnos. Tendrás que comparecer desnuda y sin tapujos ante el tribunal de Cristo, para escuchar su sentencia, por haber despreciado su consejo.
 El Señor está repitiendo: Convertíos. Pero muchos no hacen caso, se hacen sordos y dicen: Este lenguaje es insoportable. Pero cuando retumbe aquella otra palabra terrible y fatal: Id, malditos, al fuego eterno, entonces, impíos, podréis acaso disculparos?
3. Os vais dando cuenta, hermanos, qué saludable es la advertencia del Profeta de no endurecer el corazón si oímos su voz. El Evangelio y el Profeta usan casi idénticas palabras. El Señor dice: Mis ovejas escuchan mi voz. Y David en un salmo dice: Pueblo suyo -el del señor sin duda-y ovejas de su rebaño: ojalá escuchéis hoy su voz; no endurezcáis el corazón. Es mucho más útil y provechoso acoger hoy sus consejos y sus consuelos, sus avisos y sus enseñanzas y, en último caso, sus reprensiones, que escuchar en aquel otro día su sentencia, su venganza y su condena.
 Prefiero que el justo me humille, me corrija y reprenda con misericordia, a que el ungüento del impío perfume mi cabeza; no quiero ser una tierra castigada con la vara de su palabra, cuando el cetro de hierro triture los jarros de loza. Quiero ser fiel a sus palabras, como el Profeta, y mantenerme en el camino recto, antes que ser aniquilado como el malvado, con el resuello de sus labios.
4.Aunque siento que sus palabras son algo duras, también son dulces, porque incluso cuando se indigna sigue siendo misericordioso. Más aún, su indignación brota de de su misericordia. Si los reprende y castiga es porque los ama; y azota al hijo que reconoce por suyo. Aplica la vara a sus maldades y el castigo a sus pecados, pero no le retira su misericoria.
 Por eso los hombres verdaderamente sabios, en vez de ocultar sus llagas, las descubren y las confiesan al Señor, porque saben que es bueno e infinita su misericordia. Y mezcla el vino de la corrección con el óleo del consuelo. Sí, el sabio abraza la disciplina, para que no se irrite el Señor, y en lugar de pedirle cuenta lleno de ira, aparte su cólera de él. En una palabra: El corazón de los sabios está con la tristeza, y el de los necios donde reina la alegría. Pero aquella tristeza se convertirá en gozo, y la alegría de los otros se acabará en llanto.
 Escucha cómo el Profeta Abacuc acepta la corrección del Señor y la medita atentamente y sin cesar: Me pondré de centinela, haré la guardia oteando a ver qué me dice, qué respondo a su reclamación. Estemos también nosotros, hermanos, vigilantes, porque es la hora del combate. No vivamos en el estercolero de nuestro pobre cuerpo, sino en el corazón, donde habita Cristo. Lo dice la Escritura: Afianzo mis pies sobre roca y aseguro mis pasos. Con esta protección y seguridad contemplemos y veamos qué nos dice él y qué podemos responder a sus acusaciones. 
5. Queridos hermanos, he aquí el primer grado de la voluntad de contemplación: considerar constantemente cuál es la volntad de Dios, lo que agrada y complace. Y como todos le ofendemos muchas veces, nuestra vida retorcida choca con la rectitud de su voluntad, y le es imposible unirse y acoplarse a ella. Humillémonos, pues, ante la mano poderosa de Dios; n cesemos de presentarnos como unos miserables ante su presencia misericordiosa, y digamos: Sáname, Señor , y quedaré sano. Sálvame y estaré sañvado. O esto otro: Señor, ten misericordia; sácame, porque he pecado contra ti.
 Cuando hemos purificado el ojo de nuestro corazón con estos pensamientos, ya no vivimos en nuestro espíritu con amargura, sino en el de dios y muy felices. Ni pensamos cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida, sino en sí misma. La vida está en su voluntad, y lo más útil y provechoso para nosotros es, sin duda alguna, lo que está conforme a su voluntad. Por eso, si queremos conservar escrupulosamente la vida de nuestra alma alejémonos lo menos posible de esa voluntad divina. Y a medida que avancemos en la práctica espiritual, bajo la dirección del Espíritu que sondea hasta lo profundo de Dios, meditemos cuán suave y bueno es el Señor. Oremos con el Profeta para conocer la voluntad de dios y no vivir en nuestro corazón, sino en su templo. Y digamos tambien con el mismo Profeta: Mi alma se acongoja, por eso me acuerdo de ti.
 En esto consiste toda la vida espiritual: fijarnos en nosotros mismos para llenarnos de un temor y tristeza saludables, y mirar a Dios para alentarnos y recibir el conuelo gozoso del Espíritu Santo. Por una parte fomentamos el temor y la humildad, y por otra, la esperanza y el amor. 
RESUMEN
La palabra de Dios está en todas partes. Es también continua. Sólo hace falta querer oírla. También es el único camino aunque, a veces, parezca dura. 
Tenemos que elegir entre la palabra de Jerusalén o el materialismo de Babilonia. 
Es mucho más provechoso escuchar su palabra que recibir su castigo. 
 De la tristeza contemplativa nace la verdadera alegría. Es esa la que tenemos que buscar, donde hasta la reprensión de nuestros actos tiene la marca divina de la misericordia. 
 Es un sentimiento natural en el que se unen la necesidad de ayuda, el temor y la misericordia. Por una parte sentimos temor. Por otra esperanza. Por una parte humildad, por otra amor. 

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