EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

martes, 9 de septiembre de 2014

LA CAÍDA DEL ÁRBOL O LA MUERTE DEL HOMBRE

Caíga al sur o hacia el norte, el árbol queda donde ha caído. El calor y suavidad del sur suele tener en la Sagrada Escrituna buenos augurios; en cambio, del norte vienen todas las desgracias. Y en otro lugar se nos dice que uno veía hombres y le parecían árboles.
 Cuando la muerte corta el árbol, donde cae allí queda. Dios te juzgará donde te encuentre. Y allí quedará de manera invariable e irrevocable. En consecuencia, mire bien el árbol antes de caer hacia dónde se inclina, porque una vez caído no volverá a levantarse, ni siquiera a cambiar de postura. Y para saber hacia dónde caerá el árbol, fíjate en las ramas. No lo dudes; de la parte donde tenga más ramas  sea más frondoso, de aquella caerá al cortarlo. Nuestras ramas son nuestros deseos, con los cuales nos abrimos al sur si son espirituales, o al norte si son carnales. El cuerpo, que está en el medio, nos indica cuáles son los más desarrollados: los que le inclinan hacia su lado.
 Nuestro cuerpo se halla entre el espíritu al que quiere servir  los deseos carnales que atacan al alma, o el poder de las tinieblas; se parece a un jumento codiciado por un ladrón y por su amo. Por más que amenace o aceche el ladrón, si no logra llevarse el jumento, el pobre campesino vence al ladrón mejor armado. Lo mismo ocurre en nuestro caso; que el enemigo se enfurezca cuanto quiera y se ensañena placer los malos deseos. Si el alma sigue en posesión de su cuerpo es indudable que sale victoriosa si, como dice el Apóstol, ha logrado que el pecado no reine en nuestro cuerpo mortal.  lo confirma en otro lugar: Igual que antes cedisteis vuestro cuerpo como esclavo a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, cededlo ahora a la honradez, para vuestra consagración.
RESUMEN
Nuestra vida es como un árbol que un día se partirá y se inclinará, sin remedio, hacia un lado o a otro. La dirección de las ramas adelanta ya hacia dónde caerá el árbol. Si logramos que el pecado no anide en nuestro cuerpo mortal (el árbol) podremos resistir todos los embites.

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