Sobre el duodécimo verso: "Te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra".
Capítulo 1
Si recordáis, en el sermón de ayer dijimos que los caminos de los demonios son la soberbia y la obstinación, y no silenciábamos por qué lo decíamos. Sin embargo, si lo creéis necesario, podéis seguirles por otro camino. Pues, aunque hacen todo lo posible por ocultarlo, el Espíritu Santo descubre de mil maneras y manifiesta muchas veces a los santos en las Escrituras las sendas de los malvados. Así, de todos ellos se nos dice: Los malvados merodean en torno nuestro. Leemos sobre su caudillo que ronda buscando a quién devorar. Y tiene que confesarlo ante la majestad divina; pues, cuando se encontrara con los hijos de Dios, se le preguntó de dónde venía. Respondió: He rondado por la tierra y la he recorrido.
Digamos, pues, que su caminar es dar vueltas y cercar: nos cerca a nosotros y da vueltas en torno a sí mismo. Siempre está levantándose y siempre es derribado; su soberbia siempre se encumbra y siempre es humillada. ¿No es eso estar dando vueltas? Y el que procede así no para, pero tampoco avanza. ¡Ay del hombre que sólo sabe girar de esa manera, sin salir nunca de su propia voluntad! Si te empeñas en arrancarle de ella, parecerá que avanza, pero en vano. Es un mero rodeo; sólo intenta cambiar de sitio, sin arrancarse nunca de sí mismo. Se esfuerza de mil maneras, quiere huir; pero siempre está cosido a su propia voluntad.
Capítulo 2
Y si malo es girar sobre sí mismo, mucho peor es que te cerquen otros. Esta es la principal característica del diablo. ¿Por qué, hermanos, ese arrogante baja para rondarle al hombre? Mira las vueltas que da también el impío dentro de sí. Sus ojos se levantan hacia todo lo sublime y observan con curiosidad lo más ínfimo, pero es para empinarse más, para pavonearse más. Despreciando al humilde, se cree más elevado, según está escrito: La soberbia del impío oprime al infeliz.
¡Qué perversamente emula el ángel malo a los ángeles buenos; que también suben y bajan! Su fe con afanes de jactancia, baja con el odio de la maldad. Su ascensión es una mentira, y su descenso una crueldad. Como ayer decíamos, sin esperanza de misericordia y lealtad. Y, si bajan los espíritus malignos para rodearnos, también los ángeles buenos descienden para ayudarnos y guardarnos en todos nuestros caminos. Y aún más: Te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra.
Capítulo 3
Hermanos, estas palabras de la Escritura nos brindan doctrina, amonestación y consuelo. ¿Hay algún salmo que consuele tanto como éste a los débiles, que interpele así a los negligentes y que instruya a los ignorantes? Por eso quiso la divina Providencia que, durante este tiempo cuaresmal especialmente, repitiésemos con frecuencia este verso del salmo. Y todo porque el diablo se lo apropió. Así, aun a su pesar, ese siervo miserable está sirviendo en eso mismo a los hijos. ¿Puede haber algo más molesto para él y más agradable para nosotros que el mismo mal redunde en provecho nuestro?
A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en todos tus caminos. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Denle gracias y digan también los gentiles: El Señor ha estado grande con ello: Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él, o el Hijo del hombre, que así lo aprecias? Te acercas cariñósamente a él, te desvives y cuidas de él. Le envías, además, tu Unigénito, le infundes tu Espíritu y hasta le prometes tu gloria. No quieres que en los cielos desaparezca esta atención hacia nosotros; por eso nos envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan, les asignas nuestra custodia y los haces guías nuestros. No te bastó hacer a los espíritus ángeles tuyos; los hiciste también ángeles de los niños. Sus ángeles están viendo siempre el rostro del Padre. A esos espíritus tan dichosos los haces ángeles tuyos y nuestros para nosotros y para ti.
Capítulo 4
A sus ángeles ha dado órdenes. ¡Qué maravillosa condescendencia y qué entrañas de amor! Porque ¿quién los mandó, para qué, a quiénes y qué les mandó? Meditemos, hermanos, atentamente; recordemos vivamente esta orden soberana. ;Quién los mandó? ¿De quién son ángeles? ¿Qué órdenes obedecen? ¿A qué voluntad se someten? A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden a ti, y no vacilan ni para llevarte en sus palmas. Lo ordenó la suma majestad y lo mandó a sus ángeles. Es decir, a unos espíritus sublimes, plenamente felices, unidos a él definitivamente, allegados a él con tanta familiaridad, que son verdaderos íntimos de Dios. Y los mandó cerca de ti. ¿Quién eres tú? Señor, ¿qué es el hombre para que re acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Pero ¿no se consume como una cosa podrida, como vestido roído por la polilla?
¿Por qué piensas que les dio órdenes? ¿Acaso lo hizo con amargura contra ti? ¿O tal vez para que exhiban su poder persiguiendo a la paja seca como a hoja que vuela? ¿O quizá para extinguir al impío sin que pueda ver el poder de Dios? Esto se ordenará en su día, pero aún no está mandado. No te alejes de la sombra del Altísimo, vive a la sombra del Omnipotente para que nunca dé esa orden contra ti. Porque, si te protege el Dios del cielo, sólo les dará órdenes en tu favor. No lo manda ahora mismo; lo demora por ti, para que todo redunde en bien de los elegidos. Por esta razón, el providente dueño de su hacienda dice a sus obreros, que estaban ya dispuestos a escardar la cizaña sembrada con el trigo: Dejadlos crecer juntos hasta la siega, para que no arranquéis también el trigo. ¿Cómo podrá esperar tanto tiempo? Esta y no otra es la orden que han recibido los ángeles para esta vida y éste es su actual cometido.
Capítulo 5
Porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden.¡El trigo entre cizaña! ¡El grano entre paja!¡El lirio entre espinas!¡Démosle gracias, hermanos; démosle gracias! Nos confía un precioso depósito: el fruto de su cruz y el precio de su sangre. No se contentó con esta custodia tan poco segura, tan poco eficaz, tan frágil, tan insuficiente. Y sobre tus murallas, Jerusalén ha colocado centinelas. Pues, aun aquellos que parecen murallas y pilares de las mismas murallas, necesitan centinelas, y más que nadie.
Capítulo 6
A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en todos tus caminos.¡Cuánto respeto debe infundirte esta palabra, qué devoción debe suscitarte, qué confianza debe darte! Respeto, por su presencia; devoción, por su benevolencia; confianza, por su custodia. Anda siempre con recato; los ángeles están presentes en todas partes, en todos tus caminos. Eso les ordenó. En cualquier aposento, en cualquier rincón, respeta a tu ángel. ¿Te atreverías a hacer en su presencia lo que no te atreverías delante de mí? ¿Dudas de su presencia porque no le ves? ¿Y si le oyeses? ¿Y si le tocases? ¿Y si le olieras? Piensa que no se percibe la presencia de los seres sólo con los ojos. No todo está al alcance de la vista, ni siquiera lo material. ¡Cuánto más lejos de todo sentido estará lo espiritual, que deberá ser buscado más bien espiritualmente!
Si consultas a la fe, ella te convencerá de que no te falta la presencia de los ángeles. Y no me sonroja haberlo dicho, porque la fe reconoce lo que el Apóstol define sin dudas como prueba de las realidades que no se ven. Están, pues, presentes y te asisten; no sólo están contigo; también te cuidan. Están contigo para protegerte, están contigo para servirte. ¿Cómo pagarás al Señor todo el bien que te ha hecho? Sólo a él el honor y la gloria. ¿Por qué sólo a él? Porque el lo dispuso y todo don acabado viene de arriba.
Capítulo 7
A pesar de que él se lo mandó, no debemos ser desagradecidos para con ellos, ya que le obedecen con tanto esmero y nos ayudan en tanta necesidad. Seamos, pues, adictos suyos, estemos agradecidos a tan maravillosos custodios; correspondamos a su amor, honrrémosles cuanto podemos y debemos. Pero entreguemos todo nuestro amor a quien, tanto a ellos como a nosotros, nos ha concedido poder amarle y honrarle y ser amados y honrados. Porque cuando dice el Apóstol: A él solo el honor y la gloria, no debemos creer que cae en contradicción con el Profeta, que dice por otra parte: A nadie le quedéis debiendo nada, fuera del amor mutuo. Pues no quería que adquiriesen otros compromisos, sobre todo habiendo dicho él mismo: Pagad a quien debáis honor, honor, y todo lo demás de igual modo.
Para que comprendas plenamente lo que él pensaba en estos dos pasajes y a qué nos exhortaba, piensa que ante los rayos de sol desaparecen los otros astros. ¿Concluiremos que ya han sido desplazados o se han extinguido los demás estrellas? De ningún modo; han sido encubiertas por una claridad mayor y ahora no pueden aparecer. Así, también el amor, superando otras obligaciones, parece imponérselos él a solas, como reivindicándose todo lo que debemos a otras exigencias, para hacerlo todo por amor. Por eso prevalece él honor a Dios y, en cierto modo, se opone a todo lo demás para ser honrado en todo. Aplica al amor todo lo dicho. Porque fuera de él, ¿queda algo para lo demás, si se ha entregado todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas al amor el Señor Dios? En él pues, hermanos, amemos afectuosamente a sus ángeles como a futuros coherederos nuestros, designados en el momento presente por el Padre como nuestros guías, tutores y caudillos puestos sobre nosotros. Porque, si ahora somos hijos de Dios, aún no lo vemos, pues estamos todavía bajo tutores y administradores, como los siervos.
Capítulo 8
Por lo demás, aunque somos tan niño y nos queda todavía un camino tan largo y tan peligroso, ¿por qué vamos a temer teniendo estos custodios? No pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún son capaces de engañarnos los que nos guardan en todos nuestros caminos. Son fieles, son prudentes, son poderosos; ¿por qué tememos? Limitémonos a seguirles, unámonos a ellos, y viviremos a la sombra del Todopoderoso. Piensa, pues, cuánto necesitas esta protección y esta custodia en tus caminos. Te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece en la piedra. ¿No te importa tropezar con piedras en el camino? Escúchalo bien: Caminaras obre áspides y basiliscos, pisotearás leones y dragones. ¡Cuánto necesitas del guía, y hasta del bastón, siendo como eres un niño que tiene que caminar entre tantos peligros! Te llevarán en sus palabras. Sí, te guardarán en tus caminos y llevarán al niño por donde puede andar un niño. Además, no consentirán que te tienden más allá de tus fuerzas, sino que te cogerán con sus manos para que saltes por encima de tropiezo. ¡Con qué facilidad camina el que es llevado por esas manos! ¡Con qué naturalidad nada, como dice el refrán, el que es llevado por la barbilla!
Capítulo 9
Por tanto, siempre que intuyas una gravísima tentación que te viene encima o una gran tribulación que te amenaza, invoca a tu custodio, a tu guía, a tu ayuda, en la necesidad y en la contrariedad. Invócale y di: Sálvanos, Señor que perecemos. No duerme ni se adormece, aunque de momento se haga a veces el desentendido, no sea que tú mismo caigas de sus manos, con grave peligro por creer que no te sostiene. Porque sus manos son espirituales y sus auxilios son también espirituales. Los ángeles que les han sido asignados se las brindan a cada uno de los elegidos espiritualmente y de mil maneras en atención a la diversidad de cada uno y según la dificultad que se les presente por la importancia del obstáculo. Voy a referirme solamente a lo que pienso que sucede con más frecuencia, y que pocos de vosotros desconoceréis por no haberlo experimentado. ¿Siente alguno una gran turbación, o cualquier achaque corporal, o alguna contrariedad mundana, o acedia espiritual, o desaliento por falta de valor? Ya empieza a ser tentado por encima de sus fuerzas, ya se siente empujado a tropezar en la piedra, si no tiene quien le ayude.
¿Y qué piedra es ésta? Yo pienso que es esa piedra de tropiezo y escándalo en la que, si alguien tropieza se estrellará si le cae encima, lo aplastará. Se trata de la piedra angular, elegida y digna de honor, que es Cristo el Señor. Tropieza en esta piedra el que murmura contra él, el que se escandaliza abatido su ánimo en la adversidad. Todo el que está a punto de desfallecer Y de tropezar en la piedra, necesita el socorro del ángel, su consuelo y la ayuda de sus manos. Y eso es lo que le sucede realmente al que murmura y blasfema, estrellándose él mismo y no aquel contra quien se lanza en su furor.
Capítulo 10
Creo que tales personas, a veces, son sostenidas por los ángeles como por sus dos manos, para que, casi sin sentirlo, superen lo que tanto les acobardaba y en lo sucesivo no se extrañen ni de la facilidad que luego encuentran ni de la dificultad anterior. ¿Queréis saber cuáles son, a mi entender, esas dos manos? Dos conocimientos: el de la brevedad de los sufrimientos presentes y el de su eterna retribución. Los dos se abren, o más bien se graban e imprimen en nuestro corazón, cuando se experimenta con íntimo sentimiento que nuestras penalidades momentáneas y ligeras nos producen una riqueza eterna, una gloria que las sobrepasa desmesuradamente. Quién puede dudar que estos buenos sentimientos no son sugeridos por los ángeles buenos, cuando, al contrario, está claro que las malas inspiraciones provienen del malo? Tratad hermanos míos, familiarmente a los ángeles; llevadlos a menudo en el pensamiento y en la devota oración, pues siempre están con vosotros para defenderos Y consolaros.
RESUMEN
El pecador gira sobre sí mismo y los demonios nos acechan a nuestro alrededor. Los ángeles, seres benéficos, nos protegen de los obstáculos que encontramos en el camino. Debemos amarlos y saber de su existencia aunque no podamos verlos. El sufrimiento es siempre pasajero y las ventajas de superarlo tienen una retribución infinita y eterna.
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