SERMO DECIMUS QUINTUS
Sobre el verso decimocuarto: "Porque ha esperado en mí, yo lo libraré; lo protegeré, porque conoce mi nombre".
Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro, dice el Señor. Cargad con mi yugo, y hallaréis reposo para vuestras almas, porque mi yugo es llevadero y mi carga es ligera. A los cansados los invita al descanso y a los abrumados los llama al sosiego. Pero todavía no nos quita la carga o el trabajo; lo cambia por otra carga y otro trabajo más llevadero y más ligero; en ellos se encuentra descanso y alivio, aunque no tan manifiestos. Gran carga es el pecado, que yace bajo una tapadera de plomo. Bajo este fardo gemía uno que decía así: Mis culpas sobrepasan mi cabeza son un peso superior a mis fuerzas.
Entonces, ¿cuál es la carga de Cristo, su carga ligera? A mi encender, la carga de sus beneficios. Carga ligera, mas para el que la sienta y la experimente. Porque, si no la encuentras, mirándolo bien, será pesadísima y peligrosa. El hombre es un animal de carga toda su vida mortal. Si aún lleva sobre sí sus pecados, la carga es pesada; si ya le han descargado de sus pecados, es menos pesada; pero, si es una persona cabal, comprobará que este alivio del que hablamos es una carga no menor. Dios nos carga cuando nos alivia; nos carga con sus beneficios cuando nos aligera del pecado. Dice el agobiado: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Dice el sobrecargado: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Dice el abrumado: Yo siempre temí a Dios, considerando su enojo como olas hinchadas contra mí. Siempre temí, dice; lo mismo antes que después de ser perdonado de mis pecados. Dichoso el hombre que siempre persevera en el temor, pero no se angustia con la menor inquietud tanto si se siente abrumado por los beneficios como por los pecados.
Capítulo 2
A esto nos exhortan los beneficios de Dios, tan solícito y tan espléndido con nosotros. Que nos conmueva su gracia y nos estimulemos al amor. A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en todos tus caminos. ¿Qué más pudo hacer por ti y no lo hizo? Ya sé lo que piensas, candorosa criatura. Cuentas con el favor de los ángeles del Señor, pero tú te consumes por el Señor mismo de los ángeles. No contento con sus emisarios, pides y deseas que se te haga presente el mismo que hasta ahora te ha hablado, y que te bese no como por medio de otro, sino con besos de su boca. Has escuchado que caminarás sobre el áspid y el basilisco, sobre el león y el dragón, no ignoras la victoria de Miguel y sus ángeles sobre el dragón. Pero tus deseos suspiran no por Miguel, sino por el Señor. Líbrame, Señor, y ponme a tu lado, y pelee contra mí el que quiera. Eso equivale a buscar un refugio no más alto que otro, sino el más elevado de todos. Así, el que exclama interiormente: Tú, Señor, eres mi esperanza, con razón escucha: Tomaste al Altísimo por defensa.
Capítulo 3
Porque el Señor compasivo y misericordioso no desdeña convertirse en la esperanza de los débiles, no rehúsa presentarse a sí mismo como liberador y baluarte de los que en él confían. Porque se puso junto a mí, lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas, sean hombres o sean ángeles. Jerusalén está rodeada de montañas; pero de poco o nada serviría si el Señor no rodease a su pueblo. Por eso en el Cantar se dice de la esposa que encontró a los centinelas; mejor dicho, ellos la encontraron, pues no los buscaba. Pero no se paró ni se entretuvo con ellos, sino que preguntó inmediatamente por su amado y voló más veloz a buscarlo. Porque su corazón no lo tenía en los centinelas, sino que confiaba en el Señor, contestaba a los que le disuadían: Al Señor me acojo; ¿por qué me decís: Escapa como un pájaro al monte?
Capítulo 2
A esto nos exhortan los beneficios de Dios, tan solícito y tan espléndido con nosotros. Que nos conmueva su gracia y nos estimulemos al amor. A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en todos tus caminos. ¿Qué más pudo hacer por ti y no lo hizo? Ya sé lo que piensas, candorosa criatura. Cuentas con el favor de los ángeles del Señor, pero tú te consumes por el Señor mismo de los ángeles. No contento con sus emisarios, pides y deseas que se te haga presente el mismo que hasta ahora te ha hablado, y que te bese no como por medio de otro, sino con besos de su boca. Has escuchado que caminarás sobre el áspid y el basilisco, sobre el león y el dragón, no ignoras la victoria de Miguel y sus ángeles sobre el dragón. Pero tus deseos suspiran no por Miguel, sino por el Señor. Líbrame, Señor, y ponme a tu lado, y pelee contra mí el que quiera. Eso equivale a buscar un refugio no más alto que otro, sino el más elevado de todos. Así, el que exclama interiormente: Tú, Señor, eres mi esperanza, con razón escucha: Tomaste al Altísimo por defensa.
Capítulo 3
Porque el Señor compasivo y misericordioso no desdeña convertirse en la esperanza de los débiles, no rehúsa presentarse a sí mismo como liberador y baluarte de los que en él confían. Porque se puso junto a mí, lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas, sean hombres o sean ángeles. Jerusalén está rodeada de montañas; pero de poco o nada serviría si el Señor no rodease a su pueblo. Por eso en el Cantar se dice de la esposa que encontró a los centinelas; mejor dicho, ellos la encontraron, pues no los buscaba. Pero no se paró ni se entretuvo con ellos, sino que preguntó inmediatamente por su amado y voló más veloz a buscarlo. Porque su corazón no lo tenía en los centinelas, sino que confiaba en el Señor, contestaba a los que le disuadían: Al Señor me acojo; ¿por qué me decís: Escapa como un pájaro al monte?
Más descuidados fueron los de Corinto; encontraron a los centinelas, se detuvieron con ellos y no siguieron adelante. Yo estoy con Cefas, yo con Pablo, yo con Apolo. Pero ¿qué hicieron los centinelas prudentes y moderados? No podían tomar para sí aquella esposa porque la amaban con un verdadero celo, el celo de Dios, para desposarla con un solo marido y presentarla como virgen intacta a su único Esposo que es Cristo. Le golpearon e hirieron los centinelas. ¿Por qué? Si no me engaño, de esta manera la urgían para que siguiera adelante y encontrase a su amado. Y hasta me quitaron el manto, dice, para que corriera más fácilmente. Advierte la fuerza con que les golpea el Apóstol y qué flechas les dispara porque se habían detenido con los centinelas: ¿Acaso crucificaron a Pablo por vosotros? ¿O es que os bautizaron para vincularos con Pablo? Cuando uno dice: Yo estoy con Pablo; y otro: Yo, con Apolo, ¿no sois como gente cualquiera? En fin de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Ministros que os llevaron a la fe. Porque a quien espera en mí, lo libraré.
No espera en los centinelas, ni en el hombre, ni el ángel, sino en mí, sin aguardar nada de nadie, sino de mí y no de ellos. Todo don acabado viene de arriba, del Padre de los otros. Yo hago eficaz la vigilancia de los hombres, que ven las acciones externas, pues los he designado como centinelas suyos. De mí salen las rondas vigilantes de los ángeles, que detectan los impulsos más íntimos: los que seducen de manera especial o alejan a los que nos sugieren la maldad. Pero la vigilancia intima de las intenciones más secretas me la reservo yo, porque hasta ahí no pueden llegar ni los ojos del hombre ni los del ángel.
Capítulo 4
Descubramos, hermanos, esta triple vigilancia y abrámonos como corresponde a cada una de ellas. Procurad la buena reputación ante los hombres, ante los ángeles y ante Dios. Tratemos de agradar a todos en todo, y principalmente al que está sobre todo. Salmodiemos para él en presencia de los ángeles, y se cumplirá así en ellos o que está escrito: Tus fieles verán con alegría que he esperado en tu palabra. Obedezcamos a nuestros dirigentes que velan por nuestro bien, porque han de dar cuenta de nuestras almas para que puedan cumplir su tarea con alegría, no suspirando pesarosos.
Capítulo 4
Descubramos, hermanos, esta triple vigilancia y abrámonos como corresponde a cada una de ellas. Procurad la buena reputación ante los hombres, ante los ángeles y ante Dios. Tratemos de agradar a todos en todo, y principalmente al que está sobre todo. Salmodiemos para él en presencia de los ángeles, y se cumplirá así en ellos o que está escrito: Tus fieles verán con alegría que he esperado en tu palabra. Obedezcamos a nuestros dirigentes que velan por nuestro bien, porque han de dar cuenta de nuestras almas para que puedan cumplir su tarea con alegría, no suspirando pesarosos.
Yo, sinceramente, doy gracias a Dios, manantial único de todo don; porque en esto no debo insistiros demasiado, pues no me preocupáis mucho en ese aspecto. ¿No es mi alegría y mi corona vuestra pronta obediencia y vuestra irreprochable vida monástica?¡Ojalá tuviese la certeza de que ni los mismos ángeles encuentran nada indigno en vosotros, que ninguno esconde despojos de Jericó, que no murmura, que no difama a nadie por detrás, que no obra con hipocresía o adulación, que no revuelve en su interior pensamientos vergonzosos, con los que a veces, ¡ay!, suele turbarse también la carne!
Eso aumentaría mucho mi gozo, pero aún no llegaría a su plenitud: Porque no somos tan perfectos que podamos prescindir del posible juicio humano, y mucho menos que seamos irreprensibles para nuestra conciencia. Por otra parte, si aun los mejores temen a Juez tan oculto, cuánto más nosotros, ¿no deberíamos temblar ante el recuerdo de su juicio? ¡Ah, si yo llegase a la certeza de que en ninguno de vosotros hay nada que ofenda a su mirada, la única que ve perfectamente lo que hay en el hombre, incluso lo que no descubre uno mismo! Hermanos, pensemos en este juicio y frecuentemos su contemplación con temor y temblor cuanto menos podamos comprender el insondable abismo de los juicios de Dios y sus irrevocables disposiciones. Por este temor cobra mérito la esperanza y con este miedo se espera justificadamente.
Capítulo 5
Si lo pensamos bien, este mismo temor es precisamente un motivo de esperanza firmísimo y eficaz. Porque es como el máximo don de Dios; al recibir los bienes presentes, se esperan más firmemente los futuros. Además, el Señor aprecia a los que le temen y de su amor pende la vida, porque su benevolencia es causa de vida eterna. Ya que espera en mí, lo libraré. Dulcísima liberalidad, segura para los que esperan en él, pues todo el mérito del hombre estriba en que ponga toda su confianza en el que puede salvar al hombre entero. En ti confiaban nuestros padres, confiaban y los ponías a salvo; a ti gritaban, y quedaban libres; en ti confiaban, y no los defraudaste. Porque ¿quién esperó en él y quedó abandonado? Pueblo suyo, confiad en él. Todo lo que pisen vuestros pies será vuestro. Vuestros pies son vuestra esperanza. Todo cuanto desee lo conseguirá, con tal que se apoye totalmente en Dios para que sea sólida y no vacile. ¿Cómo podrá temer al áspid y al basilisco? ¿Por qué asustarse de los rugidos del león y de los silbidos del dragón?
Capítulo 6
Porque ha esperado en mí, lo libraré. Todo liberado necesita que le ayuden siempre, no sea que de nuevo se vea vencido; lo protegeré y lo mantendré, pero si conoce mi nombre; no sea que se atribuya a sí mismo su liberación, sino que dé la gloria a tu nombre. Lo protegeré porque conoce mi nombre. Porque en presencia de su rostro se le rinde gloria y en el conocimiento de su nombre se muestra su protección. La esperanza radica en el nombre, pero su objeto está en la visión del rostro. ¿Quién espera lo que ya ve? La fe sigue al mensaje y, según el mismo Apóstol, es el anticipo de lo que se espera.
Capítulo 5
Si lo pensamos bien, este mismo temor es precisamente un motivo de esperanza firmísimo y eficaz. Porque es como el máximo don de Dios; al recibir los bienes presentes, se esperan más firmemente los futuros. Además, el Señor aprecia a los que le temen y de su amor pende la vida, porque su benevolencia es causa de vida eterna. Ya que espera en mí, lo libraré. Dulcísima liberalidad, segura para los que esperan en él, pues todo el mérito del hombre estriba en que ponga toda su confianza en el que puede salvar al hombre entero. En ti confiaban nuestros padres, confiaban y los ponías a salvo; a ti gritaban, y quedaban libres; en ti confiaban, y no los defraudaste. Porque ¿quién esperó en él y quedó abandonado? Pueblo suyo, confiad en él. Todo lo que pisen vuestros pies será vuestro. Vuestros pies son vuestra esperanza. Todo cuanto desee lo conseguirá, con tal que se apoye totalmente en Dios para que sea sólida y no vacile. ¿Cómo podrá temer al áspid y al basilisco? ¿Por qué asustarse de los rugidos del león y de los silbidos del dragón?
Capítulo 6
Porque ha esperado en mí, lo libraré. Todo liberado necesita que le ayuden siempre, no sea que de nuevo se vea vencido; lo protegeré y lo mantendré, pero si conoce mi nombre; no sea que se atribuya a sí mismo su liberación, sino que dé la gloria a tu nombre. Lo protegeré porque conoce mi nombre. Porque en presencia de su rostro se le rinde gloria y en el conocimiento de su nombre se muestra su protección. La esperanza radica en el nombre, pero su objeto está en la visión del rostro. ¿Quién espera lo que ya ve? La fe sigue al mensaje y, según el mismo Apóstol, es el anticipo de lo que se espera.
Lo protegeré porque conoce mi nombre. No conoce su nombre el que lo pronuncia en falso, diciéndole: Señor, Señor, y no hace lo que él dice. No conoce su nombre el que no le honra como Padre ni le teme como Señor. No conoce su nombre el que acude a los idólatras, que se extravían con falsedades. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el nombre del Señor y no acude a los idólatras, que se extravían con falsedades. Pedro sí que conoció ese nombre cuando decía: No tenemos otro nombre al que debamos invocar para salvarnos. Nosotros sí conocemos su nombre que está con nosotros; pero debemos desear que sea santificado siempre en nosotros y oraremos como nos lo enseñó el Salvador: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Escucha, finalmente, cómo continúa el salmo: Me invocará y lo escucharé. Este es el fruto del conocimiento de su nombre: el clamor de la oración. Y el fruto de nuestro clamor es que nos escuche el Salvador. Porque no puede ser escuchado el que no lo invoca, ni puede invocarle el que no conoce el nombre del Señor. Demos gracias al Señor, que manifestó a los hombres el nombre del Padre, disponiendo que en su invocación encontremos la salvación, como está escrito: Todos los que invoquen el nombre del Señor se librarán.
RESUMEN
Nuestro Señor nos quita la carga del pecado, pero conservamos otras cargas. Dichoso el que carga con el temor de Dios. Nos gustaría no sólo tener a los ángeles sino sentir al Señor a nuestro lado. En en Cantar de los Cantares se dice que la esposa encontró a los centinelas; mejor dicho, ellos la encontraron pues no los buscaba. Pero no se paró ni se entretuvo con ellos, sino que preguntó inmediatamente por su amado y voló más veloz a buscarlo. En realidad todo don acabado viene de arriba, del Padere de los otros. Tenemos una triple vigilancia: la de los hombres, la de los ángeles y la de Dios. Ninguno de nosotros tenemos la certeza de que en nosotros hay algo que ofende a la mirada de Dios, que ve perfectamente lo que hay en el hombre, incluso lo que no descubre uno mismo. Por tanto, siempre debe persistir el temor. De cualquier forma, todo liberado necesita que le ayuden siempre, no sea que de nuevo se vea vencido: “lo protegeré y lo mantendré”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario