Sobre el verso decimoquinto: "Me invocará y lo escucharé; con él estaré en la tribulación, lo defenderé y lo glorificaré".
Capítulo 1
Me invocará y lo escucharé. Aquí encontramos una clara alianza de paz, un pacto de piedad, un acuerdo de misericordia y compasión. Espera en mí, lo libraré; conoce mi nombre, lo protegeré; me invocará, y lo escucharé. No dice: Fue digno, fue justo y recto, hombre de manos inocentes y puro corazón; por eso lo libraré, lo protegeré, lo escucharé.. ¿Quién no desconfiaría si hablase así? ¿Quién se atreve a decir: Tengo la conciencia pura? Pero de ti procede el perdón y tu ley infunde respeto, Señor. Dulce ley, que establece el clamor de la oración como único mérito para ser escuchado.
Me invocará y lo escucharé. No es escuchado el que encubre su clamor, o no pide absolutamente nada, o lo pide tibia o débilmente. El deseo inflamado es como un gran clamor para los oídos del Señor; pero el ánimo desganado es como voz apagada. ¿Cuándo atraviesa las nubes? ¿Cuándo se escucha en los cielos? Para que el hombre sepa cómo debe gritar, antes de comenzar a orar se le advierte que va a dirigirse al Padre que está en los cielos. Así recordará que la oración debe ser como disparo impetuoso del espíritu. Dios es espíritu, y todo el que desee que su clamor llegue hasta él deberá clamar en espíritu. Él no mira al rostro del hombre como nosotros, sino que penetra en su corazón. De la misma manera, escucha, más bien, la voz del corazón que la de la boca. Por eso, el Profeta le llama Dios de mi corazón. Moisés callaba exteriormente, pero el Señor escuchaba su interior y le responde: ¿Por qué me gritas?
Capítulo 2
Me invocará y lo escucharé. No sin razón. Una gran necesidad arrancó un gran clamor. ¿Qué pidió gritando sino el consuelo, la libertad y la dignidad? ¿Cómo habría sido escuchado sí hubiera exclamado por otras razones? Lo escucharé, dice. ¿Qué le vas a escuchar, Señor? Con él estaré en la tribulación, lo libraré, lo glorificaré. Podemos relacionar estas tres frases con el triduo que pronto vamos a celebrar. Él sufrió por nosotros el dolor y la tribulación cuando, por la dicha que le esperaba, sobrellevó la cruz, despreciando la ignominia. Pero, tal como lo había dicho antes de morir, todo llegó a su fin y, como dijo al expirar, queda terminado. En ese momento comenzó su sábado. No se hizo esperar la gloria de la resurrección: al tercer día, al romper el alba, el Sol de justicia amaneció del sepulcro para nosotros.
Así aparecieron juntos el fruto de la tribulación y la verdad de la liberación en la gloria manifiesta. También en nosotros se da cierta trilogía parecida. Con él estaré en la tribulación. ¿Cuándo sucede esto? El día de nuestra tribulación, el día de nuestra cruz, siempre que se cumple lo que él dice: En el mundo tendréis apreturas. Y también el Apóstol: Todo el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido. Porque no será posible una liberación plena y perfecta antes del día de la muerte: Los hijos de Adán yacen bajo un yugo pesado desde que salen del vientre materno hasta que vuelven a la madre de los vivientes. Ese día precisamente lo libraré, cuando el mundo ya nada pueda contra el cuerpo ni contra el alma. La glorificación se reserva para el último día, el día de la resurrección cuando surja en gloria lo que ahora es siempre en ignominia.
Capítulo 3
¿Cómo sabemos que está con nosotros en la tribulación? Porque nos encontramos atribulados. ¿Quién lo soportaría? ¿Quién subsistiría, quién perseveraría sin él? Tengámonos por muy dichosos, hermanos míos, cuando nos veamos asediados por pruebas de todo género, sabiendo que tenemos que pasar mucho antes de entrar en el reino de Dios y que el Señor está cerca de los atribulados. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo. Así es como está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. ¿Y cómo viviremos con él? Cuando seamos arrebatados en nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con Cristo. ¿Cuando apareceremos con él en la gloria? Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida. Entre tanto tiene que ocultarse para que la tribulación preceda a la libertad, y la libertad a la glorificación. Así exclama el liberado: Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo; arrancó mi alma de la muerte; mis ojos, de las lágrimas; mis pies, de la caída. Lo defenderé, lo glorificaré.
Y ahora, hijitos, gritemos al cielo, y nuestro Dios tendrá piedad de nosotros. Gritemos al cielo, porque bajo el cielo todo es trabajo, dolor, vacío y aflicción de espíritu. Nada más falso y enconado que el corazón y sus sentidos, propensos a la maldad. En mis bajos instintos no anida nada bueno. El pecado habita dentro de mí en guerra declarada contra el espíritu. Finalmente, me falta el valor y mi ser muere por el pecado. Pero a cada día le bastan sus disgustos, mientras el mundo entero está en poder del malo. ¿Qué perverso el mundo presente!¡Con qué malicia hacen guerra contra el espíritu los deseos mundanos! Y no olvidemos al jefe de este mundo, de estas tinieblas, de las fuerzas espirituales del mal, de las potestades aéreas y, sobresaliendo entre todos, la serpiente, el animal más astuto. Esto es lo malo de todo cuanto sucede bajo el sol y bajo el cielo. ¿Dónde encontrarás asilo? ¿Dónde esperas algún consuelo, algún auxilio? Si lo buscas dentro de ti, tu corazón está agostado y te olvidas de comer tu pan, abandonado como un muerto. Si lo buscas debajo de ti, el cuerpo mortal es lastre del alma. Si lo buscas en torno a ti, la tienda terrestre abruma la mente pensativa. Búscalo, pues, arriba; pero anda con cautela al pasar por los torbellinos del viento. Porque esos ladronzuelos saben que todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba y cerraron el camino intermedio. Pasa, pues; atraviesa esa maldad vigilante que observa y acecha sin tregua para que nadie pueda huir a la ciudad.
Si te golpean, si te hieren, suéltales tu manto, como José lo dejó en Egipto para aquella adúltera; quédate sin sábana para huir de ellos desnudo, como el joven del Evangelio. ¿Acaso no le entregaron algo más que el manto al poder del malvado cuando se le dijo: Respétale la vida. Así, pues, levanta el corazón; levanta tu clamor, tus deseos, tu ciudadanía, tu intención; y toda tu esperanza estará puesta arriba. Grita al cielo para que te escuche, y el Padre que están los cielos te enviará auxilio desde el santuario, te apoyará desde el monte Sión. Te auxiliará ahora en la tribulación. Te librará del peligro y te glorificará en la resurrección. Muy grande es todo esto; pero tú, Señor, que eres grande, lo prometiste. Esperamos en tu promesa, y por eso nos atrevemos a decir:
Si clamamos con un corazón piadoso, seguro que nos lo debes por tu promesa. Amén.
Si clamamos con un corazón piadoso, seguro que nos lo debes por tu promesa. Amén.
RESUMEN
Con él estaré en la tribulación, lo libraré y lo glorificaré. El hombre está sujeto a la tribulación y así debe aceptarlo. Durante la misma recibirá ayuda y consuelo, si es capaz de orar con corazón humilde y puro. Finalmente te glorificará en la resurrección.
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