SERMONES DEL PRIMER DOMINGO DE NOVIEMBRE
SERMÓN PRIMERO
LA VISIÓN DE ISAÍAS
1."Vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso; y la tierra estaba llena de su gloria". El Profeta nos describe aquí una sublime visión. "Vi al Señor sentado". ¡Qué espectáculo tan grandioso, hermanos! ¡Dichosos los ojos que pudieron contemplarlo! ¿Quién no arde en deseos de contemplar una gloria tan majestuosa? Este fue el deseo único de todos los santos, y lo que los ángeles ansían contemplar. Porque la vida eterna consiste en verle a él.
Pero también recuerdo, hermanos, aquellas otras palabras del mismo Profeta, y aquella otra estampa tan distinta del Señor: Es el mismo Isaías quien dice en otro lugar: "Lo vimos sin aspecto atrayente; nosotros le tuvimos por leproso, etc". Lo primero que debemos advertir es que una afirmación es general, y la otra propia del carisma profético. Por eso en una se dice "vimos", y la otra es una gracia especialísima. Herodes le vio sin figura ni belleza, y le despreció; también le vieron así los judíos, y contaron todos sus huesos. Pero sobre esa otra inefable visión el Profeta es categórico: "Desaparezca el malvado y no vea la gloria de Dios".
2. Dios habló por los profetas en múltiples ocasiones y de muchas maneras. Y ellos le vieron a él. David reconoció al Señor hecho menor que los ángeles. Jeremías lo contempló en el mundo y viviendo entre los hombres. Isaías unas veces en un trono alto, y otra muy por debajo de los ángeles y de los mismos hombres: tanto, que le pareció un leproso; es decir, no sólo un hombre, sino un hombre pecador.
Si tú quieres contemplar al Señor de la majestad, acércate primero al Jesús humilde. Clava tus ojos en la serpiente levantada en el desierto, y después podrás ver al Rey sentado en su trono. Humíllate con esa imagen y serás ensalzado con la otra. Que una reviente tu hinchazón, y así la otra colmará y saciará tus deseos. ¿Lo contemplas anonadado? No te parezca una visión inútil, porque si no, no lo verás glorioso. No te asustes, y lo verás también glorioso. Cuando lo veas tal cual es, serás semejante a él. Hazte ahora igual que él y contémplale tal y como se hizo por ti. Si no te apartas de él en su humildad, merecerás compartir su misma gloria. Al que ha sido solidario suyo en el sufrimiento él no le negará la participación en su triunfo. Es tan fiel en admitir a su reino al que participa en su Pasión, que recibe inmediatamente en el paraíso al ladrón arrepentido. A los Apóstoles se les dice claramente: "Vosotros os habéis mantenido a mi lado en mis pruebas, y yo os confiero realeza".
Si compartimos sus sufrimientos compartiremos también su gloria. Meditemos, pues, hermanos, sin cesar en Cristo crucificado. Grabémosle como un sello en nuestro corazón y en nuestro brazo. Abracémosle con los dos brazos del amor, y sigamos sus pisadas empeñados en una vida santa. Este es el camino por donde él mismo se nos dará a conocer como salvación de Dios. Entonces ya no lo veremos desfigurado y sin belleza, sino tan radiante de gloria que su majestad llenará toda la tierra.
3. La primera visión tuvo lugar en invierno. Por eso se nos dice con mucho acierto que su escenario no fue un trono, sino otro lugar más modesto y humilde. Y es que las casas solariegas suelen tener una doble vivienda: la de verano en la planta superior, y la de invierno en la inferior. Por este motivo, cuando los corazones de los discípulos estaban ateridos de frío, y Pedro intentaba calentar junto a unas brasas su corazón y su cuerpo congelados, no era el momento de vivir en la sala del trono, ni de comparecer públicamente en ella. Pero cuando resuene aquel cantar: "Ya pasó el invierno, y los campos se visten de flores", subiremos a la sala regia, porque el Señor habitará en la altura.
4. Podemos afirmar, pues, que Isaías vio con mirada profética aquella gloria y dijo: "Vi al Señor sentado sobre un trono excelso, etc". ¿De qué trono se trata aquí, hermanos? Porque el Altísimo no habita en edificios visibles, construidos por hombres. No existe ninguna materia idónea para ese trono y para ese personaje. Este edificio espiritual se levanta con piedras vivas, porque la Vida eterna y verdadera la llena graciosamente con su presencia. Y si las criaturas angélicas, diezmadas por los desertores, no bastan para construir este maravilloso edificio, levante del polvo al desvalido y alce de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes y se complete el trono real.
El vidente habla de un trono excelso y alto. Tal vez quiere indicar con ello la excelencia invariable de los ángeles y la misericordiosa elevación de los hombres. Lo que sigue nos exige nos exige una consideración más atenta. Por hoy bástenos haber comenzado la materia.
RESUMEN
Podemos ver a Dios de muchas maneras. Es posible que el malvado, al contemplarlo, no pueda apreciar su esplendor. También es cierto que debemos contemplarlo en su humildad para comprender, después, su gloria. Quizás, por eso, debiéramos imaginarlo sufriendo crucificado. Pero al final, como una primavera que llega, podremos contemplarlo en todo su esplendor. Lo veremos sentado sobre un trono de piedra, pero esas "piedras" serán piedras vivas hechas de los propios ángeles y de los que hayan alcanzado su misericordia.
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