Sobre la exclamación de Jacob: Realmente, Dios está aquí
La dedicación de nuestra casa es una fiesta familiar para nosotros; pero es mucho más íntima la consagración de nuestras personas. Nosotros fuimos los rociados, bendecidos y consagrados por las manos de los santos Pontífices; y hoy celebramos su aniversario con fervientes alabanzas. A Dios no le interesan las piedras. De hecho no son los muros sino los hombres quienes dicen: Él se cuida de nosotros. Jacob era hombre y vió en sueños subir y bajar a los ángeles. Más aún, nos asegura que también estaba presente el Señor de los ángeles: Realmente, el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. Admira esta gracia y le abruma semejante condescendencia.
Mucho más temible es este lugar, donde Dios reside de una manera más cierta y evidente: porque aquí no sólo hay dos o tres, sino muchos que perseveran reunidos por su amor. Que ninguno de vosotros lo desconozca ni lo ignore: Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios; así conocemos los dones que Dios nos ha hecho. Sí, este lugar inspira temor y respeto: lo habitan hombres fieles, lo visitan los ángeles santos, y el mismo Dios que está aquí presente.
¿Es posible que un Patriarca como éste ignorara que Dios está en todas partes? Tal vez s amiraba de algo más grande al decir: Realmente, el Señor está aquí. Allí está real y verdaderamente donde se reúnen por su amor, los ángeles y los hombres. Es cierto que Dios lo trasciende todo y está en todo lugar; pero si decimos: Padre nuestro, que estás en los cielos, es porque allí se manifiesta de un modo distinto y propio. Él no cambia pero se revela de diversas maneras. Está en todas partes, lo abraza y dirige todo; pero cada cosa con un plan particular. A los malos les da la vida y los encubre; a los elegidos les ayuda y los conserva. Es el banquete y reposo de los del cielo, y el juicio y condenación de los del infierno.
Hace salir su sol sobre buenos y malos; pero mientras disimula la actitud de los malos, allí no aparece la verdad. Por eso me atrevo a afirmar que en los malos Dios es ficción, en los justos verdad, en los ángeles felicidad y en los condenados crueldad. ¿Os asusto al hablar de crueldad? Yo tiemblo ante su ira y su furor, y digo: Señor, no me reprendas con ira. Eso mismo dijo Jacob: Realmente Dios está aquí. Cuando hace llover sobre buenos y malos es padre y padre misericordioso que espera la conversión de los hombres. Cuando condena a los obstinados es juez, y es horrendo caer en manos del Dios vivo. Cuando reposa es esposo, y dichosa el alma a quien él introduce en su alcoba.
También podemos decir que Dios está realmente aquí si le servimos en espíritu y verdad. Porque el Señor no estaba realmente en aquellos a quienes les decía: ¿Por qué me invocáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo? El texto sagrado nos cuenta que el primer Adán fue colocado en el paraíso para que lo guardara y lo cultivara. Lo mismo hace el segundo Adán en la iglesia de los Santos, en la asamblea de los suyos, en el jardín de las delicias. Su complacencia es morar entre los hombres, y el Señor está en este lugar para guardarlo y cultivarlo.
De otro modo, si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Y si el señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Esta visión del Patriarca nos enseña que los ángeles están aquí, subiendo y bajando. Suben al contemplar el rostro del padre y bajan cuando nos atienden a nosotros. Vosotros me diréis cómo debemos vivir aquí y cuál será nuestro en este lugar que Dios protege y perfecciona, y donde los ángeles suben y, bajan. Vivamos en la penitencia y en la esperanza. Olvidemos lo de atrás, liberémonos, rechacemos y examinemos nuestra vida con espíritu contrito; y en adelante pensemos y deseemos ardientemente en lo que está delante. A esto venimos y para esto estamos aquí. Esto es lo que se nos exige: borrar los pecados pasados y esperar los premios futuros.
Hace salir su sol sobre buenos y malos; pero mientras disimula la actitud de los malos, allí no aparece la verdad. Por eso me atrevo a afirmar que en los malos Dios es ficción, en los justos verdad, en los ángeles felicidad y en los condenados crueldad. ¿Os asusto al hablar de crueldad? Yo tiemblo ante su ira y su furor, y digo: Señor, no me reprendas con ira. Eso mismo dijo Jacob: Realmente Dios está aquí. Cuando hace llover sobre buenos y malos es padre y padre misericordioso que espera la conversión de los hombres. Cuando condena a los obstinados es juez, y es horrendo caer en manos del Dios vivo. Cuando reposa es esposo, y dichosa el alma a quien él introduce en su alcoba.
También podemos decir que Dios está realmente aquí si le servimos en espíritu y verdad. Porque el Señor no estaba realmente en aquellos a quienes les decía: ¿Por qué me invocáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo? El texto sagrado nos cuenta que el primer Adán fue colocado en el paraíso para que lo guardara y lo cultivara. Lo mismo hace el segundo Adán en la iglesia de los Santos, en la asamblea de los suyos, en el jardín de las delicias. Su complacencia es morar entre los hombres, y el Señor está en este lugar para guardarlo y cultivarlo.
De otro modo, si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Y si el señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Esta visión del Patriarca nos enseña que los ángeles están aquí, subiendo y bajando. Suben al contemplar el rostro del padre y bajan cuando nos atienden a nosotros. Vosotros me diréis cómo debemos vivir aquí y cuál será nuestro en este lugar que Dios protege y perfecciona, y donde los ángeles suben y, bajan. Vivamos en la penitencia y en la esperanza. Olvidemos lo de atrás, liberémonos, rechacemos y examinemos nuestra vida con espíritu contrito; y en adelante pensemos y deseemos ardientemente en lo que está delante. A esto venimos y para esto estamos aquí. Esto es lo que se nos exige: borrar los pecados pasados y esperar los premios futuros.
RESUMEN
Lo fundamental en los templos son los hombres fieles que los habitan. Pero realmene Dios está allí y el mismo Jacob vió a los Ángeles, en sueños, subir y bajar. Está en todas partes y podemos sentirlo como padre o temerlo como juez. Debemos vivir en la penitencia y en la esperanza, pensando más en el futuro que en el pasado.
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