EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

jueves, 4 de junio de 2015

LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR


 Salve, María, llena de gracia. Verdaderamente llena, pues colma de gozo a Dios, a los ángeles y a los hombres. A los hombres por su fecundidad, a los ángeles por su virginidad y a Dios por su humildad. Esto último es el motivo, como ella dece, de que Dios se haya fijado en ella: se acerca al humilde y al soberbio lo trata a distancia. Los ojos de Satán aspiran a grandezas, por los del Señor prefieren lo humilde. Por eso se dice en el Cantar de los Cantares: Vuélvete, vuélvete, Sulamita; vuélvete, vuélvete, para que te veamos. Repite cuatro veces la palabra: Vuélvete, para referirse a las cuatro especias de soberbia que le alejan de Dios y le ocultaban a su mirada. 
 Existe, efectivamente, la soberbia del corazón, la soberbia de la boca, la soberbia de las obras y la soberbia del modo de vestir. El orgullo del corazón es que el hombre se cree grande a sus propios ojos. Contra él ora el Sabio: No permitas que mis ojos sean soberbios. Y en otro lugar leemos: ¡ay de los que os tenéis por sabios! El orgullo de la boca o de la lengua, que también se llama jactancia, consiste en que el hombre se cree grande y lo pregona. El Salmista exclama: Extirpe el Señor los labios embusteros y la lengua fanfarrona. El orgullo de las obras consiste en actuar con la pretensión de brillar como grande. De eso dice también el Salmista: No habitará en mi casa quien obra por soberbia. Y el orgullo en el vestir se manifiesta luciendo trajes de lujo para aparentar más dignidad. Es lo contrario al pensamiento del Apóstol: No vayan con vestidos suntuosos. Y lo que el Señor dice a sus discípulos: Los que visten con elegancia, ahí los tenéis, en la corte de los reyes, donde tanto abunda el orgullo.
 Dios concede cinco remedios al alma racional para que se libre de esta peste mortal: el lugar, el cuerpo, la tentación del diablo, la predicación de Cristo y el ejemplo de su vida. El lugar es un destierro; el cuerpo es una carga; la tentación nos aflige; la predicación de Cristo nos edifica; y su vida ejemplar nos educa. Con esta especie de cinco sentidos, Dios fomenta la humildad en el alma. Pues lo mismo que el alma vivifica al cuerpo, Dios es la vida del alma. Y así como el cuerpo muere si no lo alienta el alma por los cinco sentidos, también está muerta el alma si Dios no la humilla con estas cinco cosas. 
RESUMEN:  existen cuatro tipos de soberbia. La del corazón, la de la boca, la de las obras y la del modo de vestir.
 Disponemos de cinco remedios: el lugar, el cuerpo, la tentación del diablo, la predicación de Cristo y el ejemplo de su vida.

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