EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 1 de noviembre de 2014

ESTÁN SIN MANCHA NI ARRUGA

ESTÁN SIN MANCHA NI ARRUGA
SERMÓN TERCERO DE LA FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS
1. Como dijimos en el sermón anterior, las almas de los santos pasan por tres estados diferentes: unidas primeramente a un cuerpo corruptible, separadas luego del cuerpo y unidas definitivamente a su cuerpo glorioso. El primero implica combate, el segundo descanso y el tercero felicidad consumada. El primero se vive en las tiendas, el segundo en el atrio y el tercero en la casa de Dios. ¡Qué deseables son tus tiendas, Señor de los ejércitos! Y mucho más deseables sus atrios, como canta el Salmista: Mi alma se consume anhelando los atrios del Señor. Pero como sabemos, también en los atrios suele haber alguna privación: por eso: Dichosos los que sirven en tu casa, Señor. Hermanos, ¡qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!
 Si me preguntáis por qué soy tan audaz, os respondo que veo ya a muchos de vosotros en los atrios, esperando que se complete el número de los hermanos. Pues no entrarán en aquella mansión dichosa sin nosotros, ni sin sus cuerpos. Para ser más claros: ni los Santos sin el pueblo, ni el espíritu sin la carne. La felicidad no será completa mientras el hombre no esté íntegro, y la Iglesia haya llegado a su plenitud. Por eso, cuando piden la resurrección de los cuerpos, como dijimos en el sermón precedente, Dios les responde: Tened un poco de calma hasta que se complete el número de vuestros hermanos. 
 Visten ya sus túnicas blancas, pero no lucirán sus trajes forrados hasta que los recibamos también nosotros. El Apóstol aplica esta misma norma a los Patriarcas y Profetas. Dios preparó algo mejor para nosotros y no quiso llevarlos a la meta sin nosotros. La primera túnica se refiere a la felicidad y reposo de las almas, de la que ya hemos hablado; y la segunda a la inmortalidad y gloria de los cuerpos. Por eso dicen: Venga, Señor, la sangre que han derramado tus santos. No desean venganzas o represalias, sino la resurrección y glorificación de sus cuerpos, la cual, saben muy bien, se diferirá hasta el último día del juicio.
2. ¿De dónde a ti tal honor, carne miserable, deforme y repugnante? Las almas santas, imágenes vivas de Dios y rescatadas con su propia sangre, te desean y te esperan. Más aún, sin ti su gozo, su gloria y su felicidad son incompletas. Sigue tan vivo en ellas este deseo natural, que sus afectos no están plenamente centrados en Dios, sino como replegados y contraídos por el atractivo que tú les suscitas. Por eso el apóstol Juan, que nos ha descubierto tantas cosas de ese estado en que descansan llenas de gozo las almas santas, dice: Están libres de toda mancha ante el trono de Dios. Sin mancha, pero no sin arruga, mientras llegue el día en que Cristo presente una Iglesia radiante, sin mancha ni arruga
 En los miembros que todavía luchan, la Iglesia no está libre de mancha, pues nadie está limpio de mancha, ni el niño de un sólo día, cuya vida Job la califica de combate. Los que reposan al pie del altar del Señor son la Iglesia sin mancha, como leemos en el salmo: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y descansar en tu monte santo? Y responde: El que está limpio de toda mancha.   Así, pues, el que no tiene mancha disfrutará de reposo en el nombre del Señor; y los que están sin arruga serán transportados más allá del monte. ¿Quieres saber cuándo se verán las almas libres de arruga? Cuando los cielos se desplieguen como una piel, sabiamente curtida y sin repliegues. Entonces seguirán al Cordero dondequiera que vaya. ¿ Y a dónde va? Abarca vigorosamente de extremo a extremo y gobierna el universo con blandura. 
3. ¿Quieres conocer mejor aún dónde va el Cordero, y dónde le acompañan las almas glorificadas? Yo hallo descanso con todo. El regalo del Señor no es algo discontinuo o limitado a ciertas cosas. Disfruta y se deleita en todo; en todo busca y encuentra regalo. Lo bueno le agrada por ser bueno, y también se complace por el buen destino de lo malo. Ama la misericordia y el derecho, y no sólo se complace en la gloria de los buenos, sino en los justos tormentos de los malvados. Dime: ¿crees que el alma humana puede compartir el gozo del Señor y su descanso hasta el punto de recrearse en todas las cosas? ¿Es posible que no tenga ninguna arruga de amor hacia sí misma, y se sienta plenamente invadida de un amor universal y divino?
 Sí, es posible; pero a condición de que sea fiel en las cosas pequeñas que se le confiaron durante su periodo de milicias; es decir, si demostró ser un fiel administrador de sus miembros, sentidos y apetitos -el siervo de Cristo debe controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente-, glorificando y manifestando a Dios en él. Al empleado que sea fiel en detalles, el Amo rico y generoso le confiará mucho más; tanto que le nombrará administrador de su casa y señor de todas sus posesiones. 
 Y no creáis, hermanos, que todo esto es una utopía inventada por mi. Es la misma Verdad quien lo promete y merece toda nuestra fe. Escuchémosle: Dichoso aquel empleado a quien el amo, al llegar, lo encuentra cumpliendo su deber. Os aseguro que que le confiará todos sus bienes. El empleado fiel recibe la administración de todos los bienes del Señor cuando merece entrar en su gozo,  gozarse, recrearse y deleitarse eternamente con él en todo. Como dice el Apóstol, quien se une a Dios es un Espíritu con él. Su voluntad tan apegada e identificada con la de Dios, que no encuentra nada contrario a ella en todas las criaturas, sino que todo lo ve y acepta según su beneplácito.
4. Esta es la inefable esperanza que inunda a los santos. Y aunque viven en continua acción de gracias por la felicidad y descanso que poseen, suplican e imploran del Señor la plenitud que aguardan. Están libres de todas las manchas antiguas, pero todavía les quedan ciertas arrugas o repliegues sobre sí mismos. Su vivir es un perenne canto de gratitud, pero todavía no es un vivo grito de alabanza, porque sólo los perfectos pueden alabar al Perfecto. Él se gloriará con su heredad cuando ellos le alaben y cada uno de ellos sea alabado por Dios. Por esta razón el Profeta utiliza deliberadamente un verbo en futuro: Dichosos los que viven en tu casa, te alabarán por los siglos de los siglos. 
 Juan en el Apocalipsis no nos dice que oyera cantos de alabanza, sino gritos de súplica. Escuchadle: Al pie del altar de Dios así los gritos de los asesinados. ¿Qué decían? Señor, toma venganza de la sangre de tus siervos derramada. Aquí no alaban, suplican. ¿Hasta cuándo contemplaremos de lejos este altar sin osar acercarnos a él? 
 Ya sé que os gusta escuchar el misterio de este altar y el designio sagrado que en él se contiene. Mas ¿quien soy yo para curiosear temerariamente la alcoba privada de los Santos? Sé muy bien que quien escudriña la majestad quedará oprimido por su gloria. Pero  hagamos una pausa, si os parece, y supliquemos a estos santos moradores que se dirigen a revelarnos un poco el misterio de este altar. No por vuestros méritos, sino por los de aquel que nos lavó y con su sangre nos lavó de nuestros pecados. Que nos acepten como a ciudadanos y familiares de Dios, y no nos rechacen como a extranjeros y advenedizos de aquella íntima morada. 
RESUMEN Y COMENTARIO
La salvación será un hecho colectivo en el que, antes de dar ese paso, se unirán todos los santos. Es como si existieran dos tipos de túnicas. La primera, adquirida tras la azarosa vida y el plácido descanso eterno, se refiere a la felicidad y el reposo de las almas. La segunda, que emplearemos en un paso colectivo, conducirá a la inmortalidad y gloria de los cuerpos. Dicho de otra forma, tras la resurrección debemos estar sin mancha ni arruga. Descansarán en el monte santo los que estén libres de mancha. Los que tampoco tengan arrugas irán más allá del monte. Para estar "sin arruga" es necesario ser uno con Dios y obedecerle en las cosas pequeñas, pues quien es fiel en lo poco, lo será "en lo mucho". En cualquier caso, la situación de los santos, que todavía deben dar un último paso hacia Cristo, seguirá siendo un gran misterio. No sabemos, ni nos atrevemos a hacer demasiadas suposiciones, sobre cómo se pasa de estar al pié del altar hacia un poco más allá, donde todo es unión mística con nuestro Creador. 

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