EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

sábado, 19 de mayo de 2012

SERMÓN SEGUNDO. De los fragmentos de las siete misericordias


SERMÓN SEGUNDO DE PENTECOSTÉS
De los fragmentos de las siete misericordias
1.¿Sabéis lo que hice al presentaros hoy las siete misericordias? Os repartí siete panes. Si las lágrimas son mi pan noche y día, ¿cuánto más los beneficios divinos? Estos son más dulces, alimentan más y confortan el corazón del hombre. Pero yo creo que se nos han caído muchos fragmentos de esos panes. Yo mismo, al repartirlos, veía cómo se me escapaban muchas migajas y resbalaban entre los dedos. Vosotros veréis si habéis recogido algunas. Por mi parte, y si todavía no estáis saciados, voy a compartir espontáneamente con vosotros las que he cogido para mí, para no ser víctima de la maldición lanzada contra los que acaparan el trigo destinado al mundo.
 El primer pan, si mal no recuerdo, fue la conservación de la gracia. Ella me guardó a mí, indigno, de muchos pecados cuando vivía en el siglo. Tres fragmentos he hallado de este pan, muy sabrosos y nutritivos. Recuerdo que me vi libre del pecado de tres maneras; evitando la ocasión, dándome fuerzas para resistir y curando mis afectos. Si se hubiera presentado la ocasión, hubiera caído fácilmente en muchos pecados. Pero por la misericordia de Dios no se me ofreció tal coyuntura. También hubiera sucumbido otras muchas veces si me hubiera asaltado el furor de la tentación. Pero el Señor y rey poderoso me dio fuerzas para dominar mi apetito y no dar oídos a la concupiscencia que me solicitaba. Y tan lejos me pusiste, Señor misericordioso, de algunos pecados, que los aborrecía totalmente y nunca tuve la más mínima tentación en esa materia.
2.El segundo pan fue la paciencia: dio largas al castigo porque prefería perdonar. Y he aquí los tres trozos de este pan: la generosidad que demostró, la elección y predestinación que quiso realizar, y el amor inmenso con que me amó. Por eso nos esperaba con ansia el Señor, y no se fijó en mí, sino que apartó su vista de mi pecado, cual si no advirtiera mi mala conducta. Disimulaba para manifestar su paciencia, realizar su elección y continuar su amor.
3.Del tercer pan, que es la misericordia con que nos convenció a abrazar la penitencia, no os ofrezco tres trozos, sino tres grandes pedazos. Recuerdo muy bien que hizo estremecer mi corazón y pude percibir las heridas de mis pecados y sentir el dolor de las llagas. Después me aterró, llevándome a las puertas del infierno y mostrándome los suplicios preparados para los malvados. Y para arrancar todos los incentivos del nefasto placer, me infundió los más dulces consuelos y la esperanza del perdón. Esto fue lo que decidió mi conversión, y creo que también la vuestra.
4.El cuarto pan es el perdón. Os ruego que recojáis también con cuidado estos pedazos, para que nada se desperdicie. Son muy sabrosos y más dulces que la miel de un panal que destila. De tal manera me perdonó y tan liberalmente condonó todas mis ofensas, que ni me condena llevado de la venganza, ni me humilla con reproches, ni deja de amarme cuando me los imputa.
 Hay quienes perdonan y no se vengan, pero suelen echarlo en cara. Otros callan, mas no olvidan y guardan rencor. Ninguno de éstos perdona plenamente. ¡Qué distinta es la clementísima naturaleza divina! Siempre es generosa y perdona sin reservas. De tal modo, que para consuelo de los pecadores arrepentidos, donde abunda el pecado suele sobreabundar la gracia. Ahí tenéis a Pablo, maestro de los paganos, que con el favor de Dios rindió más que todos los demás. Y a Mateo, que pasó de cobrador de impuestos a apóstol, y fue el primer escritor del Nuevo Testamento. Y a Pedro, que después de negarle tres veces, se le confió el servicio pastoral de toda la Iglesia.
 Fijaos también en aquella famosa pecadora, a quien en el instante mismo en que se convirtió recibió un amor inmenso, y después la más profunda intimidad. Cuando acusaban a María, ella nunca tuvo necesidad de defenderse. El fariseo murmura. Marta se queja, los apóstoles se escandalizan, y María calla: pero Cristo la excusa y la alaba cuando calla. ¿Podemos imaginar un privilegio y atención mayor que ser la primera en verle resucitado y tocarle?
5.Pero continuemos. Aquí se está muy bien, porque se da mucha confianza a los pecadores; mas no podemos omitir lo demás. En el quinto pan, que es la continencia, encuentro tres cosas que me obligan a exclamar: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Tal vez vosotros deis poca importancia a continencia: yo no. Conozco sus enemigos, y sé que se necesita mucho valor para oponerse a ellos. El primer enemigo de la continencia son nuestros bajos instintos, que atacan al espíritu. El enemigo está dentro de casa, declara una batalla sangrienta y un combate personal. Alma mía, a este cruel enemigo no le podemos ahuyentar ni huir de él: tenemos que soportarlo siempre, porque está amarrado a nosotros. Y hay otra cosa aún más triste y peligrosa: debemos alimentar a nuestro propio adversario, y no podemos matarle. Ya ves con cuánto cuidado debes guardarte de la que duerme en tus brazos.
 Pero no es éste mi único enemigo. Tengo otro que me envuelve y rodea por todas partes: es este mundo perverso. El enemigo me ha cerrado el paso, me lanza dardos por las cinco puertas de mis sentidos, y vomita la muerte por las ventanas. Por si no fueran poco estos dos, desgraciado de mí, veo venir del norte un viento huracanado que siembra desgracia. ¿Qué puedo hacer? ¡Auxilio, Señor, que nos hundimos! Este es el martillo del mundo, la serpiente que gana en astucia a todos los animales. Es un enemigo que no puedo ver, y menos aún guardarme de él.
 Los que desean practicar la continencia, no sólo de la lujuria, sino de toda clase de vicios y pecados, no tienen que luchar sólo contra hombres de carne y hueso, sino contra las soberanías, contra las autoridades, contra los jefes que dominan en estas tinieblas, contra las fuerzas espirituales del mal. ¿Quién será capaz, de apagar sus flechas incendiarias? Ajustan la saeta a la cuerda, para disparar a la sombra contra el honrado. Además: Calculan cómo esconder trampas, y dicen ¿quién lo descubrirá? Unas veces nos atacan y persiguen de frente y con violencia, otras a escondidas y con engaños, pero siempre llenos de malicia y crueldad. ¿Hay alguien capaz de soportar y superar todo esto?
 Ahora comprendéis qué difícil es mantener la continencia y, como dice el Apóstol, apreciaremos mejor los dones que Dios nos ha hecho. Solamente apoyados en Dios practicaremos esta virtud. Y él es quien pisotea a nuestros enemigos. Él es quien somete nuestros bajos instintos con sus pasiones y deseos, y este perverso mundo presente lleno de vanidad y curiosidad, y aplasta a Satanás y sus tentaciones bajo nuestros pies. ¿No dije con razón que en la continencia tenemos sobrado motivo para exclamar: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí?
6.Y ahora tomad los fragmentos del sexto pan. Consiste en la gracia de merecer los bienes de la vida eterna. Esta gracia se manifiesta, a mi juicio, en estas tres cosas: en el odio de los males pasados, en el desprecio de los bienes presentes y en el deseo de los futuros.
 El séptimo pan es la esperanza de obtener estos bienes. También os ofrezco tres pedazos, a cual más sabroso y agradable. Hay tres cosas que dan tanta fuerza y vigor a mi espíritu, que ni la falta de méritos, ni mi propia miseria, ni la grandeza de la felicidad celestial, podrán jamás derrumbarme de la sólida esperanza en que me apoyo. ¿Queréis estos fragmentos, o preferís que los guardemos, siguiendo aquel viejo consejo: Si encuentras miel, come lo justo? Así se cumple cada día lo que la Sabiduría profetizó de sí misma, y veo realizado entre vosotros: El que me come tendrá más hambre.
 No quiero deteneros más ni dejaros con hambre, pues os veo con tanto apetito que parece que estáis en ayunas. En tres cosas se apoya toda su esperanza: en el amor de la adopción, en la fidelidad de la promesa, y en la capacidad de cumplirlas que mi torpe razón siga murmurando, si quiere: ¿quién eres tú? ¿Te das cuenta de lo sublime que es esa gloria? ¿Qué méritos tienes para alcanzarla? Yo le responderé con toda sencillez: sé de quien me he fiado, y estoy firmemente persuadido que me adoptó por su amor infinito, es fiel a sus promesas y capaz de cumplirlas. Todo lo que quiere lo hace. Este es el cordel triple que no se rompe fácilmente. Nos lo han arrojado desde nuestra patria a esta cárcel: agarrémoslo fuerte, para que nos levante, nos suba y nos lleve hasta la gloria del gran Dios que es bendito por siempre.

RESUMEN
Compartir las migajas de los siete panes.
El primer pan es la conservación de la gracia. Lo hacemos evitando la tentación, dándonos fuerzas para resistir y curando nuestros afectos.
 El segundo pan era la paciencia y sus migajas fueron la generosidad, la elección y el amor.
 El tercer pan fue la misericordia, de  la que recibí no tres migajas, sino tres grandes pedazos. Esos fueron las heridas que producían mis pecados, la observación de los suplicios preparados para los malvados y la esperanza del perdón.
El cuarto pan es el perdón que debe ser total, sin rencores, con absoluto olvido.
El quinto pan es la continencia. Su primer enemigo son nuestros bajos instintos. El segundo el mundo perverso y el tercero las autoridades despóticas que luchan contra el espíritu.
El sexto pan es la gracia de merecer los bienes de la vida eterna. Se manifiesta en el desprecio de lo presente y el odio de los errores pasados junto a la esperanza de los venideros.
El séptimo pan es la esperanza de obtener estos  bienes. Se apoya en el amor de la adopción, en la fidelidad de la promesa, y en la capacidad de cumplirla. Esas son las migajas que del pan se desprenden.

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