EN EL NACIMIENTO DE LOS SANTOS INOCENTES
SERMÓN ÚNICO
De las cuatro festividades continuadas del Nacimiento del Señor, de San Estebán, de San Juan y de los los Santos Inocentes
Bendito sea el que viene en el nombre del Señor: el Señor es Dios y ha hecho brillar su luz sobre nosotros; bendito sea su nombre glorioso, que es santo. No vino infructuosamente lo santo, que nació de María, sino que copiosamente difunde el nombre y la gracia de la santidad. Verdaderamente de aquí es Juan Santo, es Esteban Santo, y también los Santos Inocentes. Con provechosa disposición acompañan estas tres solemnidades al nacimiento del Señor. No sólo para que continuándose las festividades persevere la devoción continua, sino también para que el fruto del Nacimiento del Señor sea conocido de nosotros en ellas, como un efecto y consecuencia de él. Se advierten en estas tres solemnidades como tres especies de santidad: ni yo juzgo que se pueda hallar fuera de estos tres géneros de Santos, otro cuarto entre los hombres. Tenemos en el bienaventurado Esteban la obra y la voluntad del martirio: tenemos sola la voluntad en el bienaventurado Juan: y tenemos solo la obra de los Santos Inocentes. Todos ellos bebieron el cáliz de la salud o con el cuerpo y el espíritu juntamente. O con sólo el espíritu; o con sólo el cuerpo. Mi cáliz ciertamente beberéis dijo el Señor a Santiago, y a Juan: no hay dudas de que hablaba del cáliz de la pasión. En fin, cuando decía a Pedro sígueme, excitándole violentamente a la imitación de su pasión, vuelto Pedro vió que seguía después del discípulo que amaba Jesús, no tanto con los pasos del cuerpo sino con el afecto de su voluntad. Bebió pues también Juan el cáliz de la salud, y siguió al Señor como Pedro, aunque no de todas maneras como Pedro. Porque haber permanecido así, no siguiendo con la pasión corporal al Señor, fue consejo divino como lo dice él mismo: Así quiero que permanezca hasta que yo venga. Como si dijera quiere él también seguirme pero yo quiero que así permanezca.
Pero ¿habrá quien dude de las coronas de los Inocentes? ¿Dude que los infantes despedazados por Cristo sean coronados entre los mártires, el que no cree que los reengendrados en Cristo son contados entre los hijos de adopción. Cuándo aquel niño, que nació para nosotros, no contra nosotros, permitiría que unos niños coetáneos de él fuesen muertos por su causa, lo cual él podía estorbar con toda su voluntad, si no providenciera a favor de ellos alguna cosa mejor; haciendo que así como a los demás infantes, entonces la circuncisión, ahora el bautismo, sin algún uso propio de su voluntad les basta para conseguir la salud; así el martirio producido por él les bastase a ellos para la Santidad? Si buscas sus méritos para con Dios, para ser coronados, busca también sus delitos para con Herodes para ser despedazados.
¿Es menos acaso la piedad de Cristo que la impiedad de Herodes, para creer que haya podido él entregar unos inocentes a la muerte y no haya podido Cristo coronar a los que fueron muertos por él? Sea pues Esteban mártir para con los hombres, cuya voluntad de padecer se manifestó con toda evidencia particularmente, en que en el mismo artículo de su muerte tenía la más viva solicitud, tanto por los perseguidores como por si mismo, venciendo en él el afecto de su interior compasión al afecto de su pasión corporal, de suerte que lloraba más por los delitos de ellos que por sus propias heridas. Sea Juan mártir para con los Ángeles, que como espirituales criaturas conocieron con más claridad las señales espirituales de su propia voluntad para padecer por Cristo. Pero estos verdaderamente son vuestros mártires, o Dios, para que resplandezca con más evidencia el privilegio de vuestra gracia en quienes ni el hombre ni el Ángel descubre mérito alguno. Vos habéis formado en la boca de los infantes y los niños de pecho vuestra perfecta alabanza. Gloria sea Dios en las alturas dicen los Ángeles, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Grande alabanza es esta sin duda, pero me atrevo a decirlo todavía no es alabanza perfecta, hasta que venga quien diga: dejad a los párvulos que vengan a mi, porque de los tales es el Reino de los Cielos, y paz a los hombres aún sin el uso de su voluntad para ilustre testimonio de la piedad de Dios.
Esto debieran considerar los que suelen combatirse en contenciosas disputas sobre la obra y la voluntad: consideren y adviertan que no conviene despreciar ni lo uno ni lo otro cuando no falta la facultad; especialmente lo uno sin lo otro (pero cuando la facultad falta) no solo dar la salud sino la santidad. Más también se persuaden firmemente, que aprovecha la obra sin la voluntad, pero no contra la voluntad, de suerte que por lo que se salvan los infantes, tendrían más condenación los que llegaron a la fe fingidamente. Del mismo modo, en algunos la voluntad sin la obra es suficiente, pero no contra la obra. Por ejemplo, si uno es arrebatado por la muerte cuando tiene en si una buena voluntad, pero todavía no perfecta, todavía no bastante valerosa para sufrir el martirio: ¿quién se atreverá a negar que se salve por esta interpretación? Quizá no le permite Dios que llegue a tentación tan grave, con el fin de que en ella no desmaye y se condene. Porque, si con tan débil voluntad fuera puesto en aquella tentación, que es sobre sus fuerzas y su voluntad no fuese corroborada, quien duda que desmayaría, que negaría la fe, y que si entonces muriese pereciera? Si alguno tiene vergüenza de mi delante de los hombres, también yo tendré vergüenza de él, dice el Señor, delante de los Ángeles de Dios, Así, en nuestra voluntad imperfecta en la que alguno se salva, cuando falta la ocasión y facultad para la obra, no se podría salvar por la falta de la obra, o diciendo de otro modo, por la obra de su rebeldía y falta. Lo mismo también podría suceder con la ignorancia, antes bien solícitos y timoratos demos gracias al benignísimo, y liberalísimo Salvador, que ocasiona con caridad tan copiosa las ocasiones a la salud a los hombres, que se alegra de encontrar en unos la voluntad y la obra, y en otros la voluntad sin obra, en otros también sin voluntad la obra de la salud, queriendo que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad. Porque en esto consiste la Vida Eterna, en que conozcamos al Padre Dios verdadero y a Jesucristo a quien envió, el cual es con el Padre un Dios verdadero, bendito sobre todas las cosas por los siglos, Amén.
RESUMEN Y COMENTARIO: Para la Salvación nuestro Cristo, en su misericordia, considera varias situaciones. La primera es la existencia de una voluntad firme, una determinación, que se consuma con un sacrificio. Es el ejemplo de San Esteban. La segunda es la existencia de una voluntad firme que no se consuma con el supremo ejercicio del martirio, bien porque Dios no lo estime oportuno en ese momento o porque crea que nuestra debilidad nos haría padecer y perder los dones espirituales alcanzados. Queda la obra, el martirio, sin voluntad de hacerlo. También Cristo, en su misericordia, considera ésta una vía para la salvación del alma. Lo que no acepta es el hecho, el martirio acompañado de la ausencia de conversión, de la negación volitiva de la verdadera fe. Los Santos Inocentes fueron mártires sin contar con su voluntad, pero sin oponerse al Dios verdadero. Por eso Dios misericordioso los acoge en su seno como santos y mártires.
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