EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

domingo, 8 de diciembre de 2013

DE LA MUJER ADÚLTERA, DE SUSANA Y DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

DE LA MUJER ADÚLTERA, DE SUSANA Y DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

1. ¡Qué rico eres en misericordia, qué magnífico en justicia, qué dadivoso en gracia, Señor Dios nuestro! No hay quien sea semejante a ti, larguísimo Bienhechor, justísimo Remunerador, piadosísimo Libertador. Graciosamente miras a los humildes, rectamente juzgas a los inocentes, misericordiosameente salvas a los pecadores. Estas, carísimos, son las delicias que sobre la mesa de este rico Padre de familias, en los textos de las Escrituras santas, si con cuidado lo advertís, se nos ponen con más copia que lo acostumbrado. Esta abundancia nos ofrece el santo tiempo de la Cuaresma y el sacratísimo día de la Anunciación, que han concurrido juntamente. Porque, hoy, como acabamos de oírlo, absuelve la clemencia del Redentor a una mujer cogida en adulterio; hoy libra de la muerte a la inocente Susana; hoy llena también a la bienaventurada Virgen de los singulares dones de su bendición graciosa. ¡Grande convite en que se nos sirve a un tiempo mismo la misericordia, la justicia y la gracia! ¿Por ventura no es la misericordia manjar del hombre? Enteramente saludable y eficaz para su reme. dio. ¿No es la justicia pan del corazón? Y pan que en gran manera le conforta como alimento sólido para nutrirle, puesto que: Bienaventurados los que tienen hambre de ella, porque serán hartos'. ¿No es alimento del alma la gracia de Dios? Dulcísimo alimento ciertamente, y que tiene toda suavidad y deleite para el paladar; más aún, juntando en sí todas estas propiedades, no sólo deleita, sino que fortalece y sana.
2. Lleguémonos, hermanos míos, a esta mesa, y de cada manjar tomemos por lo menos un poco: En la ley mandó Moisés apedrear a tales mujeres , dicen los pecadores de una pecadora y los fariseos de una adúltera. Mas El, por toda respuesta a la dureza de su corazón de piedra, inclinó los ojos hacia el suelo. Señor, inclina tus cielos y baja. Inclinóse Jesús, y propenso a la misericordia (porque El no era de un corazón judaico) escribía con el dedo, no ya en la piedra, sino en la tierra. Ni hizo esto una vez sola, sino que aquí tenemos dos escrituras, como en Moisés dos tablas. Y acaso se puede decir que escribiendo la verdad y la gracia, y volviendo a esecribirlas las dejó impresas en la tierra, según lo que dice el apóstol San Juan: La ley fue dada por Moisés y fue traída la gracia y la verdad por Jesucristo . En fin, mira si se puede decir que había leído en la tabla de la verdad lo que le sirvió para confutar a los fariseos: El que entre vosotros esté sin pecado, dijo, sea el primero que tire contra ella la piedra. Palabra breve, pero eficaz, y más penetrante que una espada de dos filos. ¡Qué gravemente fueron traspasados con esta palabra aquellos corazones de pedernal! Con qué vehemencia con esta piedrecita fueron quebrantadas las frentes de piedra, lo prueba el rubor de su confusión y huída clandestina. Merecía, ciertamente, la adúltera ser apedreada; pero dispóngase a ejecutar el castigo el que no se halle meecedor de ser castigado también; atrévase a exigir venganza contra la pecadora el que de ningún modo merezca sufrirla. De otra suerte, siendo él más vecino que todos de sí mismo, comience por sí; ejecute primero en sí la sentencia y ejerza contra sí la justicia. Esto decía la Verdad.
3. Pero aun esto es poco, pues aunque esta Verdad refuta a los acusadores, todavía no absuelve a la culpada. Escriba otra vez, escriba la gracia; lea y escuchemos: Mujer, ¿ninguno te ha condenado? -Ninguno, Señor. Ni yo te he de condenar; anda y no quieras pecar otra vez. ¡Oh voz de misericordia, oh eco de saludable alegría! Haz que sea oída de mí por la mañana tu misericordia, porque en ti, Señor, hepuesto mi esperanza. Sola la esperanza obtiene la primacía de la misericordia en tu acatamiento, pues tú no depositas el óleo de tu clemencia sino en el vaso de la confianza. Pero hay una confianza infiel que sólo atrae sobre sí la maldición, y es la que se halla en el hombre cuando peca con la esperanza del perdón. Mas no debe llamarse esto confianza, sino insensibilidad y disimulación perniciosa. Porque ¿qué confianza es la de aquel que no atiende a su peligro? ¿Cómo buscará remedio contra el temor el que ni teme ni cree tener motivo para temer? La esperanza es un consuelo; y no necesita consuelo el que se aplaude a sí mismo de haber obrado mal y se alegra en cosas pésimas.Roguemos, hermanos míos, que se nos diga con sinceridad cuantas maldades y peca os tenemos, deseemos que nos muestren nuestros., crímenes y delitos. Examinemos nuestros caminos y nuestras aficiones, pensemos en todos nuestros peligros con vigilante atención. Diga cada uno lleno de pavor: Yo iré a las puertas del infierno, para que ya no respiremos sino en la misericordia 1 de Dios. La verdadera confianza del hombre consiste en no presumir de sí mismo y en no apoyarse sino en Dios. Esta, repito, es la confianza verdadera, a la cual no se niega la misericordia, testificando el profeta que Dios tiene placer en los que le temen y en los que esperan en su misericordia. A la verdad, no tenemos pocos motivos en nosotros de temor Y en El de confianza. Suave y manso es; copiosa es su misericordia, mayor que nuestra malicia y muy grande para perdonar. Creamos por lo menos a los enemigos, pues no hallaron en El otra cosa de que tomar ocasión para formarle una calumnia. Se compadecerá, decían para sí, de esta pecadora, y no permitirá que habiéndosela presentado le den la muerte; así será tenido por enemigo manifiesto de la ley, absolviendo a quien la ley condena. Contra vosotros, fariseos, se vuelve la invención de vuestra malignidad. Mucho desconfiáis de vuestra causa cuando tan cautelosamente huís del juicio. Sin duda quedará absuelta sin injuria de la ley la que quedó sin acusadores.
4. Mas consideremos, hermanos míos, adónde se van desde aquí los fariseos. ¿No veis a aquellos dos viejos (pues de los más viejos comenzaron a salir), no veis, repito, a aquellos dos viejos que se esconden en el huerto de Joaquín? A su mujer, Susana, buscan,sigámosles, porque están llenos de un malvado pensamiento contra ella. Consiente con nosotros, dicen los viejos, dicen los fariseos, dicen los lobos, que poco antes intentaron en vano tragar otra, aunque perdida, oveja: Consiente y condesciende a nuestra pasión para contigo. ¡Oh hombres envejecidos en la maldad!; una vez acusáis el adulterio y otra vez persuadís el adulterio. Pero ésta es toda vuestra justicia, y lo que en público reprendéis, lo hacéis vosotros en lo secreto. Por eso fuisteis saliendo uno tras otro luego que aquel Señor a quien está patente lo más oculto hirió tan fuertemente vuestras conciencias diciendo: El que entre vosotros esté sin pecado, ése sea el primero que tire la piedra contra ella.Con razón dice la Verdad a sus discípulos: Si no es más abundante vuestra justicia que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos . De otra suerte, añaden los viejos, diremos contra ti un falso testímonio.Raza de Canaán y no de Judá; tampoco niandó esto Moisés en la ley. ¿Por ventura el que decretó que se apedrease a la adúltera mandó que se acusase a la honesta? ¿Por ventura mandó también dar testimonio contra la inocente? Antes, así igualmente que de la adúltera, mandó que el testigo falso no quedase sin castigo. Pero vosotros, que os gloriáis en la ley, por la transgresión de la ley deshonráis a Dios.
5. Dió un gemido Susana y dijo: Por todas partes me cercan angustias;porque por todas partes veo la muerte: por aquí la corporal, por allí la espiritual. Si hago lo que vosotros deseáis, yo soy muerta en el alma; si no lo hago,no me escaparé de vuestras manos. De vuestras manos, fariseos, ni está libre la adúltera ni la casta; no evita vuestras acusaciones ni el santo ni el pecador. Disimuláis vuestros pecados cuando encontráis los ajenos; por otra parte, si acaso alguno no tiene delito propio, le imputáis el vuestro. Pero ¿qué liará Susana entre la muerte y la muerte, es decir, entre la muerte del alma y la del cuerpo, viéndose por todas partes estrechada? Mejor es para mí, dice, no haciendo esto, caer en las manos de los hombres que desamparar la ley de mi Dios. Sabía ella qué cosa tan horrible es caer en manos de Dios vivo. Los hombres, a la verdad, después de haber muerto al cuerpo, nada pueden hacer al alma; pero a aquel Señor se debe temer, que tiene potestad de arrojar el cuerpo y el alma al infierno. ¿Cómo tarda la familia de Joaquín? Dese prisa a entrar por. el postigo, porque se está oyendo ruido en el huerto; ruido ciertamente de unos lobos fieros y de una ovejilla que bala entre ellos. Pero no permite que traguen, a la inocente el que con tanta dignación sacó de sus mismas fauces aun a quien no merecía ser librada. Por eso, con razón, aun siendo lle. vada a la muerte, tenía su corazón una firme confianza en el Señor, a quien de tal modo había temido, que había despreciado todo temor humano y preferido su ley a su misma vida y fama. Porque no se había dicho jamás cosa semejante de Susana. Sus padres también eran justos y su marido el más honrado de todos los judíos. Con razón, pues, consiguió del justo Juez la merecida venganza de los impíos la que con tanta ansia tuvo hambre de la justicia, que por ella despreció la muerte del cuerpo, el opro. bio de su linaje y el llanto inconsolable de sus amigos.
6. Nosotros también, hermanos míos, sí hemos oído a Cristo: Ni yo te condenaré, si no queremos pecar contra El, si deseamos vivir piadosamente en Cristo, es preciso que toleremos la persecución y no volvamos mal por mal ni maldición por maldición. Porque el que no conserva la paciencia perderá la justicia, es decir, perderá la vida, o sea, perderá su alma. A mí está reservada la venganza, y yo soy quien la he de ejecutar. Así es, en efecto: El la liará; mas con tal de que tú le dejes el cuidado de la venganza, si no le usurpas la potestad de juzgar, si no vuelves daños a los que a ti te los hubieren hecho. Hará juicio, pero a favor del que tolera la injuria; según equidad juzgará, pero a favor de los mansos de la tierra. Ya a vosotros, si yo no me engaño, se os hace molesto que tarden las delicias. No os admiréis, son delicias. No cargarán aún a los que están liartos ni aun los que los eructan podrán fastidiarse de ellas.
7. Fue enviado el ángel Gabriel por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret. ¿Te admiras de que la pequeña ciudad de Nazaret sea ilustrada con un embajador de tan grande Rey y pon una embajada de tanto momento? En esta ciudad se oculta un tesoro riquísimo, se oculta, digo, pero a los hombres, no a Dios. ¿Por ventura no es María el tesoro de Dios? En cualquiera parte que ella esté está el corazón de Dios. Sus ojos están puestos en ella; en todas partes mira la humildad de su sierva. ¿Conoce el cielo el Unigénito de Dios Padre? Pues si conoce el cielo, también conocerá a Nazaret. ¿Qué mucho que conozca su patria? El cielo le toca por el Padre; Nazaret, por la Madre; así como, según testifica El mismo, es hijo de David, tam. bién es Señor de David. El cielo supremo es para el Señor, mas a los hijos de los hombres les dió la tierra. Uno y otro, pues, es preciso que le toque por posesión suya, porque no sólo es Señor, sino hijo del hombre. Escucha además de qué manera vindica para sí la tierra como hijo del hombre y cómo se comunica a manera de Esposo con su esposa: Las flores, le dice, han aparecido sobre nuestra tierra. Ni disuena de esto el interpretarse flor Nazaret. Ama la patria de las flores la flor de la raíz de Jesé, y gustosamente se alimenta entre las azucenas la flor del campo y la azucena de los valles. Tres gracias hacen estimables a las flores: la hermosura, el buen olor y la esperanza del fruto. Y a ti Dios te reputará flor, y en ti tendrá mucho placer si no te faltare la hermosura de una conducta honesta, ni la fragancia de la buena opinión, ni el deseo vivo de la recompensa eterna, pues la vida eterna es el fruto del espíritu.
8. No temas, María, porque hallaste gracia en los ojos de Dios ¿Cuánta gracia? Una gracía llena, una gracia singular. ¿Singular o general? Una y otra sin duda, pues por ser gracia llena, por eso mismo es tan singular como general, pues que la misma gracia general la recibíste singularmente. Es tan singular, repito,como general, pues tú sola recibiste más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque DE ESA PLENITUD RECIBEN TODOS. Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. Sin duda alguna El es el fruto bendito de tu seno virginal, ¡oh María!, pero por tu medio ha venido a las almas de todos. Así, ciertamente, así en otro tiempo todo el rocío estuvo en el vellocino y todo en la era, pero en ninguna parte de la era todo como en en el vellocino. En ti sola aquel Rey rico y riquísimo se abatió, el excelso se humilló, el inmenso se abrevió y se hizo como algo menor que los ángeles; encarnó en ti el verdadero Dios e Hijo de Dios. Pero ¿con qué intento? Sin duda con el fin de que con su pobreza fueramos todos enriquecidos, con su humildad ensalzados, con su abatimíento engrandecidos, y juntándonos a Dios por su encarnación comenzáramos a ser un mismo espíritu con El.
9. Pero ¿qué diremos, hermanos míos? ¿En qué vaso con especialidad se ha de depositar esta gracia? Si la confianza, como arriba dijimos, es vaso capaz de la misericordia, y la paciencia de la justicia, ¿qué vaso podremos presentar que sea receptáculo digno de la gracia? Bálsamo purísimo es y requiere un solidísimo vaso. ¿Y cuál es tan puro, cuál es tan sólido como la humildad de corazón? Por eso justamente da la gracia Dios a los humildes; por eso justamente miró a humildad de su sierva. ¿Preguntas en qué estuvo su mérito? En que no ocupó su ánimo humilde ningún mérito hu. mano, para que de este modo no se impidiese que entrara libremente en 61 la plenitud de la gracia divina. A esta misma humildad debemos subir nosotros por diversos grados. Porque en primer lugar el corazón del hombre, a quien todavía le deleita pecar y no ha mudado su miserable costumbre en mejor propósito, está impedido por sus propios vicios para que quepa en él la gracia. Después, cuando ya se ha propuesto corregir sus costumbres y no repetir jamás sus primeras culpas, los mismos pecados pasados, aunque parezca que de algún modo están cortados ya, mientras que permanecen en él, no dejan entrar la gracia. Quedan, pues, y permanecen hasta que sean lavados en la confesión, hasta que sean quitados con dignos frutos de penitencia. Pero ¡ay de ti si acaso te sigue la ingratitud, más perniciosa que los mismos pecados y vicios! Porque ¿qué cosa más claramente contraria a la gracia? Nos entibiamos con el decurso del tiempo, se resfría poco a poco la caridad, crece la maldad, para que así acabemos en la carne los que habíamos comenzado en espíritu. De ahí es que conocemos poco los bienes que Dios nos ha hecho, siendo a un tiempo mismo indevotos e ingratos. Abandonamos el temor de Dios, dejamos la religiosa soledad, haciéndonos habladores, curiosos, decidores, detractores y murmuradores; gastando el tiempo en frívolas chanzas, huyendo del trabajo y de la regular disciplina todas las veces que se puede hacer sin nota, como si por eso fuera también sin culpa. ¿Qué nos admiramos, pues, de que nos falte la gracia, siendo rechazada por tantos obstáculos? Mas ya si alguno, a fin de que, según habla el Apóstol, la palabra de Cristo, que es la palabra de la gracia, habite en él, se muestra agradecido a Dios; sí es devoto, si es solícíto, si es fervoroso de espíritu, guárdese de fiar en sus méritos y de fundarse en sus obras. De otra suerte, tampoco entraría la gracia en esta alma. Sin duda estaría llena de sí y no encontraría en ella lugar la gracia.
10. ¿Pusisteis atención en aquel fariseo que estaba orando? No era ladrón, no era injusto, no era adúltero. ¿Estaba, acaso, sin frutos de penitencia? Dos veces ayunaba a la semana, daba el diezmo de todo lo que poseía. ¿Sospecháis que fuese ingrato? Escuchad lo que dice: ¡Oh Dios!, gracias te doy. Pero no estaba desocupado, no estaba vacío, no era humilde, sino soberbio; por esto no procuró saber lo que le faltaba, sino que exageró sus méritos, no era aquella plenitud sólida, sino hinchazón. Así volvió a su casa vacío por haber fingido la plenitud. Al revés, aquel publicano que se había humillado y abatido, porque tuvo cuidado de presentar un vaso desocupado, llevóse consigo mayor gracia. Nosotros, pues, hermanos míos, si deseamos hallar la gracia, abstengámonos de los vicios en adelante de tal suerte que hagamos también digna penitencia de los pecados que hemos cometido, e igualmente seamos cuidadosos en mostrarnos con Dios devotos y humildes de verdad. El mira a semejantes almas agradablemente con aquella vista piadosa de que habla el Sabio: La gracia,y misericordia de Dios está sobre sus santos, y sus miradas favorables sobre sus escogidos .. Y quizá por esto cuatro veces pide que se vuelva el alma a quien El mira, diciéndole: Vuélvete, vuélvete, Sunamites, vuélvele, vuélvete, para que te miremos; para,que no persista ni en la costumbre de pecar, ni en la conciencia de pecado, ni en la tibieza y torpeza de la ingratitud, ni en la ceguedad de la altivez. De estos cuatro peligros se digne apartarnos y sacarnos aquel Señor que para nosotros fue hecho, por Dios Padre, justicia y redención, Jesucristo Señor nuestro, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina Dios por infinitos siglos de los siglos. Amén.

RESUMEN
En este sermón, nos cuenta San Bernardo cómo Jesucristo perdona a la mujer adúltera. Escribe sobre el barro de la tierra dos veces. En un lado la severa ley mosaica que expresa la verdad. En el otro lado la ley de Jesucristo que se basa en la misericordia y la gracia. Pide que los que estén libres de pecado tiren la primera piedra. Los más viejos se van los primeros. Saben que han pecado con la esperanza de perdón y eso no es el verdadero arrepentimiento sino una “disimulación permisiva”. Saben que lo que en público prohíben ellos lo hacen en secreto.
Recuerdan que, a otras mujeres y a otras personas, las han puesto en el dilema de elegir entre la muerte del alma (cediendo a sus ansias y bajos instintos) y la muerte del cuerpo por no cumplir estrictamente la ley. En cualquier caso han caído en la costumbre de pecar, en la conciencia del pecado, en la tibieza y torpeza de la
iniquidad o en la ceguedad de la altivez. Frente a ellos tenemos el ejemplo de Nuestra Virgen María nacida en una humilde ciudad, rodeada de azucenas, viva entre las flores de los campos y de los valles, llevando en su seno al Hijo de Dios, con la mayor humildad y sin soberbia alguna. Jesucristo nos muestra que la justicia, por encima de la ley, es el pan del corazón.

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