1. ¿Por qué abandonamos el camino los que corremos al gozo? Existe, sí, el gozo del reino de Dios, pero eso no es lo primero que percibimos. El gozo del reino de Dios no es un placer carnal, ni el que nos ofrece el mundo, ni la alegría que acaba en tristeza; todo lo contrario, es la tristeza convertida en alegría. En una palabra: no es el gozo de los que disfrutan haciendo el mal y se alegran de la perversión: es el gozo en el Espíritu Santo.
¿Y de dónde procede? De la justicia y de la paz. Son como los alvéolos de la miel: la materia sólida donde depositar tranquilamente el suave y fluido licor. Ya llegará el día en que gustemos la miel pura, y nuestro gozo será total y puro: no sólo gozaremos en el Espíritu, sino también de ese mismo Espíritu. Nuestro gozo será tan plenamente espiritual que ya no brotará de motivos corporales, ni de las obras de misericordia, ni de las lágrimas de la penitencia, ni de practicar la justicia o la paciencia: el único motivo será la presencia del Espíritu, a quien los mismos ángeles ansían contemplar.
Mientras tanto, la sal de la sabiduría me condimenta todo, y me atrevo a decir que ella es mi alimento. Sí, ahora, antes de comer suspiro, y ni siquiera entonces logro tragar mi saliva. Es sabio quien percibe el sabor de cada cosa. Pero quien llega a saborear a la misma sabiduría, además de sabio es dichoso. En esto consiste ver a Dios tal cual es; éste es el río impetuoso que alegra la ciudad de Dios, el torrente de delicias, la abundancia que embriaga.
2. Mas ahora, Señor, no tienen vino. Sí, ahora no hay vino para estas bodas: falta el vino del placer carnal y de los regalos mundanos. Ese vino que es ponzoña de monstruos y veneno mortal de víboras. Hermanos, ojalá nos falte siempre este vino, porque no es bueno. El buen vino no lo cría la viña de la impureza, sino la cuba de la purificación. El buen vino no se hace con las uvas de Gomorra, sino con el agua de Judea. Has guardado el buen vino hasta ahora, dice el maestresala. El vino exquisito lo tiene todavía guardado; y no se hará con agua, sino exprimiendo aquel gran racimo de la tierra de promisión, que cuelga de una vara en este entretiempo en que conocemos a Cristo encarnado y crucificado.
¿No le faltaba el vino al que exclama: Mi alma rehúsa el consuelo? Parece, sin embargo, que probó el vino hecho del agua, pues añadió: Me acordé de Dios y me alegré. ¿Qué sentirá con la presencia el que ya se alegra con el recuerdo? También los apóstoles probaron el agua convertida en vino cuando salieron del Consejo contentos de haber merecido aquel ultraje por causa de Jesús. El agua convertida en vino, ¿no es el hecho de gozarse en el ultraje? Entonces se cumplía la promesa que les había hecho la Verdad: Vuestra tristeza se convertirá en gozo. Es decir, vuestra agua se tornará vino.
¿Te asombra el agua convertida en vino? También se torna en pan si no has olvidado comer aquel pan tuyo del que puedes leer: Nos darás a comer el pan de lágrimas y como bebida lágrimas a tragos. La cantidad está bien explícita: Había seis tinajas de piedra, para la purificación de los judíos. Si eres un auténtico judío, no según la carne, sino según el espíritu, servirás seis años y al séptimo quedarás libre. Las seis tinajas de la purificación son los seis días que trabajas: Con seis tribulaciones alcanzarás la libertad y en la séptima no sufrirás ningún mal. Te darán la libertad y beberás vino de ellas cuando, en frase del Apóstol, te sientas orgulloso en la esperanza y en las tribulaciones.
3. Este es el doble gozo que hallas ahora en el Espíritu Santo: el recuerdo de los bienes futuros y la capacidad de soportar los males presentes. Aquí no hay mezcla de gusto carnal, ni de placer mundano, ni de vanidad. Todo es espíritu de verdad y sabiduría celeste, cuya dulzura saborearemos ya en ambos. Gozaos siempre en el Señor, dice el Apóstol, os lo repito: gozaos. Y añade el motivo de este doble gozo: Que vuestra modestia la conozca todo el mundo; el Señor está cerca. ¿Qué otra cosa es la modestia, sino mansedumbre y paciencia? Gocémonos, pues, por lo que esperamos, ya que el Señor está cerca. Y alegrémonos también por lo que toleramos, para que nuestra modestia irradie por doquier. Porque la dificultad produce entereza; la entereza, calidad; la calidad, esperanza; y la esperanza no defrauda.
4. Ahora bien, para que el espíritu sea capaz de experimentar esta doble alegría espiritual, se requieren dos condiciones en la práctica de la justicia y otras dos en la conservación de la paz.
Así nos lo recuerda continuamente la Escritura santa. La práctica de la justicia consiste en estos dos preceptos: No hagas a otro lo que a ti no te agrada, como dice la carta que los Apóstoles enviaron a los gentiles y como lo afirmó el Señor mismo a los Apóstoles: Todo lo que queremos que hagan los demás por nosotros, hagámoslo por ellos.
Sin embargo, todos fallamos muchas veces y es imposible evitarlo en este tiempo y en este mundo lleno de escándalos. Todavía no han venido los ángeles que suprimirán todos los escándalos del reino de Dios, no estamos ya en esa dichosa ciudad en cuyas fronteras reina la paz de Dios. Por esto es imposible, aquí y ahora, mantener la paz entre nosotros, a monos que quien ofende a su prójimo en algo evite el orgullo temerario, y el ofendido rehuya una inflexible contumacia.
5. Así pues, hermanos míos, precuremos ser humildes para satisfacer a los que tienen alguna queja contra nosotros, y prontos para perdonar a quienes nos han ofendido. De esta doble actitud depende la paz mutua entre nosotros y la posibilidad de alcanzar el perdón divino. Dios no acepta la ofrenda de quien antes no se ha reconciliado con su hermano, e incluso reclama con todo rigor la deuda perdonada al que no perdona a su compañero.
Si permanecen ya en nosotros estas tres cosas: la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo, no por ello estemos seguros de que el reino de Dios está ya en nosotros. Sigamos realizando escrupulosamente nuestra salvación, conscientes de que llevamos todavía este inmenso tesoro en vasijas de barro.
RESUMEN
La tristeza puede convertirse en alegría y transformarse en el verdadero vino del espíritu. La justicia y la paz son como los alvéolos que contienen la miel. Algún día probaremos la misma miel contenida en su interior. Los ultrajes recibidos a causa de la justicia también suponen una conversión del agua en vino. Son seis tinajas. Tras seis días a la semana, de trabajo y tribulaciones, descansaremos en el séptimo día. Nuestro objetivo no es el vino como placer sensual. Nuestro bienestar espiritual debe basarse en la esperanza de los bienes futuros y en la capacidad para soportar las adversidades. Para ello debemos practicar la justicia y conservar la paz. Así es como se produce esta transmutación.
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