El ayuno es una buena preparación para las fiestas de los Santos
1. La autoridad de los Padres ha establecido que a las fiestas más solemnes de los santos les preceda un día consagrado al ayuno. Es una práctica muy provechosa y prudente si se hace conscientemente. Día a día caemos en el pecado y fallamos muchas veces. Y no está bien celebrar las festividades sagradas, sobre todo las más solemnes, sin purificarnos previamente con la abstinencia, e intentar ser un poco más dignos y capaces de los gozos espirituales. El justo siempre que toma la palabra se acusa a sí mismo, y antes de ensalzar a los demás reconoce sus propias faltas. Si tiembla el justo y se juzga a sí mismo antes que llegue el juicio implacable del Señor, ¿qué haremos nosotros, que pasamos la vida sin juzgar ni enterrar nuestros pecados? Sería terrible que se hicieran públicos antes de ese juicio.
Si el justo cuando ensalza a los santos siente pudor y vergüenza, ¿cuánto más temerá el pecador, en cuya boca desdice la alabanza, aquellas otras sentencias: ¿Por qué recitas mis preceptos? Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin traje de fiesta? Dichosos, por lo tanto, los que se esfuerzan en conservar siempre intacta su túnica, es decir, el honor de su conciencia, y lucirla en toda su hermosura. Mas como son muy pocos los que guardan con tanta diligencia su corazón y son muchos menos aún los que lo conservan en perfecta santidad, debemos limpiar continuamente con la abstinencia las manchas que contraemos, sobre todo antes de celebrar una gran solemnidad.
2. La práctica del ayuno no es sólo una preparación para la próxima festividad; también es una magnífica instrucción y catequesis. Efectivamente, ahí aprendemos el verdadero camino de la fiesta eterna. El sentido último de anticipar los ayunos a las fiestas está aquí: Debemos soportar muchas contrariedades antes de entrar en el Reino de Dios. Por eso no merece disfrutar del gozo festivo quien no observa antes la abstinencia del gozo y descanso festivo. Todo el tiempo de esta vida penitente es una especie de vigilia de la gran solemnidad y del sábado eterno que aguardamos. Piensa que esa fiesta será eterna, y no se te hará demasiado larga la vigilia. Las fiestas de ahora duran un día y tienen otro de vigilia; en cambio, aquella otra fiesta es eterna y no se nos exige una vigilia eterna.
Pero ¿a dónde nos arrastra el recuerdo gozoso de aquella felicidad? Ésta es, en efecto, la palabra más frecuente y apta que solemos aplicarle. Volvamos ya a nuestro tema.
3. El motivo del ayuno de hoy, y de la solemnidad y alegría que esperamos, es la pasión del apóstol San Andrés. Ya que no podemos ser crucificados con él, ayunemos un poco con él. Porque es indudable que los dos días que estuvo colgado de la cruz, no probó alimento. Unámonos, pues, de algún modo a su pasión. No estamos en el patíbulo, pero soportamos el ayuno. El Dios misericordioso nos hará compartir de ese modo su corona y acompañarle ahora en su gozo espiritual.
¿No vamos a llenarnos de gozo con la memoria de su triunfo, si sabemos que él mismo se regocijó tan profundamente en el tormento? Si la cruz rezuma gozo, mucho más alegre será la fiesta. Para nosotros festivo equivale a alegre, y cruz es sinónimo de tortura. El mundo entero debe festejar alborozado un milagro tan inaudito, y una obra tan portentosa de la energía divina. Andrés era un hombre como nosotros, pero cuando vio el patíbulo que le tenían preparado, sintió unas ansias locas de abrazarse a la cruz, y le embargó un gozo incomprensible.
He aquí sus exclamaciones: "¡Salve, cruz, tanto tiempo deseada y finalmente preparada para mí, que suspiro por ti! Yo te abrazo sereno y gozoso; regocíjate también tú al abrazarte conmigo". ¿No veis: que no cabe en sí por lo grande de su gozo? "Regocíjate también tu". ¿Es posible una alegría mayor que ver radiante a la cruz, y convertirse en puro gozo? ¿Qué es más anormal, más irracional y sobrenatural: ver a un crucificado radiante de gozo o contemplar cómo se alegra una cruz? Ésta carece por naturaleza del sentido de la alegría, y aquél, por muy fuerte que sea, agota su fuente de alegría y se convierte en un grito de dolor.
Escuchad: "Estoy enamorado de ti, y ardo en deseos de abrazarte". Hermanos, esto no es una lengua que habla, es un fuego abrazador. Para ser más exactos, es una lengua de fuego. Son unas brasas ardientes que Cristo ha arrojado del cielo a sus huesos. ¡Ojalá sean para nosotros unos carbones abrasadores que consuman y purifiquen todos nuestros afectos carnales. ¿Qué centellas son éstas? ¿Qué fuego interior las consume?
4. Sin duda, bienaventurado Andrés, tu fe es un grano de mostaza, y en cuanto lo tocó el almirez, irradió un sabor irresistible. ¿Qué fuerza si le hubiera triturado un poco más? No hay espíritu capaz de tolerar semejante fuego, ni oído que soporte tales palabras. Cuando Egeas se ceñía a simples amenazas, ese grano parecía una insignificancia. Solía decir: "El Señor me ha enviado a este país y le ha conquistado un gran pueblo". Se acerca, en cambio, el almirez de la conminación y exhala un sabor más acre; sus palabras son más tajantes; Egeas cree que se va a amilanar al condenarle a la cruz. Todo lo contrario: el eco de esta palabra le enardece, y exclama a voz en grito: "Si me asustara el patíbulo de la cruz, no hubiera pregonado su gloria".
Y cuando contempla ya el madero escogido para él, es una pura llama que se deshace en aplausos y alabanzas a su amada. La saluda con elegancia, la mira enternecido, la enarbola orgulloso y exclama enardecido en un torrente de afectos y de palabras: "¡Salve, cruz la más hermosa, cuya belleza y pulcritud te donaron los miembros del Señor! ¡Salve, cruz santificada en el cuerpo de Cristo y engalanada con las perlas de sus miembros!"
Razón tienen los siervos de la cruz al venerar de tal modo a este enamorado de la cruz. Pero merece una devoción muy particular de quienes han prometido llevar la cruz. Hermanos, os hablo y me refiero a vosotros, que no os hicísteis sordos a aquella trompeta evangélica: Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío. Volcad, pues, toda vuestra capacidad espiritual en esta solemnidad y celebradla con un corazón magnánimo. El que se decida a cavar y buscar con empeño encontrará un inmenso tesoro de paz y de sabiduría.
RESUMEN
Es bueno ayunar antes de las grandes fiestas para, así, resaltar su valor. Además San Andrés ayunó los dos días que permaneció en la cruz.
La relación de San Andrés y la cruz es de amor, pues quien no cargue con su cruz no puede ser discípulo de Cristo. Significaba la fusión con nuestro Señor en una llama de puro amor.
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