1.El Espíritu Santo, esa fuente de donde mana el río del Cantar de los Cantares, creo que nos ofrece grandes misterios en esos dientes de que allí se habla. Porque son muy distintos de aquellos otros de quienes se dice: Dios les romperá sus dientes en la boca. Ni como el mismo Señor dijo a un santo varón: El terror invade sus dientes. No, estos dientes son más blancos que la leche. Son los de la esposa, de cuya belleza se enamoró el Altísimo, y que está limpia de toda mancha y arruga. Es toda blanca, pero sus dientes son blanquísimos y la ensalza con una comparación nueva y extraña: Tus dientes son un rebaño de ovejas esquiladas.
¿Qué existe de digno, por favor, en esta metáfora para que creamos que ha descendido de los arcanos celestes? Algo muy grande y que debemos aceptarlo con toda la capacidad de nuestro espíritu. Es el Espíritu quien habla, y ni una tilde de sus palabras está vacía de sentido. No hay duda de que en estos dientes se esconde algo, y si lo descubrimos hallaremos el secreto de un conocimiento más sagrado.
2. Los dientes son blancos y fuertes. No tienen carne y carecen de piel. No soportan nada extraño entre ellos. Su dolor es superior a cualquier otro. Están cerrados por los labios para no ser vistos, pues es indecoroso que se vean a no ser en la risa. Mastican el alimento para todo el cuerpo y no perciben ningún sabor. No se gastan facilmente, están muy bien ordenados: unos arriba y otros abajo; se mueven sólo los de abajo y no los de arriba.
Yo creo que estos dientes simbolizan los hombres entregados a la profesión monástica, que eligen un camino más breve y una vida más segura, y dentro del cuerpo blanco de la Iglesia aparecen mucho más blancos. ¿Se puede imaginar algo más límpido que esos hombres que evitan hasta la menor huella de impureza, y lloran los pecados que han cometido de pensamiento y de obra? ¿Y qué más fuerte que aquellos para quienes la tribulación es un consuelo, el desprecio es su orgullo y la pobreza su riqueza? Son unos hombres sin carne, pues viven en la carne, pero olvidados de ella, y se guían por el consejo del Apóstol: Vosotros no estáis sujetos a los bajos instintos, sino al Espíritu. Tampoco tienen piel, porque viven al margen del encanto y tensión de las realidades mundanas, y reposan tranquilos y en paz.
No toleran nada extraño entre ellos, porque se les hace intolerable el menor obstáculo de unos con otros o en la conciencia de cualquiera de ellos. De ahí esa oportuna importunidad con que me molestáis tan frecuentemente, y la mayoría de las veces sin necesidad, y el mucho tiempo que le dedicáis. Su dolor no es comparable a ningún otro, pues la murmuración y disensión dentro de una comunidad es la cosa más horrorosa y detestable. Están cerrados con los labios para que no se vean: también nosotros nos ocultamos tras estos muros materiales y evitamos las miradas y el acceso de la gente del mundo. Y por otra parte es indecoroso enseñarlos, a no ser en el momento de reírse: y no hay nada tan desagradable como un monje metido en palacios y ciudades, excepto cuando le obliga a ello esa virtud que cubre un sinfín de pecados, es decir, la risa de la caridad, que es siempre alegre.
Los dientes mastican el alimento para todo el cuerpo; y estos hombres tienen la misión de orar por todo el cuerpo de la Iglesia, tanto por los vivos como por los muertos. A pesar de ello no perciben ningún sabor, esto es, no se apropian a sí mismos gloria alguna, sino que dicen con el Profeta: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. No se desgastan facilmente, y es que cuanto más ancianos más fervientes son, y a medida que se acercan a la palma más veloces corren.
Están muy bien ordenados. Si aquí no reina el orden, dónde buscarlo? Todo está regulado con número, peso y medida: la comida y bebida, las vigilias y el sueño, el trabajo y el descanso, la actividad y el ocio. Unos están arriba y otros abajo; también entre nosotros hay superiores y súbditos, y los primeros están unidos a los otros que estos últimos están acorde con aquellos. Los de abajo se mueven y jamás los de arriba, porque los súbditos pueden sentir cierta inquietud, mas los superiores deben conservar siempre en calma el espíritu.
Dice que son como un rebaño de ovejas esquiladas. ¡Qué bien está la comparación de los monjes con las ovejas esquiladas! Porque están realmente esquilados al no tener propios ni sus corazones, ni sus cuerpos ni los bienes del mundo. Y estas ovejas están recién salidas del baño. El baño es el bautismo, del que sale quien tiende a la cumbre de una vida más perfecta, y desciende el que se entrega a una vida deshonesta. Cada oveja tiene mellizos, porque engendran con su palabra y su ejemplo. Y entre ella no hay estériles porque nadie es infecundo.
RESUMEN
Compara San Bernardo la vida religiosa a la pulcritud y desnudez de los dientes, que cumplen perfectamente su cometido. Igualmente a las ovejas que no son estériles ni infecundas.
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