EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

lunes, 8 de junio de 2015

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. PRÓLOGO Y LIBRO PRIMERO. CAPÍTULOS I AL V.

TRATADO DE LA CONSIDERACIÓN DEL PAPA EUGENIO: PRÓLOGO




TRATADO DE LA CONSIDERACIÓN


San Bernardo 



 PROLOGO


Irrumpe en mi interior, beatísimo papa Eugenio, un deseo incontenible de dictar algo que te edifique, te agrade y te consuele. Pero vacilo entre hacerlo o no, pues dudo que pueda salir de mí una exhortación que debería ser libre y al mismo tiempo moderada; ya que me hallo como envuelto en una lucha entre dos fuerzas contrarias, impulsado por mi amor y frenado por tu majestad. Mientras ésta me inhibe, el amor me apremia. 
Pero entra en lid tu condescendencia y no me lo mandas sencillamente, sino que te rebajas a pedírmelo, cuando te correspondía ordenármelo. ¿Cómo podrán resistirse más mis temores, si tu propia majestad es tan deferente conmigo? No me mediatiza que hayas sido elevado a la cátedra pontificia. El amor desconoce lo que es el señorío y reconoce al hijo aun bajo la tiara. Es sumiso por naturaleza, obedece espontáneamente, accede desinteresadamente, desiste generosamente. Aunque no todos son así, no todos; porque muchos se deban llevar de la codicia o del temor. Esos son los móviles de quienes en apariencia te alaban; sin embargo, en su corazón anida la maldad. Te adulan con sus reverencias y luego te abandonarían en la desgracia. En cambio, el amor nunca desaparecerá. 

Yo, a decir verdad, me encuentro liberado de mis servicios maternales contigo, pero no me han arrancado el afecto de madre. Hace mucho que te llevo en las entrañas y no es tan fácil que me arranquen un amor tan íntimo. Ya puedes subir a los cielos o bajar a los abismos, que no acertarás a separarte de mí; te seguiré a donde vayas. Amé al que era pobre en su espíritu; amaré al que ahora es padre de pobres y ricos. Llegué a conocerte bien y sé que no has dejado de ser pobre en el espíritu, aunque te hayan hecho el padre de los pobres. Confío que se haya realizado en ti ese cambio, pero no a tu costa; tu promoción no ha conseguido cambiar tu condición anterior, sino solamente sobreañadirse a ella. Te amonestaré, pues, no como un maestro, sino como una madre. Tal como le corresponde al que ama. Quizá parezca más bien una locura, pero lo será para el que no ama ni siente la fuerza del amor.

 

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO: LIBRO PRIMERO ARTÍCULO PRIMERO



 LIBRO PRIMERO


CONDOLENCIA POR SUS OCUPACIONES

Capítulo 1


¿Por dónde comenzaría? Me decido a hacerlo por tus ocupaciones, pues son ellas las que más me mueven a condolerme contigo. Digo condolerme, en el caso de que a ti también te duelan. Si no es así, te diría que me apenan; pues no puede hablarse de condolencia cuando el otro no siente el mismo dolor. Por tanto, si te duelen, me conduelo; y si no, siento aún mayor pena, porque un miembro insensibilizado difícilmente podrá recuperarse; no hay enfermedad tan peligrosa como la de no sentirse enfermo. Pero ni se me ocurre pensar eso de ti.  
Sé con qué gusto saboreabas hasta hace muy poco las delicias de tu dulce soledad. Es imposible que ya no lamentes su pérdida tan reciente. Una herida aún fresca duele muchísimo. Y no es posible que se haya encallecido la tuya tan pronto, ni te creo capaz de haberte insensibilizado en tan poco tiempo. Todo lo contrario. A no ser que quieras ocultarlo, te sobran razones para sufrir justificadamente por las fatigas que te reserva cada día. Si no me engaño te arrancaron de los brazos de tu querida Raquel,  contra tu voluntad, y ese dolor has de revivirlo inevitablemente cuantas veces tienes que soportar las consecuencias. 
¡Cuándo te sucede eso? Siempre que intentas algo inútilmente sin poder llevarlo a cabo. ¡Cuántos esfuerzos sin éxito! ¡Cuántos dolores de parto sin dar a luz! ¡Cuántos afanes frustrados! ¡Cuántas cosas tienes que abandonar nada más comenzarlas! ¡Y cuántos planes caen por tierra nada más concebirlos Han llegado los hijos hasta el cuello del útero -dice el profeta- y no hay fuerza para alumbrarlos. ¿No lo has experimentado ya? Nadie lo sabe mejor que tú. Tendrían que haberse debilitado tus facultades mentales o deberías ser como la novilla de Efraín, que trillaba a gusto, si es que te has acomodado a tu situación sin recuperación alguna. Pero no; eso sería propio de quien ya se  ha rendido ante la reprobación. Te deseo sinceramente la paz, pero no una paz que nazca de tu conformismo. Sería muy alarmante para mi que gozarás de esa paz. ¿Te extrañaría que pudieses llegar a ese extremo? Te aseguro que es posible; ordinariamente la fuerza de la costumbre lleva a la despreocupación.




CONSIDERACIONES DEL PAPA EUGENIO. LIBRO PRIMERO. CAPÍTULO SEGUNDO

Capítulo 2


En una palabra: es lo que siempre me temí de ti y lo temo ahora: que por haber diferido el remedio, por no poder soportar más el dolor, llegues, desesperado, a abandonarte al peligro de forma irremediable. Tengo miedo, te lo confieso, de que en medio de tus ocupaciones,  que son tantas, por no poder esperar  que lleguen nunca a su fin, acabes por endurecerte tú mismo y lentamente pierdas la sensibilidad de un dolor tan justificado y saludable. 
Sustráete de las ocupaciones al menos algún tiempo. Cualquier cosa menos permitirles que te arrastren y te lleven a donde tú no quieras. ¿Quieres saber a dónde? A la dureza del corazón. Y no me preguntes qué es esa dureza de corazón Si no te has estremecido ya, es que tu corazón ha llegado a ella. Corazón duro es simplemente aquel que no se espanta de sí mismo, porque ni lo advierte. No me hagas más preguntas. Díselo al faraón. Ningún corazón duro llegó jamás a salvarse, a no ser que Dios, en su misericordia --como dice el profeta-, lo convierta en un corazón de carne. ¿Cuándo es duro el corazón? Cuando no se rompe por la compunción, ni se ablanda con la compasión, ni se conmueve en  a oración. No cede ante las amenazas y se encrespa con los golpes. Es ingrato a los bienes que recibe, desconfiado de los consejos, cruel en sus juicios, cínico ante lo indecoroso, impávido entre los peligros, inhumano con los hombres, temerario para con lo divino. Todo lo echa a la espalda, nada le importa el presente. No teme el futuro. Es de corazón duro el hombre que del pasado sólo recuerda las injurias que le hicieron. No se aprovecha del presente y el futuro únicamente lo imagina para maquinar y organizar la venganza. En una palabra: es de corazón duro el que ni teme a Dios ni respeta al hombre. 
Hasta este extremo pueden llevarte esas malditas ocupaciones si, tal como empezaste, siguen absorbiéndote por entero sin reservarte nada para ti mismo. Pierdes el tiempo; y si me permites que sea para ti otro Jetró, te diría que te agotas en un trabajo insensato, con unas ocupaciones que no son sino tormento del espíritu, enervamiento del alma y pérdida de la gracia. El fruto de tantos afanes, ¿no se reducirá a puras telas de araña?

PAPA EUGENIO: LIBRO PRIMERO. CAPÍTULO III

                                      Capítulo 3




EL EXCESO Y POCA DIGNIDAD DE SUS OCUPACIONES




Yo te preguntaría: ¿Qué es eso de estar desde la mañana hasta la noche presidiendo juicios y escuchando a litigantes? Ojalá le bastara a cada día su malicia. Pero no; no te quedan libres ni las noches. Apenas has descansado un poco, para que tu pobre cuerpo se recupere algo, y ya tienes que levantarte de nuevo para acudir a los juicios. Un día le pasa a otro sus pleitos y la noche lega a la noche su maldad; y sin respiro alguno no sacas un momento para orar, ni para entreverar algo el trabajo con el descanso y menos todavía tienes un intervalo de ocio, aunque sea corto. Sé que tú también lo deploras, pero inútilmente, si no haces todo lo posible por remediarlo. Yo quisiera que al menos lo lamentes de momento, para que no te endurezca tan absorbente ocupación. Los herí y no han sentido dolor, dice Dios. ¡Qué no seas tú como ellos! Mira de identificarte más bien con lo que dice el justo y con sus sentimientos: ¿Qué fuerzas me quedan para resistir? ¿Qué destino espero para tener paciencia?. ¿soy tan resistente romo la piedra. ¿es acaso de bronce mi carne? 
Gran virtud, por cierto, la paciencia. Pero en este caso no me gustaría que   tuvieras tú. Hay ocasiones en que es preferible saber impacientarse. No creo que apruebes la paciencia a la que Pablo se refería: Con gusto soportáis a los insensato, vosotros que sois sensatos. Si no me equivoco, aquí hay clarísima ironía y no alabanza, mordaz reprensión de la mansedumbre de algunos que, entregándose a los falsos apóstoles y seducidos por ellos, toleran con falsa paciencia que les arrastren a sus extraños y depravados dogmas. Por eso añade: si alguien os esclaviza, se lo aguantáis. 
No consiste la paciencia en consentir que te degraden hasta la esclavitud, cuando puedes mantenerte libre. Y no quisiera que pase inadvertida por ti esa servidumbre.en la que día a día te estás hundiendo sin darte cuenta. No sentir la continua vejación propia es un síntoma de que el corazón se haya embotado. Los azotes os servirán de lección, dice la Escritura. Lo cual es verdad; pero si no son excesivos. Cuando lo son, nada enseñan, porque provocan repugnancia. Cuando el impío llega al fondo del mal, todo lo desprecia. Espabílate y ponte alerta. Que te horrorice el yugo que te viene encima y te oprime con su odiosa esclavitud. 
No creas que sólo quien sirve a un único señor es esclavo, sino también el que, sin serlo, está a disposición de todos. No existe peor ni más opresora servidumbre que la esclavitud de los judíos. Allí donde vayan la llevan consigo, y en todas partes son molestos para sus señores: Confiésalo también tú, por favor. ¿Dónde te sientes libre? ¿Dónde te ves seguro, dónde eres tú mismo? A todas partes te sigue la confusión, te invade el bullicio y te oprime el yugo de tu esclavitud




CONSIDERACIONES SOBRE EL PAPA EUGENIO: LIBRO I. CAPÍTULO IV

Capítulo 4

No me repliques ahora con las palabras del Apóstol, cuando dice: Siendo yo libre de todos, a todo me esclavicé. Porque no puedes aplicártelas a ti mismo. El no servía a los hombres como un esclavo para que consiguieran ventajas inconfesables. No acudían a él de todas las panes del mundo los ambiciosos, avaros, simoníacos, sacrílegos, concubinarios, incestuosos y otros monstruos de parecido ralea para conseguir o conservar mediante su autoridad apostólica títulos eclesiásticos.
Es cierto que se hizo siervo de todos aquel hombre cuya vida era Cristo y para quien morir era una ganancia. De este modo quería ganar a muchos para Cristo; pero no pretendía amontonar tesoros por su avaricia. No puedes tomar como modelo de tu servil conducta a Pablo por la sagacidad de su celo, ni por su caridad tan libre como generosa. Sería mucho más digno para tu apostolado, más saludable para tu conciencia y más fecundo para la Iglesia de Dios, que escucharas al mismo Pablo cuando dice en otro lugar: Habéis sido rescatados con un precio muy alto; no os hagáis ahora esclavos de los hombres.
¿Puede haber algo más servil o indigno de un Sumo Pontífice como desvivirse por estos negocios, no digo ya cada día, sino en todo momento? ¿así, qué tiempo puede quedarnos para orar? ¿Cuántas horas reservamos para adoctrinar a los pueblos? ¿Cómo edificamos la iglesia? ¿Cuándo meditamos la ley del Señor? Y venga a tratar de leyes a diario en palacio, pero sobre las de Justiniano; no sobre las del Señor. ¿También eso es justo? ¿allá tú. La ley del Señor es perfecta y alegra el corazón. Pero esas otras no son propiamente leyes, sino pleitos y sofisterías que trastornan el Juicio. Y tú, el pastor y guardián de las almas, ¿con qué conciencia puedes tolerar que la ley quede sofocada entre el bullicio de los litigios?
Estoy seguro de que te muerden los escrúpulos por tanta perversidad. Y hasta me imagino que más de una vez te verás obligado a exclamar ante el Señor, como el profeta: Me contaron los malvados sus intenciones, pero no hay nada como tu ley. Ven ahora y atrévete a decirme que gozas de libertad bajo la mole aplastante de tantos impedimentos ineludibles. A no ser que puedas evitarlo y no lo quieras. En ese caso estarías mucho más esclavizado por ser siervo de una voluntad tan degradada como la tuya. ¿o no es un esclavo aquel a quien le domina la iniquidad? Y más que nadie. Aunque tal vez para ti sea una abyección mayor ser dominado por otro hombre que ser esclavo de un vicio. ¿Y qué importará ser esclavo por propia complacencia o forzosamente, si al fin lo eres? La esclavitud forzosa es digna de lástima; pero más degradante será la esclavitud deseada. ¿Qué puedo hacer?, me dices. Abstenerte de esas ocupaciones. Acaso me responderás: Imposible; más fácil me resultaría renunciar a la Sede Apostólica. Precisamente eso sería lo más acertado si yo te exhortara a romper con ellas y no a interrumpirlas.

LIBRO PRIMERO PAPA EUGENIO: CAPÍTULO V





EXHORTACION RESPETUOSA




Escucha mi reprensión y mis consejos. Si toda tu vida y todo tu saber lo dedicas a las actividades y no reservas nada para la consideración, ¿podría felicitarte? Por eso no te felicito. Y creo que no podrá hacerlo nadie que haya escuchado lo que dice Salomón: El que regula sus placeres, se hará sabio. Porque incluso las mismas ocupaciones saldrán ganando si van acompañadas de un tiempo dedicado a la consideración. Si tienes ilusión de ser todo para todos, imitando al que se hizo todo para todos, alabo tu bondad; a condición de que sea plena. Pero ¿cómo puede ser plena esa bondad si te excluyes de ella a ti mismo? Tú también eres un ser humano. Luego para que sea total y plena tu bondad, su seno, que abarca a todos los hombres, debe acogerte también a ti. De lo contrario, ¿de qué te sirve -de acuerdo con la palabra del Señor ganarlos a todos si te pierdes a ti mismo? Entonces, va que todos te poseen, sé tú mismo uno de los  que disponen de ti. 
¿Por qué has de ser el único en no beneficiarte de tu propio oficio? ¿Hasta cuándo vas a ser un aliento fugaz que no torna? ¿Cuándo, por fin, vas a darte audiencia a ti mismo entre tantos a quienes acoges? Te debes a sabios y necios, ¿y te rechazas sólo a ti mismo? 
El temerario y el sabio, el esclavo y el libre, el rico y el pobre, el hombre y la mujer, el anciano y el joven, el clérigo v el laico, el justo y el impío, todos disponen de ti por igual, todos beben en tu corazón como de una fuente pública, ¿y te quedas tú solo con sed? Si es maldito el que dilapida su herencia, ¿qué será del que se queda sin él mismo? Riega las calles con tu manantial, beban  de él hombres, jumentos y animales, sin excluir siquiera a los camellos del criado de Abrahán; pero bebe tú también con ellos del caudal de tu pozo. No lo repartas con extraños. ¿o es que tú eres un extraño? ¿para quién no eres un extraño, si lo eres para ti mismo? 
En definitiva, el que es cruel consigo mismo, ¿para quién es bueno? No te digo que siempre, ni te digo que a menudo, pero alguna vez, al menos, vuélvete hacia ti mismo. Aunque sea como a los demás, o siquiera después de los demás, sírvete a ti mismo. ¿Qué mayor condescencia? Lo digo por exigencia de la caridad más que de la justicia. Y creo que soy contigo más indulgente que el propio Apóstol. ¿Y más de lo conveniente?, me dirás. Pero no me preocupa; ¿qué más da, si así conviene? Porque confío en que tú no te conformarás con mi tímida exhortación, sino  que la superarás. En realidad, lo mejor sería que tu generosidad  superara mi audacia. A mí me parece más seguro equivocarme ante tu majestad que no quedarme corto por mi timidez. Quizá fuera preferible amonestarle al sabio, como lo he hecho, según lo  que está escrito: Ofrécele la ocasión al sabio, y será más sabio todavía.


No hay comentarios:

Publicar un comentario