EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

miércoles, 19 de febrero de 2014

LA SANGRÍA

Hay dos motivos que aconsejan hacerse la sangría: la calidad y la cantidad de la sangre. Tan peligroso es tenerla excesivamente abundante como alterada.
 Yo veo en esto un método estupendo. La sangre de mi alma es la voluntad. Se dice que la sangre es el elemento más importante del cuerpo humano; y la vida del alma radica en la voluntad. Conviene, pues, debilitar la voluntad mala, que origina la enfermedad del espíritu. Y hablo de debilitarla, porque es imposible arrancarla o agostarla. Rásguese y ábrase la vena con el bisturí de la compunción, para que salga y se expulse, si no todo el atractivo del pecado, sí al menos el consentimiento.
 ¿Dudas acaso que el alma no tiene un excedente inútil de sangre muy valiosa? Escucha a un médico muy sabio, que ordena reducir hasta la misma sangre de la justicia: No quieras ser demasiado justo. Y el Apóstol insiste en lo mismo: No seas más sabio de lo conveniente, sino conserva cierta sobriedad. Y si la justicia y la sabiduría necesitan la sangría, ¿podremos perdonárselo a las otras venas? ¿Existe acaso otra sangre más útil? Y a pesar de ello, ni el justo en exceso ni la sabiduría embriagada merecen el nombre de justo o de sabiduría. Eso mismo acontece con la sangre en el cuerpo: cuando es excesiva, en vez de nutrirlo lo perjudica.
 En este sentido, si te complaces todavía en pecar, tienes sangre viciosa, y debes rebajarla lo antes posible. Si quieres hacer penitencia, castiga oportunamente tus miembros, ten a raya el cuerpo y júzgate a ti mismo para no caer en las manos del Dios vivo. Todo esto es muy sano, pero evitando los excesos. Pues también hay que reprimir el fervor inmoderado, para que no dañe el conjunto ni fomente la indiscreción.
RESUMEN
Debemos controlar nuestra voluntad para evitar caer en el pecado o en la soberbia de considerarnos, erroneamente, seres perfectos. Asimismo, el exceso de sabiduría, no orientado a Dios, es también un error que contamina nuestra sangre.

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