EL OBJETIVO DE ESTA PÁGINA

Recuperar los Sermones de San Bernardo de Claraval para facilitar su conocimiento y divulgación. Acompañar cada sermón con una fotografía, que lo amenice, y un resumen que haga más fácil la lectura. Intentar que, al final de esta aventura intelectual, tengamos un sermón para cada día del año. Un total de 365 sermones. Evidentemente, cualquier comentario será bienvenido y publicado, salvo que su contenido sea ofensivo o esté fuera del tema.

domingo, 19 de enero de 2014

DOMINGO PRIMERO DESPUÉS DE LA OCTAVA DE LA EPIFANÍA. SERMÓN SEGUNDO



EN EL DOMINGO PRIMERO DESPUÉS DE LA OCTAVA DE LA EPIFANÍA

SERMÓN SEGUNDO

DE LAS ESPIRITUALES BODAS SIGNIFICADAS EN LA HISTORIA EVANGÉLICA

Sucede Hermanos míos en la consideración de las obras del Señor, que al mismo tiempo que su exterior vista sirve de alimento saludable a los menos capaces, hayan en el interior de ellas los que están más ejercitados en las cosas espirituales un sustento más sólido y suave; que es como la flor y médula del trigo. Porque son agradables en su exterior hermosura, pero mucho más en su interior virtud: a la manera en que el mismo Señor era hermoso en la disposición de su cuerpo, sobre todos los hijos de los hombres, más interiormente como candor de la luz eterna sobrepasaba en belleza a los mismos rostros de los Ángeles. Por fuera aparecía hombre sin culpa, carne sin pecado, cordero sin mancha. ¡Qué hermosos los pies de quien anuncia la paz, de quien anuncia las buenas nuevas, pero mucho más hermosa y preciosa su cabeza; porque la cabeza de Cristo es Dios. Agradable el rostro del hombre en quien no cae pecado y bienaventurados los ojos que le vieron, pero mucho más bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. En fin, habiendo llegado a la médula, ya la corteza no la apreciaba el apóstol diciendo: Aunque conocimos de otro tiempo a Christo según la carne, ahora ya no le conocemos de esta suerte; sin duda porque el mismo Señor había dicho antes: La carne de nada sirve, el espíritu es el que vivifica. Pero esta es la sabiduría que Pablo habla entre los perfectos, no entre aquellos en los que leemos que dijo: No me he propuesto saber otra cosa entre vosotros que a Jesucrhisto y a este crucificado. Todo él es suave, todo amable, todo saludable, todo en fin, según la voz de la esposa, deseable. Pero lo mismo que se ha mostrado en él, eso hallarás en sus obras. Porque la misma superficie considerada por fuera es muy hermosa y si alguno parte la nuez hallará dentro lo que es más gustoso y mucho más deleitable. No encontrarás esto mismo en los padres del Antiguo Testamento. En sus obras es hermosa y agradable la significación espiritual: pero ellas consideradas en si mismas se hallarán menos dignas alguna vez, como son los hechos de Jacob, el adulterio de David y otras cosas semejantes. Preciosos son a la verdad son manjares, pero los platos no tan preciosos. Y por eso quizás se dijo: Tenebrosa el agua en las nubes del aire; porque fueron oscuras aquellas nubes, y se dijo más abajo del Señor: pasarán las nubes al resplandor de su presencia.
2.Pienso que ya habréis advertido a qué fin he dicho esto. Oísteis hoy el milagro hecho en las bodas que fue el primer prodigio que obró el Señor. Cuya historia es agradable pero su significación mucho más. Fue indicio esclarecido de la Divina Magestad, convertirse el agua en vino al imperio del Señor. Pero es mucho mejor aquella mutación que obra la diestra del excelso y está prefigurada en ésta. Porque todos nosotros somos llamados a las bodas en que Christo es el esposo por lo que cantamos en el Salmo: Y él mismo, como el esposo que sale de su tálamo. La esposa somos nosotros mismos, si no os parece increible, siendo todos juntos una esposa y las almas de cada uno como particulares esposas. Pero cuándo podrá pensar nuestra fragilidad tanto favor de su Dios, ¿que nos ame con aquel afecto con que ama el esposo a la esposa? Porque esta esposa es mucho inferior a su esposo en linaje, inferior en hermosura, inferior en dignidad. Sin embargo, por esta Etiopisa vino de lejos el hijo del eterno Rey y por desposarla consigo no dudó tampoco morir por ella. Con una Etiopisa se casó Moisés pero no pudo mudar su color, pero Christo a la misma Iglesia que amó siendo todavía innoble y fea, la presentará asimismo gloriosa, sin tener mancha ni arruga. Murmure Aarón, murmure María también, pero la antigua, no la nueva, no la Madre del Señor, sino la hermana de Moyses, no nuestra María repito, porque lejos de eso ella misma está cuidadosa de si falta algo en nuestras bodas acaso. Y vosotros, mientras que murmuran los Sacerdotes, y murmura la Sinagoga, ocupaos como es debido, en acciones de gracia con todo afecto.
3.¿De dónde a ti tanta dicha alma humana, de dónde a ti tanta dicha?¿De donde a ti tan inestimable gloria que merecieses ser esposa de aquel Señor en quien los Ángeles mismos desean mirar? ¿De donde a ti tanta felicidad que sea esposo tuyo aquel Señor cuya hermosura admiran el sol y la luna, a cuyo imperio se mudan todas las cosas? ¿Qué volverás tu al Señor por todo lo que te ha dado, haciéndote compañera de su mesa, compañera de su reino, compañera en fin de su tálamo hasta introducirte el rey en su aposento? Mira ya qué sientes de tu Dios cuanto puedes confiar de Él. Mira con que brazos de caridad fiel y agradecida debe ser correspondido en el amor y abrazado el que tanto te estimó o por decir mejor te hizo tan estimable,. De su costado te reformó cuando durmió en la cruz, cuando recibió el sueño de la muerte. Por ti vino de Dios Padre y dejó a su madre la sinagoga para que juntándote a él te hagas con él un mismo espíritu. Oye pues hija, mira que grande es la dignación de Dios para contigo y olvida a tu pueblo y a la casa de tu padre. Deja los afectos carnales, desaprende las costumbres mundanas, abstente de los antiguos vicios, olvida los hábitos perversos. Porque qué piensas ¿Por ventura no vendrá luego el Ángel del Señor y te partirá por medio si (lo que Dios aparte de ti) admitieras otro amante?
4.Ya estás pues desposada con Él, ya se celebra la comida de las bodas, pues la cena se está preparando en el cielo y en el eterno palacio. Pero ¿por ventura faltará allí vino? De ningún modo; seremos embriagados allí de la abundancia de la Casa de Dios y beberemos del torrente de sus deleites. Preparado está, verdaderamente, para aquellas bodas un río de vino, de vino digo que alegra el corazón puesto que el ímpetu del vino arregla la ciudad de Dios. Más ahora, porque nos resta un largo camino recibimos a la verdad la comida aquí, aunque no en tanta abundancia pues la plenitud y saciedad se reserva para la cena eterna. Aquí, pues, falta el vino algunas veces; esto es el fervor de la caridad y la gracia de la devoción. ¿Cuántas veces más me es necesario hermanos míos, después de vuestras dolorosas quejas, rogar a la madre de misericordia que diga a su benignísimo Hijo que no teneis vino? Con toda seguridad os digo que si piadosamente la llamamos no nos faltará en nuestra necesidad porque es misericordiosa y madre de misericordia. Pues si se compadeció del sonrojo de los que la habían convidado, mucho más se compadecerá de nosotros si devotamente la invocamos. La agradan nuestras bodas y la pertenecen más que las otras, siendo ella la que de su vientre procedió, como de su tálamo, el celestial esposo.
5.¿Pero a quién no hace fuerza lo que en aquellas bodas respondió el Señor a su santísima y benignísima madre diciéndola: ¿Qué tenéis conmigo mujer? ¿Qué tenéis vos con ella Señor? ¿Acaso no lo mismo que un hijo con su madre? ¿Qué os toca de ella preguntáis siendo el fruto bendito de su vientre inmaculado? ¿Qué, no es esta la misma que quedando salva su virginidad os concibió y os parió sin corrupción? ¿No es la misma en cuyo vientre habitásteis nueve meses, de cuyos pechos virginales mamásteis y con que siendo de doce años bajásteis desde Jerusalen y estabais sometido a ella? ¿Pues ahora Señor por qué la sois molesto diciéndola: ¿Qué tenéis conmigo? Mucho por otros modos tiene. Pero ya veo manifiestamente que no como indignado, o queriendo confundir la tierna vergüenza de la Virgen Madre, la dijísteis: ¿Qué tenéis conmigo? Cuanto viniendo a vos los sirvientes según el precepto de la madre sin dudar nada hacéis lo que ella os ha insinuado. ¿Por qué pues Hermanos míos por qué respondería antes así? Por nosotros ciertamente para que después de convertidos a Dios, no nos ocupe ya el cuidado de nuestros padres carnales y el trato y correspondencias con ellos no impidan nuestros ejercicios espirituales. Porque mientras somos del mundo es constante que somos deudores de nuestros padres materiales del cuidado y asistencia: pero después que a nosotros mismos nos hemos dejado, con más fuerte razón estaremos libres de toda solicitud por ellos. Así tenemos que un monge que vivía en el yermo, habiendo venido un hermano según la carne a pedirle amparo, le respondió que fuese a pedirlo a otro hermano de los dos el cual ya había muerto. Y como admirado el que había venido dijere, que ya había muerto, el eremita respondió que también había muerto él; oportunamente pues nos enseñó el Señor que no estemos solícitos sobre nuestros carnales parientes más que lo que la religión permite cuando a su misma Madre, y Madre tal, le respondió ¿Qué tenéis conmigo? Así también en otra ocasión diciéndole uno que estaba fuera con sus hermanos y que quería hablar con él, respondió el Señor: ¿quién es mi padre y quienes son mis hermanos? Qué dirían a la vista de estos aquellos que tan carnal e inutilmente andan solícitos sobre sus parientes como si todavía vivieran con ellos.
6.Veamos ya lo que sigue: estaban puestas seis vidrias, dice el Evangelista, para servir a las purificaciones que estaban en uso entre los judíos, Para esto, a lo menos, puedes conocer que no es el cumplimiento sino la preparación de las bodas cuando hay todavía necesidad de purificación. Estas bodas, pues, son de desposorio no de unión. Porque esté lejos de nosotros creer que habrá vasos de purificación en aquellas bodas en que Christo presentará a si mismo gloriosa a la Iglesia sin tener mancha ni arruga ni cosa semejante a esto, ¿en donde no habrá mancha qué purificación será necesaria? Ahora ciertamente es el tiempo de lavarnos; ahora es patente que es necesaria la purificación, cuando ninguno hay impío de mancha ni aún el infante cuya vida es de un solo día sobre la tierra. Ahora se lava la esposa, ahora se purifica para presentarse sin mancha alguna en aquellas celestiales bodas a su esposo. Busquemos pues seis hidrias en las cuales esta ablución de los judíos, esto es de los que confiesan, se haga purificación. Porque si dijéramos que no tenemos pecados nos engañamos a nosotros mismos y no hay en nosotros verdad: la cual solo libra, solo salva y solo lava. Más si confesamos nuestros pecados no faltarán a los verdaderos judíos las hidrias de la purificación; porque fiel es Dios que nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda iniquidad.
7.Yo ciertamente juzgo que las seis hidrias son seis observancias, que para purificar los corazones de los que confiesan instituyeron los santos padres; y todas ellas (si no me engaño) las podremos hallar aquí. La primera hidria es la continencia de la castidad, por la cual se lava todo lo que había manchado antes la lujuria. La segunda es el ayuno que hace que lo que había afectado a la gula lo limpie ahora la abstinencia. Por la pereza también, y la ociosidad, que es enemiga del alma, contrajimos muchas manchas comiendo contra la sentencia de Dios el pan no en el sudor de nuestro rostro, sino en el del ajeno. Por eso nos ponen la tercera hidria, para que quiten aquellas manchas en el trabajo de las manos. Así igualmente por la somnolencia y las demás obras de la noche y de las tinieblas pecamos mucho. Por eso se pone una cuarta hidria: la observancia de las vigilias, para que levantándonos por la noche para alabar al Señor, redimamos las noches no buenas del tiempo pasado. Ya ¿quien ignora que la lengua nos ha manchado mucho por las palabras vanas y falsas, por las murmuraciones y adulaciones, por las palabras de malicia y la jactancia? Por todo eso es necesario la quinta hidria que el silencio guarda de la religión y en que está nuestra fortaleza. La sexta hidria es la regular disciplina en la cual no vivimos a nuestro arbitrio sino al ajeno para que se borre todo lo que pecamos, viviendo desordenadamente. De piedras son esas cosas, duras son, pero es preciso lavarnos en ellas si no queremos acaso recibir por nuestras fealdades libelo de repudio del Señor. Sin embargo, en decir que son de piedra no sólo se puede entender su dureza, sino mucho mejor su solidez porque estas cosas no lavan, sino permanecen con una firme estabilidad.
8.Dice el Señor a los ministros: llenad las hidrias de agua. ¿Qué es esto Señor, los ministros están cuidadosos porque falta el vino y vos decís llenad las hidrias de agua. Ellos están pensando qué vasos hay que ministrar y vos mandais que llenen los vasos de la purificación. Así enteramente, así a Jacob cuando suspira por los abrazos de Raquel le pone a Lía en su lugar el Padre. A nosotros, Hermanos míos, que somos ministros y siervos vuestros, a nosotros nos manda Christo que llenemos todas las hidrias de agua todas las veces que el vino falta. Como si dijeran: ellos desean la devoción: piden vino, claman con sus ruegos por el fervor, pero todavía no ha llegado mi hora: llenad las hidrias de agua porque cuál es el agua saludable aunque no muy dulce sino el temor de Dios que es fuente de vida y principio de la sabiduría? Dícese pues a los ministros: infundid el miedo y llenad el espíritu de temor, no tanto los vasos sino los corazones porque para llegar a la caridad deben disponerse por el temor para que digan ellos también: por vuestro temor Señor hemos concebido y parido el espíritu de salud. Pero cómo se llenarán las hidrias pues había dicho antes el Evangelista que cabía en cada una dos o tres cántaros. ¿Qué cosa serán estos cántaros y qué el tercero? Ciertamente dos temores comunes y conocidos de todos y otro común y menos conocido. El primer temor es de que no seamos atormentados en el infierno; el segundo de que no seamos excluidos de la vista de Dios y privados de aquella inestimable gloria. El tercero llena el alma de toda solicitud recelando que acaso sea desamparada de la gracia.
9.Y verdaderamente, todo temor del Señor así como el agua apaga el fuego, así apaga los deseos malos, pero principalmente este, cuando cada tentación ocurre haciéndonos considerar no suceda acaso que perdamos la gracia, y dejado así el hombre a si mismo resbale cada día de malo en peor, del pecado leve a la culpa grave como vemos a muchos que estando ya manchados, no cesan de mancharse mas; contra este temor no tiene el alma de donde poder lisongearse o de la menor gravedad de la culpa; o de la futura enminda, ya que con estas lisonjas se puedan impedir los dos primeros géneros de temor. Nos mandó pues el Señor que llenáramos las hidras con esta agua; algunas veces están vacías y llenas de aire cuando alguno es tan insensato que aquellas observancias de las que hemos hablado por su afecto a la vanidad son privadas de perpetuo premio; como fueron las vírgenes fatuas, en cuyos vasos faltó el aceite; otras veces, lo que es mucho peor, están llenas a la verdad, pero llenas de veneno, que es la envidia, la murmuración, el rencor del ánimo, y la detracción. Así, para que estas cosas no entren encubiertamente, cuando falta el vino nos mandan llenar las hidrias de agua, con el fin de que se observen los mandamientos del Señor con el temor: la cual agua se convierte en vino cuando el temor es expelido por la caridad y todo se llena del fervor del espíritu y de una gustosa devoción.

RESUMEN
San Bernardo comienza por hacer un recordatorio de la doctrina habitual sobre la redención y la actitud piadosa de la Madre de Dios. Posteriormente hace una comparación entre la boda y los esposos con la unión de Cristo y su Iglesia y con cada uno de los creyentes. Finalmente aclara que las “hidrias” eran para hacer los actos lavatorios habituales de los judíos, comparándolas con distintas actitudes piadosas para la salvación del espíritu. La parte final es la conversión del aire en agua y del agua en vino. Se pasa del vacío al temor y del temor a la espiritualidad. Todo ello guiados por la gracia y la luz de Cristo.

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