El misterio de la encarnación nos ofrece tres consideraciones: un ejemplo de humildad, una prueba de amor y un sacramento de redención.
El ejemplo de humildad aparece en los sollozos del niño, en la cueva donde se cobija, en el pesebre donde reposa y en los pañales que lo envuelven.
La prueba de amor es su muerte santa, pues nadie tiene amor mayor que quien da la vida por sus amigos.
Y el sacramento de redención manifiesta el triple poder de Dios: hacer algo de la nada, renueva lo anticuado, y convierte lo temporal en eterno.
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