Se
le dará estos nombres: Admirable, Consejero, Dios, Fuerte, Padre
perpetuo, Príncipe de la paz. Es admirable en su
nacimiento, consejero en su predicación, Dios en sus
obras, fuerte en la pasión, Padre perpetuo en la
resurrección, y Príncipe de la paz en la bienaventuranza
eterna.
Estos
mismos títulos se le pueden aplicar con toda propiedad en la obra
de nuestra salvación. Es admirable en la conversión de nuestra
voluntad, que es un cambio exclusivo de la diestra del Altísimo.
También podemos llamarle consejero en la revelación de
su voluntad, cuando nos manifiesta qué deben hacer los conversos.
Lo dijo muy bien Pablo recién convertido: Señor, ¿qué quieres
que haga?
Pero los
convertidos deben afligirse de los pecados pasados, en cuyo perdón
es Dios, porque sólo él puede perdonar los pecados. Por
este motivo, cuando nuestro Salvador vivía aquí y perdonaba los
pecados, los judíos le acusaban de blasfemo por asumir algo que era
exclusivo de Dios. Y en cuarto lugar se le llama fuerte. Como
afirma el Apóstol, todo el que se proponga vivir como buen
cristiano será perseguido.
Pero
¿quién soportaría esto si el mismo no nos ayudara? Lo dice
David: Si el Señor no me hubiera ayudado, ya estaría yo
habitando en el silencio. Cuando nos protege en las
tribulaciones y rechaza y aparta de nosotros todas las potencias que
llenan el aire, ¿qué otro título podemos darle sino el de fuerte?
Con razón dice la Escritura: El Señor es fuerte y valeroso, el
Señor es el héroe de la guerra. Y como nuestra conversión y
toda nuestra vida debe tener una relación directa a Cristo y no
entregarnos a ella por intereses temporales, sino con la única
esperanza de los bienes futuros, por eso se le llama en quinto lugar
Padre del mundo futuro, es decir, Padre que engendra de nuevo
nuevos cuerpos.
Es cierto
que todos resucitaremos, pero no todos seremos transformados.
Por eso, para distinguir la transformación de los justos de la
resurrección de los malvados, se añade a continuación: Príncipe
de la paz. Con ella se obtiene la perfección total y quedan
saciados todos los deseos. Esa es la paz que canta jubiloso el
Salmista: Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión;
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus
hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras.
La armonía
y la eficacia de estos seis nombres la sintetiza de manera sucinta y
elegante el ángel, hablando a José: Y le pondrás el nombre de
Jesús. Y añade el motivo de tal nombre: Porque él salvará
a su pueblo de los pecados.
RESUMEN
Los
diferentes nombres de Jesús son: Admirable, Consejero, Dios,
Fuerte, Padre perpetuo y Príncipe de la Paz. Cada uno de ellos hace
hincapié en un aspecto distinto pero en definitiva el nombre de
Jesús es el que nos salvará de los pecados.(Sermón 53).